Sin
embargo, a esa altura sólo se tratará de una vuelta al pasado, y desde
ahora la cuestión es ir hacia adelante en esta dirección; los círculos
oficiales ya le han dado la bienvenida a la idea de crear en París un
Museo Cinematográfico o Archivo. Esta colección, necesariamente
limitada en un principio, crecerá en la medida en que el interés de los
fotógrafos cinematográficos se mueva de temas puramente recreativos o
fantásticos hacia acciones y eventos de interés documental; de la
porción de vida como de interés humano hacia la porción de vida como
muestra representativa de una nación y un pueblo. La fotografía animada
entonces habrá dejado de ser un simple pasatiempo para transformarse en
un método consensuado para el estudio del pasado; o más aún, dado que
permite ver el pasado directamente, eliminará, al menos en ciertos
puntos importantes, la necesidad de investigación y estudio.
Además, podría convertirse en un método de enseñanza singularmente
efectivo. ¡Cuántas descripciones vagas abandonaremos el día que una
clase pueda ver, proyectados en precisas imágenes en movimiento, los
rostros calmos o alterados de una asamblea deliberando, el encuentro de
jefes de Estado listos para firmar una alianza, la partida de tropas y
escuadrones, o incluso la fisonomía móvil y cambiante de las ciudades!
Pero puede que pase un largo tiempo hasta que podamos recurrir a esta
fuente auxiliar para enseñar historia. Primero debemos acumular estas
manifestaciones exteriores de historia para que luego puedan ser
desplegadas frente a los ojos de aquellos que no fueron testigos de
ella.
Un problema puede complicar nuestra reflexión un instante, dado que el
evento histórico no siempre ocurre donde se espera que suceda. La
Historia está lejos de componerse solamente de ceremonias planificadas,
organizadas con antelación y listas para posar frente a las cámaras.
Suceden comienzos de acciones, movimientos iniciales, eventos
inesperados que eluden la cámara del mismo modo que escapan a las
agencias de noticias.
Sin duda las consecuencias de la historia son siempre más fáciles de
medir que sus causas. Pero una cosa aclara la otra, estos efectos,
completamente traídos a la luz por el cine, ayudarán a entender mejor
las causas que hasta ahora han permanecido en una semi-oscuridad. Y
encontrar no todo lo que existe, pero sí todo lo que puede ser captado,
es ya un excelente logro para cualquier fuente de información,
científica o histórica. Ni siquiera los relatos orales o los documentos
escritos nos ofrecen el curso completo de los eventos que describen,
pero sin embargo la Historia existe –verdadera, después de todo– en el
amplio espectro, aún si sus detalles son frecuentemente distorsionados.
Y el fotógrafo cinematográfico es indiscreto por profesión, a la pesca
de alguna inauguración, su instinto frecuentemente lo hará adivinar
dónde ocurrirán las cosas que más adelante se transformarán en causas
históricas. ¡Es más susceptible de ser criticado por su exceso de
fervor que lamentado por su timidez! La curiosidad natural o la
tentación de las ganancias, y a menudo una combinación de ambas, lo
hacen inventivo y audaz. Autorizado a aparecer en funciones
ceremoniosas, se devanará los sesos para insinuarse a sí mismo sin
autoridad frente a otros, y la mayoría de las veces sabrá cómo
encontrar las ocasiones y lugares donde la historia de mañana está por
desarrollarse. No es de los que se asustan con un movimiento masivo o
los comienzos de un motín, e incluso en una guerra no es difícil
imaginarlo preparando su cámara contra las mismas trincheras que las
armas de las primeras líneas, y captando al menos una parte de la
acción. Se meterá disimuladamente donde sea que brille el sol… ¡Si tan
solo para el Primer Imperio o la Revolución,2
por tomar ejemplos, pudiéramos reproducir las escenas que la fotografía
animada revive fácilmente, podríamos haber resuelto algunas preguntas,
tal vez accesorias pero sin embargo desconcertantes, y ahorrado ríos de
tinta inútil! Así, esa copia cinematográfica en la cual una
escena se hace con mil imágenes y que, desenrollada entre una fuente de
luz enfocada y una tela blanca, hace que los muertos y ausentes se
levanten y caminen, esa simple tira de celuloide impreso constituye no
solamente una prueba de la historia sino un fragmento de la historia
misma, y una historia que no se ha debilitado, que no necesita un genio
para que la reviva. Está allí, apenas dormida, y al igual que esos
organismos elementales que luego de años en estado de latencia son
revitalizados con un poco de calor y humedad, para despertar y
revivir las horas del pasado ¡solo se necesita un poco de luz
proyectada a través de una lente hacia el corazón de la oscuridad!
El cineasta tal vez no registre la totalidad de la historia, pero al
menos la parte que nos ofrece es indiscutible y absolutamente
verdadera. La fotografía ordinaria puede ser retocada, incluso hasta el
punto de la transformación. ¡Pero intentemos hacer cambios idénticos en
mil o mil doscientas imágenes microscópicas! Puede decirse que la
fotografía animada tiene intrínsecamente una autenticidad, una
exactitud y una precisión que le pertenecen a ella sola. Es la
encarnación del testigo visual verdadero e infalible. Puede verificar
testimonios verbales, y si testigos humanos se contradicen entre sí
acerca de un acontecimiento, puede resolver el desacuerdo silenciando
al que desmienta.
Imaginemos una maniobra militar o naval cuyas fases hayan sido
registradas sobre película por un cineasta: cualquier debate podría ser
llevado rápidamente a un final... éste puede establecer con precisión
matemática las distancias que separan lugares en las escenas que ha
fotografiado. Generalmente tiene indicaciones claras para guardar su
testimonio del momento del día, estación del año y condiciones
climáticas que rodean el acontecimiento. Incluso lo que se escapa del
ojo desnudo, el progreso imperceptible de las cosas en movimiento, es
captado por la lente en el horizonte distante y seguido al primer
plano. Idealmente, otros documentos históricos deberían poseer el mismo
grado de certeza y claridad.
La cuestión ahora es darle a esta fuente de pruebas históricas quizás
privilegiada la misma autoridad, existencia oficial y accesibilidad que
otros archivos ya bien establecidos. Esto está siendo acordado en los
grados más altos del gobierno, y por otra parte los caminos y medios no
parecen muy difíciles de encontrar. Será suficiente dar a las pruebas
cinematográficas de naturaleza histórica una sección en un museo, un
anaquel en una biblioteca o un armario en los archivos. Su archivo
oficial estará en la Bibliothèque Nationale, la biblioteca del Institut
de France, bajo el cuidado de una de las Academias dedicadas a la
Historia, en los Archives Nationales, o incluso en el Musée de
Versailles. Esto es simplemente cuestión de elegir y decidir. Una vez
que esté establecido no faltarán donaciones, como regalos, o incluso
ofrecimientos motivados por el interés financiero. El precio de los
equipos de proyección cinematográficos, como los mismos rollos de
película –muy caros al principio–, está disminuyendo rápidamente y
llegando al alcance de los simples aficionados a la fotografía. Muchos
de ellos, sin incluir a los profesionales, están comenzando a
interesarse en los usos cinematográficos de este arte y esperan nada
menos que contribuir a la constitución de la Historia. Aquellos que no
traigan sus colecciones personalmente las dejarán libremente como un
legado. Un comité competente aceptará o rechazará los documentos
propuestos de acuerdo a su valor histórico. Los rollos de negativo que
acepte serán guardados en cajas precintadas, marcadas y catalogadas.
Éstos serán los prototipos que no se tocarán. El mismo comité decidirá
las condiciones en las cuales se prestarán las copias positivas, y
reservará aquellas que por motivos especiales de propiedad sólo podrán
ser exhibidas públicamente después de un cierto número de años. Lo
mismo se está haciendo con ciertos registros públicos. Un curador del
establecimiento elegido cuidará la nueva colección, en principio
limitada, y una institución del futuro será fundada. París tendrá su
Archivo de Cine Histórico.
La creación de esta fundación es indispensable, y tarde o temprano
ocurrirá en alguna gran ciudad europea. Me gustaría contribuir a su
establecimiento aquí en París, donde he sido bienvenido tan
amablemente. Y en este punto solicito modestamente entrar en el cuadro.
Como fotógrafo del Emperador de Rusia, y a sus órdenes expresas, he
sido capaz de tomar una vista de cineasta de –entre otros cuadros
curiosos– las escenas importantes y los incidentes íntimos de la visita
hecha por el Presidente de la República Francesa a San Petersburgo en
septiembre de 1897.3
Estas tomas, que la iniciativa de una autoridad tan alta me permitió
realizar, fueron proyectadas ante sus mismísimos ojos, luego de lo cual
pude –en unas sesenta exposiciones consecutivas, aproximadamente–
ofrecer el mismo espectáculo a los soldados en las bases militares
parisinas. Me sentí sorprendido y encantado por el efecto que ellas
produjeron en esas almas simples, a quienes tuve la oportunidad de
mostrarles la fisonomía de una tierra extranjera y su gente, el
concepto de ceremonias tan ajenas a ellos, en resumen, las
manifestaciones de una gran nación.
Ofrezco esta serie de tomas cinematográficas no poco interesantes como
base para el establecimiento del nuevo Museo. He tenido la fortuna de
realizar tomas de personas de importancia considerable, y con su apoyo
quizás pueda ver estos archivos de un nuevo género fundado en París.
He descrito por qué auguro un desarrollo simple y veloz para este
archivo. Yo mismo contribuiré con él. Además de las escenas que he
mencionado, tengo el honor de poseer muchas otras: la coronación de Su
Majestad Nicolás II, las visitas rusas de los otros dos emperadores y
el Jubileo de la Reina Victoria de Inglaterra. Más recientemente pude
fotografiar en París acontecimientos completamente inesperados e
interesantes. Propongo recolectar por Europa reproducciones de todas
las escenas que me parezcan de interés histórico, y enviarlas al futuro
Archivo.
Mi ejemplo será imitado solo si se fomenta esta idea simple pero nueva,
planteando sugerencias para mejorarla, y si, sobre todo, se le da la
amplia publicidad que necesita para prosperar y ser fructífera. |