El CEAVI (Centro de Estudios en Antropología Visual), perteneciente a la Cátedra de Antropología Visual de la Universidad de Rosario, dio a conocer en el año 2011 el libro Antropología Visual que, reuniendo dieciséis investigaciones y un apartado de dos trabajos fotográficos titulado “Etnografías Visuales”, busca delinear distintos acercamientos al mundo de la imagen (gráfica, fílmica, fotográfica).
En la introducción del libro, Elida Moreyra, una de las compiladoras y directora del CEAVI, define a la Antropología Visual como la disciplina que estudia “(…) la relación entre la imagen, el medio en que se soporta y el cuerpo en el que se concreta como fenómeno social y humano” (10). Esta idea que estructura todo el libro y está presente en el subtítulo — dialéctica de las imágenes y construcción del conocimiento— es la que orienta las principales preocupaciones del CEAVI. El grupo se pregunta, y responde, a través de cada uno de los artículos cómo ha sido posible el desarrollo histórico de la construcción del conocimiento en la cultura visual argentina y de qué manera es posible dar lugar a una nueva configuración del mismo a través de la “educación de la mirada”.
Tanto la primera como la última sección realizan un acercamiento a las problemáticas que se dan en torno a la relación entre imagen, saber y ciencia, haciendo énfasis en la producción discursiva o en la producción visual. El texto que abre el primer apartado, escrito por Corina Ilardo, reflexiona sobre el quehacer de la Antropología Visual. La autora discute con el antropólogo Palacios Ramírez quien considera que la imagen no posee la capacidad suficiente de trasmitir conocimiento dado que es una representación de la realidad, y no la realidad misma, plausible de ser interpretada en un sinnúmero de maneras. Para el autor la antropología es una disciplina cuya tarea es la comprensión directa de la realidad y no el análisis de material visual producido por los investigadores. Esto invalidaría a la Antropología Visual como disciplina autónoma para considerarla sólo como una herramienta más en el trabajo etnográfico. Ilardo considera que esta concepción es errónea dado que Palacios Ramírez parte de una concepción positivista de la antropología según la cual sólo es posible conocer mediante una experiencia directa y lleva a cabo además una interpretación sesgada de Michel Foucault: si para el pensador francés tanto la imagen como la palabra son construcciones productoras de conocimiento, la lectura de Palacios Ramírez afirma que la palabra tiene superioridad sobre la imagen y sería la única capaz de permitir a la antropología una comprensión más o menos correcta de su objeto de estudio.
A continuación dos textos analizan la construcción que han establecido los medios gráficos sobre el quehacer científico. Por un lado María Zaninovich analiza cómo la revista Reader´s Digest, en sincronía con los films de la saga de Indiana Jones y con un concurso organizado por la Asociación Guiness, ayudaron a crear un estereotipo modelo del arqueólogo subrayando ciertos aspectos de su quehacer científico, como los viajes y el contacto con otras culturas (en tanto aventura exótica), dejando de lado otros rasgos. En sintonía con este trabajo Mariel Falabella observa de qué forma, durante el período que va de 1976 a 1982, la revista infantil Billiken construyó una imagen del científico argentino. La autora aborda la sección llamada “Actualidad” mediante el análisis de los textos, el diseño de los mismos y de las fotografías ilustrativas para dar cuenta de cómo la publicación funcionó como divulgadora de las actividades científicas realizadas por el gobierno de la última dictadura militar consolidando un estereotipo del científico al servicio de la “construcción de un proyecto y de una imagen de país” (80). Por último Falabella reelabora algunas de la conclusiones a las que llegó en el taller “Cine en el aula” coordinado por Elida Moreyra. La autora eligió trabajar sobre el cine de ciencia ficción dado que este género permite al mismo tiempo reflexionar acerca de la relación entre imagen, ciencia y construcción de imaginarios sociales. Señala que si bien los estudiantes contemporáneos han nacido interactuando con el lenguaje audiovisual no siempre su actitud frente al mismo es crítica, por lo que resulta necesaria su capacitación para que pueda acceder a un discurso reflexivo sobre cómo los medios audiovisuales construyen realidades y discursos sobre la misma. Falabella propone al film de ciencia ficción, que pone en escena mundos en conflicto, como vehículo para la discusión de la construcción de discursos hegemónicos y contra hegemónicos.
El segundo apartado lleva por título “Antropología y Educación”. En esta serie de textos también está presente la preocupación por la construcción del conocimiento pero aquí los autores abordan el campo de la pedagogía. Los cuatro textos que integran la sección son resultado del trabajo de campo realizado con alumnos y docentes de nivel primario y secundario y docentes en formación. Los dos primeros trabajos toman a la fotografía como objeto de estudio. El texto realizado por María Claudia Villareal analiza las fotografías que fueron tomadas por alumnos en un acto escolar, en el cual se conmemoraba el 12 de octubre, en una escuela primaria intercultural bilingüe en Rosario. La autora entrevistó a los estudiantes y a partir de sus respuestas y del análisis de la producción fotográfica señala que la escuela se encuentra en una encrucijada al intentar integrar a las comunidades indígenas al mismo tiempo que mantiene un discurso estereotipado que le impide llevar a cabo dicha integración. El segundo texto toma como objeto de estudio el trabajo realizado, en un taller de fotografía, por jóvenes de la comunidad Qom de Rosario. La autora, María Virginia de la Puente, instó a los participantes del taller a formar grupos y armar collages con las fotos tomadas. Estos collages son para de la Puente, el resultado de un proceso intersubjetivo en el cual es posible ver “concepciones míticas compartidas por la comunidad Qom” (114) mediatizadas por el contacto de los miembros de la comunidad con el exterior. Los trabajos restantes dan cuenta del resultado de distintos talleres que fueron realizados por los autores junto con alumnos y docentes de profesorados dentro del programa “Proyecto de mejora Institucional”. En el taller que coordinó Elida Moreyra se invitó a los docentes a trabajar con fotografías que tuvieran que ver con su infancia en la escuela para vincularlas con el concepto de Utopía, a fin de poder reflexionar sobre la relación pasado, presente y futuro de la educación, y las expectativas, propias y colectivas, que los docentes en formación tenían sobre su próximo desempeño profesional. Un segundo taller llevado a cabo por Falabella y Moreyra surgió como respuesta a las dificultades de inclusión de material audiovisual en clase y las complejidades inherentes a la comunicación intergeneracional. Se partió del visionado del film La televisión y yo (Andrés Di Tella, 2001) para que los participantes del taller pusieran en tensión sus opiniones sobre el documental. Optaron por dicho film dado que, de acuerdo a lo planteado por las organizadoras del taller, al ser un documental que pone en crisis el discurso clásico del documental expositivo al proponer un discurso subjetivo, permitiría a los asistentes reflexionar sobre la construcción histórica del discurso y cuestionar cómo cada generación puede aportar nuevas miradas y nuevas discursividades.
El tercer apartado está dedicado al cine y es el más ecléctico del libro, aunque la perspectiva antropológica común hilvana los diferentes textos. Allí los autores concentran su atención particularmente en el cine argentino y se analizan tanto films documentales como de ficción. En el primero de los trabajos, Corina Ilardo se propone realizar un análisis del documental etnográfico a partir del film Seguir siendo (Ana Zanotti, 1999), cortometraje que se centra en la vida de la comunidad Mbyá en Misiones. La autora describe minuciosamente la puesta en escena, tanto visual como sonora, para dar cuenta de cómo se construyen y contraponen dos tipos de comunidad: la blanca y la Mbyá. También tuvo en cuenta la noción de dialogismo propuesta por Mijaíl Bajtín para quién todo enunciado es lugar de intercambio entres dos interlocutores que se construyen a sí mismo y al otro. De esta manera, Ilardo describe como Ana Zanotti registra la vida de los Mbyá centrándose en Lorenzo Ramos, miembro de la comunidad, y lo que él dice sobre las concepciones de los Mbyá y su relación con los blancos. De acuerdo a lo planteado en el texto, el documental subraya mediante su puesta en escena los dichos de Ramos, mostrando los espacios desde la perspectiva de la comunidad. Por ejemplo, la ciudad, vivida y sentida como un lugar de paso, es mostrada en sólo unos pocos planos mientras que el monte, su lugar sagrado, tiene un lugar central en el film dado que es el espacio donde realizan la mayor cantidad de sus actividades. Por su parte Fernando Mut aborda el film México, la revolución congelada (Raymundo Gleyzer, 1971). Por un lado lleva a cabo una reconstrucción del proceso de producción y realización del film, luego da cuenta de las distintas reacciones que provocó la recepción del documental y por último realiza un análisis de la estructura del mismo. Al hacerlo el autor señala las distintas estrategias que Gleyzer utilizó para construir el documental y llega a la conclusión de que no es posible clasificar al film dentro de una sola categoría. Para Mut el documental es el resultado de todo lo que el director fue aprendiendo a lo largo de su carrera como compañero de ruta de Jorge Prelorán, luego como camarógrafo de Telenoche y finalmente como realizador de documentales de divulgación de las acciones del ERP. El film toma elementos de distinta procedencia para retratar la Revolución Mexicana y sus repercusiones en la contemporaneidad del país pero también busca distanciarse de las propuestas documentalistas que imperaban en Latinoamérica en ese período y poner en discusión los postulados de la izquierda revolucionaria en torno a la revolución en el continente. Por su parte Gaspar Tomino aborda el film Los espigadores y la espigadora (Agnès Varda, 2000) para dar cuenta de cómo la tecnología digital permite una mayor experimentación. Para el autor el uso de una cámara mini DV, dado su pequeño tamaño, le permitió a Varda acercarse a los entrevistados de otra manera, mezclarse con ellos en su campo de trabajo y comportarse ella misma como los espigadores a los que entrevista, recolectando testimonios e imágenes para luego unirlos en el montaje final. Lo que también vuelve singular al documental de Varda es la puesta en escena que juega con el azar el cual está dado por el desprejuicio con el que la directora se acerca a esta tecnología, con la cual trabajaba por primera vez, al dejar en el montaje final escenas que son el resultado de la casualidad como aquella en la cual la cámara queda encendida sin querer y registra una conversación entre la directora y una familia española.
El tópico de la educación vuelve a aparecer de la mano de Elida Moreyra quien a partir del análisis de tres films biográficos sobre tres personajes históricos (Domingo F. Sarmiento, William Morris y Almafuerte) realizados durante el primer peronismo, da cuenta de cómo el cine argentino creó la representación del docente abnegado y entregado a su profesión, dispuesto a cualquier sacrificio, imagen coherente y funcional a las políticas educativas del gobierno del momento. Marcelo Vieguer toma como objeto de estudio Invasión (Hugo Santiago, 1969) para analizar cómo aparece representada la ciudad en dicho film. Para el autor, Santiago diseñó una puesta en escena que buscaba a la vez la referencia y el extrañamiento al tomar a Buenos Aires como modelo para después tornarla casi irreconocible dejando a su vez elementos que permitieran al espectador ver a Buenos Aires en Aquilea. Al mismo tiempo realiza un análisis de cómo la película construye al otro, al invasor. Es interesante destacar que el autor, a diferencia de otros textos, tiene en cuenta tanto la banda de sonido como el sistema de vestuario como dimensiones importantes en el análisis fílmico. Moreyra y Falabella inician su análisis del llamado Nuevo Cine Argentino (NCA) a partir de la siguiente hipótesis: en los años setenta se ponía énfasis en el concepto de futuro mientras que en los años posteriores a la dictadura se pasó a hablar de memoria. El NCA, no escapó a esta lógica, a excepción de un pequeño grupo de películas que se caracterizarían por centrar sus intereses en la contemporaneidad. En primer lugar las autoras realizan un intento de definición de la categoría NCA partiendo de los debates que se dieron en la revista El Amante/Cine. A continuación buscan caracterizar los films pertenecientes a esta categoría y afirman que se caracterizarían por un uso “del presente continuo sin relación con un pasado y/o con un futuro” (210). Los personajes estarían marcados por una carencia total de pasado y de proyectos. Para ejemplificar su perspectiva analizan El Custodio (Rodrigo Moreno, 2005) en el cual se verificaría, desde el estatuto del personaje y la puesta en escena, el intento de borramiento del pasado del protagonista. Sin embargo las autoras señalan la presencia de varias referencias al trabajo anterior del personaje, que permitirían establecer cierta trayectoria histórica (con puntos de contacto con el pasado reciente argentino) lo cual, si bien no contradice en su totalidad la hipótesis, hace pensar en una reformulación. Señalemos además que, al tomar solamente como referencia a El Amante/cine se corre el riesgo de no tener en cuenta un gran número de posiciones y films que fueron y son importantes para el debate acerca del NCA.
La problemática de lo corporal cobra relevancia en el cuarto apartado, que además retoma el análisis del medio gráfico. Los dos textos que lo integran llevan a cabo un análisis de las representaciones del cuerpo en las publicidades de dos revistas. El primero de ellos, cuya autoría es de Falabella y de Gaspar Tomino, retoma como objeto de estudio a la revista Billiken pero se centra esta vez en las publicidades de muñecas que figuraban en la misma para dar cuenta de qué manera a lo largo del tiempo, se fue moldeando un ideal de cuerpo femenino desde la niñez a la adultez. El segundo, escrito por Falabella, lleva a cabo un detallado análisis de cómo las publicidades de cereales, publicadas en revistas destinadas al público femenino (Susana, Para Ti) y al público infantil (Genios, Billiken), operan sobre el cuerpo femenino y como estas construyen no solo lectoras sino también modelos de mujer.
En el prólogo del libro la autora señalaba que una de las metas del CEAVI era el registro de materiales audiovisuales para ser utilizados en investigaciones. Este objetivo se ve cumplido en el último apartado del libro que lleva por título “Etnografías Visuales”. El mismo está compuesto por dos trabajos que contienen fotografías realizadas por miembros del centro. El primero de ellos compila imágenes de una aldea gnawa en Marruecos y el segundo es un registro de la vida de una comunidad a orillas del río Nanay en Misiones.
Podemos afirmar que este libro realiza un gran aporte al campo del análisis de lo audiovisual dada su particular perspectiva, la Antropología Visual, pero sobre todo por el interés particular que persigue el CEAVI, tal como lo planteara Elida Moreyra en el prólogo: el estudio de la construcción del conocimiento y la educación de la mirada. Anclados desde esta perspectiva y con estos objetivos, los integrantes del grupo han llevado a cabo una serie de investigaciones que, abordando distintas expresiones artísticas, aportan una nueva perspectiva sobre las mismas. Para nosotros resulta pertinente destacar aquellos textos que problematizan aspectos de lo documental dado que realizan una contribución singular al estudio del mismo. Resulta muy interesante el texto de Elida Moreyra y Mariel Falabella sobre la inclusión de material documental en la formación docente, dado que es un tema más bien abordado por investigadores del área de la educación. Su propuesta no es solo útil para el campo de la didáctica, sino que a su vez aporta una mirada distinta al documental que eligieron para el proyecto (La televisión y yo). Los textos restantes que toman al documental como objeto de estudio, también suman reflexiones valiosas dado que ayudan a deconstruir tanto modos y dispositivos de producción audiovisual, como formas de configuración de la imagen, exponiendo a su vez de qué manera el documental construye una idea de espectador al cual se dirige mientras que mantiene una relación paradójica con la realidad que registra. |