Andrea Cuarterolo. Montevideo, CdF Ediciones, 2013.
El libro de Andrea Cuarterolo constituye una obra de referencia ineludible para historiadores y realizadores del cine y de la fotografía, por varias razones. En primer lugar, la investigación que dio origen al texto refiere a aspectos que suelen ser mencionados de modo tangencial en la historiografía del cine y la fotografía: el de la interacción entre ambos medios. En segundo término, porque la autora bucea en zonas que a menudo se presentan desvinculadas en numerosos estudios: la de la técnica y la de los usos culturales. En tercera instancia, porque a pesar de traer a la luz el momento inicial de la relación entre cine y fotografía, desde la experiencia histórica actual la importancia de aquel vínculo se resignifica, a partir de la acelerada fusión de distintos tipos de imágenes que en los últimos años facilitó la tecnología digital.
El período investigado abarca desde la llegada de la fotografía al Río de
Cuarterolo parte de una reflexión que a menudo es simplificada por historiadores del cine y la fotografía: la compleja relación entre los dos medios. Es admitiendo esta dificultad que la particular atención a cómo se manifiestan las influencias mutuas se torna rica y exhaustiva. Asimismo, el cuestionamiento de la categoría historiográfica “cine de los inicios”, con la cual muchos historiadores construyeron relatos de carácter evolucionista y teleológico sobre el primer cine, permite a la autora descomprimir aquellas prácticas que suelen ser homogeneizadas y desplegar los numerosos procedimientos que se ensayaron en pos de la atracción, el entretenimiento y la información. Así, el análisis transcurre amenamente entre la historia técnica y social de la fotografía, el modo en que su naturaleza técnica fue utilizada para generar ilusión en los espectadores, y cómo posteriormente el cine tomó y recompuso esos elementos junto a los provenientes de los espectáculos pre-cinematográficos, dando lugar a lo que Gaudrault denominó “cine de atracciones”, previo al comienzo de la etapa narrativa y a su institucionalización. La tesis central de la autora es que “la aceptación y comprensión con la que contó el cine en sus inicios se debió a que muchas de sus competencias de lectura, convenciones, códigos de representación, modas temáticas y estéticas venían siendo internalizadas por los espectadores a lo largo de cincuenta años de fotografía” (29). En este punto, es conveniente rescatar la valiosa tarea sobre fuentes bibliográficas, fotografías y piezas cinematográficas que permitió a la autora la constante comparación entre desarrollos que tenían lugar en los países centrales y lo que acontecía en el medio local, logrando un equilibrado diálogo entre la descripción y reconstrucción de la historia general y la particular, que atraviesa la totalidad del libro.
El trabajo de Cuarterolo indaga en las articulaciones discursivas que involucraron a ambos dispositivos una vez que comenzó a advertirse su enorme poder persuasivo: cómo eran representados los conflictos de una sociedad que estaba transformándose, las tensiones entre los polos de la tradición y la modernidad, los modos en que éstos eran abordados y modelados en el plano estético-formal y en los contenidos. El seguimiento de la biografía profesional y política de algunos precursores, las crónicas periodísticas y diversos materiales de la prensa gráfica, entre otros documentos, permitieron a la autora argumentar sobre la enorme importancia política que el cine y la fotografía tuvieron en la difusión y construcción de imaginarios en torno a
El libro comienza su recorrido con la reposición de distintos enfoques teóricos sobre el cine, señalando aquellos obstáculos y avances que, en términos de teoría, posibilitaron un mejor abordaje del período estudiado. En el primer capítulo, Cuarterolo analiza aquellos ensayos y desarrollos de la fotografía que hicieron de ella “un dispositivo de lo espectacular”: la puesta en escena, la introducción del color, la estereoscopía, las manipulaciones, los ensayos del movimiento, los distintos formatos y la construcción de la ficción a través del montaje, las secuencias y las series. Es verdaderamente impactante la evidente similitud –que aquí y a lo largo de todo el libro se muestran como hallazgos de una investigación minuciosa– que la autora construye como datos entre las piezas fotográficas y los fotogramas cinematográficos. El segundo capítulo refiere al lugar que ocuparon la fotografía y el cine, como se ha señalado, en la construcción de imaginarios en torno a la idea de Nación. En función de ello se analiza el rol de
Hoy, cuando proliferan cotidianamente nuevos y múltiples dispositivos de captura de imágenes y cuando el registro ha despegado el ojo de la cámara, “De la foto al fotograma” se impone como lectura no sólo para el conocimiento de la historia pasada, sino como una buena herramienta para identificar los inicios remotos de las espectacularidades del presente.
Por Silvia Pérez Fernández