Teatro de guerra (Lola Arias, 2018)

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Teatro de Guerra

Memorias en proscenio

Cinco años atrás la directora teatral, escritora y artista Lola Arias participó del evento colectivo After the War, que reunió en Londres a veinticinco artistas del mundo con intervenciones sobre las consecuencias de la guerra, donde presentó una videoinstalación con veteranos de Malvinas. Esta idea inicial tuvo continuidad en una serie de proyectos sobre los que Arias viene trabajando a lo largo de estos años: la videoinstalación Veteranos, que luego formó parte de la exposición Doble de riesgo exhibida entre agosto y noviembre de 2016 en la sala PAyS del Parque de la Memoria; la obra teatral performática Campo minado, con estreno ese mismo año (primero en Londres y después en Buenos Aires) y luego de gira por Europa y Latinoamérica; y la película documental Teatro de guerra, que este año se presentó y fue premiada en el festival de Berlín y en el BAFICI.

“¿Qué significa ser veterano de una guerra? ¿Qué efecto tuvo la guerra en ellos? ¿Qué fue de sus vidas más de treinta años después?”, se pregunta Arias. No la acción en el campo de batalla sino el modo en que la guerra afecta a las personas que la vivieron, cómo la guerra pervive en ellas a través del tiempo, qué somos capaces de percibir nosotros de esa experiencia de la guerra. Estos son los interrogantes a partir de los cuales la artista crea una serie de “objetos” estéticos que desbordan los formatos tradicionales a partir del cruce de géneros y de un trabajo performático con relatos autobiográficos, material de archivo, objetos personales y testimonios. La película Teatro de guerra pone en escena a veteranos de Malvinas, argentinos e ingleses, en una sucesión de escenas y cuadros que evocan el pasado desde un firme anclaje en el presente. Hombres de cincuenta y pico que narran, cuentan, y más que actuar, accionan, exponiendo sus cuerpos como el lugar concreto en el que la propia vida se cruzó con la Historia.

No debería sorprender que la versión teatral de la serie, Campo minado, sea más cinematográfica que Teatro de guerra, cuyo título anticipa el rasgo distintivo de una película “teatral” –aunque claramente no en el sentido de “teatro filmado”, sino por el modo de procesar la experiencia del tiempo a partir de la duración de lo que acontece, y de su presencia en el plano–. Si en Veteranos la clave de lectura está en la posibilidad que abre el recorrido del espacio y la posición variable de la mirada, en tanto se trata de una video instalación con cinco pantallas que proyectan imágenes en simultáneo, y si en Campo minado es la lógica del primer plano y del montaje (procedimientos cinematográficos por excelencia) como operación de significación de imágenes que recortan el espacio con énfasis en el tiempo “en vivo” en el que transcurren, en Teatro de guerra, en cambio, la clave está en la distancia entre la cámara y lo que se muestra a través de una sucesión de encuadres fijos -a menudo con predominio del plano general o de conjunto- que respetan la duración “real”, y por eso “teatral”, de las acciones.

A nivel formal, Teatro de guerra se apoya en un conjunto de procedimientos y recursos que exponen el artificio del lenguaje –la repetición, el plano secuencia como duración, el eje de distancia de la cámara, la inclusión de lo azaroso, etc.-. A nivel de las significaciones, incluye una figura éticamente incuestionable, la de la trasmisión generacional, para representar el pasaje desde lo individual subjetivo hacia lo colectivo. Ese pasaje que Campo minado resuelve mediante la inclusión del espectador (a través de la segunda persona) en una interpelación punzante que pone en cuestión la voluntad de comprender y de asumir la guerra como una experiencia social, señalando el no “ponerse en el lugar del otro” (para usar una expresión mundana que resume la idea de la canción final de la obra, cuyo poder de interpelación, por otra parte, se desactiva bajo la mediación del dispositivo cinematográfico) como un gesto de indiferencia o de negación; punto ciego que anuda la imposibilidad colectiva de procesar aquel episodio trágico de la historia reciente que es “Malvinas”. Teatro de guerra, en cambio, pareciera saldar en cierta forma ese gesto de indiferencia o de negación en su escena final, donde literalmente se representa o se actúa el “ponerse en el lugar del otro”. La escena presenta una inversión de posiciones entre los veteranos, que llevan a cabo una representación de un acto de combate, y un grupo de jóvenes –que ofician de alter ego de los protagonistas- que los observan. Uno a uno, los jóvenes van ocupando las posiciones de los combatientes en el campo de batalla, mientras estos se ubican en el lugar de espectadores de la escena. Este gesto literal de “ponerse en lugar de” (de poner un cuerpo en lugar de otro) ¿es un modo de figurar el hacerse cargo de la experiencia de la guerra? ¿o el asumir la importancia de no negar ese pasado? La película se clausura con este gesto performático compensatorio que marca un interés de las nuevas generaciones (dado también por un acercamiento de los jóvenes que se va mostrando en escenas previas) que haría posible para los veteranos una toma de distancia “terapéutica”.

Si se piensa Teatro de guerra dentro de la tradición cinematográfica sobre la guerra de Malvinas -un corpus de documentales y ficciones que, a diferencia de la literatura, por ejemplo, suele carecer de toda apuesta estética-, la película de Arias se destaca como un ejercicio original que propone una forma renovada de visibilidad y un estatuto creativo novedoso. Pero dentro del proyecto “Malvinas” de la artista, es el teatro el ámbito más potente: Campo minado como una máquina de circulación de afectos, recuerdos, reflexiones que, al final, se anima también a la emoción.

Marcela Visconti

Ficha técnica

Dirección y guión: Lola Arias. Producción: Alejandra Grinschpun, Gema Juarez Allen y Pedro Saleh. Clínica de proyecto: Alan Pauls. Asesoramiento artístico: Alejo Moguillansky y Graciela Speranza. Fotografía: Manuel Abramovich. Montaje: Alejo Hoijman y Anita Remon. Música: Ulises Conti. Sonido: Sofía Straface. Origen: Argentina, Alemania y España. Productora: Gema Films. Elenco: Lou Armour, David Jackson, Rubén Otero, Sukrim Rai, Gabriel Sagastume y Marcelo Vallejo. Duración: 73 minutos. Año: 2018.