El mercado es un documental que tiene como objeto de indagación un espacio concreto. Como en Construcción de una ciudad (2007), no se trata de un espacio cualquiera, sino que Néstor Frenkel elige uno en el que se expresan con claridad las transformaciones sociales de una determinada época. Si en aquel documental, la ciudad de Federación expresaba las consecuencias en la identidad que produjo la política autoritaria de la dictadura militar –al llevar a cabo la destrucción y el consiguiente traslado de la ciudad a pocos kilómetros de distancia–, en su último documental lo que aparece como susceptible de ser indagado a partir del shopping del Abasto es aquello que gira en torno a la emergencia de los nuevos espacios, propios de la época actual.
El shopping se erige en el horizonte del entramado urbano como un espacio privilegiado en el que se plasman las características propias de nuestra contemporaneidad. Su aparición es resultado de las transformaciones sociales de los últimos treinta años, en las que la redefinición de las prácticas de consumo sólo puede ser comprendida en el marco del despliegue de nuevos vínculos que modifican el modo de experimentar tanto el tiempo como el espacio. Junto con otros sitios que también han tenido un importante desarrollo durante los últimos años –autopistas, supermercados, aeropuertos–, el shopping suele ser definido como uno de los no-lugares. Según Marc Augé, lo que caracteriza a este tipo de espacio es justamente que no se logran plasmar allí los fundamentos propios del lugar, tal como éste era entendido en la modernidad, es decir “que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico” (Augé, 2000: 83).
Un abordaje crítico de los tiempos que corren hace casi ineludible un posicionamiento que muestre las contradicciones que aparecen expresadas en estos espacios. Emir Sader se manifiesta de manera rotunda contra la proliferación de los shoppings, denunciando que son el resultado del triunfo de la esfera mercantil por sobre la pública, por lo que los individuos allí pierden su carácter de ciudadanos para convertirse en meros consumidores. Siguiendo a Beatriz Sarlo, que los define como cápsulas espaciales que se encuentran condicionadas por la estética del mercado, el pensador brasilero señala que existe un proceso de homogenización que hace que en todo el mundo sean iguales. “Los shopping, como ejemplos de no-lugares, son espacios que buscan que desparezca todo lo específico –no tienen reloj ni ventanas–, donde desaparece la ciudad en que está inserto, junto con el pueblo, el país” (Sader, 2014: 2).
No es éste, sin embargo, el único enfoque desde el que se puede abordar estos espacios. En la medida en que, como asegura Augé, “los lugares y los no lugares se entrelazan, se interpenetran” (Augé, 2000: 110), aun reconociendo la fuerte tendencia homogeneizadora que los azota, encontrar allí núcleos en los que se manifieste una historia específica, la configuración de discursos singulares, vivencias alternativas y tensiones no resueltas, implica dar cuenta de la posibilidad de resistencia que, aun en esos espacios, es posible, y necesario, llevar a cabo.
No es otra la propuesta de Néstor Frenkel en su documental El mercado. Lejos de caer en la tentación de una crítica despiadada del shopping como espacio universal que no expresaría las relaciones sociales del lugar en el que se emplaza, sale en la búsqueda de las singularidades propias del Abasto.
Si el primer rasgo distintivo que encuentra es su arquitectura, ésta no resulta reducida a sus determinaciones meramente visuales, sino que funciona como metáfora de las condiciones sociales que lo atraviesan. El estilo art decó es descrito en el documental por un arquitecto especializado, pero lo que resulta verdaderamente significativo es cómo la sucesión de pliegues de sus techos expresa los distintos niveles que se entrecruzan en torno a ese espacio. De allí que el documental inicie con una sucesión de planos que muestran ese techo característico, que es navegado, como si fuera un mar de cemento, por el personal de limpieza cada mañana. También, buscando un punto de vista arquitectónico que vaya más allá de lo objetivo, cada vez que el shopping es mostrado desde el exterior, se privilegia el ángulo que destaca el sector del edificio que quedó inconcluso, dando cuenta del carácter abierto de todo lo que ese espacio involucra.
Del mismo modo que la arquitectura, la historia de este shopping posee rasgos distintivos que Frenkel se propone destacar. Recurre, entonces, tanto a imágenes de archivo –documentales y ficcionales– como a diversos testimonios que dan cuenta de sus distintas épocas, desde que era un mercado y su posterior abandono, hasta las alternativas que se evaluaron antes de su reinauguración como shopping. Su devenir, así, no se expresa inevitable, sino que responde a la contingencia de la historia que podría, como bien lo recuerda un militante, haberlo dejado en el completo abandono o llevado a ser un centro cultural obrero.
Cada una de las etapas mencionadas es relacionada con las características que en ese entonces asumía el propio barrio del Abasto. Porque, así como tiene una historia, el shopping se emplaza en un espacio singular sobre el que, si bien ejerce su influencia, no lo absorbe del todo, generándose de manera constante luchas culturales que no le son ajenas. Por eso Frenkel sale a la calle y entrevista a empleados, comerciantes, artistas, militantes y vendedores callejeros que pueblan el barrio y el documental con sus relatos, a través de los que manifiestan sus miedos, fantasías y convicciones. El shopping se eleva sobre ellos y los amenaza, pero, al mismo tiempo, la película da cuenta de cómo ellos resisten a su universalidad con sus discursos y prácticas específicas, realizando fiestas y actividades culturales, logrando así que ese barrio no se reduzca al espacio vacío sobre el que se concreta sólo un acto de consumo.
Lo mismo sucede con las diversas formas de habitar, ya no el barrio, sino el propio espacio del shopping. Así como todo parece dirigido al negocio y la diversión, tanto para los adultos como para los niños, en el documental se muestran también otros caminos posibles que pueden trazarse en ese espacio, que no sólo es un lugar de tránsito. Aparecen, entonces, sus entrañas, esos pasillos internos a los que únicamente los trabajadores pueden acceder. El jefe de personal, a su vez, guía en su camino, que da cuenta de la velocidad con la que recorre el amplio patio de comidas, con una mirada dirigida no al consumo sino a la limpieza. Otras perspectivas aparecen cuando se observa el recorrido vertical que, día a día, realizan los que limpian las innumerables ventanas, o cuando se muestra a un actor cubano que vive en la calle, seguido por la cámara en su deambular por los interiores de un espacio que le permite asearse, mantenerse al resguardo del frío y la lluvia y obtener comida a cambio de colaborar con quienes ordenan sillas y mesas cada día.
Dando cuenta de la historia, del contexto espacial y de las diversas formas de habitar ese espacio, la película de Frenkel evidencia que, aun en un caso paradigmático como un shopping, resulta erróneo reducir las diversas tensiones que lo constituyen a la plasmación de un determinado principio universal. Del mismo modo, configurándose ya como un estilo propio del director, la supuesta unidad de los sujetos entrevistados es también puesta en cuestión. En sus discursos, por medio del montaje, se enfatizan los pasajes en los que se contradicen, se incluyen los comentarios fuera de campo realizados al director y se destacan sus afirmaciones más disparatadas. Lo que hace de este documental una comedia, sin embargo, no es que el espectador se ría de ellos, sino que ambos, al dar cuenta de la multiplicidad de fuerzas que componen el espacio vivido y la propia subjetividad, se rían de los reduccionistas que, con un aparente espíritu crítico, no hacen otra cosa que darle forma a aquello que pretenden conjurar.
Diego Ezequiel Litvinoff
Ficha técnica:
Dirección, Guión y Montaje: Néstor Frenkel. Fotografía: Diego Poleri. Sonido: Fernando Vega, Hernán Gerard. Música: Alina Gandini. Producción: Jorge Mandachain, Sebastián Schindel y Fernando Molnar. Duración: 72 minutos. Año 2014.
Bibliografía:
Augé, Marc (2000), Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona.
Sader, Emir Simão (2014), Los Shopping Centers. La utopía neoliberal,