El productor de cine documental

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John Grierson[1]

Traducción de Soledad Pardo

 

John-Grierson-007La función del productor es coordinar las intenciones más o menos materiales de los patrocinadores con las intenciones no tan materiales de los artistas. Él es quien encuentra o bien el dinero para los artistas, o bien los artistas para el dinero; variando su honor de acuerdo a la dirección que tome. A veces, si es ingenioso, entre los artistas llega a tener la reputación de ser él mismo uno de ellos, y entre los patrocinadores consigue la reputación de ser más duro que ellos. A veces –esto es más frecuente– degenera en un matón o en un adulador, enviado por quienes administran mezquinamente el dinero para arruinar y destruir cualquier clase de esfuerzo creativo decente. Otras veces, más radicalmente, crea una organización de defensa contra estafas y actividades ilegales para los artistas, en contra de quienes manejan el dinero. En su mejor versión es simplemente un sinvergüenza sirviendo al arte de la mejor manera posible dentro de los límites impuestos por la alta política de su organización. Eso es casi invariablemente una política baja.

En el documental hay una diferencia. El productor no siempre sirve a intereses puramente comerciales; a menos que uno adopte el punto de vista marxista, desde el cual todo aquello que esté al servicio del status quo es puramente comercial. Puede darse a sí mismo la satisfacción liberal de servir a intereses tales como la educación y la propaganda nacional, la cual, desde una definición sensible, es en sí misma una especie de educación. O puede actuar en beneficio de un interés empresarial lo suficientemente amplio en sus operaciones y punto de vista como para transformar la publicidad en educación, y la propaganda en un trabajo de desarrollo.

TradGriersonEmpire-Marketing-Board-emblemEn estas áreas especiales la función del productor es la de cualquier director de escuela. Si no da clases, procura que los padres estén satisfechos. La única diferencia en la analogía es que en este caso los padres a veces le tienen demasiado miedo a los films, o están demasiado encantados con todos y cada uno de ellos, o están convencidos de que saben todo acerca de ellos. La élite de los estudios, como otros criminales, tiene un criterio simple. Mira la hoja del balance comercial y de acuerdo a ella embolsa el dinero. La élite de la educación y la propaganda enfrenta una hoja de balance que no puede definirse exactamente en términos de columnas rojas y negras. Ellos tienen que decidir no solamente acerca de los efectos inmediatos sobre un aula, sino acerca de los efectos a largo plazo sobre una generación. Se dan por satisfechos, como por regla (a excepción de los expertos), con alguna clase de instrucción como “dar vida a esto, aquello o la otra cosa”. Esa es una fórmula ideal para un productor, y lo transforma en la esposa sumisa que debe ser. Su principal problema es ver que el director le da vida a cierto tema y no a otro. Porque los directores tienden a divagar.

Pero tal vez sus funciones sean, en realidad, más complicadas. El documental, o el tratamiento creativo de la realidad, es un arte nuevo sin el trasfondo que poseen los productos de estudio, con una facilidad sospechosa, para el desarrollo de la historia y la puesta en escena. La teoría es importante, la experimentación también; y cada desarrollo técnico o nuevo dominio de un tema debe ser sometido rápidamente a la crítica. En ese sentido es bueno que el productor sea un teórico: enseñando y creando un estilo; dejando su impronta, en mayor o menor grado, en todo el trabajo del cual es responsable.

TradGriersonGPO_100Una vez más, porque el documental es nuevo, los sponsors del cine de propaganda y educativo tienen que ser conducidos cuidadosamente al conocimiento de lo que está involucrado. Nos instruirán, probablemente, para tomar una foto de esto, agregarla a una foto de aquello, y terminar triunfalmente con una foto de alguna otra cosa; luego se preguntarán porqué la simple secuencia que resulta no es la obra de arte impresionante   que ellos pretendían. En ese sentido es bueno que el productor sepa hablarles dulcemente a los niños y a los idiotas.

Y un tercer punto. El contenido del cine de propaganda y educativo rara vez es fácil. No se nos pide que busquemos los relatos y los temas más emocionantes y los filmemos. Generalmente se nos pide que indaguemos en algún tema aparentemente aburrido y encontremos la manera de llevarlo a la pantalla. El trabajo del productor es llevar a su director al nudo de la cuestión, a través de referencias educativas, sociológicas o de alguna otra clase. Esta es la parte más fructífera de su trabajo, y es la más alta justificación de aquellos sponsors del cine de propaganda y educativo que pueden ser considerados, en las teorías menos rigurosas, una plaga para los artistas honestos. Son ellos los que potencian el ritmo del cine documental y extienden su radio de acción a través de los problemas que plantean. Cualquier tonto puede hacer films apasionantes sobre temas apasionantes. Son ellos los que, finalmente, crean documentalistas. Un productor puede reconocer esto.

Pero una sola cosa le da importancia al productor: el hecho de que él crea directores, y a través de ellos crea obras de arte. Es lo único que vale la fabricación de un artista, sin exceptuar el dinero. Los directores no pueden ser mejores de lo que los productores les permiten ser, y sus films no pueden ser más grandes (salvo por accidente) que lo permitido por su imaginación. Al lidiar con hombres con diversos puntos de vista y diversos temperamentos muchas veces debe partir en todas las direcciones, como el caballero de Chesterton. La hazaña es difícil, pero en ocasiones espectacular. Involucra la fe, la esperanza y la benevolencia para con cada uno de sus directores, en diversos grados; y todos al mismo tiempo. La virtud más importantradGriersonimg032te de éstas es la fe, es decir, el metraje. El único secreto para obtener buenos resultados en el documental es que al director se le permita la paciencia y la persistencia con su tema. Si no funciona una vez, podemos darle al director una oportunidad más. Podemos darle incluso una tercera oportunidad. Pero no llevamos la experimentación a proporciones bíblicas. Alrededor de la tercera vez debemos decidir si hemos sido malos productores al elegir tan mal al director. O decidir que es un genio que va más allá del alcance de nuestra imaginación. Lo despedimos a él o nos despedimos a nosotros mismos, según lo que nos dicte nuestra conciencia.

 

[1] Texto publicado en Cinema Quarterly, Vol. 2, nª 1, 1933 (otoño).