Cual fiel reflejo de su objeto de estudio: el estado del periodismo contemporáneo en México, Reportero transmite tensión e incertidumbre de principio a fin. Desde el inicio, el documental transporta inmediatamente a la audiencia por paisajes áridos, grisáceos, hostiles, autopistas y caminos de difícil tránsito. El movimiento constante a través de paisajes inciertos articula elegantemente la metáfora de la vida del reportero: incierta, dedicada a la búsqueda incesante de la verdad.
En enero de 2015 la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México determinó que el número de reporteros asesinados en el cumplimiento de su labor periodística, desde el 2005 hasta la fecha de publicación del informe, era de 97. El número de desaparecidos, 22. Adicionalmente, se han registrado 433 ataques a individuos dedicados al trabajo periodístico en México. Ésta es la magnitud del problema que Bernardo Ruizexplora y confronta sin aspavientos en el documental.
Reportero se centra en el ejercicio del periodismo comprometido en México y los riesgos inherentes que dicha profesión conlleva. El filme examina esta compleja realidad a partir del surgimiento en 1980 del semanario Zeta, cuyo carácter contestatario y adversativo a los poderes fácticos confrontó directamente el statu quo establecido por la hegemonía priista en México y su autoritarismo absolutista. Visto así Reportero es un ejercicio sociológico, político y crítico del México de principio de los ochenta. También es una indagación histórica, revisionista del estado del periodismo frente a dos paradigmas predominantes en México: el de la supremacía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los poderes del estado blandidos por éste como obstáculos directos a la libertad de prensa; y el del nuevo orden emergente, subproducto de la vorágine que el combate frontal al narcotráfico por parte del estado desató en el país a mediados del 2005.
La primera parte del relato se configura a partir del testimonio de Sergio Haro, Adela Navarro y sus vivencias como miembros del staff editorial de Zeta. A partir de Haro y Navarro, el filme construye mediante el discurso oral, textual y audiovisual la historia del semanario y las motivaciones profesionales y filosóficas que culminaron en su fundación. Con este fin, el documental intercala y conecta el discurso oral de Haro y Navarro con material de archivo audiovisual, fotográfico y textual que permite establecer un diálogo clarificante entre el pasado, presente y futuro de la institución y sus miembros. Aunque los actuales editores de Zeta son el punto focal de Reportero, varios de los aspectos más interesantes del filme giran en torno a la figura de Jesús Blancornelas, Héctor Félix Miranda y las circunstancias que culminaron en el establecimiento de Zeta como fuente de información alternativa y fidedigna en el país. Así, mediante un refinado uso del montaje cinematográfico, el filme establece un ritmo narrativo que fluye entre el presente y el pasado, entre lo profesional y lo íntimo, entre el éxito financiero y la adversidad personal. En esta parte se relata cómo Zeta fue fundado en medio del exilio autoimpuesto por Jesús Blancornelas, y cómo éste rescribió la historia del periodismo en el país con la creación del primer semanario administrado enteramente por periodistas. Según Blancornelas: “todos los periódicos siempre han estado en manos de empresarios o de políticos. Y cuando yo era empleado de empresarios y de políticos no podía escribir lo que yo veía. No lo que yo quería, lo que yo veía. No lo podía escribir”.[1]
La segunda parte del documental examina las fricciones de Blancornelas y Miranda con los poderes fácticos. Aquí destaca cómo la línea editorial de Zeta y el periodismo de investigación realizado al seno de la institución derivan gradualmente en poderosas enemistades surgidas al centro de la periferia del poder político y judicial en Tijuana. Resalta en esta parte la forma en que el hilo narrativo del documental se engarza magníficamente con el testimonio oral de Blancornelas, Miranda, Haro y Navarro. En esta parte del recorrido el espectador se vuelve testigo presencial, pasivo e impotente ante los ataques abyectos y devastadores sufridos por miembros de Zeta. La audiencia se ve obligada a enfrentar la brutalidad de la violencia en México en toda su magnitud, al igual que la vulnerabilidad de reporteros y periodistas a través de la experiencia vicaria y el testimonio de los entrevistados. Esta parte del relato añade un tono dramático al filme que cumple dos propósitos: establece el pathos y amplifica las cualidades estéticas del documental. El uso del primer plano y plano medio para las entrevistas con Haro, Navarro y otros colaboradores, contribuye también al cúmulo de atributos técnicos y narrativos que conforman la esfera estética del documental.
La parte final del relato, enfocada en eventos recientes, permite visualizar el impacto del narcotráfico en instituciones clave para el bienestar de la sociedad civil. En ésta se describen y detallan meticulosamente los nexos entre gobierno y narcotráfico, al tiempo que se hace palpable por qué el periodismo mexicano atraviesa su crisis más grave en décadas. Transcurren también dos admisiones trascendentales: la admisión de vulnerabilidad y reafirmación ética que conlleva el periodismo comprometido, porque dedicarse al periodismo investigativo en México es una actividad riesgosa que implica entrega total, a la búsqueda de fuentes, historias y exposición constante a un sinnúmero de riesgos.
Finalmente, ése es el espíritu que captura y transmite el documental: el del riesgo asumido por periodistas y reporteros en México y el peligro que enfrenta la institución del periodismo mexicano, definida actualmente por un pasado conflictivo, un presente inseguro y un futuro lleno de incertidumbre. En esta coyuntura, documentales de este calibre son vitales para entender y confrontar esta realidad: la de un país donde la opacidad y la nebulosidad rigen sobre la justicia y definen todos los niveles de la política y gran parte de la vida diaria de su ciudadanos, una en que la verdad es un bien escaso, de naturaleza fragmentaria, rescatado día con día del epicentro de la vorágine que engulló a México de cara al siglo XXI.
Por Alexis Ortiz
Ficha técnica:
Guión, Dirección y Producción: Bernardo Ruiz. Dirección de fotografía: Claudio Rocha. Edición: Carla Gutiérrez. Sonido: Ruy García. Origen: Estados Unidos, México. Duración: 71’. Año: 2012
[1] Uno de los aspectos más interesantes que el documental cubre sobre Zeta como institución comprometida con la libertad de expresión es el diseño de salvaguardas que Blancornelas y Miranda diseñaron. Para evadir el monopolio del gobierno mexicano sobre la compra, venta y distribución de papel, la impresión del semanario se realiza por completo desde su incepción en California, EUA. Así, la primera enmienda constitucional de EUA protege al semanario del riesgo de censura al interior y exterior por igual.