5 broken cameras (Emad Burnat y Guy Davidi, 2011)

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5 broken

 

En los últimos años, israelíes y palestinos han iniciado una serie de acercamientos a través de la cultura -música, literatura-, con la intención de generar un diálogo que permita superar las barreras políticas y sociales que se interponen entre ambos; para tender dicho puente, el cine también ha aportado diversas producciones, tanto de ficción como documental. En este sentido, 5 broken cameras, realizada por el palestino Emad Burnat y el israelí Guy Davidi, continúa en esa dirección contribuyendo con una nueva aproximación al conflicto.

Este documental narra la resistencia del pueblo palestino de Bil’in, ubicado en Cisjordania, frente a la ocupación israelí de sus territorios, a través de las filmaciones registradas por uno de sus habitantes, el propio Burnat, entre 2005 y 2010. Para ello, éste se valió de cinco cámaras –hogareñas primero, semi-profesionales después- que resultaron dañadas en los sucesivos enfrentamientos. Estos equipos permitieron dar testimonio de los hechos desde el interior del sector más vulnerable del conflicto –cuyo punto de vista es, quizás, el menos difundido-, convirtiendo a la imagen en un modo de resistencia.

Ubicándose en la tradición del documental performativo, la subjetividad del realizador se verá inscripta en el relato, al tiempo que actúa como protagonista de los hechos registrados. Muestra, como sugiere Bill Nichols, su respuesta afectiva a la realidad, actuando tanto en función de ella como de la cámara. El conflicto lo atraviesa; se ve involucrado junto a su pueblo, sus vecinos, su familia, sus amigos. De este modo, el espectador es ubicado, mayormente, en la focalización del propio protagonista, viendo aquello que él filma.

Burnat adquirió su primera cámara para filmar el nacimiento de su cuarto hijo, Gibreel, quien llegó al mundo cuando Israel comenzaba a colocar cercos en la zona. De esta manera, se irá narrando paralelamente el crecimiento de Gibreel con el incremento de las acciones de protesta frente al ejército israelí, alternando la alegría con la bronca, la resistencia con la opresión, la vida con la muerte. La infancia de cada hijo de Burnat se corresponde con una etapa de la vida familiar y, por extensión, con una configuración socio-política determinada. Si el primogénito nació en un momento esperanzador tras los Acuerdos de Paz de Oslo de 1993, el tercero llegó con el comienzo de la Intifada del año 2000. En consecuencia, el film irá dando cuenta del conocimiento que el niño va a ir adquiriendo respecto al ser palestino y su lugar en la sociedad. “Perdemos la infancia y la ira queda”, sostiene Burnat, demostrando así un uso social en la función de la cámara: lo privado y lo público estará constantemente imbricado, enfatizándose con la salida de la cámara hogareña a las calles.

Es precisamente a partir de los hechos que acontecen en Bil’in que Burnat decide posicionarse a través de su cámara. Mediante la voz over, reflexiona sobre el rol asumido y su necesidad instintiva de filmar todo aquello que ocurre en el pueblo, a fin de generar imágenes que permitan guardar memorias. Por otra parte, la puesta en circulación del material otorga a sus vecinos la posibilidad de tomar cierta distancia de los hechos, de reflexionar en torno a ellos, así como también de darse a conocer en otros pueblos, motivando la lucha política frente al avance israelí. En consecuencia, Burnat se resitúa frente a la realidad al pasar de ser “el camarógrafo de Bil’in”, que filma los eventos sociales de la vida del pueblo, a aquel que se erige desde una postura política concreta. Es decir, nuevamente, se produce una transformación de posibles registros de carácter privado hacia la creación de una imagen pública.

A lo largo del film, vemos a Burnat en escasas escenas; en la secuencia inicial, se muestra exhibiendo sus cinco cámaras rotas, dando cuenta de sus recursos técnicos y del progreso tecnológico en sus equipos; se devela, entonces, el dispositivo fílmico que se pondrá en cuestión, luego, a lo largo del relato y que funcionará desde su carácter ideológico, inscripto en una relación de poder, cargando de sentido a las imágenes desde su contexto social y simbólico de producción. Por otra parte, su cuerpo también se hará presente en el campo tras ser herido en una de las manifestaciones, al recibir atención médica en un hospital de la ciudad de Tel Aviv. En este sentido, se quiebra aquella ilusión de protección brindada por la cámara: ésta no es inmune y su portador también es vulnerable.

Si bien cinco cámaras han sido atacadas, el documental se nutre de aquellos registros que las sobrevivieron y se completa, necesariamente, con lo captado por un sexto equipo. Las heridas sociales que se superponen, unas sobre otras, ante el conflicto se presentan también de cámara en cámara. “Yo filmo para sanar”, afirma Burnat. A pesar de los intentos de silenciamiento, de ceguera, el compromiso ya fue asumido. Sólo resta conservar la esperanza de que podrán registrarse tiempos de paz.

Dana Zylberman

Ficha técnica:

Dirección: Emad Burnat y Guy Davidi. Producción: Emad Burnat, Christine Camdessus, Guy Davidi y Serge Gordey. Dirección de Fotografía: Emad Burnat Edición: Guy Davidi y Véronique Lagoarde-Ségot. Sonido: Amélie Canini. Origen: Israel, Palestina, Francia, Holanda. Duración: 94’. Año: 2011.