La chica del sur (José Luis García, 2012)

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La chica del sur 

Como toda gran película, La chica del sur tiene múltiples capas de sentido. Por un lado, el documental de José Luis García, es un film claramente autorreflexivo en el que el realizador elige ponerse él mismo a prueba. El director viaja hacia el pasado, hacia sus tiernos veinticuatro años, a mediados de 1989, cuando el comunismo era aún una realidad en todo el mundo, cuando la Unión Soviética, a punto de desaparecer, era todavía capaz de organizar un festival mundial de las juventudes socialistas en la hermética e inexpugnable Corea del Norte. Allí fue el director junto con la delegación argentina, no como militante convencido, sino más bien como “paracaidista”, como él mismo afirma, reemplazando a su hermano mayor, el verdadero militante, quien no pudo ir. El accidente se convierte entonces en ocasión feliz.

García, con su flamante cámara VHS, registra lo que está a punto de sucumbir, el ocaso de un imperio, de una forma de aprehender el mundo que dirime sus instantes finales. Las imágenes tomadas en este noble formato analógico son extraordinarias, no sólo por su asombrosa calidad, sino por lo que mencioné recién: García logra dar cuenta de escenas de un mundo vedado para Occidente, al que sólo por obra del azar se tiene acceso. Y la frutilla del postre es la chica del sur que da título al film, la llamada “flor de la reunificación”: Lim Sukyung. Esta jovencísima activista surcoreana ingresa al comunista Corea del Norte para proclamar la lucha por la reunificación, el anhelo de todo un pueblo, podemos pensar, que se ha visto partido en dos por las exigencias del mundo bipolar. El carisma de esta chica es inmenso, encandila a todo el país. García no queda indemne a sus encantos, más bien al contrario: su figura lo ha seguido obsesionando en todos los años transcurridos luego de esa breve estadía en Corea del Norte.

El director va tras esa chica del sur. Va hacia el encuentro de sí mismo, de aquel joven que era a fines de lo ochenta, de ese mundo que se perdió para siempre, tras el triunfo del capitalismo norteamericano y la decadencia de un sistema que se pretendía socialista, pero que sólo fue en realidad un capitalismo de estado. Entonces: documental político, que narra los intersticios de un mundo que ha desaparecido, pero también documental de “autoencuentro”, de búsqueda y refundación personal, que se muerde la cola en el intento por traer el pasado al presente, por recuperar un tiempo irremisiblemente perdido. Y qué mejor que el cine para intentar esa búsqueda: esas imágenes del ochenta y nueve parecen aún más vivas, mucho más vitales que ese presente opaco y anodino del Seúl surcoreano al que García se dirige para intentar recuperar a esa chica del sur esquiva. Pero sobretodo, como decíamos, para recuperarse a sí mismo, a aquel aspirante a cineasta que alguna vez fue. Por supuesto que los protagonistas de aquella historia ya no son los mismos, ni la ex estudiante surcoreana ni el propio García. La vida los ha transformado. El pasado es una animal grotesco, al decir del autor y director teatral Mariano Pensotti, inhallable e irrecuperable. Sólo nos quedan huellas, trazos, imágenes que nos hablan desde el más allá de un mundo totalmente diferente al de estos días, personal y políticamente hablando.

Documental político también en el propio derrotero de Lim Sukyung, quien regresó a su país al cruzar la frontera caminando, y que fue inmediatamente detenida, encarcelada y juzgada. Y que es ahora profesora en la misma universidad en la que había estudiado antes, pues da clases de medios de comunicación y sociedad, y es capaz de afirmar en una de sus clases: “cuanto más autoritario es un gobierno, más se apoya en los medios de comunicación para gobernar”. Aclaro que estoy aquí parafraseando, no citando de memoria. Las resonancias, por más que se encuentren referidas al contexto surcoreano, se expanden en distintas direcciones. Como afirmaba el dramaturgo irlandés Samuel Beckett: “signifique quien pueda”.

Y si el desarrollo de este documental es de por sí impactante, qué decir del final, con la sorpresiva venida de la activista surcoreana a la Argentina, no tanto para satisfacer el pedido de García de darle la consabida entrevista a la que nunca quiso acceder en Seúl, sino para cumplir secretos, imposibles de confesar por estar completamente ligados al horror de la pérdida y del duelo interminable, debido a la muerte de su pequeño hijo. Esa entrevista, ese encuentro final entre ambos es una lección de cine documental. Una pequeña pero intensa clase de cómo debe un documentalista encarar una entrevista, narrada no precisamente desde el éxito sino desde el más irremisible fracaso que sufre un descolocado García. Y más que la entrevista, las imágenes finales de Lim Sukyung en Ushuaia, reencontrándose de alguna manera con su hijo, constituyen el broche de oro para una verdadera gema cinematográfica, un documental extraordinario en el que García no sólo nos muestra aquello que alguna vez fue, sino que también pone en escena la callada elaboración que una madre hace frente al dolor por la trágica muerte de su hijo. Documental político, intimista, autorreflexivo, La chica del sur es todo eso y mucho más. Por eso termina siendo, sin lugar a dudas, uno de los mejores documentales argentinos de los últimos tiempos.

Maximiliano de la Puente

Ficha técnica:

La chica del sur (Argentina/2012) / Dirección: José Luis García / Guión: José Luis García y Jorge Goldenberg / Actores: Alejandro Kim, Lim Sukyung /Edición: Alejandra Almirón, Alejandro Carrillo Penovi y José Luis García/ Sonido: Martín Grignaschi, La Burbuja Sonido/ Música: Axel Kryeger/ Distribuidora: Lat-e/ Duración: 94 minutos.