La película infinita es un film de compilación hecho a partir de fragmentos de cine de ficción. En una primera y breve descripción compositiva, el film acumula una sucesión de imágenes con marcados contrastes estilísticos, oscilando entre el blanco y negro y el color, que comparten la materialidad del celuloide como soporte. La banda sonora es minimalista. Trabaja con el ruidismo, componiendo algunos ambientes o music beds. Su estructura narrativa no presenta una historia lineal a partir de la yuxtaposición de los fragmentos. La película no revela la procedencia de sus fragmentos hasta los títulos finales, con la indexación de los films utilizados en la compilación.
El repertorio de fragmentos que utiliza La película infinita proviene de films de ficción nunca terminados, proyectos inacabados del ámbito del cine nacional argentino, todos ellos rodados en soporte fílmico, de un período que va desde fines de los años 50 hasta los primeros años del nuevo milenio. Todos estos saberes no se inscriben en el texto del film sino en su paratexto: en entrevistas realizadas al director, en reseñas y sinopsis sobre el film, y posteriormente en críticas de medios especializados, entre otros marcos de referencia.
Podemos establecer entonces que los datos externos a La película infinita determinan radicalmente su interpretación, su sentido. Las reseñas y críticas sobre el film publicadas en medios especializados[1] (todas favorables y auspiciosas) confirman y amplifican los supuestos del autor del film, siendo sus portavoces. En estos textos se subraya la experiencia previa del autor para justificar el sentido su obra, repasando sus antecedentes como archivista de documentos fílmicos y compilador asistente en otros films. De esta manera se subordina la calidad de la película a la pericia profesional del autor, para legitimarlo dentro de cierto canon artístico. La escritura sobre el film que conforma el marco tiende a sustituir a la experiencia directa sobre el film por un discurso sobre la calidad normativa cinematográfica. Así la crítica construye una visión ideal de la recepción, presupone un espectador competente y cooperativo para con el objetivo del autor, que esté a la altura de las circunstancias.
Al proponernos partir desde un visionado “ingenuo” del film, prescindiendo de sus marcos referenciales, esto provoca, al menos, una sensación de perplejidad. Si hay un interés, una curiosidad o una expectativa durante los primeros minutos, ésta se va diluyendo a lo largo del film. La falta de vinculación de los segmentos, la ausencia (¿o superabundancia?) de índices genera un resultado abrumador, no puede uno sino experimentar la desilusión que provoca el devenir de su desarrollo. La ambigüedad semántico-narrativa, que podemos celebrar en un cine que sabe dosificarlo, se transforma aquí en una estrategia que desarticula toda buena intención compositiva. Si se apela a la imaginación del espectador para que realice su propia película es un sobreesfuerzo vano. Los fragmentos fílmicos no pierden su autonomía, se mantienen aislados, y no establecen una relación dialéctica entre sí, son una alusión a sí mismas. El centro de gravedad está dentro del fragmento, y no en su relación interfílmica, ni en su encadenamiento narrativo. La ligadura del sonido entre los fragmentos genera en ciertos pasajes un clima de continuidad levemente sugerido, pero sesgado por sus imágenes oblicuas, no restituyen un efecto de unidad de sentido. La total ausencia del comentario, de la voz, se presenta aquí como una carencia.
La película infinita no logra una reflexión sobre la distancia entre el sentido original del metraje y el que adquiere en su nuevo contexto: el trabajo de (re)montaje no produce necesariamente un pensamiento crítico de la ideología contenida en las imágenes apropiadas. De este modo nos sumergimos en un flujo audiovisual incongruente, donde no hay una explícita intención para resignificar un (supuesto) patrimonio cinematográfico perdido.
A diferencia de otros films de compilación, que construyen su entramado a partir de un repertorio de films de ficción consagrados, La película infinita expone secuencias de archivos fílmicos de ficción irreconocibles para el espectador, lo que produce un efecto particular de enrarecimiento. Parafraseando a Lévi-Strauss, podemos decir que ensambla sus misceláneos artefactos con los más variados desechos culturales. Estos “desechos” fílmicos presentan lugares y actores conocidos en el ámbito cultural local pero no evocan ninguna nostalgia cinéfila vinculada al “volver a ver” una película conocida desde una nueva perspectiva. Se trata de un film de difícil adscripción genérica, el alto grado expositivo de la imagen nos impide establecer cierta distancia con ella, esa distancia necesaria para resignificar, repensar y criticar el material apropiado, que se podría asociar al documental o al film ensayo.
Compuesto por fragmentos de ficción, La película infinita no propone sin embargo una meta-ficción, y la secuencialidad de las imágenes no pretende una narrativización. Una posibilidad de exploración por el lado del documental más clásico hubiera buscado la voz de sus hacedores, de sus protagonistas, para construir una historia posible que devele los avatares de estas producciones truncas, intervenciones discursivas que le dieran sentido al audiovisual. Tampoco establece una continuidad discursiva propia del film-ensayo, ya que no se evidencian las huellas tácitas de un autor que nos presenta su particular punto de vista: no sólo debe haber una enunciación sino la voluntad de construir un discurso. La película infinita se escapa furtivamente a toda intención interpretativa: en un gesto más propio del cine experimental, de autonomía formal, no hallamos un “segundo sentido” oculto bajo la superficie de la imagen.
El film de compilación en general desnaturaliza a las imágenes de su función originaria (ficción narrativa) y las muestra en cuanto representación, pero La película infinita se estanca en su función expositiva sin subordinarse a un discurso posterior, las marcas de la enunciación están ausentes, dificultando una lectura en segundo grado. Se trataría en definitiva de mirar y hacer ver una imagen más que de utilizarla como un vector argumentativo, evitando acallar la “condición originaria” del material poniéndole una voz “encima”, experimentándose una de-sensibilización premeditada: no se evidencia una voluntad de arrancar al metraje factual de su mera condición indicial.
El mayor mérito de la película parece ser aquél que no podemos apreciar al interior del film: el trabajo del equipo de producción para encontrar este material perdido mediante distintas estrategias de investigación y búsqueda. El valor estaría dado por el rescate (¿heroico?) del material y por la decisión cuasi religiosa de presentar este material en el estado que fue encontrado. El estricto carácter de documento o fuente establece un modo observacional que privilegia, hasta el fetichismo, la idea de un material no manipulado, no mediado, que habla por sí solo; a partir de un mínimo grado de intervención o de manipulación. Las imágenes son (sólo) descriptivas, representacionales, en detrimento de un efecto evocativo, que tendría otra valoración subjetiva. El film sostiene una noción del archivo como depositario de una evidencia histórica fijada, un mero depósito físico de la memoria visual, en contra de la dirección fijada por el nuevo paradigma del archivo, que promueve un depósito semántico, un repertorio de sentidos. Se “libera el significado” de los elementos que expone pero no se los resignifica, sino que los embalsama y los enumera. Se trata, en definitiva, de un ejercicio audiovisual mecanicista (¿no hubiera sido mejor presentar un work in progress?) para la conservación y relevamiento de archivos fílmicos que carretea por la pista (audiovisual) pero no levanta vuelo, tornándose en una experiencia cinematográfica fallida.
Patricio Sánz
Ficha técnica
Dirección: Leandro Listorti. Producción: Paula Zyngierman, Leandro Listorti. Montaje: Felipe Guerrero. Diseño de sonido: Roberta Ainstein. Producción ejecutiva: Paula Zyngierman. Compañía productora: Maravillacine. Productor asociado: Gustavo Beck. Duración: 54 minutos. Año: 2018.
Notas
[1] Las criticas consultadas se encuentran reunidas en http://www.todaslascriticas.com.ar/pelicula/la-pelicula-infinita/criticas