A-Diálogo sin fronteras (Ignacio Dimattia, 2012)

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Dos mujeres, Ana Arzoumanian y Adriana Kalaidjian se reúnen después de muchos años sin verse en lo que fue su viejo colegio de la colectividad Armenia, ambas se recuerdan de aquellos años escolares, donde se vieron por última vez. Ese es el puntapié inicial para este particular documental, A – diálogo sin fronteras, la relación entre sus familias, sus historias, su identidad, su pasado, todo comienza a fluir en una extensa conversación entre ambas, de la que todos somos parte durante el metraje del film.

Se pone en marcha un proyecto en común entre ellas: ninguna conoce Armenia, lugar de donde sus familias descienden y han sobrevivido al genocidio, esto las motiva a viajar juntas, como un periplo inverso al de sus abuelos que huyeron de allí. El viaje es un catalizador para revisar su propia identidad, cuestionarse sus odios, sus pasiones y sobre todo cuan Armenias o Argentinas se sienten y por que.

Los espacios por los que transita el film, son ampliamente naturalizados narrativamente, se brindan videographs informativos, o la mención especifica de las protagonistas, como por ejemplo, el perchero de vestidos de las fiestas escolares, o el comedor del colegio donde una de ellas celebró su ceremonia y su fiesta de quinceañera.

Otro caso son las imágenes de archivo en la inspección ocular al lugar de detención, desaparición y exterminio de la hermana de Adriana, los predios monacales de los Siglos X y XIII, el monumento a la batalla de la liberación de Armenia, o el monumento homenaje a las víctimas del Genocidio Armenio. Estas imágenes de insert parecen cumplir una función más que ilustrativa de los fuertes testimonios brindados por las protagonistas y su viaje, más aún otorga contundencia a lo dicho por ellas.

Podría pensarse que dicha estrategia narrativa obedece a que no se quiera cargar un plus de sentido mayor a la densidad que tienen de por sí los espacios que transita el film.

Es una elección estética de la dirección y del montaje del film, también no poner en los espacios nada por fuera de lo que las mismas protagonistas le dan en el flujo de su conversación. A este respecto es digno de mencionar que existen intervenciones ajenas a las protagonistas en algunos de los espacios que ellas habitan durante el film, ya que por momentos la cámara cobra cierta autonomía y se aleja de ellas para dejarnos en presencia de una joven bailarina que interactúa con aquellos lugares, o algunos actos escolares, bailes populares, imágenes de archivo de marchas o clases en colegios armenios.

Durante la película existen varios momentos donde se devela el artificio cinematográfico y se rompe esa “naturalidad” que desarrolla el film haciéndonos testigos de la charla y las reflexiones de estas dos mujeres, esto sucede cuando Adriana se siente intimidada e incomoda, hablando de “cosas tan intimas” y lo dice mirando a cámara directamente, o incluso llega a pedir “necesito cortar un cachito” y se dan momentos de considerable tensión entre las protagonistas, el espectador y la dirección del film.

También existen muchos momentos donde Ana y Adriana conversan y se ven las cañas con los micrófonos; los sonidistas o incluso algún cameraman entran en cuadro, llegando al punto cúlmine de que ambas protagonistas dialoguen con el equipo detrás de cámara (se oyen las voces fuera de campo respondiendo y dando indicaciones) para explicitar el final del film. Estos momentos se perciben como extraños dado el clima general de la película, puede incluso sorprender que hayan sido incluidos en el montaje final, pero a la vez son muy genuinos y pueden funcionar como válvulas de escape para el crescendo de tensión en algunos momentos del film.

Cabe destacar que ese “develamiento del artificio” es además un ejercicio propio del género documental, como tal puede ser interpretado en esa línea. El documental se incluye entre los discursos de sobriedad, ya que se ocupan en gran medida de representar problemáticas de la realidad, plantea un recorte, una mirada sobre la realidad, aunque dicho recorte no es ingenuo, si no que a través de lo representado se vehiculiza un mensaje, una elección, un punto de vista, etc.

Ahora bien es preciso aclarar que el documental es ante todo una representación, y no dejará nunca de serlo, en el caso del documental que nos ocupa, las apariciones en cuadro de parte del equipo técnico, la mostración de los equipos (micrófonos, cámara, cables, etc.), las voces off dialogando con las protagonistas, entre otros, funcionan como signos para alertar al espectador, que está siempre frente a una re-presentación de la realidad.

Tanto Ana como Adriana brindan fuertes testimonios, exponen, su historia, sus vivencias, debaten tópicos desde su particular punto de vista que son absolutamente universales, como el perdón, la conciliación, la justicia, la tortura y desaparición de personas en Argentina, el Genocidio Armenio, estos testimonios no solo pueden conmover al espectador, si no que lo interpela e involucran, por que dichas temáticas reclaman de algún modo una toma de posición.

Son temas complejos, comprometidos ética y políticamente, ambas protagonistas abogan y dan gran importancia a La Palabra. En muchos momentos del film ambas buscan “la palabra justa” Ana en la poesía, Adriana en la justicia, pero más ampliamente coinciden en que la palabra forma y otorga identidad, y por lo tanto debe ser libre. Las dos señalan lo importante de la representación del nombre propio.

Esto resulta esencial por que ante todo el film es un poco esa búsqueda identitaria de ambas, a nivel personal, primero y a nivel más amplio después, la apertura del film resulta clave para esos fines, con Ana conduciendo casi a ciegas a Adriana, por el colegio, los pasillos, aulas, o bien cuando Ana señala que ella hubiera querido bailar con uno de los trajes típicos armenios en algún acto escolar, y dice que “cuando todo termine iban a ponerse esos vestidos y bailar” y Adriana cuenta que ella si bailo con uno de esos trajes. Esa búsqueda expresada allí no podría ser otra cosa, que a través de la reconstrucción siempre parcial de sus historias, la indagación personal dentro de la memoria de cada una, de sus experiencias personales y familiares, pensado como esa reconstrucción identitaria que significa el nombre propio, o incluso el peso de la restitución de la identidad propia, al poner el nombre de cada una de las víctimas del genocidio, o de los desaparecidos por la dictadura Argentina.

En esa búsqueda del film, en la prolongada conversación de ambas protagonistas, existen sin embargo momentos donde pareciera que ambas protagonistas podrían hablar siempre en un diálogo sin fin, esto precisamente queda plasmado en la dificultad que ambas encuentran para poner fin a su charla, y entonces se da un momento extraño donde Adriana dice “bueno yo ya tengo un poco de frío” y Ana comienza a hablar con el equipo detrás de cámara y ponen en común la forma en que concluirá el film, entonces Ana y Adriana, en modo muy escénico por cierto, sencillamente caminan juntas hacia el extremo derecho del cuadro hasta salir de él.

La letra A que de modo muy significativo emerge y se eleva desde el extremo inferior del cuadro, clausurando el film, además es el título del mismo, opera como un interesante aglutinador sémico, ya que engloba en sí muchos sentidos posibles: es el título del film, es un signo importante en el alfabeto, es la letra con que empieza el nombre de las dos protagonistas Ana y Adriana, es además la letra con que empieza el nombre de dos países claves para el film Armenia y Argentina.

Siendo entonces que la letra A cobra un significado esencial en el film, porque en la importancia otorgada a la palabra, el reclamo expresado por poder poner nombre propio a las víctimas y al enemigo, en esa necesidad de la palabra justa, la letra A, la primera del alfabeto, que contundentemente titula este film, no podría ser ni más ni menos que un muy buen lugar donde simplemente empezar a hablar.

María Mercedes Revuelta

Ficha técnica

Dirección: Ignacio R. Dimattia. Producción: María Mercedes Marola. Fotografía: Fabio Bastías. Sonido: Ricardo S. Sotoca. Edición: Ignacio.R. Diamatta. Diseño de Producción: Irene M. Duffard Evangelista. Duración: 118 minutos. Origen: Argentina. Año: 2012