Por Javier Campo y Kathryn Lehman
Annie Goldson es una cineasta neozelandesa reconocida en el campo del cine documental. Dirigió y produjo Georgie Girl (2001), An Island Calling (2009) y Brother Number One (2011), entre otros. En estos films la política y los derechos humanos son las temáticas principales. Acaba de estrenar Kim Dotcom: Caught in the web (2017), un documental sobre el propietario de Megaupload, arrestado y enjuiciado por supuesta piratería informática. Un caso testigo de la política internacional de manejo de derechos de propiedad intelectual y vigilancia global en Internet (http://www.op.co.nz). Asimismo, es profesora de cursos de historia, teoría y producción documental en la University of Auckland. Presentará su último film y expondrá sus investigaciones en la Conferencia Internacional Visible Evidence XXIV, Buenos Aires 2017 (www.ve2017.cinedocumental.com.ar).
¿Cómo podría definir su carrera entre la realización de films y las tareas académicas?
Cuando pienso al respecto no encuentro una historia lineal, dado que mi carrera ha sido más experimental, accidentada, antes que planeada. Mi trabajo nunca ha sido comercial, además, también enseño realización documental. Son labores relacionadas. Hacer documentales se adecúa en varios aspectos al trabajo académico. En la investigación, por ejemplo. Creo que he sido afortunada que la universidad (University of Auckland) haya valorado mis películas como formas de investigación, ya que esto no es lo más común. Al contrario, se suele considerar el documental con cierto desdén entre los profesores más tradicionales. Asimismo en Nueva Zelanda hay pocas agencias en donde buscar financiamiento, y como necesito viajar con frecuencia y el nivel de producción de mis documentales es alto, tengo que buscar fondos. Entonces, mi tercer “capataz”, si lo quieren ver de esta manera, son las agencias de financiamiento. De alguna forma cuando estoy planeando hacer un documental debo tener en cuenta los intereses de la universidad y los de las agencias de financiamiento además de los propios. Por lo tanto, tengo que pensar en cómo desarrollar ideas, producirlas y realizarlas. Sobre todo aprecio que la universidad me libera de las presiones comerciales dado que a los profesores universitarios nos permiten ser “la conciencia crítica de la sociedad”. Entiendo que las formas de distribución han cambiado, con la introducción de las plataformas de Internet; pero la televisión sigue siendo un medio muy conservador. Gracias a mi trabajo académico las televisoras se han vuelto algo más amables conmigo, se atreven a arriesgarse un poco.
Muchos de sus films fueron filmados fuera de Nueva Zelanda, ¿cree necesario salir del país para entenderlo mejor?
Me considero una persona internacional. Viví mucho tiempo en los Estados Unidos y me siento muy interconectada. Internacional, pero nacional también. Pienso mucho en cuestiones indígenas, pero no he realizado films sobre cuestiones maorí, propiamente dichas, porque ellos mismos ya lo están haciendo. Aunque he colaborado con varios de mis colegas maoríes en films muy interesantes. Creo que se trata de cuestiones muy complejas que involucran debates etnográficos sobre el poder. Los maoríes tienen una cultura audiovisual muy fuerte y por esta razón son totalmente capaces de generar sus propias imágenes. Siempre me han enseñado cosas valiosas sobre su cultura cuando he colaborado con ellos en un film, pero yo no realizaría un film con un tema maorí sin ellos, eso no se hace. Es interesante notar que a menudo trabajan mejor con los realizadores extranjeros, tengo una amiga alemana que acaba de terminar un documental con los Tuhoe, una de las tribus más independientes. Pero debido a la historia de la colonización es más difícil que un Pakeha (persona no indígena o Huinka) entre en su comunidad y dirija un documental. El único documental que realicé sobre el pueblo maorí fue He Toki Huna (2013), que significa “un cuchillo escondido” o “una azuela oculta”, y lo hice con una amiga de la Televisión Maorí. Trata de las tropas militares neozelandesas en Afganistán, muchas de las cuales son maoríes. La idea fue explicar el objetivo del gobierno neozelandés y la participación de los soldados maoríes y pasífikas (pueblos indígenas de las islas del Pacífico) en esa guerra.
El documental Georgie Girl es sobre una diputada maorí, verdad…
Sí, ella también es maorí. Pero en esa instancia probablemente ella se identifica más como una persona transgénero. Ella no había tenido mucho contacto con su tribu en esa época, y no se identificaba como maorí. Y en ese film no se tocan cuestiones maoríes. Se focaliza en la política y en cuestiones de género y sexualidad.
¿Cómo se define ante un público de académicos y espectadores latinoamericanos?
Creo que mi interés más importante es la larga historia de abusos a los derechos humanos. Pero, en realidad, la mayoría de los vínculos aquí se establecen con Inglaterra, aquí todavía el periodismo comparte una perspectiva con Inglaterra, con el mundo inglés de Estados Unidos y el Reino Unido aunque siempre repetimos que formamos parte de la región Asia-Pacífico. Pero hay muy poco en los medios de comunicación que refleje esa realidad, incluso tenemos suerte si aparece alguna noticia de Australia. Y ese es el motivo por el cual yo he decidido volcar mis realizaciones sobre esta región. Por otra parte, siempre en mis films hay una “conexión” neozelandesa, básicamente para obtener el financiamiento de agencias nacionales. Entonces, me gustaría rastrear alguna “conexión” neozelandesa en América Latina, sería interesante seguirla y desarrollarla en un film. Aunque se ha dicho que tenemos estas relaciones histórico-espaciales, compartir trópicos ejemplo, no recibimos casi ninguna noticia sobre América Latina.
Creo que hay que dejar en claro que Nueva Zelanda es una nación pequeña, no poderosa. Dependiente de dos grandes potencias como los Estados Unidos y el Reino Unido. Entonces me parece que, si bien América Latina está constituida por muchos países, tenemos varias cuestiones en común, empezando por la relación asimétrica de poder que existen con estas potencias mundiales.
Como documentalista, ¿cómo describiría el rol ético de este oficio? ¿Cree que tiene una responsabilidad especial para con sus protagonistas?
Son preguntas muy difíciles. Sobre todo porque crecí en un período en que la antropología y la etnografía entraron en crisis. Y a esas preguntas vuelvo todo el tiempo, las tomo muy en serio, sin duda, y quiero representar “bien” a la gente. Pero tampoco quiero que ese sentimiento de culpabilidad me inmovilice hasta tal punto de no intentar ni siquiera tomar los pasos necesarios para crear una representación. Mi experiencia es que cuando trabajo con las comunidades me aceptan. De alguna manera, estas preguntas pueden reflejar más una crítica académica en ese sentido y no una crítica desde las comunidades mismas. Todo depende del tema del film, por supuesto, pero esa ha sido mi experiencia. Por otra parte, he pensado mucho en las cuestiones éticas y me guían siempre en mi acercamiento a los proyectos. Es importante no idealizar demasiado a las culturas permitiendo que esas complejidades entren en el documental con las críticas que sean necesarias. Esa también es la responsabilidad del documentalista. Siempre entrás en la vida de las personas, les quitás mucho tiempo, utilizás su representación y luego desaparecés. A veces se mantienen las relaciones pero generalmente los documentalistas después emprenden otro proyecto. Además hay cuestiones éticas sobre la capacidad del sujeto filmado de comprender bien cuál es el pacto entre ellos y el documentalista. Por lo tanto, esas son las complejidades éticas del documentalista.
Como productora seguramente recibe muchas propuestas. ¿Qué tipo de proyectos considera más interesantes?
Yo no tengo una gran productora, ni un gran equipo de desarrollo de ideas. Aquí en Nueva Zelanda, para hacer documentales, no tienes más que a un pequeño equipo de dos o tres personas. A mí me gusta decir que soy una directora de “mesa de cocina”. Trato de hacer un solo proyecto a la vez. En definitiva, lo que produzco se debe a que los que llevan a cabo el proyecto me resultan gente agradable, generalmente son jóvenes, con ideas interesantes y atrapantes, trato de guiarlos, aconsejarlos. Siempre les hago preguntas que me hago a mí misma: ¿es el momento oportuno? ¿Habrá un público interesado en este tema? ¿Plantea cuestiones realmente importantes y tiene un acercamiento cautivador? ¿Podremos conseguir fondos para realizarlo? Esos son mis propios criterios y creo que ayudan a los otros a formar un buen proyecto. Puedo reconocer buenas ideas.
¿Se involucra con los proyectos desde el comienzo de estos?
Sí, pero dejo a los realizadores que desarrollen sus obras con libertad. Me involucro en la medida en que me lo piden. Es decir, funciono más como una mentora, que como una jefa de producción. A veces pueden usar mi nombre para pedir fondos. En este momento estoy trabajando con un grupo de Hawái que quiere desarrollar proyectos sobre los derechos gay y lésbicos, también hay un proyecto sobre cómo los jóvenes confrontan problemas del medio ambiente, transporte, vivienda, la geopolítica. Me gusta ayudarlos con el guión, con la confección de la narrativa porque te cansas mucho haciendo tu propia película.
Teniendo en cuenta que también enseña cine ¿cómo piensa la pedagogía en medio de cambios tecnológicos profundos?
Cada vez que hago un nuevo film la tecnología ha cambiado completamente, especialmente la posproducción. No estoy interesada en realidades virtuales, pero sí, en la cultura online. Me interesan los cambios que la tecnología imprime en las formas de construir historias. Pero también puedes plantear las mismas cuestiones para otros períodos.
Doy clases de Producción y también Historia del documental. Y les hago ver a mis estudiantes que también Joris Ivens en los años 30, tuvo estos problemas en su involucramiento con organizaciones políticas y las formas que los films deberían tomar. Las mismas cuestiones que hoy continúan vigentes. Sin embargo la cultura online es algo diferente, hay proyectos muy innovadores que utilizan partes del documental de una forma interactiva. Hicimos algo así en nuestro documental sobre Kim Dotcom, hay enlaces interactivos con otras redes.
Relacionado al reciente estreno de su film Caught in the web, sobre Kim Dotcom (dueño de Megaupload) ¿Piensa que es un momento apropiado para hacer films sobre vigilancia global, aunque los alertadores de conciencias sean brutalmente perseguidos?
Sí, creo que sí. Sobre todo teniendo en cuenta que los servidores de correo electrónico y redes sociales están siendo monitoreadas todo el tiempo. Justamente ayer, hubo reportajes sobre cómo Yahoo! había instalado un mecanismo para darle acceso al FBI y otras entidades del gobierno de Estados Unidos a millones de mensajes. Pero también hay una vigilancia comercial, como en el caso de Hollywood empujando al gobierno estadounidense a perseguir a Kim Dotcom porque en su servidor se alojaban películas para ser compartidas.
¿Quiere hablarnos un poco sobre su nuevo film?
Es una película sobre una figura bastante controvertida, un empresario de la tecnología, Kim Dotcom, y plantea la siguiente pregunta: ¿es un genio o un criminal? Hasta cierto punto todos los empresarios transitan esta zona gris. Su historia nos interesa porque no solamente es un individuo muy especial, sino que representa una época, porque ha tenido estos conflictos con entidades tan poderosas; pues en su detención está implicada la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos), el FBI y el gobierno de EE.UU. y de Nueva Zelanda, particularmente las agencias de espionaje. Y tiene un particular sentido del humor, está preparado para desafiar a todos. Entonces, ha logrado cautivar a quienes lo están escuchando, aunque tengan dudas sobre cómo se ha ganado el dinero. Por otro lado admiran su coraje para defenderse y defender a los derechos digitales. Especialmente para todos los jóvenes que asumen este derecho a la piratería de material en línea como un hecho.
Aquí entra también la cuestión de accesibilidad en todos los países en vías de desarrollo, China, Rusia, India tienen un público importante al que llegan las campañas de marketing, pero no pueden gastar los 20 dólares que cuestan los audiovisuales, como Juego de Tronos. Nos interesa también considerar cuestiones de distribución, el acceso a los conocimientos así como también a material comercial de modo que hay muchos temas que abordamos en este film.
¿Ya tiene un proyecto nuevo?
He estado muy ocupada con este film, pero hay una idea interesante sobre cómo los jóvenes neozelandeses están planeando su futuro, con casas pequeñas, reciclaje y otros proyectos.
También estoy escribiendo sobre cine, así que también tengo proyectos de investigación.