From Nro 14

Female to What the Fuck (FTWTF) (Katharina Lampert y Cordula Thym, 2015)

Descargar texto

Female

El documental, presentado en la edición 2016 del BAFICI, fue una de las escasas obras que pudieron observarse en dicho evento sobre temáticas específicamente vinculadas al género y a las sexualidades.

Sin embargo, la película de Katharina Lampert y Cordula Thym, apenas exhibida en otras vidrieras internacionales, es un disparador estimulante para reflexionar sobre las identidades trans masculinas y, sobre esta base, acercarse a una serie de problemas que se ramifican en el transcurso del documental: la incomodidad con el binarismo establecido de los géneros normados, la identidad como un fenómeno inestable y en constante transformación, la difícil misión de encontrar grupos de pertenencia para las personas que se desplazan del cisgénero, entre otros.

De acuerdo con el principio constructivo del documental participativo (combinación de entrevistas y registros “directos”), el film retrata las experiencias de seis hombres trans en la ciudad de Viena (Nick, Mani, Dorian, Hans, Gin, Persson) de diferentes edades y profesiones pero con dos aspectos en común: todos son de clase media, todos son blancos. Este es un elemento relevante si comparamos FTWTF con otras obras (y otras realidades) de América Latina y demás países subdesarrollados. La marginalización social, la violencia de género, la persecución policiaco-cultural son tópicos que aquí aparecen muy débilmente dado que existen una cierta posición de clase y una estructura social que permiten un desarrollo de los protagonistas diferente al de sus semejantes en los países periféricos del sistema mundial. Por otro lado, debemos mencionar que la película tampoco alude a la articulación con el contexto político de estos países ni a las políticas públicas del Estado conectadas con los derechos de las personas trans.

El enfoque del film tracciona los interrogantes, las reflexiones y las opiniones de los protagonistas hacia un territorio filosófico en el que la pregunta por la identidad (y las múltiples e insatisfactorias respuestas) es un eje transversal que vertebra la totalidad de la narración.

Las directoras enhebran en el relato las heterogéneas disquisiciones identitarias a través de seis personajes que se hallan en momentos diferentes en relación con su “estar en el mundo” trans. En este sentido, Nick y Dorian, los más jóvenes, son quienes acaparan la atención de la trama y en esta decisión podría leerse un posicionamiento autoral que rehúye constantemente de las conclusiones. No es casual, entonces, que ellos ocupen las instancias de apertura y clausura del documental respectivamente. En el primer caso, Nick ingresa en un Centro de Cirugía de San Francisco para averiguar sobre una intervención. En el segundo, Dorian, tras haberse realizado una mastectomía descubre frente a una cámara su nueva fisonomía (mostrando sus cicatrices), y finaliza su alocución (y el film todo) con la frase “you never arrive”. Dorian y Nick son los personajes que exhiben mayores dudas en relación con sus procesos sexogenéricos, se hallan en tránsito. Esto se construye no solo a partir de los testimonios, sino sobre todo desde la puesta en escena, que los muestra constantemente desplazándose en skate (Nick) y en bicicleta (Dorian), mientras los otros cuatro protagonistas suelen adoptar posiciones estáticas en el cuadro.

El tratamiento del espacio acompaña estos desplazamientos. Cuando Mani relata las preguntas que muchas veces le hacen sobre qué género encuentra más cercano a su identidad, sobre una mesa, con sus manos y dos encendedores, grafica un campo, situando dos árboles enfrentados, representantes del binarismo sexogenérico. No obstante, él los arranca de raíz e imagina un campo sin árboles, desterrando así la dicotomía masculino/femenino.

Posteriormente se nos presenta una imagen abierta de un río visto desde una playa de piedras y el plano siguiente se sitúa en la otra orilla. Allí, junto a un grupo de amigxs, Nick y su compañera Denice discurren sobre la mastectomía del primero y sobre la primera inmersión en el río después de la intervención. A continuación vemos al grupo jugando y nadando en el agua. El contacto con lxs otrxs, el hacer públicas las cicatrices y moverse con un cuerpo diferente, acontecen en el fluir del río como zona de transición. Por otro lado, esta es una de las pocas imágenes de la película que aparece completamente despojada de elementos urbanos y nos remite a un espacio liberado como el que describía Mani anteriormente.

Al comienzo del documental, Dorian reconstruye el escondite de su infancia como trabajo autoral para la escuela de arte de Viena en la cual realiza sus estudios. Su recorrido involucra además a su hermano mellizo, Chrissi (fallecido años atrás), junto con quien había iniciado el proceso de transición. En palabras de Dorian: “compartíamos la transexualidad”. El protagonista relata que generalmente estos cambios ocurren en soledad, mientras que con su hermano ambos estaban acompañados.

La metáfora del campo de Mani puede ser homologada a la zona industrial en la que se encuentra Dorian cuando alude a Chrissi y a su constante sondeo entre los dos géneros. En el medio de un descampado de cemento se encuentra el protagonista asediado por edificios. La pregunta por el qué ven los demás de él y el “pasar” o no “pasar por” hombre es un tópico recurrente en su discurso, así como también lo es la incertidumbre por afrontar los cambios en soledad. En ese momento se intercalan planos en contrapicado de las torres que lo rodean.

La pregunta por el “passing” también se manifiesta en Persson, el lingüista, quien remite al término como “lo que es socialmente aceptable” y señala que su mayor privilegio en la actualidad es pasar por uno de los dos géneros aceptados. De un modo similar, esta idea aparece en Denice, la compañera de Nick, al manifestar que la vestimenta que ella porta lo define a él también, oscilando entre la representación de “madre e hijo” –cuando ella opta por prendas “híper femeninas”– o “pasar por dos mega lesbianas” -cuando elige ropa suelta y deportiva.

A medida que transcurre la película, los protagonistas relatan el modo en que van incorporando las miradas de lxs demás, en un proceso de elaboración de esas interpretaciones que confronta e interactúa con otrxs sujetxs. De esta manera la categoría de identidad estalla y se torna molecular.

En ese contacto con lxs otrxs en el cual somos nombradxs y atravesadxs por el lenguaje, el cual define qué modos de existencia son posibles y cuáles no, Persson remite a los diferentes idiomas en los que las marcas genéricas son nulas, como en el alemán donde la palabra “nin” no indica ni “él”, ni “ella”.

La bifurcación “she/he” también aparece enunciada por Gin, otro de los protagonistas, quien relata que en diferentes contextos es nombrado de una manera u otra, y por Mani, cuando en un momento de su vida prefirió ser llamado “it” pero a muchxs les resultó irrespetuoso referirse a él de ese modo. En ese sentido Mani afirma que ignorar su deseo es la verdadera falta de respeto.

El trayecto de cada uno de los protagonistas es distinto y no hay puntos de llegada específicos. Sobre el final Dorian manifiesta el placer y a su vez la incertidumbre de seguir redescubriéndose, expresando que no hay un “después de la transición” y que contrariamente se trata de un camino que nunca termina. Para personas como Gin, el “seguir en proceso” puede resultar angustiante, y en el caso de Persson, explicita que él no quiere ser un hombre sino que esa es su forma más cómoda de estar en el mundo en la actualidad.

Agostina Invernizzi y Pablo Piedras

Ficha técnica

Dirección: Katharina Lampert, Cordula Thym. Producción: Thomas Benski, JasonBick, Dan Bowen, Marisa Clifford. Dirección de fotografía: Judith Benedikt. Edición: Niki Mossböck. Testimonios: Denice Bourbon, Mani Tukano, Dorian Bonelli, Nick Prokesch, Hans Scheirl, entre otros. Origen: Suiza. Duración: 92´. Año: 2015.

 

Reseñas

Guión de documentales. De la preproducción a la posproducción.
Sergio Puccini, Buenos Aires, La Marca Editores, 2015.
por Julio Iammarino. Págs. 229-238.

Documental, testimonios y memorias. Miradas sobre el pasado militante.
Gustavo Aprea, Buenos Aires, Manantial, Colección Texturas (Dir. Gerardo Yoel). Serie Genealogías de Cine 4, 2015.
por Irene Marrone. Págs. 239-251.

Poéticas del movimiento. Aproximaciones al cine y video experimental argentino.
Alejandra Torres, Clara Garavelli (editoras), Buenos Aires, Libraria, 2015.
por Carolina Soria. Págs. 252-257.

Artículos

El documental migratorio en la cinematografía española: Balseros y En Construcción.
Por Eduardo Tulio Baggio y Rafael Tassi Teixeira. Págs. 1-19

Documentartismo.
por Diana Kuellar. Págs. 20-41

Luis Sanz y el cine de exilio.
por Patrícia Machado. Págs. 42-63

Producción documental y políticas de la memoria: un estudio sobre representaciones audiovisuales santafesinas en torno a los Juicios por delitos de lesa humanidad.
por Mariné Nicola. Págs. 64-100

Formas expandidas. Límites y entre-lugares del documental chileno 2004-2016.
por Iván Pinto Veas. Págs. 101-145

La enseñanza del cine como política empresarial.
por María Valdez. Págs. 146-169

Índice 14

—-/  Artículos

El documental migratorio en la cinematografía española: Balseros y En Construcción.
Por Eduardo Tulio Baggio y Rafael Tassi Teixeira. Págs. 1-19

Documentartismo.
por Diana Kuellar. Págs. 20-41

Luis Sanz y el cine de exilio.
por Patrícia Machado. Págs. 42-63

Producción documental y políticas de la memoria: un estudio sobre representaciones audiovisuales santafesinas en torno a los Juicios por delitos de lesa humanidad.
por Mariné Nicola. Págs. 64-100

Formas expandidas. Límites y entre-lugares del documental chileno 2004-2016.
por Iván Pinto Veas. Págs. 101-145

La enseñanza del cine como política empresarial.
por María Valdez. Págs. 146-169

—-/  Notas

Los problemas clásicos del cine documental no han muerto con la “revolución digital”. Entrevista a Jonathan Kahana.
Por Javier Campo y Tomás Crowder-Taraborrelli. Págs. 170-185

Sobre El loro y el cisne. Conversación con Alejo Moguillansky, Luciana Acuña, Susana Tambutti y Ana Amado.
por cátedra Análisis de películas y críticas cinematográficas (FFyL, UBA) . Págs. 186-206

—-/  Traducciones

Un lector de cine documental. De los inicios a la transmedialidad.
por Jonathan Kahana. Págs. 207-216
Traducción de Soledad Pardo

—-/  Críticas

Female to What the Fuck (FTWTF).
(Katharina Lampert y Cordula Thym, 2015)
por Agostina Invernizzi y Pablo Piedras. Págs. 216-221.

Theory of Obscurity: A film about The Residents.
(Don Hardy Jr., 2015)
por Andrés Brandariz. Págs. 222-224

El Camino de Santiago. Periodismo, cine y Revolución en Cuba.
(Fernando Kirchmar, 2015) 
por Nicolás Scipione. Págs. 225-228.

—-/  Reseñas

Guión de documentales. De la preproducción a la posproducción.
Sergio Puccini, Buenos Aires, La Marca Editores, 2015.
por Julio Iammarino. Págs. 229-238.

Documental, testimonios y memorias. Miradas sobre el pasado militante.
Gustavo Aprea, Buenos Aires, Manantial, Colección Texturas (Dir. Gerardo Yoel). Serie Genealogías de Cine 4, 2015.
por Irene Marrone. Págs. 239-251.

Poéticas del movimiento. Aproximaciones al cine y video experimental argentino.
Alejandra Torres, Clara Garavelli (editoras), Buenos Aires, Libraria, 2015.
por Carolina Soria. Págs. 252-257.

Formas expandidas. Límites y entre-lugares del documental chileno 2004-2016

Descargar texto

Iván Pinto Veas

Resumen

El artículo establece un recorrido por el cine documental chileno de los últimos años poniendo énfasis en las exploraciones materiales y formales, visibilizando un corpus aún no lo suficientemente analizado de más de veinte películas que establecen juegos en el límite con la ficción y la experimentalidad.

Palabras clave

Documental chileno, experimental, visualidad

Abstract

The article focuses on recent Chilean documentary films with an emphasis on material and formal explorations making visible a body of work which has yet to be fully analyzed, including more than twenty films that play with limits between fiction and formal experimentation.

Keywords

Chilean documentary, experimental, visuality

Resumo

O artigo fornece uma excursão dos documentários chilenos dos últimos anos, destacando as explorações materiais e formais e tornando visível um corpo ainda não suficientemente analisado de mais de vinte filmes que definem os jogos de limite com ficção e experimental

Palavras-chave

Documentario chileno, experimental, visualidade

Datos del autor

Doctorado © Estudios Latinoamericanos Universidad de Chile. Becario CONICYT.

Introducción

El presente artículo tiene por objetivo analizar el cine documental chileno de los últimos años poniendo énfasis en la transformación de sus materiales expresivos y en el surgimiento de nuevas formas que han renovado por completo el panorama reciente. Aunque existe una discusión bibliográfica en aumento y en curso respecto al documental chileno,[1] los acercamientos por lo general sitúan lo expresivo-documental en términos subsidiarios de una modalidad específica de representación (autobiográfico, subjetivo, expositivo, testimonial, argumentativo) o una temática (memoria, política, afecto, identidad), dejando en un segundo grado una pregunta acuciante formulada por estas obras vinculadas a la exploración formal de los recursos. Este grupo de documentales se caracteriza por la exploración de los límites discursivos del formato, la apertura hacia zonas liminares del documental y la incorporación de procesos creativos abriendo la pregunta sobre el estatuto problemático del cine documental en su vocación exploratoria de lo real.

Si bien existe una tradición documental bajo nombres relevantísimos como Patricio Guzmán, Angelina Vásquez, Marilú Mallet, Raúl Ruiz, Sergio Bravo, Sergio Navarro, Pedro Chaskel, Carlos Flores, entre otros, el panorama actual parece haber diversificado y ahondado algunos interrogantes ya presentes en el campo del documental chileno y parece ir a su vez más allá de algunas distinciones establecidas históricamente sobre sus límites. Algunos ejemplos de esta renovación son las obras de Ignacio Agüero (aunque con trabajos procedentes de la década del ochenta), Cristián Leighton, la dupla de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, José Luis Torres Leiva, Maite Alberdi, Tevo Díaz, María Paz González, Tiziana Panizza, la dupla de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, Antonia Rossi, Cristóbal Vicente, Camila Donoso, Fernando Lavanderos, Jerónimo Rodríguez, Colectivo MAFI, más algunos nombres no lo suficientemente difundidos como los de Pablo Leighton y Edgar Endress, entre otros realizadores, algunos de ellos con más de siete  largometrajes en su haber.

Esta renovación ha conjurado múltiples elementos, como la marcada presencia de la subjetividad, que ha sido analizada en diversos textos desde una perspectiva autobiográfica. A ello podemos agregar la indeterminación entre ficción/documental; los juegos con el control y el descontrol de la puesta en escena; la proliferación e indagación analítica de los recursos expresivos y materiales (sonoros, visuales); la materialidad y pesantez de los cuerpos; el remontaje experimental del archivo; la densificación de la exploración perceptual y afectiva; la problematización contingente de lo político, etc., todas cuestiones que establecen un panorama variado pero que a su vez tensionan los presupuestos aún vigentes del documental como discurso de sobriedad sobre lo real.

Las categorías que lidian con las transformaciones en curso del documental chileno tienden a quedarse algo estancas frente a un panorama móvil y expansivo que desafía los nombres algo consensuados dentro de los últimos años.[2] Como una categoría provisoria y flexible, nos acercamos a la idea de un “documental experimental”, abarcando aquí tanto la dimensión exploratoria de la materialidad expresiva como la tensión “expandida” de los marcos habituales de producción y circulación. Se trata de  exploraciones marcadas por la hibridez, la performatividad y la autorreflexividad.

1 ningunNingún lugar en ninguna parte (José Luis Torres Leiva, 2004)

Quizás un buen ejemplo para comenzar la discusión sea el documental Ningún lugar en ninguna parte  (2004) el primer largometraje del realizador José Luis Torres Leiva.[3] El documental acentúa un desacomodo respecto de algunas características canónicas del documental, situando un referente claro de un giro estético y exploratorio.

El filme en cuestión se presenta como  apuntes en torno al barrio “La Matriz” de Valparaíso. Se registran, a modo de inventario, rostros, texturas, calles y situaciones cotidianas, compuestas en una estructura interválica que explora distintas entradas sin un orden aparente.

El documental comienza con una cita directa de La llegada del tren a la estación de La Ciotat (1895) de Louis y Auguste Lumière, sin aclarar explicativamente ello más que el subtítulo que hemos visto en el plano anterior  —“apuntes para un documental sobre la ficción”—.  Lo siguiente es el registro de un grupo de cuerdas que compone la música del propio documental, para luego empezar un recorrido en tren con esta música de fondo y los registros de la ciudad, lo que pasa a un juego con la “trastienda” de la composición de la música, mostrando el proceso de producción. Aunque la estrategia podría ser llamada “reflexiva”, el modelo de denuncia de la “cuarta pared” no parece ser el énfasis del documental, sino más bien explorar la relación entre los materiales, retardando la transitividad enunciativa y el significado literal. Dicha operación ha sido leída como una puesta en abismo (Donoso, 2007). Nosotros agregaríamos a esto la cuestión de la des-composición material que abre el filme hacia una zona de indeterminación y apertura exploratoria, debilitando y jugando con el efecto de impresión de realidad (“la llegada del tren…” opera como cita histórica sobre este efecto). El juego posee el efecto de la visibilización del hecho estructural del filme, como si se quisiera acentuar el hecho crucial de su enunciación, retardando la transitividad del sentido narrativo y creando una trama discursiva de capas y niveles.

El documental de Torres Leiva abre la pregunta por la situación documental, estableciendo un hiato entre lo ficcional, lo experimental y lo discursivo que no busca definirse sino ensayarse en una contingencia provisoria, desnudando sus recursos y exponiéndolos como mediación. Lo que está en juego es el documental como punto de intersección problemática respecto de la imagen y un modo de conocimiento a través de ella; una episteme escópica para ponerlo en palabras de José Luis Brea (2007). En ese sentido, habilita una zona de interrogantes desde la cual aborda esta confluencia en el documental chileno contemporáneo, sentando una base que desarticula las nociones más naturalizadas del formato.

Documental/Ficción/Documental

Zig-zag en la pantalla mental. Se trata a la vez de suspender y recomenzar con ese sueño contradictorio que liga el espectador al filme. Creer, no creer, volver a creer. Otra vez la figura mayor del vaivén. Ese movimiento oscilatorio parece regular toda gravitación cinematográfica: proximidad y distancia, plenitud y vacío, luz y sombra, parejas malditas todas ellas que no pueden evitar participar del conflicto puesto que es precisamente él quien establece el contacto en el cine. De marcar a borrar, de tomar a perder conciencia, zig-zag entre las modas antagónicas de la participación del espectador ante el filme (Jean-Louis Comolli, 2007).

Desde hace algunas décadas, tanto la industria cinematográfica como la televisión se apropiaron de las estrategias del directo documental, construyeron un nuevo tipo de espectáculo realista desde cierta veracidad del “hecho documental”. Estas operaciones discursivas levantaron un manto de sospecha que, durante las décadas del ochenta y noventa, fue formulado a través de la noción de simulacro que el filósofo Jean Baudrillard (1993) identifica como síntoma contemporáneo -“la verdad que oculta que no hay verdad”-. A este enunciado, podemos sumar el surgimiento del “falso documental” como género que situó un marco de duda plausible sobre la cuestión de la dimensión ficcional y artificial del cine documental, formulando precisamente un nuevo género de ficción. Sin embargo, situada esta sospecha sobre sus estrategias retóricas de manipulación, uno podría agregar que “lo documental” no ha hecho más que volver como una pregunta que desarticula los límites discursivos a favor de su exploración.[4] Tal como ha reflexionado Stella Bruzzi, en el documental siempre se trata de una “intrusión” donde están puestos en juego los elementos de la performance, la dramatización y la actuación para la cámara (2000: 155), evadiendo cualquier zona “neutral” respecto a lo real.

Una serie de películas locales se sitúan en este territorio a través de la construcción artificial, la ficcionalización, la puesta en escena y el hecho documental, estableciendo un juego de capas discursivas. Tenemos, así, filmes que trabajan lo documental con claras estrategias de guionización, control y puesta en escena; y filmes que, por otro lado, se sustentan en el registro directo  para crear un “entre-lugar” entre lo ficcional y lo documental.

La ficción en el documental: guión y puesta en escena

Ya en su segundo filme —Un hombre aparte (2002)—, los cineastas Bettina Perut e Iván Osnovikoff introducían este juego en su retrato del manager de boxeo Ricardo Liaño, quien permanentemente interviene en la puesta en escena del documental. A lo largo del filme en tanto dispositivo argumental, está presente la idea de un posible largometraje de ficción llamado por el propio Liaño, precisamente, Un hombre aparte”, para lo cual se contrata (y se paga) a un guionista.[5]  A partir de aquí, se establece el retrato de Liaño como una especie de “Quijote falto de épica(…), sujeto desublimado, función de la representación social cuya comparecencia en la visibilidad de la sociedad es contraparte necesaria para la instauración de un sistema excluyente” (García: 2007), que a su vez jugaba con su doble ficcional, una fantasía megalómana que los documentalistas registran.

2 astutoEl astuto mono Pinochet contra la moneda de los cerdos (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2004)

Su siguiente documental, El astuto mono Pinochet contra la moneda de los cerdos (2004), es un paso al costado al discurso testimonial de la memoria proponiendo una fisionomía nueva para el debate local, y acrecentando el lugar del dispositivo argumental. Desde una agudización de las estrategias interactivas situadas en su obra anterior, aquí las cuestiones vinculadas a la dramaturgia, la actuación y la performance son dispositivos de creación documental. En este documental se sigue a varios grupos de jóvenes y niños nacidos con posterioridad al golpe militar de 1973, a quienes invitan a representar libremente el golpe.  Aquí, la película sigue fragmentariamente los distintos relatos y puestas en escena creadas por los jóvenes, las que varían entre el juego lúdico y el drama trágico, en distintas performance de Allende y Pinochet. Desde una visión polifónica y ruidosa, la apropiación de los “signos históricos” juegan con una idea antimonumental, proponiendo a su vez la idea del relato ficcional como configurador de experiencia social, en lo que podríamos llamar una lectura indiciaria de la Historia como síntoma en los cuerpos y el imaginario.[6]

Pero estos no han sido los únicos lugares donde se encuentra presente el juego con el control y la ficción. Documentales como El Salvavidas (2011) y La Once (2015), ambos de Maite Alberdi; Hija (2011) de María Paz González; o Pena de muerte (Tevo Díaz, 2012) enfatizan la pregunta del documental en la creación de universos autónomos y cargados diegéticamente, desde el ángulo de la primacía del control de la puesta en escena.

3 EL SALVAVIDASEl salvavidas (Maite Alberdi, 2011)

4 HIJAHija (María Paz González, 2011)

El Salvavidas cuenta la historia de Mauricio, un salvavidas en la playa popular de El Tabo obsesionado con el orden y el cumplimiento de reglas, que debe lidiar con el libre albedrío de los bañistas. En el caso de La Once, Alberdi retrata a un grupo de señoras de la tercera edad que se juntan a tomar el té como un ritual que celebra la amistad a lo largo de años. Enfatizando en ambos la dimensión constructiva de la puesta en escena y, de paso, realizando frescos sociales sobre la “chilenidad”, la puesta en escena se sustenta en encontrar lugares desde donde asentar el control, llevando a cabo una investigación amplia que hace posible dar con el personaje peculiar de El salvavidas, en el primer caso, o sostener la filmación a lo largo de muchos meses, como en las tomas y retomas de las reuniones que dan cuerpo a La Once. A partir del conocimiento de las condiciones del universo que se está abordando, producto del cual se asegura un cuidado tratamiento en el orden visual y sonoro, la obra de Alberdi nos habla de la performance cotidiana teatralizando y estilizando su ritualidad.[7] Por otro lado, el dispositivo argumental está a la espera del acontecimiento documental, el imprevisto, ya sea éste un accidente —en el caso de El Salvavidas— o la desaparición de las ancianas —en La Once—. Se encajona, así, la dimensión artificial del registro manteniendo estos acontecimientos como aquella huella documental que habla de su especificidad. En última instancia, se trata de cuerpos y sujetos donde lo imprevisible sitúa su pacto último con lo real.

Desde otro ángulo, aunque se ha discutido bastante sobre el cine documental autobiográfico como modo discursivo, se ha reflexionado poco aún sobre la auto-puesta en escena y el control de los recursos narrativos. Hija, de María Paz González, parece hacer frente al género autobiográfico desde la perspectiva de la apropiación irónica del género melodramático[8] y la road movie, enfatizando estas operaciones por vía de estrategias de distanciamiento dentro de un drama familiar de la búsqueda de un padre y el descubrimiento de una relación madre-hija, contada desde la perspectiva de la segunda. A partir de aquí, González juega con el espectador, realizando con un constante guiño al proceso productivo del  filme (autoconsciencia), y una obsesión por el relato y su puesta en escena. Por otro lado, el personaje de la madre parece ayudar a la distancia con el melodrama desdramatización, para llevar el filme a cierto tono de comedia donde se potencia su dimensión fabuladora. Así, en el filme aparece la decisión de cómo hacerse cargo de la historia biográfica y de cómo construirse desde ahí, meditando sobre los “cuentos de hadas” y otros mitos que determinan el “relato” de la familia y las fantasías de la propia protagonista. Al mismo tiempo, la película de-construye esas ficciones y propone una salida vital por el lado de “hacerse ficción”, incluyendo una dimensión de género pero no siendo determinada por él. Todo el filme se sustenta en la búsqueda que María Paz, la protagonista, realiza para saber quién es su padre; el  encuentro no tiene lugar nunca, y un llamado telefónico funciona como catarsis o más bien como des-encubrimiento desmitificador. María Paz debe decidir qué hacer, desde ahí, en términos de su propia fantasía, lo que incluye a su vez el propio filme: el filme se transforma en el lugar y la excusa que materializa la ficción sobre la propia identidad. Hija es, en ese sentido, un documental sobre el sitio de la ficción y el relato en la propia vida, sacando el documental autobiográfico del tópico trágico, político o testimonial para llevarlo a un lugar donde importa el juego y la puesta en escena.

5 penademuerte1Pena de muerte (Tevo Díaz, 2012)

Desde el ángulo de una radicalización de la puesta en escena y el control, abordamos el documental Pena de muerte, el segundo de Tevo Díaz, luego del retrato experimental del poeta Juan Luis Martínez que ofrece Señales de ruta (2000). Pena de muerte aborda el caso de los llamados “crímenes de los psicópatas de Viña del Mar” ocurridos durante la década del ochenta en plena dictadura, una serie de asesinatos de gran repercusión mediática. Lo que en otras manos quizás se habría transformado en apenas un reportaje (con el habitual talking head testimonial e insert probatorio), aquí avanza hacia lo que podríamos llamar el “documental de montaje” vía el uso combinado del archivo, el testimonio y la ficcionalización. Es el caso, por ejemplo, del material de prensa y los archivos televisivos y radiales usados para construir el relato, y la voz over del narrador central que le otorga al filme cierto aire impostado de un tipo de periodismo que emula la crónica roja y la precariedad del imaginario televisivo local y radial de esos años, en el contexto del clima opresivo de la dictadura. A través de los testimonios y los sujetos entrevistados —entre ellos, familiares de las víctimas, periodistas, policías y médicos forenses— Díaz capta la puesta en escena “teatral” de los casos policiales. La misma idea de una “galería” de testigos configura aquí un bloque de voces testimoniales que son válidas tanto por el habla y el discurso que otorgan, como por el lugar que poseen en la “trama” (el periodista, el detective). Se registra, así, cierto tono discursivo “técnico” de los peritos que se suma a la impostación del narrador central. Díaz recoge el carácter “ficcional” y “performativo” de la experticia, teatralizando sus discursos de forma diversa (por ejemplo, en la discusión “perita” entre el psiquiatra y el detective, que operan como contrapunto y se dirigen con cierto guiño al espectador). Todo esto da cuenta de cierto juego del documental con el hecho de que es la propia enunciación la que construye el sentido y el verosímil.

Un nuevo nivel de esta “ficción documental” se manifiesta en la construcción de escenas ficcionales con actores, las cuales recrean los casos desde una estética del thriller de asesinos seriales. El juego aquí pasa menos por la “acción” que por la cuestión del clima y el espacio en que se mueven o se habrían movido estos personajes, utilizando de forma ajustada las locaciones originales —los barrios residenciales de Viña, los caminos en las afueras, los estacionamientos—  sumado al tratamiento de la imagen —en cine— que le otorga a esta una materialidad añeja, rancia, casi vencida.

Estos tres niveles —la cita e impostación, la teatralización y la ficcionalización— se conjugan en un montaje que superpone los fragmentos como un puzzle, construyendo en distintos niveles reflexiones que se deslizan desde un inicio: el clima opresivo del período de dictadura; la materialidad y espesor del archivo como mediaciones; cierta teatralización social de las instituciones y la jerga técnica de los peritos (sean narradores, sean expertos o técnicos); y una estructura que enfatiza la manipulación, el montaje y la artificialidad del relato policial.

Los documentales que señalamos instalan la pregunta por el control enfatizando sus estrategias de puesta en escena, ficción y dramatización, explorando formas discursivas y dispositivos argumentales. Estos elementos no son ajenos a muchos otros documentales chilenos contemporáneos, quizás a estas alturas más conocidos o incluidos en otros análisis. Lo que aquí resulta relevante es que estos trabajos plantean el núcleo problemático de lo documental como lo específico, enfatizando la dimensión constructiva de su puesta en escena. Queremos abordar ahora dos ejes más, en esta misma línea, que sostienen un punto de indeterminación entre los niveles de la ficción y el documento, para señalar desde ahí un nuevo punto de roce entre ambos niveles.

Dislocaciones documentales en la ficción

Desde el lado de la ficción industrial, decíamos, el elemento documental se ha vuelto un recurso retórico y un hecho instalado a escala social amplia (películas como The Blair Witch Project, o Rec, filmes de terror que juegan con el falso documental). Por otro lado la cuestión del registro contingente, el acontecimiento y el archivo han establecido en algunos filmes contemporáneos zonas donde esta indeterminación de niveles propone preguntas para el cine actual chileno; me refiero a No (2012), de Pablo Larraín; El pejesapo (2007) y Mitómana (2011) de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola; y Naomi Campbel (2013) de Camila Donoso y Nicolás Videla. No se trata de ejemplos al azar: No, por ejemplo, siendo una ficción argumental, causó una airada discusión sobre la representación de lo histórico  y fue leída con no poca frecuencia como un “documental de época”.[9] El elemento documental del filme pasa por la apropiación de material de archivo consistente en la campaña televisiva del plebiscito de 1988, estableciendo un juego permanente entre estos niveles, donde el tratamiento cinematográfico emula las condiciones técnicas de la cinta U-matic, como ha señalado Bongers (2016): “El juego con los diferentes niveles temporales entre 1988 y 2012, entre las imágenes de los programas televisivos y las filmadas con cámaras de la época de los ochenta, pero en la actualidad, perturba la orientación y percepción en varias secuencias de la película”. En algunas entrevistas, el propio Larraín ha declarado que el filme es también un documental sobre el cuerpo. Esto es puesto en el filme cuando en una escena se pasa del archivo de 1988 al set televisivo —ficcionado—, al cuerpo actual del locutor, en este caso, Patricio Bañados, transformando el cuerpo en el índice referencial; el pivote sobre el cual gira una interrogación de estos niveles discursivos desde el sobresalto temporal. Tal como ha señalado Palacios (2014), detrás de ello se encuentra una interrogante sobre un “realismo” que hace pasar la película por los cuerpos[10].

6 MITOMANAMitómana (José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, 2011)

7 NAOMI CAMPBELLNaomi Campbel (Nicolás Videla y Camila Donoso, 2013)

En los casos de Mitómana, El Pejesapo y Naomi Campbel, desde otro ángulo y con distintas preocupaciones, es el registro del cuerpo el que se vuelve el elemento de indistinción crucial. Estos tres filmes se sitúan como ficciones argumentales pero con elementos documentales disruptivos que encuentran en el entre-lugar una instancia exploratoria. El Pejesapo es el primer largometraje de José Luis Sepúlveda, quien después firma Mitómana en conjunto con Carolina Adriazola. En ambas películas los directores utilizan un dispositivo argumental para realizar una serie de intervenciones documentales en las cuales los filmes se abren a lo contingente. En El pejesapo[11] se trata de Daniel SS, protagonizado por Héctor Silva, un personaje que es rescatado de un suicidio en los bordes de la ciudad quien luego empieza un recorrido de búsqueda de inserción social siendo rechazado por su condición marginal.

Acá el tratamiento conjuga la confrontación entre Hector Silva y los espacios reales, como es la búsqueda laboral o la relación que establece con unos habitantes del margen del río, en el cual el juego permanente se presenta entre la consciencia de Silva del aparato cámara y la ambigua consciencia de los personajes en los escenarios reales; o el juego con la contingencia al hacer su aparición Luisa Durán, la esposa del mandatario de turno en un acto político.

En el caso de Mitómana, se trata de una actriz interpretándose a sí misma. Más precisamente, el filme puede comprenderse como un documental sobre un rodaje donde ella es puesta a prueba por los propios directores, estableciendo un grado de mayor reflexividad sobre el proceso de registro. En ambos filmes, lo que se está documentando es la puesta a prueba de un cuerpo, accediendo a espacios y zonas de experiencia habilitadas por el propio filme, desde lo que podría ya llamarse una estética de la transgresión.[12] El caso de Mitómana se trata de una prueba que la primera actriz no logra pasar, lo que a los veinte minutos hace que la película cambie de protagonista, ingresando la actriz Paola Lattus quien está decidida a “tomarse el papel”, lo que ocurre en una confrontación entre ambas actrices. Los realizadores constantemente la ponen a prueba frente a la cámara, en una estrategia donde los límites de la “máscara” y la vida cotidiana están puestos como ámbitos a explorar. En una escena la actriz se disfraza de enfermera para entrar a un hospital, lo que es registrado incluso sin autorización de la institución. En otro momento, la actriz debe cortarse el pelo a modo de prueba frente a la cámara. Este juego de poder y estrategia, de límite ético y sometimiento, es parte de un juego dual entre documental y ficción. Esto tiene, sin embargo, un punto de quiebre en el que el filme “cede” su estructura: hacia los tres cuartos de la película, el encuentro amistoso de Paola con Rocío —una niña de la población—, pone en marcha un extrañamiento afectivo. El filme toma el rumbo de explorar esta aparición hacia otro lugar, esto es, una pregunta sobre la condición del encuentro y la alteridad en el plano de la experiencia, bifurcando el relato hacia una especie de ensayo subjetivo donde la voz de esta niña se enuncia. La actriz y la propia película se fracturan, abriéndose hacia un acontecimiento que supera, incluso, la dualidad con el que estaba siendo abordado, realizando una especie de “psico-geografía” del Santiago suburbial, que establece la relación con lo imprevisible como hecho específico documental, al igual que en la obra de Alberdi.[13] Esta capacidad elástica de absorber y reconfigurar redirecciona la pregunta por el directo y los dispositivos de acercamiento llevándolo a una zona donde el montaje y la subjetividad exploran en el ensayo audiovisual.

Naomi Campbel también se trata de una ficción-documental cuyo dispositivo central es el cuerpo de su protagonista. Paula “Yermén” Dinamarca es una transexual que busca operarse el cuerpo, para lo cual concursa en un programa de televisión donde el premio es una cirugía plástica. Durante el recorrido, conoce a una mujer inmigrante de nacionalidad colombiana que busca operarse para ser igual que la modelo Naomi Campbell. Ambientada en la población La Victoria, el filme incorpora grabaciones de video casero realizadas por “Yermén” que fueron parte del proceso de investigación documental del filme que luego se incorporaron en el montaje. Junto con ello, el nombre e identidad sexual de la protagonista se mantienen en la ficción, teniendo como punto límite del cruce entre ambos niveles (ficción/documento) el cuerpo, situado como límite y partición, en la dimensión que este se transforma en un lugar de indistinción genérica. Es desde aquí que el filme es un laboratorio entre ficción y documental tejiendo performativamente el género discursivo con el sexual.

Muchos filmes han jugado en los últimos años incorporando el hecho documental a la ficción en términos de estrategia exploratoria, otros filmes que debiesen ser mencionados con más atención posiblemente sean: Y las vacas vuelan (2004), Las cosas como son (2012) y Sin norte (2015) de Fernando Lavanderos, quien ha establecido en cada película un juego de cajas chinas entre niveles de reflexividad fílmica y dispositivos documentales utilizados en argumentos dramáticos con actores; también es el caso de La sagrada familia (2004) de Sebastián Lelio que registra un drama familiar con varios elementos amparados en la improvisación y el registro y desde el ángulo del falso documental (ficción con retórica documental), Los dibujos de Bruno Kulczewski (2004) de Pedro Peirano y Alvaro Díaz.

Dispositivos de exploración

Los filmes que hemos abordado hasta ahora enfatizan, en primer término, una pregunta por el control de la puesta en escena documental, y en segundo, el problema del uso de la estrategia documental en la ficción argumental. Queremos abordar ahora algunos filmes que piensan el documental como un lugar para explorar relaciones de control/ descontrol que podría pensarse bajo la idea de un ensayo documental exploratorio, que rozan pero a la vez abren el juego hacia otros niveles y entre-lugares de la ficción y el documental.

8 cofralandesCofralandes (Raúl Ruiz, 2003)

Un buen ejemplo de ello es el documental de Raúl Ruiz Cofralandes (2003), una película en cuatro partes que ahonda en aspectos de la cultura chilena realizada durante los inicios de la década del dos mil y que configura parte de la obra chilena tardía del realizador. En palabras del propio director, se trata de una especie de “miscelánea” donde “se mezclan evocaciones infantiles de la historia, extrapolaciones a Europa y otras cosas con algunas normas morales, como no hacer entrevistas frontales a modo de TV, todo en cámara subjetiva y donde se mezclen imágenes de todo tipo, a veces filmadas como turista, a veces profesionalmente” (Cuneo, 2013). A decir verdad, la película puede ser comprendida como el ensayo definitivo de Ruiz sobre sus inquietudes respecto a la búsqueda de un “Chile permanente”., retomando aspectos de lo que en la década del setenta llamó “cine de indagación”. Esto lo realiza desde la búsqueda de un imaginario de que aborda con una mirada caleidoscópica y de bricolaje, combinando reflexiones históricas, recuerdos, sueños, situaciones de humor, representaciones literarias, indagaciones etnográficas. Este “bricolaje”  es un método de asociación libre; un montaje aleatorio que propone el encuentro y la memoria espontánea como formas de exploración. El documental explora múltiples entradas jugando con dispositivos y niveles de representación. Por ejemplo, utiliza personajes de ficción para establecer reflexiones sobre el paisaje o la relación con la literatura; o recrea escenas de novelas republicanas con recuerdos de la escuela rural de la década del cuarenta; escenifica sueños, filma archivos, documentos, lugares, y utiliza el sonido con referencias, registros y citas. El “tema” del documental, como vemos, podría ser comprendido como el imaginario local, o el inconsciente histórico, pasando por niveles que van de lo social a lo personal. Aunque no podemos insertarnos de lleno en la discusión sobre la totalidad de la obra del cineasta, lo cierto es que su documental abre una zona de interrogaciones donde la idea del “tratamiento creativo de la realidad” no desdice la dualidad ficción/documental, sino que establece un ensayismo exploratorio que  permite examinar otros filmes chilenos.

9 EL OTRO DIAEl otro día (Ignacio Agüero, 2012)

10 EL VIENTOEl viento sabe que vuelvo a casa (José Luis Torres Leiva, 2016)

Pensemos en el más reciente filme de Ignacio Agüero, El otro día (2012), donde el realizador toma elementos de su obra anterior como el lugar de la ficción presente en documentales anteriores (Sueños de hielo, 1993); la reflexión sobre la mirada documental y el lugar del otro (Cien niños esperando un tren, 1988; La mamá de mi abuela le contó a mi abuela, 2004); o la observación atenta del espacio (Aquí se construye, 2000), ahondando ahora en la dimensión subjetiva del relato y formulando una pregunta desde la trastienda de su hogar como origen y punto de partida para la exploración de la multiplicidad de ficciones, lugares y personajes. En el primer nivel, se encuentra una suerte de “impulso” de ficción (la voz del propio Agüero que busca situar una enunciación en primera persona y un relato biográfico) que se ve interrumpido por la llegada del otro. El documental utiliza el encuentro como premisa del relato. Agüero se interesa por la vida de quienes tocan a su puerta, asumiendo el derecho que él tiene de ir tocar la puerta de quien toca la suya.  Al estar situada en una zona de gran circulación, resulta que a la casa de Agüero llega mucha gente por diversas inquietudes: desde una estudiante que busca trabajo, a un mendigo que pide limosna, pasando por un conocido que tiene un problema de estacionamiento. Todo ello lo lleva a varias casas y lugares en otras zonas de Santiago indagando en la vida cotidiana de cada uno de los personajes. En esta línea se comprende el documental como “lectura de un espacio” (Donoso, De los Ríos: 2015) estableciendo una cartografía de desplazamientos y transformaciones de la ciudad desde una “temporalización” de la espacialidad.

Recientemente, El rastreador de estatuas (2015) de Jerónimo Rodríguez ha desarrollado un acercamiento en un diálogo profundo con esta temporalización de la espacialidad, a partir de una forma-ensayo y la búsqueda de una estatua en diversas plazas públicas de la ciudad de Santiago, Rodríguez nos lleva a la historia errática de un republicanismo local borrado por la amnesia social, desde un montaje elípitico que va de Estados Unidos a Chile. El filme puede comprenderse también como una carta a su padre presente a lo largo del relato.

Por su parte, Ignacio Agüero últimamente, ha sido también actor, apareciendo en algunos filmes de Raúl Ruiz (el mismo Cofralandes) pero sobre todo en los recientes trabajos de José Luis Torres Leiva quien, además, le dedicó un filme completo llamado Qué historia es esta y cuál es su final (2013) donde el mismo Agüero realiza un recorrido personal sobre su cine en conversación con Sophie França, su montajista. Es, además, protagonista del último largometraje documental de Torres Leiva El viento sabe que vuelvo a casa (2016) donde “ficcionaliza” a un director de cine documental que realiza una película. En ella, interactúa con espacios reales —un poblado en la isla de Chiloé, por ejemplo—, mientras la cámara de Torres Leiva registra estas interacciones creando un documental sobre una filmación falsa, que obliga a una observación atenta a los niveles narrativos puestos en juego. Estas interacciones componen varios niveles de autorreflexividad donde el espacio y lo real se filtran, generando un retrato de los pobladores de la isla de Chiloé. En este filme, el dispositivo ficcional es utilizado en provecho de la exploración documental, ya que es comprendido como una zona de profundización en universos sociales y espacios concretos, desde una mirada que abre o re-dispone una zona cualitativa de lo sensible para el espectador.

Dos ejemplos de ello (además de El viento sabe que vuelvo a casa) son Tres semanas después (2010) y Ver y escuchar (2013) del mismo director. El primero consiste en un registro del paisaje del epicentro del terremoto del año 2010, tres semanas después del acontecimiento. En algunas de las entrevistas al respecto del documental Torres Leiva ha insistido en el hecho de realizar una respuesta al tratamiento de los medios frente a la catástrofe, sobre todo vinculado al periodismo en búsqueda de una clara explotación mediática de la víctima, una especie de miserabilismo, donde la retórica del primer plano y la utilización de música sentimental articula una sensación de reparo y alivio del televidente frente a la buena conciencia de un periodismo cívico.[14] El documental puede leerse desde lo que el filósofo Jacques Rancière (2009) ha llamado un “reparto de lo sensible”,  como la configuración de otros órdenes y sentidos para la experiencia. Dejando de lado todo primer plano, la utilización del sonido en bajas frecuencias trabaja el estruendo y la destrucción del paisaje en los puntos neurálgicos del terremoto (Talca, Curepto, La Pesca, Rancura, Ilosa, Duao, Constitución, Cobquecura, Pelluhue, Dichato, Talcahuano y Lota), el filme asemeja un estudio reflexivo sobre la destrucción que funciona desde la omisión, poniendo en primer plano visual la materialidad de la destrucción, compenetrándose en ella a partir de la duración y la temporalidad.

Ver y escuchar, por su parte, es un documental más bien testimonial y algo más clásico en su factura, que ingresa al mundo de la sordera y la ceguera acompañando a un grupo de personajes que testimonian frente a cámara. Y aunque Ver y escuchar es un documental en torno de la discapacidad física, ello parece un punto de partida para empujar a pensar las dimensiones vinculadas al lenguaje, la percepción y la conciencia de mundos que ignoramos. Esta segunda capa, vinculada al sentido, es la dimensión más palpable, física y cuestionadora de cómo hacemos mundo y es en donde el documental piensa su propio silencio y su límite como “medio”, abriendo el trabajo a lo sinestésico, la vocación de expresar un sentido con otro.

En la primera escena ambientada en una orilla del mar en Punta Arenas, dos personajes que padecen de ceguera  (Alejandro y Mónica) generan una conversación con Hans (con dificultades de sordera), mediados por dos traductores de señas. La dificultad pero a la vez el deseo de patente de compartir sus experiencias nos hacen prestar atención a aquello que media entre ellos, en principio lo que los separa (la vista, el oído) luego lo que los une (sus experiencias, el lenguaje, la dimensión de lo palpable, la percepción). El filme intercala escenas filmadas en video con una intervención sobre la imagen, ahora devenida materialidad del soporte. En ellas distinguimos pasos descalzos, naturaleza, flores y se enfatiza el hecho del contacto con la piel. Sin más detalle que ese, el documental invita a pensar en la fragilidad del código. Las acciones del “ver” y el “escuchar” aparecen entonces como las dimensiones excluyentes del sentido por vía de la palabra, el discurso y la identidad, fundamentado en lo que se ha dado a llamar “ocularcentrismo” (Jay, 2003), el régimen del poder que demanda presencia, visibilidad y legibilidad. A cambio de eso, el documental construye figuras de una hospitalidad hacia un otro por venir, a partir de una idea de escucha simbólica que resquebraja el sentido de “captura” e “identificación” de la obra, y apuntan a una dimensión de lo tangible (un detalle no menor es la comunicación vía código táctil con un personaje que padece sordera y ceguera conjuntas).

Estos elementos presentes en estos trabajos de Torres Leiva obligan a reflexionar sobre el estatuto del documental desde sus “a priori” vinculados a la certificación visual y el acontecimiento. Cuestionando la idea de una “ventana transparente”, abrimos acá, la pregunta por los procesos y las materialidades, sentando la base para otros recorridos de corte más bien experimental y exploratorio.[15]

Experimentación

Como punto nodal hemos realizado un recorrido donde la ficción y el documental se cruzan y desencajan, explorando una zona de indeterminación.. Nuestra última estación es la cuestión de los procedimientos formales, las materialidades y procesos, desde un documental experimental, que podríamos decir que tiende a renunciar al dispositivo argumental, a la exposición, y a trabajar desde el soporte, el archivo y la exploración de lo sensible/perceptual.

11 MIMBREMimbre (Sergio Bravo, 1957)

12 el corredorEl corredor (Cristián Leighton, 2004)

Dos antecedentes, en este sentido, son, por un lado, Mimbre (1957) de Sergio Bravo y El corredor (2004) de Cristián Leighton. El primero sitúa en el documental poético un temprano acercamiento a las formas, materialidades y temporalidades del trabajo artesanal, renunciando a la argumentación expositiva y lineal. En el caso de El corredor si bien tiene un dispositivo argumental claro- la vida “mínima” de Erwin Valdebenito (oficinista anónimo y maratonista independiente), el filme promueve una aproximación física al esfuerzo físico y existencial de Valdebenito en una verdadera ascesis que la cámara, el sonido y el montaje buscan ajustar en términos temporales y perceptivos. Pablo Corro (2005), escribe:

No es trivial esta observación, el desayuno y la comida ligera que el protagonista consume con serenidad, mascando lento, dan pruebas de que el documentalista tiene sensibilidad para lo lento, que la lentitud, el reposo, son comprendidos como dimensiones del movimiento. Concurren el ritmo vital del personaje y del registro en esa y en otras acciones para elevarlas a rituales, y confirmar que no se representan en el modo convencional, que alcanzan otro estatuto (2014: 199).

Bajo la idea de Noël Burch de “estructuras de agresión”, Corro (2014) vincula el documental de Leighton con el documental Arcana (2006) de Cristóbal Vicente, en términos de estructuras “exasperantes” que buscan “romper la hipnosis” mediante

cercanías desfiguradoras del objeto, pero paradojalmente, motivadoras de la experimentación sensorial, táctil o mediante duraciones largas, planos sostenidos, encuadres obsesivos, que corresponden a una insistencia de la composición y el registro a través de una inmovilidad tan obcecada que rarifica el objeto y que también literaliza la existencia de la cámara, la existencia del realizador (2014:188).

13 arcanaArcana (Cristóbal Vicente, 2006)

Filmada en blanco y negro y en fílmico (16 mm), Arcana registra el último año de existencia de la Cárcel de Valparaíso, un espacio histórico construido en 1843 que luego pasó a ser un centro cultural. El documental puede comprenderse como un registro exploratorio que busca transmitir la experiencia sensorial de la vida al interior de la cárcel; un documento que busca registrar el sistema carcelario evitando el paternalismo y la miseria, como así también el testimonio a cámara o la denuncia. En palabras de su director “se trata de un filme sensorial, porque la cautela y respeto hacia los personajes muestra que hay un descubrimiento íntimo de las relaciones humanas…el factor sensorial se manifiesta con la observación pura, no con las explicaciones” (2011: XX).

Uno de los aspectos cruciales de Arcana pasa por el aspecto sonoro. El registro sonoro se realizó de forma paralela al registro visual, componiendo una trama investigativa autónoma. La composición de los planos recurre a secuencias temáticas, a la par que el sonido acompaña desde un registro que incluye testimonios, sonidos del lugar y música experimental, una trama polifónica y de capas auditivas. El filme cierra con un plano que se eleva cenitalmente sin corte hasta el cielo, hasta ver la cárcel al centro de la ciudad como si fuese el punto nodal de un laberinto urbano. Arcana compromete la exploración formal y material desde una pregunta por los procesos de indagación documental, recuperando la experimentación desde lo sensible, articulando desde ahí una pregunta sobre la cárcel como institución y el umbral humano de su experiencia cotidiana.

Desde otro ángulo, la experimentación en los métodos de investigación y en la forma documental se ha encontrado presente en la obra tardía de los realizadores Perut-Osnovikoff, a quienes ya hemos mencionado en el artículo, pero establecemos aquí una distinción en una segunda etapa de su trabajo. Podríamos arriesgar la idea que un segundo momento de su obra tiene relación con un giro visual y constructivo. Aquí se ha pasado del registro de la acción gestual en términos de un tiempo del directo (una función aún vinculada al registro de una acción), a la dimensión abiertamente “teatralizante” de la propia visualidad que pasa por la exploración del propio soporte visual como dispositivo técnico y lumínico, la valoración del espacio bidimensional de la pantalla, avanzando hacia una estilización de la que ya se tenía claridad en Welcome to New York (2006),  que se  problematiza en Noticias (2009) y encuentra recientemente en Surire (2015) un claro punto de llegada.

Al respecto de Noticias se trata de un documental que parece de múltiples entradas: aquí se sigue a un grupo de peregrinos que realizan un recorrido a la virgen de Lo Vásquez,  indistintamente a un reportero de crónica roja en un pueblo o un grupo de primates en el zoológico. Frente al lente, las relaciones entre lo primario -el evento- y lo secundario -lo nimio, la microhistoria, el detalle- se deforman y vuelven a poner en relación, siendo un documental donde el tratamiento y la puesta en cámara sobredeterminan lo observado, multiplicando en términos dispersivos el “tema central” del filme.[16] Pablo Corro (2014), por su parte, ha asentado la idea de una “mirada clínica” en su obra:

Lo clínico en la mirada de Perut y Osnovikoff se reconoce en  la práctica del distanciamiento, pero no con la intención epistemológica de descubrir causalidades, sino en el sentido de restituir la vitalidad a los fenómenos, examinando su virtualidad morfológica que, hay que aceptar, contiene la del anonadamiento, la de la disformidad. A través de la mirada clínica era previsible que los documentalistas enmudecieran, descubrieran a los muertos y a los enfermos, tal como era necesario que pasaran por la Historia, por los contadores de historias, y por  las noticias.

Su más reciente filme a la fecha Surire (2015) continúa este camino vinculado a la mirada clínica, la multiplicidad narrativa y la estilización visual, centrándose ahora en un solo espacio. Se trata del salar Surire, zona altiplánica ubicada casi al llegar a la frontera con Bolivia a 4.300 metros de altura. Desde el inicio el filme se sitúa en torno a la exploración de las posibilidades estéticas y técnicas que les permite el registro en una geografía hostil y los mundos animales, humanos y naturales que se encuentran ahí.

En sus primeras imágenes el documental comienza con lo que será una especie de leitmotiv: planos detalle registrados con mucha definición de formas burbujeantes que emergen desde la tierra, burbujas que afloran a la superficie, milimétricas, proliferantes, efímeras, pequeñas atmósferas provisorias que nacen, crecen, desaparecen. A continuación, se presentan ejes que pueden ser comprendidos como capas temporales que confluyen en este espacio: por un lado la vida de una anciana aymara en la mitad de este paisaje, a quien podemos considerar su protagonista, por otro, la violenta extracción minera de Boro, mineral que se encuentra en el salar; por último, la vida natural presente en este lugar incluyendo especies animales. Sin orden consecutivo o lineal, la narrativa de Perut-Osnovikoff es también burbujeante: pasa de lo diminuto a lo grande, del movimiento a lo estático, de la narración a la descripción abordando esto como si de una textura policromática se tratase.

14 surireSurire (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2015)

Si en sus primeras obras trabajaban con la negociación de puntos de vista y una cámara que se establecía fuertemente en el directo, los documentalistas cristalizaron con Surire un tratamiento pictoricista, matérico, donde la superficie del cuadro, la composición y el encuadre son fundamento para generar una potencia que pasa de lo monumental a lo microfísico. Se trata de una película que es un punto de llegada metodológico, de ajuste y concentración de recursos expresivos. El montaje muestra la capacidad de una mirada que pueda ir de lo más pequeño, lo insignificante a lo mayúsculo, del movimiento a lo estático, de lo narrativo a lo descriptivo, en un tratamiento que fusiona y propone como determinante documental la construcción visual y cinematográfica, explorando los límites perceptuales y sensoriales del. Surire es un claro desacomodo con los llamados “discursos de sobriedad” y “grado cero objetivo”.

Insistiendo, y ya casi cerrando nuestro recorrido, con la formación de un corpus vinculado a un documental experimental, podemos hablar de una suerte de “crisis” del estatuto referencial del archivo y una política del remontaje: ahí donde faltan imágenes el documental ha creado archivos; o los ha resemantizado en operaciones de resignificación; o ha explorado en la densa capa matérica de una ruina tecnológica; o los ha reutilizado para dar cuenta de un cierto piso histórico de la mirada; todos temas ampliamente abordados en la discusión local y global (Bongers, 2016; Weinrichter, 2009; Barril, 2014) en los que podríamos incluir películas como Dear Nonna (2005), Remitente una carta visual (2008) y Al final: la última carta (2012) de Tiziana Panizza, El eco de las canciones (Antonia Rossi, 2010); Retrato de Kusak (2004) y Faramak (2001) de Pablo Leighton;  Fernández-Gutiérrez, Ohio 1994 (Rodrigo Marín y Felipe Gálvez, 2012), Muerte blanca (Roberto Collío, 2014) y Mencer ñi Pewma (2011) del artista visual Francisco Huichaqueo, en variantes que atraviesan los campos del cine ensayo subjetivo, la forma epistolar, la representación onírica y la animación experimental.

Experimentación política

A modo de clausura queremos señalar dos filmes recientes que interrogan abiertamente la zona de lo político pero desde un giro exploratorio, subjetivo y experimental. Se trata de dos obras que han abordado el clima social después de 2011 desde diferentes ángulos que registran y amplían en sus búsquedas expresivas las posibilidades del documental.

15 propagandaPropaganda (Colectivo MAFI, 2004)

El Colectivo MAFI ha innovado en la producción y circulación del documental desarrollando cortometrajes documentales que ponen a circular en su página web (http:www.mafi.tv) y que ellos proponen como el desarrollo de un “mapa fílmico” del país (Girardi: 2013).  Estas obras–filmadas rigurosamente con un plano fijo sin corte- pueden verse indistintamente en la web, o en festivales e incluso en galerías de arte, tal como ha promovido su trabajo a lo largo de los últimos años, lo que podríamos decir que se trata de un tipo de producción que incluye la propia circulación, expandiendo los límites habituales del documental. Propaganda (2014) es su primer largometraje y se trató primeramente del registro de las elecciones presidenciales de 2013. El documental registra con un claro sello estético en el tratamiento el plano inmóvil fijo que unifica conceptualmente la imagen, el montaje ideológico y la pluralidad coral de un registro, incluyendo variables como: la diferencia de clases entre las candidaturas, la relación entre política y medios periodísticos, el elevado gasto publicitario, el clima social de malestar. En parte, puede entenderse como un documental sobre “la trastienda” de la política oficial: Propaganda registra movimientos del cuerpo, entonaciones, gestos, palabras, vestimenta, es decir la identidad simbólica de los candidatos políticos, bajo un cuidado marketing, ahí donde la apariencia esconde o trasluce un fondo donde los contenidos -en más de una ocasión- parecen en segundo plano ante tanto ofertón de turno. ¿Qué tipo de política se está construyendo? ¿Estamos ante una política que promueva un discernimiento ciudadano? Desde otro costado Propaganda filma también la dimensión simbólica de la política desde los movimientos sociales, las protestas y el uso de la calle, en una tensión permanente entre la política “oficial” y la de los movimientos. Una política simbólica “sin parte” que eleva estrategias como la intervención pública, la parodia y la consigna reutilizada en el plano del discurso. El documental propone abiertamente una lectura performativa de la política en el espacio público, comprendida en su dimensión de lenguaje y construcción de realidad, contraponiendo partes, analizando ideologías, desmontando y mostrando discursos iconográficos.

Por su parte, el documental ganador de Fidocs 2014 (Festival Internacional de Documentales de Santiago) Crónica de un comité (2014) de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, sigue desde dentro (en una abierta interactiva y de auto-registro de sus participantes) la trayectoria de un comité político formado a partir de la muerte del estudiante Manuel Gutiérrez, ocurrida durante las protestas del 2011. Dos son los personajes centrales: Gerson, el hermano, quien se encuentra prostrado en una silla de ruedas y Miguel Fonseca, trabajador social y promotor central del comité. Radiografía social y rabiosa desde “dentro” pareciera ser que el realismo documental de los directores se encuentre en la transgresión de los límites entre lo público y lo íntimo, ahí donde la famila, la religión, la convivencia poblacional e incluso las situaciones personales de los protagonistas, sus dudas, inquietudes e incertidumbres, entran a formar parte de un montaje cinematográfico que pasa de lo ideológico a una dimensión deconstructiva y subjetiva, apoyando la intensidad que podríamos denominar como el de una inmediatez del registro y el una velocidad de relaciones posibles entre las partes. Más que la distancia objetiva, Crónica de un comité se sitúa al medio de un vector polémico entre lo privado y lo público buscando la contradicción humana inherente a todo movimiento social, haciéndose cargo de una zona subjetiva vinculada a la rabia y la frustración, una denuncia que se toma en nombre y como parte de unas vidas concretas y reales que subyacen ignoradas y sin visibilidad en el ámbito público y social.

Se trata, en definitiva, de un documental expandido que enfatiza la pregunta por la dimensión analítica de la imagen (Propaganda) y otra que enfatiza la dimensión subjetiva y contingente, abriendo el montaje a la interrupción lineal (Crónica de un comité), realizando una pregunta que cruza tanto el experimento cinematográfico, explorando los dispositivos de aproximación así  como las condiciones subjetivas y existentes de la política.

La cinta de Moebius

Hemos querido desarrollar en este artículo una revisión de las transformaciones que el documental chileno ha mostrado en los últimos años, orientando sobre todo una condición problemática de lo documental. Es evidente que la taxonomía llana o la cronología lineal no orientan una pregunta que con insistencia se viene dando desde películas que en los últimos años que exploran alrededor de instancias llamadas “documentales”, pero que sin duda lo exceden como categoría pura, llegando a áreas que podemos denominar “ficción”, “experimental” y que redunda en lo que se ha llamado “no-ficción”. Por la dimensión claramente expansiva, heterogénea y de cada vez más amplio alcance, formulamos este recorrido bajo la idea de un “documental expandido” que busca dejar abierto el camino hacia nuevas formas, soportes y lugares en que esto pueda aparecer y extenderse.

De acuerdo a Yamila Volnovich es necesario comprender la inscripción del cine documental como un “acto de ver” y desarrollar antes que definiciones ontológicas un acercamiento a:

estrategias textuales que inscriben la materialidad del cuerpo de la obra en su propio proceso constructivo, una posición reflexiva sobre el dispositivo técnico de producción de imágenes (2012: 332).

Ello se inserta en la comprensión, entonces, de la especificidad de las imágenes como “actos” y la transformación en el ámbito de las relaciones conocimiento/experiencia, el lugar de la imagen en el conocimiento social, a través de sus estrategias reflexivas, materiales y técnicas.

En ese sentido hemos optado por una estrategia exploratoria que establece relaciones entre distintos materiales y busca definir en estos recorridos áreas que interrogan la naturaleza problemática de la imagen documental. Esta cinta de Moebius entre ficción y documental, recuerda a lo que llamó la atención de los primeros teóricos del cine- la llamada “impresión de realidad”- y la propuesta Baziniana del cine neorrealista desde una estética de la “amalgama”, la obsesión del crítico francés por la duplicación de lo real, y la posterior sospecha en la crítica de la década del setenta respecto de la “ventana transparente del cuadro”.  Entre ambos niveles, como nos recuerda Jean Louis- Comolli, se juega el espectador y el efecto de creencia, un “deseo de ficción” o un “tipo específico de ficción” que se pone en juego en lo documental. Aceptar este hecho aboga por la aceptación de un límite indeterminado (el documental) en un universo (sobre) determinado, el de las imágenes, aquello que definiría según Campo (2011) lo “real” en el “cine de lo real” y el lugar donde, para nosotros, comienza  un trabajo de investigación.

Bibliografía

Barril, Claudia (2014), Las imágenes que no me olvidan: cine documental autobiográfico y (pos) memorias de la Dictadura Militar chilena, Cuarto Propio, Santiago.

Baudrillard, Jean (1993), Cultura y simulacro, Kairós, Buenos Aires.

Bongers, Wolfgang (2010), “Archivo, cine, política: imágenes latentes, restos y espectros en films argentinos y chilenos”,  Aisthesis, 48, 66-89.

Bongers, Wolfgang (2014), “La estética del (an) archivo en el cine de Pablo Larraín”, A Contracorriente, 12(1), 191-212.

Bossy, Michelle /Vergara, Constanza (2010), Documentales autobiográficos: memoria y autorrepresentación, Fondo de Fomento Audiovisual del Consejo de la Cultura y las Artes, Santiago.

Brea, José Luis (2007), “Cambio de régimen escópico: del inconsciente óptico a la e-image”, Estudios visuales: Ensayo, teoría y crítica de la cultura visual y el arte contemporáneo, 4, 145, Ediciones Cendeac, Murcia.

Bruzzi, Stella (2006), New documentary. Routledge, Londres.

Campo, Javier (2011), “Los estudios de cine documental y la cuestión de lo real” Comunicación y Medios, 24. Consultado 05-06-2016 en http://www.comunicacionymedios.uchile.cl/index.php/RCM/article/view/19909

Comolli,Jean-Louis (2007), Ver y poder: la inocencia perdida: cine, televisión, ficción, documental, Aurelia Rivera, Buenos Aires.

Corro, Pablo (2004), “El astuto mono Pinochet contra la moneda de los cerdos”. Recuperado 26-05-2016 en http://perutosnovikoff.com/wp/wp-content/uploads/2009/01/unavuelta_pablocorro.pdf

Corro, Pablo (2009), “Axiografía o el espacio ético en el documental. El caso de Noticias”. Recuperado 1-06-2016 en http://perutosnovikoff.com/2013/09/24/axiografia/

Corro, Pablo (2012), Retóricas del cine chileno. Ensayos con el realismo, Cuarto Propio, Santiago.

Cuneo, Bruno (2013), Ruiz: entrevistas escogidas, filmografía comentada, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago.

De los Ríos, Valeria; Donoso, Catalina (2015), El cine de Ignacio Agüero. El documental como lectura de un espacio, Cuato Propio, Santiago.

Depetris Chauvin, Irene (2005), “Una comunidad de melancólicos: Cartografías afectivas en dos documentales de Raúl Ruiz y Patricio Guzmán”, Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 30, Publicado el 20 enero 2016, consultado el 5 junio de 2016. Disponible en http://alhim.revues.org/5314

Donoso, Catalina (2007),  Películas que escuchan: reconstrucción de la identidad en once filmes chilenos y argentinos (Vol. 21), Corregidor, Buenos Aires.

García, Álvaro (2007), “Un hombre aparte”laFuga, 4. [Fecha de consulta: 2016-05-27] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/un-hombre-aparte/339

García, Cynthia (2011), “Maite Alberdi. Entrevista a directora de El Salvavidas”. Recuperado 26-05-2016 en: http://www.latamcinema.com/entrevistas/maite-alberdi-directora-de-el-salvavidas/

Girardi, Antonia (2013), “Cartografías digitales”, laFuga, 15. [Fecha de consulta: 2016-05-26] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/cartografias-digitales/645

Jacobsen, Udo; Lorenzo, Sebastian (2010), La imagen quebrada/palabras cruzadas. Apuntes sobre el ensayo fílmico, Autoedición, Santiago.

Jay, Martin  (2003), “Devolver la mirada. La respuesta americana a la crítica francesa al ocularcentrismo”, Estudios visuales: Ensayo, teoría y crítica de la cultura visual y el arte contemporáneo, (1), 60-81, Cendeac, Murcia.

Mouesca, Jacqueline (2005), El documental chileno, Lom, Santiago.

Nichols, Bill (1997), La representación de la realidad: cuestiones y conceptos sobre el documental, Paidós, Barcelona

Palacios, José Miguel (2014), «Realismo, recreación y tiempo político en No de Pablo Larraín», Ponencia presentada en el IV Encuentro de Investigación sobre Cine Chileno y Latinoamericano, Cineteca Nacional, Santiago de Chile, 26 de abril de 2014.

Pinto Veas, Ivan (2012), “Entrevista a María Paz González”, laFuga, 13. [Fecha de consulta: 2016-05-27] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/entrevista-a-maria-paz-gonzalez/521.

Pinto Veas, Ivan (2012), “José Luis Sepúlveda, co-director de Mitómana”, laFuga, 14. [Fecha de consulta: 2016-05-27] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/jose-luis-sepulveda-co-director-de-mitomana/607.

Plantinga, Carl (2011),  “Documental”, Revista Cine Documental, 3. Consultado 05-06-2016 en: http://www.revista.cinedocumental.com.ar/3/traducciones.html.

Ramírez, Elizabeth (2010), “Estrategias para (no) olvidar: notas sobre dos documentales chilenos de la post-dictadura”, Aisthesis, 47, 45-63.

Renov, Michael (1993), Theorizing documentary, Routledge, Londres.

Renov, Michael (2004), The subject of documentary (Vol. 16), University of Minnesota Press, Minneapolis.

Richard, Nelly (2014), “Memoria contemplativa y memoria crítico-transformadora”,  laFuga, 16. [Fecha de consulta: 2016-05-27] Disponible en http://2016.lafuga.cl/memoria-contemplativa-y-memoria-critico-transformadora/675.

Ríos, Mónica; Espinosa Hernández; Patricia, Valenzuela, Luis (2010), Cine de mujeres en postdictadura, Ediciones Consejo de la cultura, Valparaíso.

Torres Leiva, Jose Luis (2010), “Y la vida continua”, Mabuse. Recuperado 26-06-2016. Disponible en http://www.mabuse.cl/cine_chileno.php?id=86466

Traverso, Antonio y Crowder-Taraborrelli Tomás (2015), El documental político en Argentina, Chile y Uruguay, de los años cincuenta a la década del dos mil, Lom, Santiago.

Vicente, Cristóbal (2011), Arcana, Van Dieren, París.

Volnovich, Yamila (2012), “Actos de ver”, en Territorios Audiovisuales: cine, video, televisión, instalación, documental, nuevas tecnologías, paisajes mediáticos.  Libralia, Buenos Aires.

Weinrichter, Antonio (2004), Desvíos de lo real: el cine de no ficción, T & B Editores, Madrid.

Weinrichter, Antonio (2007), La forma que piensa: tentativas en torno al cine-ensayo, Gobierno de Navarra, Navarra.

Weinrichter, Antonio (2009), Metraje encontrado: la apropiación en el cine documental y experimental, Gobierno de Navarra, Navarra

Winston, Brian (2011), “La maldición de lo periodístico en la era digital”, en  Amir Labaki y Maria Dora Mourao (eds.), El cine de lo real, Colihue, Buenos Aires.

 

Notas

[1] Dentro de las que destaco los acercamientos de Mouesca (2005), Bossy y Vergara (2010),  Barril (2014), Traverso, A. Crowder-Taraborrelli (2015).  Espinosa, Ríos, Valenzuela et al (2010), así como diversos artículos de los últimos años por Donoso, Catalina (2014-2015), Palacios, José M (2010-2015), Ramírez (2010-2015), Bongers (2011-2015), Veres (2015) y Pablo Corro (2014).

[2] Modalidades llamadas “reflexivas” (Nichols:), “performativas” (Nichols, Bruzzi), “auto-representativas”, “post-verité” (Renov), categorías como “film-ensayo” (Machado, Jacobsen-Lorenzo, Weinrichter),”No-ficción” (Plantinga, Weinrichter)” o características discursivas como la “hibridez” e indeterminación” en el documental contemporáneo- teniendo cada una de ellas virtudes, pero insuficientes para dar cuenta de un fenómeno con lógicas propias y raigambres específicas. Por otro lado, habrá que poner entre comillas el estatuto absoluto de una novedad en una historia de las formas experimentales-documentales situadas en una genealogía que encuentra al documental universitario del sesenta (Cine Experimental Universidad de Chile, Escuela EAC UC), el cine del exilio (particularmente los diarios fílmicos de Marilu Mallet y Angelina Vásquez) y  el video de la década del ochenta (en sus facetas comunitarias, políticas y video-artísticas) claros antecedentes de un terreno fértil.

[3] Torres Leiva hasta  la fecha compone un corpus de 8 largometrajes que se mueven entre largometrajes de ficción y documental, además de una serie de ejercicios exploratorios que podemos definir en una vasta gama desde la video-danza al clip músical..

[4] Documentales como El Charles Bronson chileno (o idénticamente igual)(1976)  de Carlos Flores, Diario inconcluso  (Marilu Mallet, 1983) o  En busca del videasta perdido o Mister Off y el caso de las papas locas (Rodrigo Maturana, 1987), Nostalgias del Far west (Colectivo cabo Astica, 1987), Sueños de hielo (Ignacio Agüero, 1993) por no mencionar los video-ensayos de Juan Downey, Diamela Eltit, Gloria Camiruaga, o los documentales de Sergio Navarro, sitúan antecedentes claros de estas exploraciones entre documental, puesta en escena y ficción.

[5] El documental causó cierto revuelto hacia el año 2004, en el marco de una mesa de debate. Esta mesa fue realizada en el marco de FIDOCS y participaron en ella la Asociación de Documentalistas; el crítico y programador del festival Jorge Morales, vinculado a la revista digital de crítica de cine MABUSE; y Pedro Chaskel, documentalista de la generación anterior a los realizadores. Los documentalistas llevaron a la mesa a Ricardo Liaño, protagonista del filme, quien a su vez se tomó varias veces la escena. Iván Osnovikoff, por su parte, cuestionó en aquella ocasión a los puristas del documental. Luego de ello los realizadores han tenido un claro distanciamiento con el festival.  Esta anécdota sitúa un antecedente importante respecto a varios incidentes posteriores al respecto de los límites éticos del documental cuyo fondo basal sostiene una ideología del medio transparente y el deber social del documentalista.

[6] Pablo Corro (2004) ha propuesto leer este filme desde la retórica de la polifonía y el desajuste: “Los diversos sentires ante el tema y su trato se legitiman y repelen sistemáticamente; las estrategias de la presentación y representación se afirman ambas como posibles pero las dos como parciales. Lo único que se impone de modo unánime es el ruido, el desacuerdo, el gesto, que conforme a la coherencia puntual de las propuestas, dicen más de una urgente necesidad de la expresión que de una eventual locura colectiva. Se trata de una polifonía que señala una simultaneidad de voces que nunca llega a articularse como coro, y que por lo tanto no puede realizar la perspectiva ética trascendental que tienen todos los coros trágicos. Ninguna de las verdades particulares se impone como La Verdad.” Luego agrega: “Desajustados en el tiempo histórico, desajustados respecto de la convención representativa, desajustados entre la gravedad del asunto y el protagonismo infantil y la estrategia del tratamiento subjetivo, el desajuste de los materiales dramáticos y de la retórica audiovisual sólo puede ser considerado como a propósito” Texto recuperado en http://perutosnovikoff.com/wp/wp-content/uploads/2009/01/unavuelta_pablocorro.pdf.

[7] “Me interesa el valor de lo real, pero al mismo tiempo, me preocupa que tenga potencia cinematográfica, que exista libertad total en el montaje, narrativa y una forma audiovisual que realmente represente a los personajes y que genere contenido. Esos intereses claramente me acercaban a la ficción, a un control que esta fuera de la tradición del documental. Mis intereses son en esta y mis futuras películas desarrollar un camino en el cual cuando el espectador se enfrente a mis trabajos no importe si son ficción o documental, lo que importe es el contenido, la historia y su forma, desde un realismo estilizado.” Maite Alberdi En : http://www.latamcinema.com/entrevistas/maite-alberdi-directora-de-el-salvavidas/.

[8] “Para  mí el melodrama era una referencia súper importante, el melodrama latinoamericano, la idea de la teleserie y también un poco los cuentos de hadas. En ese sentido yo sentía que esta película tenía muchos de esos elementos: tenía el padre perdido, la hermana desconocida, el secreto, los nombres cambiados. Cuando contaba la historia la gente me decía que era como una teleserie, pero yo no me sentía dentro de una teleserie. Entonces mi intención era trabajar una especie de metamelodrama, de tomar esos elementos estéticos de los cuentos de hadas, el tema con un puente y los cisnes, hay una búsqueda de la estética de esos referentes, y ese era el desafío, no que hubiera una primera persona que hablara desde el drama o melodrama intrínseco, sino que lo mirara con cierta distancia y esa distancia fue planteada para ser construida en el guión y en el montaje” http://www.lafuga.cl/entrevista-a-maria-paz-gonzalez/521.

[9] Para una discusión política a fondo, ver Memoria contemplativa, memoria crítico-transformad1ora (Richard: 2014) http://www.lafuga.cl/memoria-contemplativa-y-memoria-critico-transformadora/675. Ver también: BONGERS, Wolfgang. La estética del (an)archivo en el cine de Pablo Larraín. A Contracorriente, [S.l.], v. 12, n. 1, p. 191-212, oct. 2014. ISSN 1548-7083. Disponible en: http://acontracorriente.chass.ncsu.edu/index.php/acontracorriente/article/view/1311. Fecha de consulta: 24 de mayo de 2016.

[10] Escribe Palacios (2014): “Además de ser una película acerca de los dispositivos que median nuestra relación con lo real y con la historia política, NO irrumpe cual instalación museística o performance que viene a perturbar las confianzas de los discursos que sostienen nuestro presente, y a incomodarnos, siguiendo el verbo que usa Bongers, incomodarnos con su ambigüedad ideológica y su absoluto desinterés en cualquier juicio político.”

[11] Para Pablo Corro,  el realismo del filme “vuelve ociosa  a estas alturas la querella sobre los límites entre ficción y no ficción” (2014:197), aduciendo que el filme “se ajusta con reparos al cine de ficción, pero a un tipo de ficción interpretada por sujetos reales, que en su mayoría se interpretan a sí mismos, siempre en exteriores e interiores reales, y realizando efectivamente, sin simulaciones, todos los actos que constituyen el filme” (2014:192).

[12] Corro (2014) ha analizado este filme desde la idea de una “estructura de agresión” de Noel Burch; desde la incorporación de  procesos de corporeidad que por lo general son omitidos, objeto de elipsis y fuera de campo en los cines de ficción y no ficción, pero sobre todo desde la ruptura con el ilusionismo  y la ruptura de los límites entre ficción y no ficción.

[13] “Nosotros habíamos estado en esa misma población desde que era toma de terreno, entonces conocíamos a toda la gente. Y en ese marco apareció Rocío, y uno la sintió y la película empezó a irse por otro lado. No se podía hacer nada más. Y era un contexto bien pesado, entre la muerte del niño, el Opus Dei metido entre medio, la manipulación constante de la municipalidad… nos fue difícil encontrar un ritmo. Fue el ritmo que nos fue permitiendo integrar…” Ver entrevista a José Luis Sepúlveda (2011) http://www.lafuga.cl/jose-luis-sepulveda-co-director-de-mitomana/607.

[14] Ver texto de Brian Winston:  “La maldición de lo periodístico en la era digital” (Colihue, 2011). Torres Leiva por su parte escribe en un texto que acompañó la obra: “Pero no me interesé en grabar los testimonios de las personas. Tampoco sabía mucho lo que iba a hacer, pero sí sabía que quería hacer algo con el paisaje. Mostrar cómo estos lugares cambian violentamente, y en qué se van a transformar después. Era una reacción en contra de lo que se estaba mostrando en la tele. Además que, de alguna manera, para mí era más importante tratar de reflejar lo ocurrido a través de los paisajes.” La vida continua en: http://www.mabuse.cl/cine_chileno.php?id=86466.

[15] Hay varias entradas aquí, algunos acercamientos (Depetris: 2015, Girardi: 2014, De Los Ríos y Donoso: 2015) han señalado un giro “cartográfico” y “afectivo” a partir de las obras de Agüero, Guzmán y Torres Leiva; otros el énfasis en la subjetividad, lo biográfico y la narratividad en los procesos de memoria (Ramírez: 2010, Barril: 2014) en películas como El eco de las canciones (Antonia Rossi. 2010), Calle Santa Fe (Carmen Castillo, 2007), Sibila (Teresa Arredondo, 2012), ambas líneas podrían coincidir en un giro hacia lo sensible en el plano de lo documental, elemento que creemos opera en el plano narrativo pero también en las cuestiones del “medio”, “el soporte” y “la materialidad”.

[16] Bettina Perut declaró en su momento: “No es una crítica a los medios, no es una crítica al periodismo no va por ahí nuestra intención. Tampoco es denunciar la situación de los hospitales chilenos, ni a los penitentes que van a la virgen. Nosotros con lo estético hemos querido alejarnos de la formalidad periodística y del documental de denuncia, la intención primaria es acercarse de otra forma a la realidad. Se puede convertir el sufrimiento en algo estético, se puede redefinir el dolor” (2009). http://www.elmostrador.cl/varios/2010/08/26/perut-osnovikoff-y-su-nueva-pelicula-ser-documentalista-es-un-lujo/.

 

Un lector de cine documental. De los inicios a la transmedialidad

Descargar texto

Jonathan Kahana[1]

Traducción de Soledad Pardo

El documental de los inicios: del discurso ilustrado al cine de lo real

trad1

“Documental de los inicios” es un término controvertido, no menor dado que nadie parece ponerse de acuerdo en qué es lo que hace “documental” y “de los inicios” a un documental de los inicios. Llamar “inicial” a algo sugiere que aún no es, o no es plenamente, esa cosa. Al mismo tiempo, agregar el adjetivo “inicial” a “documental” (o “cine documental”) da a entender que debe haber habido un período en la historia del cine documental anterior al que hemos considerado tradicionalmente como el origen del cine documental “maduro”. Estos problemas lexicales aparentemente menores acerca de cómo denominar a los primeros pasos de una forma de arte emergente abren una fuente de problemas mayores para los historiadores y teóricos del cine, comenzando con la naturaleza del documental mismo.

Durante décadas fue una costumbre considerar a los largometrajes de exploración etnográfica de Robert Flaherty, comenzando con su largometraje de 1922 sobre esquimales Nanook of the North (Nanook, el esquimal), como los “primeros” documentales[2] (Nanook ya era el segundo intento de Flaherty de hacer esa película, luego de un accidente casi fatal en la sala de edición con la primera versión. Aunque hubo una proyección pública en Toronto de material de su primera versión). Durante la década del noventa los historiadores del cine comenzaron a ocuparse del problema de qué más podía aprenderse acerca de los primeros años del cine, desde mediados de la década de 1890 hasta la primera década del 1900, incluso con la ausencia de muchas películas de este período que habían sobrevivido. No sorprende que el trabajo arqueológico que realizó este grupo de historiadores, y los descubrimientos que hicieron en las áreas del lenguaje cinematográfico, cultura e industria, hayan producido una reflexión sobre la cuestión de qué era exactamente lo “inicial” –un término que reemplazó el perjudicial “primitivo”– del cine anterior a 1907. Aunque una parte de esta innovadora investigación se dedicó al cine de no ficción, la gran mayoría de los estudios y críticas sobre el cine documental no se vio afectada por ella durante muchos años, porque estaba ocupada en establecer las bases teóricas adecuadas para el estudio del cine documental. Esas bases le darían al documental el mismo status en las discusiones académicas, como objeto de riguroso análisis teórico, que el cine narrativo de ficción había ganado en las décadas del sesenta y el setenta. En ese sentido el estudio crítico del cine documental continuó siguiendo el modelo histórico derivado de John Grierson y su escritura prescriptiva de las décadas de 1920 y 1930, que en ocasiones era despectiva y condescendiente con respecto al cine documental de los inicios y a los directores y espectadores de esa época.

Tomemos, por ejemplo, al historiador de los medios Erik Barnouw y su libro Documentary: A History of the Nonfiction Film (Documental: Una historia del cine de no ficción), probablemente el trabajo más influyente publicado en inglés sobre la historia del documental desde su primera edición en 1974. El primer capítulo de Barnouw, titulado “Prophet” (“Profeta”), establece un período prehistórico del documental, en el cual algunos directores visionarios abrieron el camino hacia Nanook, en una línea virtualmente idéntica a los principios expuestos en el temprano ensayo de Grierson “First Principles of Documentary” (“Primeros principios del documental”). Siguiendo la máxima de Grierson de que el documental cuenta “la historia esencial del lugar”, los inconformistas descritos por Barnouw como proto-directores de documental se aventuraron a salir al mundo –es decir, lejos del escenario y el estudio- para capturar evidencia visible de él. Y en sintonía con la insistencia de Grierson en que los directores de cine documental deberían ofrecer más que la emoción efímera del travelogue comercial o el newsreel, o la instrucción didáctica de la propaganda, los profetas de Barnouw persiguen el conocimiento per se, más que por motivos egoístas de poder o ganancia.

Hace relativamente poco tiempo que una serie de desafíos serios a la idea de que el documental empieza con Nanook ha ido ganando terreno y comenzó a modificar el modo en el que estudiamos y escribimos sobre el cine de no ficción de fines del siglo XIX.

trad2La escritura de Grierson aparece prominentemente en esta sección y en la siguiente, pero a su alrededor aparecen ejemplos de escritos anteriores y posteriores que descubren en las primeras y experimentales décadas del cine documental el potencial para una clase de experiencia bastante diferente al cine concebido por Grierson y consagrado en Barnouw. De estas pruebas alternativas se pueden construir argumentos para sostener puntos de partida anteriores y diferentes para el cine documental, que no tienen que conducir solamente a la explicación madura y autónoma de una imagen de la realidad en movimiento realizada por primera vez a mediados de los años veinte. De hecho, algunas de las tempranas exhibiciones públicas de la vida real en tierras o tiempos lejanos que se describen en esta sección demuestran que algunas características que podríamos considerar centrales para el cine documental provinieron menos de la experiencia de las tecnologías documentales en la pantalla grande -lo que Charles Musser llama «fotografías de tamaño natural que se movieron»[3]– que de las exigencias de los productores, las expectativas y actitudes del público, y la propia situación de visionado (y escucha). En espectáculos históricos, religiosos y etnográficos, en travelogues relatados y en informes enviados a casa desde el campo de batalla en medio del triunfo o la desesperación, los primeros productores, promotores, expositores y espectadores de no ficción pueden haber construido en conjunto la experiencia «documental». En las notas periodísticas y materiales promocionales que difundieron estas escenas de conquista, guerra y la violencia de la vida «primitiva», uno descubre las múltiples promesas que se hicieron para el medio que finalmente conoceríamos como «cine documental». Y en las explicaciones y análisis retrospectivos de estas producciones vemos cómo la capacidad prometida para «transmitir cierta información y afectar al público tanto emocional como intelectualmente», como lo expresa Musser, sirvió a fines ideológicos, políticos y comerciales, así como a los más puros deseos de conocimiento y comprensión universal. Estudiando las proezas del documental popular a partir de este período cubrimos terrenos -actitudes, así como lugares- que pueden parecernos ásperos, extraños y manipuladores; explotaciones en el sentido más pleno. Algunos de los puntos de referencia de este viaje son excesivamente familiares para los espectadores con el más leve conocimiento de la historia del cine documental;  otros – como In the Land of the Head Hunters (En la tierra de los cazadores de cabezas, Edward Curtis, 1914), una fantasía etnográfica construida con nativos de la costa occidental de Norteamérica-  pueden ser conocidos para los especialistas y eruditos, pero en gran medida no vistos, debido a su rareza o fragilidad en el momento de su estreno o desde entonces. La sección finaliza con consideraciones sobre una película bien posicionada por reflexiones contemporáneas y previas para desplazar a Nanook como el primer documental popular exitoso: The Battle of the Somme (La batalla del Somme). Realizado por una agencia de propaganda del gobierno británico en 1916 para documentar esta terrible batalla y promover la guerra, The Battle of the Somme -todavía una película emotiva y difícil de ver- fue vista por decenas de millones de espectadores a ambos lados de Atlántico. Publicidad, propaganda, explotación, entretenimiento, espectáculo comercial: estos usos originales del film de no ficción ahora podrían parecernos abusos, desdibujando la distinción entre ficción y no ficción que consideramos central para nuestra definición de cine documental.

El documental transformado: cruces transnacionales y transmediáticos

El director y productor chino Wu Wenguang, uno de los nombres más destacados del documental internacional de fines del siglo pasado, nos ayuda a trazar un mapa de la distancia que el documental ha recorrido en el curso de esta antología cuando narra una serie de importantes descubrimientos profesionales, revelaciones no menos significativas por su origen en rituales personales banales, en su ensayo “DV: Individual Filmmaking” (“DV: Realización cinematográfica individual”). Wu –quien empezó a hacerse conocido tanto en la escena natrad3cional como en la mundial durante las dos últimas décadas como líder del movimiento de video digital documental chino- se encontró en una encrucijada a principios de la década de 1990. “En aquel entonces”, escribe,

Estaba rodeado por un grupo de personas que usaba el medio cinematográfico para hacer documentales, razonando que sólo de este modo un trabajo podría ser considerado «una película documental profesional» … Cuando comencé a pensar de este modo empecé a desdeñar el video; entonces tuve el motivo perfecto para echarme en la cama y hablar sobre cómo, una vez que encontrara el dinero, haría uno de aquellos documentales conmovedores que también circularía extensamente.

Pero un viaje a los Estados Unidos en 1997 y una  larga visita a la casa del cineasta independiente Frederick Wiseman convencieron a Wu de que estaba yendo por mal camino, y que las nuevas tecnologías de video que por entonces comenzaban a ganar consumidores alrededor del globo podían ofrecerle una salida a su estancamiento. A partir de ese momento, como afirma Wu, no solamente dejó atrás la idea de que el film era el medio documental esencial, sino que también desechó su noción de lo que era una película documental, y cómo hacer una. Así como una vez había perseguido «un solo objetivo, como un cazador», ahora se permitía divagar, siguiendo su cámara. Y esto lo llevó frecuentemente a desiertos o páramos:

Al levantarme por las mañanas me ponía los zapatos, salía de la carpa y orinaba en el páramo, con el aire incomparablemente puro y fresco, y absolutamente silencioso. Algún joven miembro del equipo estaría agachado, no muy lejos, defecando; entonces nos saludábamos: «¡Estás despierto!». En esos tiempos Beijing se sentía realmente lejos. Todo ese arte moderno -realmente muy lejos.

La métrica que utiliza Wu para medir su independencia -su distancia de la ciudad, del mundo del arte, de otras personas y sus cuerpos- apenas habría sido razonable o incluso imaginable para una generación anterior de cineastas como modo de planear un futuro para el documental. No se le hubiera ocurrido a Joris Ivens, o a muchos de los cineastas que se inspiraron con el ejemplo de su extensa carrera, componer un manifiesto para el documental de vanguardia que rechazara la vida urbana, el profesionalismo y las instituciones del arte moderno. «Documentalista profesional» no era una categoría profesional en los años treinta, y es todavía una carrera tan confiable como «explorador profesional» o «mago profesional». Los patrocinadores de Ivens en la industria, los movimientos políticos partidarios y las agencias del Estado de Bienestar tampoco hubieran tenido mucho interés en un cineasta que proponía localizar el espíritu independiente del documental en un baño improvisado en los bosques de la China rural -o en la casa de un cineasta de Boston cómodamente burgués. Pero el perverso método de Wu para encontrar una posición literalmente de base desde la cual declarar la independencia del documental -siendo rigurosamente personal y sometiéndose físicamente al aparato tecnológico- es sin embargo compatible con, al menos, un principio del cineasta documental: repensar la sabiduría recibida. O, para utilizar la jerga crítica: deconstruir.

trad4Para los autores y artistas reunidos en esta última sección el imperativo de deconstruir el documental y sus premisas estéticas, ideológicas y críticas quiere decir varias cosas. Al describir el trabajo de documentalistas políticos en India, al filmar las ruinas de la violencia sectaria promovida por un estado religioso neofascista, Geeta Kapur nos propone notar «una correspondencia tácita entre la tecnología ‘deconstruida’ del video y lo que ahora se percibe y discute como «la nación ya desarticulada». Según Kapur los artistas como Amar Kanwar ejemplifican una nueva clase de práctica documental política, una que propone una «política del lugar» rechazando y refutando los «efectos de nivelación del fenómeno de la no-historia, la no-nación y el no-lugar promovido por la exhibición globalizada y los circuitos del mercado».  Al escribir sobre el modo de la autobiografía en el documental africano Rachel Gabara sugiere, por una vía crítica paralela, que la idea de “individuo” central a esa práctica literaria secular no es un principio universal, y no se traduce a los dialectos cinematográficos africanos tan fácilmente.

Esto no significa que los estudios sobre el documental llevados a cabo por «otros» no occidentales funcionen como conocimiento meramente personal, local, reductible al empirismo no teorizado. Uno puede ver y oír los efectos de historias intelectuales y culturales continentales inestables en los documentales biográficos y autobiográficos realizados por cineastas en la diáspora africana, como el artista británico multidisciplinar Isaac Julien y el magistral ensayista franco-camerunés Jean-Marie Teno. El retrato que hace Julien de Frantz Fanon, del cual hablo en «Cinema and the Ethics of Listening» (“El cine y la ética de la escucha”), establece vínculos entre la memoria, la leyenda histórica, la teoría psicoanalítica y la fantasía de darle a la vida y el pensamiento de Fanon una forma extraña apropiada, una que podríamos llamar in-documental. De modo similar, Teno utiliza los instrumentos básicos de registro documental para enmarcar de nuevo y mirar desde otro punto de vista algún terreno bien conocido.  En «Writing on Walls» (“Escribiendo en muros”) Teno busca metáforas para la cultura del video documental africano en los barrios de Ouagadougou, siendo ignorado por visitantes de esa ciudad que van allí solamente para ver las selecciones oficiales en el FESPACO, el festival cinematográfico panafricano. Junto con otros cineastas representados en esta sección, estos artistas operan en lo que John Hess y Patricia Zimmermann definen en su manifiesto como espacio transnacional del documental. Como su trabajo, que puede ser alegre, complejo y oscuro, estos artistas son difíciles de definir, y para algunos de ellos el término «cineasta» ya no parece particularmente apropiado: muchos trabajan de un modo muy poco convencional, instalando versiones seriales o múltiples de un proyecto en televisión, galerías de arte o Internet. Un miembro de la generación «postsocialista» de artistas documentalistas chinos sobre el que habla Chris Berry en «Getting Real» (“Captando lo real”), Wang Bing, hace películas tan largas y lentas -su film Crude oil (Petróleo crudo, 2008) dura 14 horas- que muy pocos lugares donde de otra manera podrían haber encontrado público pueden exhibirlas o van a hacerlo, y son muy pocos los espectadores de los que se puede decir que las han visto completamente. Algunos, como el célebre director Werner Herzog, de quien Barbara Klinger habla en un ensayo sobre las fronteras del documental visibilizadas por el 3D, usan nuevas tecnologías para revelar viejos problemas del realismo, que se remontan a las paredes de las cavernas más antiguas. Como Wu, que en gran parte ha dejado de hacer sus propias películas para promover el video documental comunitario, algunos evitan la noción de autoría individual para el documental. (Algunos se esfuerzan literalmente por deformarse y transformar sus identidades a través del proceso documental, como el bromista trad5documental Morgan Spurlock, que sube de peso y se enferma con una dieta de comida rápida de un mes de duración en Supersize Me (Súper engórdame, 2004), o los masoquistas de la serie de programas y películas «Jackass», de MTV). En What Farocki taught (Lo que Farocki enseñó, 1997), la película de la que habla aquí Jill Godmilow con Harun Farocki, Jennifer Horne y yo, simplemente rehace una película anterior de Farocki contra la guerra de Vietnam, produciendo la extraña situación de un documental norteamericano en el cual una serie de actores estadounidenses de los años noventa interpreta a actores alemanes de los años sesenta que encarnan a científicos y burócratas norteamericanos que fingen no estar produciendo napalm. La autocrítica es a menudo central en este trabajo, que impugna los mitos modernos del progreso -el universalismo democrático liberal y la globalización financiero-tecnológica- complejizando las identidades nacionales e individuales en las cuales los cineastas opositores podrían haberse apoyado alguna vez para sus contrahistorias y verdades alternativas. Uno podría sostener, desde luego, que el cine documental ha funcionado siempre en las  fronteras entre la ficción y la no ficción, la teoría y la historia, el arte y la política; pero Teno, Julien, Wu, Kanwar y muchos otros documentalistas hacen eso ahora con una mayor sensibilidad frente al carácter móvil de la (auto) imagen, y frente a todos los modos en los que la identidad se ha puesto a la deriva desde sus cimientos. Y estos acontecimientos no se limitan a los habitantes de otros lugares -del tercer mundo, no occidentales, diaspóricos. Es igualmente probable que veamos el yo soberano pixelado en la obra documental de cineastas de estados-nación superdesarrollados como Alemania, Estados Unidos o Israel, donde los realizadores como Herzog, Farocki, Godmilow, Michael Moore y Avi Mograbi han aplicado técnicas de abstracción, sátira, autoparodia y dispersión digital para desafiar la integridad de la conciencia dominante. Aunque hemos recorrido alguna distancia desde el concepto de cine documental con el cual comenzamos esta antología, nos encontramos nuevamente formulándonos la pregunta que provocó su inicio: ¿qué sabemos de las imágenes que se mueven y hablan?

Notas

[1] Introducciones de los capítulos 1 y 7 de Jonathan Kahana (Ed.), The Documentary Film Reader. History, Theory, Criticism. Oxford University Press, New York, 2016. Se agradece al autor y a la editorial la cesión de dichos textos para su traducción y publicación.

[2] Scott MacDonald, American Ethnographic Film and Personal Documentary: The Cambridge Turn, University of California Press, 2013, p. 7.

[3] Musser “The Eden Musée”, 74; nótese que, según Musser, hacia 1896, el año posterior al de la “invención” del cine, la fotografía animada “de tamaño natural” ya estaba perdiendo su poder.

Theory of Obscurity: A film about The Residents (Don Hardy Jr, 2015)

Descargar texto

Theory of Obscurity

La banda de música experimental estadounidense The Residents, fundada en 1969, ha sido siempre un enigma. Sus integrantes mantienen sus identidades en secreto y se presentan en vivo con máscaras y disfraces: la imagen de los cuatro integrantes con máscaras de globos oculares con galera e impecables trajes negros es la más icónica y reconocida. No dan entrevistas, sólo se manifiestan públicamente a través de The Cryptic Corporation, su equipo de management. Además de su música, han explotado tempranamente las artes audiovisuales y electrónicas. La banda fundamenta su obra vanguardista e innovadora en la Teoría de la Oscuridad, acuñada por ellos mismos, según la cual el artista sólo puede crear libremente liberado de las presiones y tendencias del entorno.

Theory of Obscurity: A film about The Residents es el relato de un misterio y de la pasión por el mismo. Una pasión evidentemente compartida por sus artífices: Don Hardy Jr, Barton Bishoff y Josh Keppel, en quienes recaen los principales créditos de este largometraje que se propone retratar una forma alternativa, extraña e insondable de entender la música y el arte en general, un “arte sin artista”.

La narración se sostiene principalmente en diversas entrevistas que reconstruyen, a través de sus colaboradores (algunos de los cuales podrían, sólo tal vez, ser integrantes o ex integrantes de la banda) y sus seguidores devotos: entre éstos sobresalen Les Claypool, (bajista y cantante de la banda Primus) y Matt Groening, experto honoris causa en lo que a la cultura pop se refiere. Además de las entrevistas, la película hace uso de una copiosa cantidad de registros fotográficos, audiovisuales, gráficos y sonoros, en variadísimos formatos y soportes. En esto recae la propuesta de la película: mostrar todo sobre aquello que, a la vez, es imposible de mostrar; aquello que permanece vedado no sólo porque la banda sea inaccesible, sino porque los propios realizadores así lo desean. También hay interpretaciones en vivo de la banda en el presente, en la cual se enfatiza esta contradicción: aún teniéndolos de cuerpo presente, no podemos acceder a ellos. Es así, con la misma soltura y desenfado con la que la banda se comporta arriba del escenario, que afloran preguntas de profunda relevancia para la vida cultural actual: ¿es posible un arte “sin imagen” del artista?, ¿puede el arte enmarcarse coherentemente dentro de un concepto, en lugar de una persona física?, ¿pueden la música e imágenes producidas por la banda subsistir por encima del culto a la personalidad, al no haber imágenes del artista?, ¿y qué significa, en última instancia, que “no hay imagen” de un artista?, ¿existe un artista que no sea una imagen de sí mismo?

La película no ignora las preguntas que suscita. Se posiciona claramente del lado de la “Teoría de la Oscuridad” (la secuencia final, en la cual el cantante agradece al final del show en varias ciudades del mundo, remarca la vigencia y éxito de la banda), pero también ofrece el testimonio de los artistas y diseñadores a cargo de las portadas de los discos y de los diferentes disfraces que The Residents ha empleado a lo largo de su carrera: es decir, los artífices de las imágenes de la banda. La importancia e interés que The Residents le ha otorgado a la imagen en su larga trayectoria se postula, evidentemente, como una de las claves de su éxito, como un elemento clave para su perdurabilidad. La banda constituye, para ellos mismos y para sus seguidores, una conjunción de elementos sonoros y visuales que se aúnan indisolublemente y le dan entidad. Se trata de una concepción del artista que, a la vez que prescinde de su imagen, se rodea de ellas y se desnuda como producido, artificial, vistiéndose con disfraces. ¿Hay menos ocultamiento en cualquier estrella pop, en cualquier actor de cine, en cualquier modelo de cualquier categoría que se presenta a cara descubierta? Como dijimos anteriormente, Theory of obscurity: A film about The Residents simplemente se dedica a mostrar este dispositivo en su más profunda contradicción: muestra todo, pero sin mostrar.

Debe ser por eso que este misterio se demuestra tan estimulante para el cine, arte que la misma banda ha cultivado: únicamente a través de la articulación de los elementos audiovisuales puede manifestarse la mirada de un autor, sin que éste aparezca delante de la cámara; es más, lo más común es que no aparezca. En este sentido, la obra de The Residents es como el cine mismo: una constante tensión entre mostrar y no mostrar, entre mirar y ser mirado, entre ver y no ver. Pudiendo verlo todo, sólo lo que decidimos no mostrar construye nuestra mirada. Sólo eso nos hace artistas.

Andrés Brandariz

Ficha técnica

Dirección: Don Hardy Jr. Producción: Barton Bishoff, Don Hardy Jr, Josh Keppel. Dirección de fotografía: Barton Bishoff, Don Hardy Jr, Josh Keppel. Edición: Barton Bishoff, Don Hardy Jr. Sonido: Philip Perkins. Origen: Estados Unidos, Alemania, Austria, Países Bajos. Duración: 87´. Año: 2015.

 

El Camino de Santiago. Periodismo, cine y Revolución en Cuba (Fernando Kirchmar, 2015)

Descargar texto

El Camino de Santiago

En los primeros días de 1959 en Cuba, el nuevo Gobierno Revolucionario creó el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica –ICAIC- y sancionó la rebaja de los precios para el acceso a las salas en todo el país. Estas medidas casi inmediatas son muestra de la importancia que este nuevo Estado daba al cine. Al año siguiente Alfredo Guevara, presidente del ICAIC, convocaba a Santiago Álvarez para coordinar el equipo del Noticiero ICAIC Latinoamericano cuyas primeras emisiones datan de junio de 1960. Su objetivo era “combatir las imágenes imperialistas” y convertirse, poco a poco, en una escuela práctica de cine, pero, ¿en qué industria se iba a desarrollar todo ese proyecto si en Cuba todavía era inexistente?

En cada uno de los testimonios de El camino de Santiago. Periodismo, cine y Revolución en Cuba está presente la mirada y los deseos del Coordinador del Noticiero ICAIC Latinoamericano que, además, parece condensar la mirada rigurosa, política, atenta y crítica de cada persona, de cada momento, de cada trabajo, de cómo se realizaba aquel informativo y, algunos dicen, también crítica de la Revolución Cubana. Utilizamos el término “crítica” en la acepción casi originaria de la palabra: provocar una crisis para avanzar. Y eso es a lo que aspira este film, provocar una crisis para avanzar en la historia del cine cubano.

La crisis se descubre cuando todas las personas entrevistadas están convencidas de que deben “continuar el legado de Santiago” y llegan a un punto de incertidumbre. ¿Qué significa seguir ese legado?, ¿cómo se puede continuar?, ¿quién es capaz de realizarlo?, ¿qué tiene que ver la Revolución Cubana en su creación? Estas preguntas son las que, desde nuestro punto de vista, buscará responder Fernando Kirchmar. Primero con los testimonios y después con el debate y el trabajo de los ex compañeros y compañeras de Santiago, los estudiantes actuales del ICAIC y finalmente con la gente en los barrios, que son parte del público y también participes de la historia del Noticiero.

A través de esta película es posible entender la importancia que tuvo el Noticiero para el cine cubano, para Cuba y sus habitantes. Se reconstruye la profesionalidad que le daba Santiago a su labor de director, coordinador y referente, y al trabajo de cada compañero o compañera. Santiago Álvarez es reconocido como uno de los realizadores más influyentes del cine político en todo el mundo pero, además, para sus compañeros de camino, es un referente de vida, para Silvio Rodríguez es un intelectual de la Revolución, mientras que para los estudiantes del ICAIC es una suerte de guía profesional constante.

Cine panfletario

En los tiempos en que accedió al poder, la Revolución Cubana se propuso conformar una industria de cine cubano. Simultáneamente se entrecruzaban debates en Cuba y en todo el mundo. Por un lado, sobre la estética de la política y, por el otro, sobre la forma en que se incorporaba la política revolucionaria a la estética cinematográfica. En los años sesenta resultaba imperioso plantear una mirada crítica acerca del negocio del cine, e incluso era necesario encontrar lazos entre los cineastas y las organizaciones sociales. Como consecuencia de ello, había que explorar un lugar entre las vanguardias políticas y las vanguardias artísticas, entre el cine industrial y los modos de construcción de imágenes del cine político. ¿Cómo se produce cine colectivo?, ¿cuál es la relación entre la crítica política y el cine?, e incluso, ¿el cine político debe hablar del cine político?

En ese sentido, no es de extrañar que una de las primeras consideraciones que se escuchan en el film sea la comparación de Santiago Álvarez con el cineasta soviético Dziga Vertov. Muchas veces se los ha comparado por sus formas narrativas o por sus tratamientos de la imagen, pero también debido a que ambos son una referencia ineludible para la lectura de las realidades sociales, educativas, políticas y económicas de sus países. Sus películas y noticieros cinematográficos son también importantes documentos para entender las condiciones de Rusia y su cine y de Cuba y de su cine. Casualmente, además, tanto el cineasta soviético como Santiago, no se habían interesado mucho por la realización cinematográfica antes de ser convocados para el trabajo en aquellos noticieros. Santiago tenía poco que ver con el cine, como lo explica él mismo en este film: “Yo empiezo a hacer cine a los 40 años (…) cuando la Revolución me da la oportunidad es que empecé a hacer cine”. Es la realidad la que los coloca a ambos en un lugar fuera de las normas del cine industrial de aquellos tiempos.

Santiago decía que su cine es “didáctico, informativo y panfletario” y el recorrido que propone el documental busca explicaciones a esa descripción. Kirchmar parece volver a aquellas preguntas que el cine político se hacía a principios de los sesenta e indaga a los propios entrevistados (realizadores de aquellos tiempos y a los de la actualidad) cómo es ese cine: ¿Cómo sería hacer un Noticiero hoy? ¿Cómo sería hacer un cine “didáctico, informativo y panfletario” ahora? ¿Está película lo es?

Nicolás Scipione

Ficha Técnica

Dirección: Fernando Krichmar. Producción general ejecutiva: Alejandra Guzzo. Fotografía y cámara: Dionisio Cardozo. Edición: Omar Neri. Sonido: Juan Carlos Herrera. Musica: Silvio Rodríguez junto al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Origen: Argentina, Cuba. Duración: 103´. 2015.

 

Los problemas clásicos del cine documental no han muerto con la “revolución digital”. Entrevista a Jonathan Kahana

Descargar texto

Javier Campo y Tomás Crowder-Taraborrelli

Jonathan Kahana es uno de los investigadores sobre cine documental más activos en la academia estadounidense. Miembro del Center for Documentary Art and Research y del Departamento de Film and Digital Media de la Universidad de California en Santa Cruz (UCSC), ha publicado Intelligence Work, the Politics of American Documentary (2008) y compilado el reciente The Documentary Film Reader, History, Theory, Criticism (2016) –del cual están traducidos dos capítulos en este número de Cine Documental– además de una gran cantidad de artículos. Nos reunimos con él en su oficina de la UCSC y, en un diálogo cordial, nos brindó su visión sobre el estado actual del campo de estudios sobre documental y las tendencias productivas del cine de lo real.

Para comenzar, ¿podrías describir las actividades del Centro de investigación en arte y documental de la Universidad de California en Santa Cruz?

No había un Centro interesado en cine documental antes de que yo llegara aquí… Llegué a comienzos de 2012. Hay un número importante de cursos especializados en cine documental en mi departamento, Film and Digital Media, una parte dedicados a la práctica de realización y otra a los estudios en documental. Existe un interés en galvanizar lo referido a los asuntos de los documentales y a los procesos fílmicos. Mayormente los cursos eran de grado. No había un programa de posgrado en cine y medios digitales hasta alrededor de 2010 o 2011. Entonces este Centro fue realmente un tipo de experimento en crear ese espacio. Hacia adentro: ofreciendo clases sobre cine y medios digitales. Hacia afuera: trabajando con otros departamentos para poder pensar qué incluir de cine y documental en nuestras clases.

Ha habido series de programaciones con presentaciones y seminarios con artistas visitantes y no tantos académicos. Actualmente estamos tratando de establecer qué clase de Centro queremos y qué clase de actividades se deben apoyar. Tenemos muy poco dinero, lo cual es un gran problema para hacer cualquier cosa en los Estados Unidos. Es una aventura, inclusive en un campus como este, pensado como público, en el que el interés en el documental refleja un real compromiso de las artes para brindar cultura y arte conjuntamente con activismo social y pensamiento político.

Todavía es un campus muy dependiente de la búsqueda de fondos externos para hacer cualquier cosa que no sean las clases comunes. Actualmente no soy el director. Fui el director fundador y abandoné en parte porque estaba frustrado por lo referido a la búsqueda de fondos y el gasto de tiempo que invierte la gente comprometida en el centro para conseguir dinero para que se hagan las actividades. Así que ahora solo soy un miembro del mismo, en una especie de colectivo. No sé si todo esto es un largo prefacio a tu pregunta sobre el Centro, ¿quieren que hable más del Centro? ¿Sobre mi enseñanza aquí?

Sobre el Centro ya ha sido suficiente.

Si, nos interesa también que nos hables de la enseñanza e investigación. Queremos saber qué estás haciendo ahora, que estás enseñando y cuales son tus intereses actuales.

Yo divido mis clases entre las que son de grado y las de posgrado, sobre todo de nivel doctoral. En el Departamento tenemos programas separados, un master en Documental Social (realización en cine y video). Pero muchas de mis clases, en el área de documental, son todas en Critical Studies.

Entonces, enseño mucha historia y teoría a los estudiantes de grado y clases más especializadas a estudiantes de doctorado. Hay una gran discrepancia entre los dos tipos de audiencias sobre lo que enseño de documental. Cuando enseño a los estudiantes de grado trato de darles todo en una clase, porque este es un departamento principalmente formado por gente interesada en el documental, realizadores, artistas, historiadores y teóricos; mucho más que cualquier otro departamento en los que estuve involucrado o que conozca en Norteamérica. Puedo decir, la mitad de la facultad tiene un interés genuino en el cine documental, lo cual es poco frecuente en departamentos que tienen nombres generales como “Film Studies” o “Film and Digital Media”.

Sin embargo, tenemos un solo curso regular ofertado sobre documental en el nivel de grado y, por eso, trato de darle a los estudiantes los conceptos críticos básicos, las maneras de construir sentido que tiene un documental, tal como eso se vincula con lo que ocurre en la realidad, cómo el registro de eventos puede acercarse o alejarse de la verdad. Gran parte del curso lo insumo en tratar de darles lo esencial de la semiotica del documental y herramientas para hacer un análisis formal de la estética y la estructura del documental, sobre todo trabajando con imágenes, pero también un poco con sonido y fotografías. Y en la otra mitad, trato de que recorran la historia del cine documental desde las décadas de 1880 o 1890 hasta la actualidad.

Creo que para los estudiantes y para mí está bien. Aunque es una clase muy compleja, porque se adentra en el análisis formal, como si no hubiese una historia, como si simplemente fuese una forma o un vehículo que en cualquier momento puede elegir un estilo o efecto. Ese es el camino que pensamos tomar gran parte del tiempo y yo estoy siempre preocupado por pensar el factor de lo real, el cual está siempre cambiando y conlleva discrepancias. Entonces, lo que era auténtico o problemático a comienzos del siglo XX es realmente algo distinto en los treinta y en diferentes lugares del mundo también. Incluso en un período de diez años, o de veinte años, hay diferentes efectos de lo que es considerado real, verdadero, porque hay diferentes estructuras. Entonces, empecé a pensar cómo iba a estructurar Documentary Film Reader, mi nuevo libro, allí. Detrás del libro está operando un tipo de pensamiento crítico múltiple sobre qué es el documental, o debe ser. Y se puede tomar cada período, o cada capítulo si hablamos del libro, como particular de lo que ha cambiado con respecto al anterior en cuanto al estilo o la estética. Estoy interesado, tanto en mis clases como en el libro, en utilizar dos perspectivas al mismo tiempo: trabajar con un período que nos pueda iluminar sobre qué es el documental y qué no, cuales son los límites y, desde una segunda perspectiva, tratar de entender las relaciones o diferencias entre las definiciones, en un mismo período u otro.

En los últimos años, en la Universidad de New York, de donde vengo, y aquí, he usado a mis seminarios de posgrado para testear algunas de las ideas de los libros en los que vengo trabajando. Ahora estoy preparando un libro sobre puesta en escena, en diferentes medios y modalidades. Algo sobre documental hay en ello, pero también otros géneros que no son fáciles de reconocer. Entonces, he enseñado una serie de seminarios sobre historia y teoría de la puesta en escena.

Por otra parte, recientemente he estado cada vez más interesado en enseñar sobre la historia y teoría del sonido. El énfasis en cuestiones de sonido en Documentary Film Reader y en mi anterior libro, Intelligence Work, es solo el comienzo de lo que espero sea un profundo estudio sobre el rol de la escucha.

Queremos preguntarte sobre cómo ves el estado de los estudios sobre cine documental. Es una pregunta amplia, pero podés hablar de lo que te parezca más pertinente.

Es dificil de pensar o encontrar una sola cosa para decir, así encapsulada. No sé si es posible hablar de un campo de los estudios sobre cine documental. Pienso que hay algunos hitos, la Conferencia de Visible Evidence por ejemplo, donde uno puede decir que se trata de un evento particular en el que una comunidad de académicos, artistas y críticos se juntan a pensar sobre lo último, bajo el título de “documental”.

Pero inclusive Visible Evidence es un ámbito estrecho, sobre las formas en que el documental viene siendo pensado y enseñado alrededor del mundo. Los estudios de cine documental constituyen un espacio muy disperso en la actualidad. Mucha energía disparada hacia diferentes lugares… Ustedes saben, gran parte de la historia de los estudios de cine documental es no académica. Entonces cuando hablamos de los cambios en los estudios de cine documental académicos, estamos hablando solo de un período muy reciente en la larga historia del pensamiento crítico sobre el documental. Pero pienso que desde que el documental se estableció como un camino paralelo para reflexionar sobre la historia de la representación audiovisual o la historia del cine. Ha habido un gran interés en las maneras en que las nuevas tecnologías y estéticas reviven o renuevan el tipo de cosa que entendemos por “los principios fundantes del cine documental”.

Desde mi punto de vista se ha puesto demasiado énfasis e interés en cómo los protocolos o principios del documental han sido quebrados por la llamada “revolución digital”, sea un fenómeno social, cultural o tecnológico. Entonces, especialmente en un nivel de posgrado, más complejo, de pensamiento y trabajo sobre el documental, se pone mucha atención en nuevas formas culturales y tecnológicas hechas posible por la distribución por internet, socavando el carácter indicial de la imagen. Los cambios presagiados o los que están ocurriendo en las prácticas documentales, en su uso o consumo tienen que ver con, simplemente, cambios superficiales que no generan nuevos modos de representación. Y creo que los problemas filosóficos o epistemológicos del documental no son muy diferentes en esta era, llamada “digital”, que los presentes a principios del siglo pasado o en los treinta.

Estoy mucho menos interesado que mis colegas en las diferencias que introducen las tecnologías digitales a los problemas centrales del cine documental. Continúo sorprendiéndome de que el documental siga siendo un tipo de subconjunto en los estudios de la imagen en movimiento o estudios cinematográficos y que este sea entendido como uno entre tantos… Quiero decir que fue siempre enseñado como un género, y eso fue posible porque se escribió la historia entera de la imagen mediática en movimiento con lo narrativo y experimental como subsidiario de la representación histórica. El documental todavía es entendido, académicamente en Estados Unidos, como un modo de cine suplementario antes que como algo que persistió como una forma industrial o comercial. Y que, por lo tanto, nos llama la atención sobre cómo son consumidas las imágenes y cómo la cultura audiovisual es producida y genera sentidos. Todavía me sorprendo de que aún ese sea el gusto formado por departamentos académicos.

IMG-20151029-00168Vos sabés que el Visible Evidence Conference de 2017 se hará en Buenos Aires. Estamos interesados en conocer su opinión sobre el lugar que ocupa esta conferencia en el campo de los estudios sobre documental.

Cumple un rol muy importante para Norteamérica y Europa Occidental, y se extiende fuera de esos márgenes también, donde el documental es un campo académico de estudio. Cumple un rol muy importante para mantener viva y actualizada la palabra de los investigadores interesados en el cine documental.

Creo que si mirás atentamente la historiografía del documental, como se presenta en The Documentary Reader, hay un tipo de carácter cíclico y especulativo sobre la esencia del documental. Creo que Visible Evidence ha hecho un trabajo muy bueno al reunir a gente de distintos lugares del planeta para discutirlo. Se da ahí una vidriera en la que se presenta lo último y lo más urgente, como para continuar dando respuestas a la pregunta “¿qué es un film documental?” Creo que una de las mayores contribuciones de la conferencia es que ha comenzado a agotar de a poco esa pregunta, para empezar a darnos cuenta de que considerar el documental como un modo particular de discurso menor es reducirlo. El documental como area de estudios es demasiado difuso como para llegar a conclusions certeras en dos o tres días de debate.

Creo que es una conferencia que necesita desintegrarse un poco para volverse un poco más a como era en sus primeros años de existencia, más intensiva para alojar la discusión en pequeños grupos por períodos más prolongados. Lo que estamos haciendo en Visible Evidence ahora es un muestreo recortado de nuestras investigaciones, especialmente realizadas por estudiantes de doctorado, en un número de diferentes programas de posgrado de Norteamérica. Se siente como si se tratase de un tipo de vitrina para breves descripciones que nos habla de los intereses en un lugar o film o problema particular, pero no siento que eso pueda llegar a conversaciones profundas, así no se focaliza suficientemente en cómo renovar los estudios de documental. Pienso que la Conferencia puede hacer un trabajo mucho mejor favoreciendo a pensar el rol que puede desempeñar la enseñanza y la academia en este terreno.

Tomamos nota de ello. Estamos trabajando en la edición 2017 del Visible Evidence.

Pienso que se ha vuelto en una especie de gigante. Será muy difícil que vuelva a ser lo que fue. Sin embargo algo define a Visible Evidence: no es una organización o institución. Se puede decir que es una comunidad. Una “costumbre” de algunas personas. Sería muy duro ir a ese grupo y decir “bueno, hemos decidido volver la Conferencia más chica de lo que ha sido en los los últimos años, porque queremos que pase algo diferente”. Me gustaría que ustedes lo hicieran, pero no me gustaría estar en sus zapatos.

Entendemos eso y lo que querés decir, creo que fue una buena respuesta a la pregunta.

Lo siguiente es que nos dijeras cómo ves el estado de los estudios de cine documental en los Estados Unidos. Pero parcialmente respondiste esa pregunta. Ahora pienso que quizás sería una pregunta más interesante, considerando lo que dijiste antes, que nos comentaras cuál es tu evaluación del cine documental realizado en idioma inglés abierto al mundo. Y luego qué atrae tu atención hoy en día.

¿Quieren decir en cuanto a la producción documental?

Sí, ¿que resuena en tu mente de todos los films que has visto recientemente?

Bueno, he visto un amplio y azaroso rango de cosas ultimamente, y no voy a los festivales. Entonces, soy muy mal juez en cuanto a tendencias. No soy bueno para decir hacia donde está yendo la producción documental. Habiendo dicho lo que dije sobre mi escepticismo en cuanto a los “grandes cambios” que etiquetaron los medios digitales, como la miniaturización del cine documental, o la personalización como emprendimiento, lo llamado “todos pueden hacerlo”… Actualmente no tengo teléfono celular, entonces no tengo esa capacidad que tendría si fuese parte de la mayoría. Pero la capacidad que tiene cada uno para documentar constantemente puede remarcar lo más banal o lo más fascinante de la vida cotidiana. Esto ha hecho al documental un tipo de proceso ubicuo.

También creo que lo más interesante, sea a nivel comercial, profesional o inclusive turístico, que ocurrió en el documental en los últimos diez o quince años, es el regreso a la puesta en escena, a la recreación. Esta es la verdadera espada de doble filo. Esto es algo remarcable, muy interesante, volver a usar todos los tipos de técnicas de la recreación, rescatándolas de la larga historia del documental, cuando ellas no fueron consideradas propias del documental. Sería un comienzo para poder resolver cuando volver nuestro trabajo criterioso y útil, antes que pretender seguir inventando la rueda una y otra vez.

Sin saber exactamente como definir esta “tendencia”, puedo decir que noto un cierto interés por parte de los realizadores y artistas que trabajan en un estilo de documental que a proposito no explican, o destacan, casi de una forma perversa, objetos de observación y fascinación, por sobre su descripción, sentido o contexto (el tan mentado “Sensory Ethnography Lab” en la Universidad de Harvard es uno de los lugares más conocidos preocupados por la “objetividad”, y el espacio contemplativo que este estilo abre para el espectador –que también es un “oyente” en estos films, debido en parte al brillante trabajo de Ernst Karel–, es una de las cosas más llamativas sobre el mismo).

Me gusta esta frase de Borges, “el misterio profesional del objeto”, que he leído del artista argentino Leandro Katz. Paradox (2001), el gran film de Katz, es un ejemplo excelente de este tipo de trabajo, que expone al espectador con intensas imágenes, poco o no explicadas, de objetos fetichistas (totems religiosos y memorialísticos; frutas en proceso de convertirse en mercancías) y deja al espectador todo el trabajo de explicación del poder ejercido por los objetos observados de este modo intensivo.

Hay algunos cortos de artistas polacos contemporáneos, en un sentido fetichista, que encuentro interesantes. Y In Comparison (2009) de Harun Farocki –un film estructural que simplemente “observa” las formas de fabricar ladrillos en distintos lugares del mundo– es otro excelente ejemplo de este tipo de énfasis en el “misterio” de los objetos y las profesiones que hacen un estudio de ellos.

Conjuntamente en estudios y en la realización documental está creciendo el interés en los archivos de imagen y sonido, como un repositorio de imagenes en movimiento y documentos audiovisuales que aún no han encontrado su forma narrativa, o que (como siempre ha sido, al menos desde que Esfir Shub comenzó a trabajar con materiales de archivo) pueden ser resemantizados para generar diferentes explicaciones de eventos históricos.

Para mí el trabajo más interesante con y sobre este tipo de material de archivo es la tarea crítica implicada en el uso de este material para plantear cuestiones, no solo sobre historia sino también sobre historiografía. Por ejemplo, el trabajo de mi colega de Santa Cruz (UCSC), Rick Prelinger: él no es solo una gran fuente –como coleccionista, archivista e historiador– de materiales primarios del tipo de los que nosotros en el campo del documental apenas comenzamos a tratar seriamente –la larga historia del cine institucional, industrial, educativo, amateur y gubernamental del siglo XX–, es además un reinventor de las formas de lectura ilustrada, con sus shows de viajes de materiales visuales primarios. El último film de Prelinger, No more road trips? (2013), es un gran ejemplo de ello: usando películas caseras de las rutas de Estados Unidos traza un viaje a través del país contado con piezas de films amateurs de diferentes formatos. Prelinger incita a su audiencia a interactuar con el material y la proyección, haciendo preguntas o comentarios en lugar de una narración (ausente en el film). Este formato de documental “en vivo” recuerda las primeras sesiones de exhibición de films no ficcionales, algunas de las cuales están descriptas y analizadas en capítulos de The Documentary Film Reader, y de las cuales Charles Musser ha escrito extensamente en muchas publicaciones. Entre las muchas cosas que considero interesantes en No more road trips? está la demostración de que la autollamada “interactividad” no fue originada con la tecnología digital, y no existe solo en relación con la pantalla de una computadora.

Continuando con la cuestión de los archivos, creo que algunas de las investigaciones más interesantes de las que he oído y leído en encuentros de cine documental recientemente (como Visible Evidence, o en tesis de estudiantes de doctorado de programas en cine y medios, de la NYU y UCSC) son los trabajos que extraen de esos archivos lo llamado “cine útil” –cine industrial, educativo, propagandístico, etc. – para trazar un mapa de las relaciones entre ciencias humanas, sociales y de observacion (psicología, sociología, biología, etc.) y el andamiaje del cine no ficcional o documental. Gran parte de la historia del cine documental fue escrita mirando los ejemplos de la producción documental canonizada (a veces confundida como la más frecuentemente difundida de la “tradición documental”). Hay otra historia del uso de la cámara y los dispositivos de grabación para documentar las formas semi o no públicas de la expeIMG-20151029-00169riencia colectiva o social. Y yo estoy investigando sobre el trabajo de esos investigadores (algunos de los cuales tienen una postura crítica) para ayudar a ampliar nuestra perspectiva sobre las vidas pasadas del documental. De vuelta, aquella frase citada por Katz –“el misterio profesional del objeto” – se conecta bien con esta tendencia, dado que se refiere a cada una de las profesiones de observación y los objetos que justifican (y preocupan) a ellos, e identifican en un dialecto hegeliano (en el nivel del postulado del amo y el esclavo) lo latente en el documental y esta analogía con otras disciplinas que se apoyan en interpretaciones sociales y cientificas.

Contanos sobre The Documentary Film Reader. ¿Porqué compilaste este libro?

La razón por la cual decidí que era una prioridad fue por un motivo pragmático y personal de mi trabajo: estaba cansado de preparar, para enseñar documental, una enorme pila de materiales, fotocopias de fotocopias con la páginas resaltadas e ilegibles. Sentí que en algún momento debería preparar un libro así para enseñar el tipo de clases de las que ya les conté: teoría e historia en el mismo guisado. Tuve que confiar en distinto tipo de materiales y me tuve que volver un poco en archivista. En cada cierre de curso fui a mi gabinete y coloqué allí las copias ilegibles y volví a copiarlas de nuevo, esperando dejarlas bien para ir a clase. Entonces pensé, “conozco a un montón de gente a la que le pasa esto”.

Quería algo que le diera a los profesores, comenzando conmigo mismo, un rango de caminos para seducir a los estudiantes, invitándolos a pensar sobre los problemas historiográficos del conocimiento de esta forma que ha rondado desde que la imagen en movimiento fue posible. Para ver trazado, en la extensión de un texto, bloques de repeticiones y cambios. Entonces, la idea del libro vino por el lado de una respuesta práctica al problema de los docentes, que no fue hasta ahora bien resuelto por las editoriales académicas. Como el documental se ha establecido más y más en el campo académico, las editoriales han tomado nota y pedido libros de texto o antologías, ese ha sido el énfasis más reciente. Pienso que la historia del cine se ha dividido, desafortunadamente, entre el documental contemporáneo y lo realizado anteriormente, basada en la creencia de que los profesores no quieren enseñar a los estudiantes cosas remotas de su experiencia cotidiana, historica o culturalmente.

Entonces, me sorprendí de encontrar una serie de editoriales que estuvieron de acuerdo en esto conmigo. Yo quería una coleccion que produjera [en el lector] una suerte de “alienación”, y que le hiciera dificil decir: “Me gusta el documental porque es un estilo común en mi tiempo y mi sociedad”. Busco lectores y profesores enfrentados a estas alternativas contradictorias. No encontré nada, sea en una compilación de ensayos originales o en libros de texto, que tratara igualmente con problemas históricos y teóricos que han cambiado a lo largo de cien o más años.

Has prestado especial atención en tu anterior libro, Intelligence Work, al sonido. ¿También es posible encontrar la misma preocupación en tu nuevo libro The Documentary Film Reader?

Bueno, esta es una historia triste. Escribí un artículo, publicado en Film Quarterly varios años atrás, sobre los films de Isaac Julien y, en particular, su documental sobre Frantz Fanon [se refiere a Frantz Fanon, Black Skin White Mask (1996)]. El objetivo de aquel trabajo fue tratar de pensar si es posible decir que el documental es primariamente un vehículo del sonido con la banda imagen como acompañamiento. The Documentary Film Reader quedó tan voluminoso que tuve que eliminar varios capítulos, que en una situación perfecta podría haber dejado, y uno de los que tuve que sacar fue aquel mío. Pienso que la sección de sonido fue en la que hice más énfasis en el índice del libro, argumentando que los estudios del sonido tienen algo para decir repensando al documental.

El sonido está presente en The Documentary Film Reader de varias maneras, especialmente en la primera sección, que es sobre la edad temprana del documental, o el documental antes del momento en que Grierson decidió que eso se llamaba así. Muchos trabajos de ese primer período, en esa primera sección del libro, tratan sobre la narración visual para la documentación, cuando el relato oral se agragaba luego durante la proyección. Entonces, el énfasis, especialmente representado por las investigaciones más recientes presentes en la primera parte del libro, es el caracter multimedia del documental, especialmente en el período formativo de las primeras dos o tres décadas. En varios sentidos este es un tipo de reflexión indirecta sobre la importancia en que el estudio sobre el sonido tiene para el documental. El énfasis en el documental es una vía de incorporación de diferentes medios, algunos de los cuales tienen diferentes formatos de indicialidad.

En definitiva, no está suficientemente trabajada la cuestión del sonido en el libro, como a mí me hubiese gustado. Si hacemos próximamente una edición revisada, probablemente pueda cambiar eso. Sigo pensando que este tema está siendo muy poco estudiado. Tengo una cantidad de estudiantes, aquí y en New York, y de doctorandos en otros lugares, que están tratando de iniciarse en la investigación sobre el uso de la voz en el documental o los diferentes usos de la música o del sonido registrado. Pienso que cuando esos trabajos comiencen a publicarse tendremos un cambio importante en el campo, o una nueva oportunidad de pensar sobre el dominio del sonido y su textura, la semiótica del sonido, en definitiva.

Tengo una pregunta que me viene a la mente escuchándote. Sé que estás interesado en la idea de la creación de públicos (“creating publics”). Veo que esa es una preocupación en muchos pasajes del libro. ¿Podés hablar un poco sobre lo que considerás “creación de públicos” y por qué estás interesado en ese concepto?

Estoy ampliamente influenciado por el trabajo de Michael Warner, a quien estudié cuando hacía mi doctorado en Rutgers University. Era una persona que estaba trabajando en estudios literarios y en teoría social, quizás extendiéndose en teória de los medios. Me influenció mucho el camino tomado por los estudios literarios ingleses que trabajaron los conceptos de Habermas, la noción de la esfera pública como algo que, una vez posible, en un preciso momento tecnológico, independiente del Estado y de la cultura de la vida privada, florece como discurso y efecto de nuevas tecnologías de representación y especialmente de circulación. Ello conlleva una nueva subjetividad. En la actualidad, como forma degradada, diría Habermas que debemos llamarla “opinión pública”. Creo que esa cuestión ha conformado en mí una idea fuerte del documental como una promesa que siempre se queda corta, de alguna manera, en su potencial, como ficción o proyección de un conocimiento colectivo. Actualmente ese conocimiento no es posible sin la intervención de las nuevas tecnologías en un estado de autodeterminación que se aproxime a la utopía. El documental siempre fue tras esa promesa, pero nunca se entregó de lleno a ella. Estoy interesado en la cuestión que eventualmente Adorno se interesó, cuál es el aspecto transparente del film, la idea que puedes percibir en una representación chata en la que se ha adjuntado sonido.

Podés percibir una idealización del pasado, y sobre esa imagen ilusoria o poco sólida podrías entonces comprometerte en algo que llegara a ser, lo más parecido posible, a un concepto de colectividad activa y autodeterminada. El libro entero, en varios sentidos, es una investigación de todos esos momentos de promesas para el entendimiento nunca totalmente realizadas. Una fantasía histórica que Habermas nos enseñó es siempre especulativa. Es siempre un tipo de experimento. Otra razón por la que he encontrado y encuentro a la “esfera pública” como una idea útil para pensar sobre el documental es debido a que los públicos no son “audiencias”, y la investigación en documental ha estado preocupada, en gran parte de su existencia, en el “efecto” de los documentales sobre audiencias “reales”. Los públicos son, y esto está relacionado con lo anterior, fundamentalmente incompletos, a diferencia del concepto empírico de “audiencia”.

Querés agregar algo…

Si, ¡quiero agregar algo! Cuando estábamos hablando de cuestiones que encuentro llamativas o cosas que quiero pensar mejor, como profesor o investigador o solo como espectador de documentales, dije algo sobre pequeñas formas o formas substandarizadas. Me refería a las realizaciones más interesantes, las que aún renuevan mi interés en la dirección de una representación colectiva o una forma colectiva de pensar, más allá de desacuerdos sobre hacia dónde está yendo el cine documental. Estoy más interesado en el documental como un modo de pensamiento y como provocación para la reflexión extendida, que como forma audiovisual.

El trabajo que recientemente encontré muy interesante es breve, en algunos sentidos un poco rudo, impertinente, del canadiense John Greyson. El ha hecho óperas documentales, trabajos muy lindos, son mis favoritos en el campo. Pero al mismo tiempo, en la última década, ha hecho mucho videoactivismo, disponible en su canal de Vimeo. Ha trabajado en el tipo de realizaciones que quiero analizar en el libro sobre puesta en escena en el que estoy trabajando, muy paródico, haciendo simulaciones y discursos arrebatados sobre temas sociales y políticos indignantes. Por un lado creo que lo que consideramos como el documental establecido se repite mucho, se ha vuelto aburrido. Por eso veo el increíble potencial de las nuevas formas de reproducción para hacer algo con el “documental”.

¿Qué pensás de los videos sobre la brutalidad policial en los Estados Unidos, que tienen tres, cuatro minutos o incluso menos?

Creo que esos son ejemplos del tipo de trabajo que pienso está cambiando el modo en que el documental es entendido, adquiere así un poder cultural, sin necesariamente preocuparse por el campo o estilo particular. Esos videos que están circulando de forma privada, pero que se hacen públicos rápidamente mediante Youtube, y luego en los noticieros televisivos, es un fenómeno viral, pandémico, extraordinario, sin parangón en la historia del documental. Hay mucho trabajo para hacer pensando en el rol de los medios sociales o digitales, más allá del escepticismo de lo ya sabido.

Es un gran final para nuestra entrevista. Te agradecemos mucho.

Poéticas del movimiento. Aproximaciones al cine y video experimental argentino

Descargar texto

Alejandra Torres, Clara Garavelli (editoras), Buenos Aires, Libraria, 2015.

Carolina Soria

Poeticas del Movimiento_TAPAEl libro Poéticas del movimiento se gestó en el interior de la Comisión de Experimentación Audiovisual de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual (ASAECA), a cargo de Alejandra Torres desde 2011 a 2013. A fin de trazar una cartografía de artistas, obras y planteos estéticos generalmente ignorados por los estudios clásicos, el propósito inicial de esta comisión fue difundir —por medio de proyecciones– e investigar —mediante la generación de diversos escritos– las producciones tanto de jóvenes realizadores como de aquellos consagrados en el campo audiovisual experimental argentino. El resultado de los valiosos años de colaboración e intercambio entre artistas e investigadores es esta edición, la cual reúne diversos artículos que, poniendo especial atención en la complejidad definitoria del objeto de estudio, abordan el cine y el video experimental reciente desde las prácticas más institucionalizadas hasta aquellas que recorren los circuitos alternativos.

En el capítulo introductorio, Clara Garavelli y Alejandra Torres problematizan —de manera lúcida y con sólidos argumentos– los conceptos “video” y “experimental”. Parten de una revisión histórica que incluye las experiencias pre-cinematográficas, los primeros movimientos de vanguardia europeos de la década del veinte y sus principales exponentes (Walter Ruttman, Luis Buñuel, Fernand Léger), el New American Cinema en los Estados Unidos en los años cincuenta y su correlato en la Argentina en diferentes períodos. Primero en el cine de Horacio Coppola, Luis Bras y Víctor Iturralde, luego hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta en Marie-Louise Alemann y Narcisa Hirsch, llegando a los jóvenes realizadores y las producciones más recientes que trabajan en formato super 8 o 16 mm y reivindican la materialidad del cine. A continuación, Garavelli y Torres abordan la “experimentalidad” en el video haciéndose eco de las dificultades por definir su especificidad, e indagan en las variadas terminologías construidas desde diversas disciplinas, producto de la persistencia de vocablos como: videoarte, video creación, video de invención y video de artista. El término que eligen las autoras, y el que mejor se ajusta a los propósitos del libro, es el de “video experimental”, en tanto abarca la pluralidad de estéticas y praxis que presenta el corpus analizado (proveniente de diferentes campos) y permite ver un tratamiento de las imágenes y un modo de circulación, exhibición y consumo similares.

Por su parte, al pensar sobre la construcción de narrativas audiovisuales, Gustavo Galuppo postula que tanto el cine como el video experimental replantean los modelos tradicionales (regidos por la causalidad y los efectos verosímiles e inteligibles) y tienen la posibilidad de generar nuevas articulaciones entre la imagen y el texto, entre lo visible y lo decible. Esto es resultado, por un lado de la libertad ligada a los modos de producción y circulación, los cuales posibilitan nuevas formas enunciativas autónomas que utilizan una multiplicidad de materiales heterogéneos y favorecen un régimen de representaciones indeterminadas. Por otro, de la autoconciencia del dispositivo, que significa “la conciencia de esos medios puestos en funcionamiento y la ausencia de fines funcionales a algo más allá de la misma creación” (32). El autor retoma la obra de directores paradigmáticos del cine moderno con el objetivo de elucidar, históricamente, las experiencias en la desarticulación entre la palabra y la imagen y las formas narrativas gestadas de sus inéditos intercambios. Galuppo coloca especial énfasis —siguiendo los razonamientos de Walter Benjamin y Giorgio Agamben– en la determinación excesiva del lenguaje, y concluye con el análisis de varios videos argentinos en donde se manifiesta de manera cabal el modo en que la relación entre lo visible y lo decible se vuelve difusa e indeterminada.

Paula Wolkowicz aborda la escena experimental porteña de los sesenta y setenta, y la delimita con dos grandes grupos: el cine experimental y el cine contestatario. Si bien ambos estuvieron conformados por cineastas de diversa procedencia y presentaron características disímiles, fueron agrupados bajo la nómina de underground, uno de los movimientos más radicales, según la autora, de la historia del cine nacional. Más allá de ciertos rasgos de parentesco con el New American Cinema (referidos a su oposición contra el cine comercial, la apelación a la libertad creativa, el empleo de formatos reducidos y los bajos costos en las producciones), Wolkowicz reconoce diferencias fundamentales respecto de la Argentina, como la ausencia de instituciones y órganos legitimantes y la inexistencia de una red que propiciara un acercamiento entre ambos grupos experimentales.

Mariela Cantú por su parte, emprende la tarea de configurar, desde la categoría de lo experimental, una nueva cartografía audiovisual a partir de prácticas y experiencias de cruces tecnológicos, institucionales y territoriales que proponen sus propios modos de legitimación, eludiendo el camino tradicional del modelo industrial y sus modos de producción y exhibición. Para ello rescata iniciativas tales como el Taller de Proyectores Precarios (TAPP), el colectivo Club del super-8, el proyecto No solo en Cines y Arca Video Argentino —entre otras–, que “experimentan otros vínculos posibles entre realizadores, obras y espectadores” (63).

Sobre las diversas formas de cruce entre experimentación y referencialidad reflexiona Tomás Dotta, a partir del documental de creación argentino contemporáneo y especialmente del análisis meticuloso de la obra de Rubén Guzmán e Ignacio Masllorens. Según el autor, dicho cruce es posibilitado por la inscripción subjetiva de los realizadores en el relato, los cuales exhiben en sus propuestas la reflexión tanto sobre el material filmado como sobre el modo de presentarlo. De los análisis efectuados, Dotta distingue entre el trabajo del documental y aquel que atañe a la experimentación: el primero correspondería a aquella narración de difícil planificación, y el segundo al “modo de construir el receptáculo espaciotemporal que contiene el relato” (72).

El libro presenta también un capítulo destinado al estudio de la participación argentina en los Festivales de Cine Documental y Experimental del SODRE (Uruguay) entre 1954 y 1971. Allí, a través de una minuciosa investigación con fuentes —análisis de los fallos de los jurados, referencias en los catálogos, etc.– Beatriz Tadeo Fuica y Clara Garavelli proponen reconstruir qué se entendía por “cine experimental” en la época. A su vez, las autoras examinan dos casos argentinos —El bombero está triste y llora (Pablo Szir y Élida Stantic, 1965) y Caperucita Roja (Juan Fresán, 1965)– los cuales les permiten, además de analizar las características experimentales desde un punto de vista formal, establecer conexiones con prácticas de producción y exhibición contemporáneas.

Las formas de representación audiovisual de la crisis argentina son abordadas por Raquel Schefer, quien las enmarca dentro de la coyuntura geopolítica como también dentro de un continuum histórico que las une al cine militante de las décadas del sesenta y setenta. La autora efectúa un recorrido histórico del cine militante y de los colectivos cinematográficos, reconociendo, por un lado, el “intento de conciliación del vanguardismo formal y del vanguardismo teórico-político, (…) una tentativa de reimbricación del arte en la praxis vital” (105); y por otro, proponiendo la noción de “forma-acontecimiento” para aludir al terreno donde se condensan el acontecimiento político y el acontecimiento estético.

El lenguaje híbrido de la videodanza es examinado por Mariel Leibovich, quien realiza un recorrido histórico desde sus inicios (1993) hasta nuestros días, reconociendo incluso sus antecedentes a partir de las obras de las pioneras del cine experimental (Narcisa Hirsch y Marie-Louise Alemann), en las cuales la autora identifica un acercamiento a la danza. En la actualidad —gracias a la expansión en la producción y a los espacios de difusión que legitiman este lenguaje– puede pensarse la videodanza experimental, según Leibovich, cuando la experimentación se conjuga en una misma obra a nivel formal, a nivel del trabajo de la danza y a nivel conceptual.

Mario Alberto Guzmán Cerdio revisa y problematiza los conceptos de percepción y narración dentro del campo de los estudios sobre cine experimental a partir de la obra de Silvestre Byrón y Claudio Caldini. El autor señala que no se trata de un “esquema opositivo, sino (de) un espectro de vínculos complejos y particulares” (130) en donde el espectador cumple un rol fundamental a partir de dos tipos de operaciones: interrogar los modos de representación alternativos que el cine experimental propone y comparar los esquemas narrativos que ya conoce.

Brenda Salama se remonta a la diferenciación de los términos experiencia y experimento a partir del desarrollo de la ciencia moderna y postula que en la raíz misma del cine experimental se encuentra el interés, tanto científico como artístico, del hombre por la expansión del conocimiento y la percepción. Tras manifestar que la especificidad del cine experimental radica en ser un arte personal (un experimento posibilitado por la experiencia) que persigue transformar la visión que tenemos de la realidad, la autora analiza las obras de los realizadores experimentales argentinos Sergio Subero, Sergio Brauer y Mario Bocchicchio con el objetivo de explorar el modo en que operan “las relaciones técnicas y expresivas, racionales y espirituales, matemáticas y poéticas” (138).

El capítulo final, bajo la autoría de Andrea Giunta, examina la extensa obra de Narcisa Hirsch, cuyo cine se expresa en un sentido político vinculado con la idea de vanguardia, el cambio de paradigma y la intervención en circuitos no tradicionales. Según Giunta, los lenguajes del cine experimental y del cine político empleaban estrategias similares como el collage y el montaje, elementos que identifica en los films de Hirsch, como en El mito de Narciso (2005).

Cada uno de los artículos que conforman Poéticas del movimiento. Aproximaciones al cine y video experimental argentino constituye un trabajo exhaustivo y riguroso de investigación con fuentes, reflexión y análisis, que hacen de esta edición de Libraria un material ineludible al abordar el cine y el video experimental argentinos. Todos ellos, más que aproximarse, atraviesan su objeto de estudio desde múltiples perspectivas: de la problematización de su conceptualización, su historización, su reflexión como práctica institucionalizada y legitimada, hasta el microanálisis de las numerosas obras experimentales (tanto pioneras como contemporáneas). Asimismo, en los diferentes artículos es posible encontrar, tanto de manera directa como tangencial, reflexiones en torno a la naturaleza de la práctica documental que permiten, por un lado, distinguirla del cine experimental y por otro, indagar en los diversos aspectos que las asemejan: la referencialidad anclada en contextos históricos y políticos específicos, la inscripción del punto de vista de los narradores en el relato, las estrategias escriturales y los modos de producción, distribución y exhibición. Por estos motivos creemos que este volumen constituye un importante aporte para los estudios sobre cine documental argentino al establecer conexiones y puntos de contacto inéditos en la bibliografía existente.

Documentartismo

Descargar texto

Diana Kuellar

Resumen

Aunque documental y arte son prácticas que se han entretejido históricamente, es desde hace veinte años cuando comenzaron a aparecer de manera sostenida exhibiciones de obras fruto de esta hibridación y se establece como una dimensión artística en potencia. Esta forma de arte que presenta como formato final la instalación y su elemento esencial es su contenido político, circula en doble dirección: la de los documentalistas que entran a los espacios del arte y la de los artistas que recurren a elementos documentales en su obra. El siguiente artículo propone el estudio de esta corriente, a la que se le ha denominado documentartismo.

Palabras clave

Arte, documental, memoria, instalación.

Abstract

Even though documentary and art are practices that have been historically interwoven, it is since 20 years ago that exhibitions resulting from this hybridisation started to appear in a sustained manner and they established as a powerful artistic dimension. This form of art that has installation as its final format and its essential element in its political content circulates in two directions: that of the documentary filmmakers entering the spaces of art and that of artists who use documentary elements in their work. The following article proposes the study of this trend, which has been denominated in Spanish as documentartismo.

Keywords

Art, documetary, memory. art installation.

Resumo

Embora documentário e arte são práticas se entrelaçam historicamente, é de vinte anos atrás quando eles começaram aparecer constantemente exposições de obras fruto dessa hibridização e começa a definir-se como uma dimensão artística poderosa. Esta forma de arte tem como o formato final a instalaçâo, e seu elemento essencial é seu conteúdo político, circula em duas direções: os documentalistas que entram nos espaços de arte e artistas que usam elementos documentais em seus trabalhos . O artigo a seguir propõe o estudo desta tendência , que tem sido chamada documentartismo

Palavras chave

Arte, documentário, memoria, instalaçâo da arte.

Datos de la autora

(Diana Patricia Cuellar España). Docente Escuela de Comunicación – Universidad Del Valle, Cali, Colombia. Doctoranda en Investigación de Medios de Comunicación, Universidad Carlos III De Madrid, España. Mestrado em Comunicaçâo e Cultura- Universidade Federal do Rio De Janeiro, Brasil. Realizadora y productora de documentales.

*El artículo es una versión resumida de un capítulo de mi disertación de maestría «Documentartismo. Construcción de la memoria a través del arte. Colombia y Cono Sur (1995-2015)»  entregado y aprobado en enero de 2016.

Fecha de recepción: 30 de marzo de 2016
Fecha de aprobación: 15 de mayo de 2016

 

Documentartismo

«No tenemos que transformar a los espectadores en actores ni a los ignorantes en doctos. Lo que tenemos que hacer es reconocer el saber que pone en práctica el ignorante y la actividad propia del espectador. Todo espectador es de por sí actor de su historia, todo actor, todo hombre de acción, espectador de la misma historia». Jacques Rancière.

Marco inicial

Cine y arte son dos importantes instituciones que han construido su discurso de manera independiente y con pocos puntos de convergencia a través de su historia. El cine, en su forma dominante, tiene el foco de su desarrollo en la narratividad, mientras que el de las artes está en la autonomía de la forma y el despliegue de la auto-expresión. Por este motivo, durante mucho tiempo parecía que el cine no encajaba en los discursos vigentes del arte y su presencia en los museos sólo era posible a costa de disipar su esencia narrativa para convertirse en “materia museable” (Zunzunegui, 2010: 80).  Surge el cine de museo que cambia el tipo de inmersión que bajo las condiciones clásicas de oscuridad, aislamiento y silencio tiene una audiencia cautiva y que nada tiene que ver con el hecho de ver una película en un museo que no tiene idea cuánto tiempo va a estar, en qué momento de la obra se detendrá, qué omitirá y qué repetirá.

A partir de mediados del siglo pasado, con la experiencia de los vanguardistas, dadaístas y surrealistas, y luego con el cine experimental y underground, los artistas pusieron una particular atención al cine. “Desatentos a la funcionalidad narrativa de la enunciación fílmica, su imagen fue para ellos un signo que remitía a una determinada realidad social y a sus valores. Los íconos de la cultura popular apropiados en las obras del pop art, inforequiem nn 2rmaban sobre la sociedad en lugar de representarla” (Alonso, 2001).  Así aparecen conceptos en los que se fusionan los dos mundos: cine y arte; y en colateral una corriente que a partir de la década de 1970 planteó la idea del museo como un espacio vivo. Chris Drake habla de la gallery-film, Jean-Cristophe Royoux del cinéma d´exposition. Durante las últimas décadas ha habido una transformación tajante de estas prácticas y cada vez es más fuerte la presencia del cine en el museo. El artista brasilero André Parente se refiere al “cinema de museo” o “cinema de artista”.

El museo es el espacio donde el cine se convierte en arte, pero al mismo tiempo el que hace que el cine se transforme “en dispositivos extraños, constantemente renovados, hasta desaparecer como tal so pretexto de reinventarse con otros nombres” (Bellour, 2009: 9). Bellour dice que la videoinstalación es el dispositivo donde el artista encuentra la manera de plantear su resistencia a lo que él llama “flujo” (Bellour, 2009), la televisión emitida, pues es una instancia que pertenece en exclusiva a la galería y al museo; donde el espectador se convierte en dueño del espacio, lo que genera una interacción tanto crítica como imaginaria con el cine; esto por las condiciones mismas en las que está expuesto. “El espectador de la instalación es un paseante, tanto más sensible al pasaje entre las imágenes cuanto que su propio cuerpo pasa a veces por la imagen, y que él mismo circula entre imágenes” (Bellour, 2009: 16).  La instalación brinda la posibilidad de reinventar el cine. Abrirse a la virtud infinita de lo que Bellour denomina “el otro cine” para referirse a obras audiovisuales con una impronta cinematográfica presentadas en espacios de arte, haciendo énfasis en la hibridación de lenguajes.  En la instalación, el observador tiene el punto de vista privilegiado que le permite vivir sensorialmente la obra a partir de múltiples dispositivos (objeto, luz, espacio y cuerpo humano) dispuestos en ciertos espacios y en cierto orden o desorden que hace que su nivel de involucramiento varíe. La instalación “por medio de la imagen recupera la escena de una dimensión perdida, la restablece en su tridimensionalidad, creando un espacio penetrable y practicable en el cual nuevas relaciones pueden convertirse en escena” (Duguet, 1988: 228). El espectador se desplaza a su ritmo, cambiando de postura y perspectiva a su antojo, transformándose en actor y autor de la propuesta. La atención puede dirigirse hacia diferentes puntos, las imágenes ser proyectadas simultáneamente en una o varias pantallas y los sonidos provenir de inimaginables fuentes; o simplemente, el receptor puede encontrarse inmóvil frente a una pantalla pulsando un botón y seleccionando el orden de visionado a su gusto. La adopción de estas estrategias no-lineales que en el pasado eran estrategias propias de la experimentación, ubica al trabajo documental contemporáneo en una dimensión fuera de la sala de cine y la televisión.

Los detonantes del documentartismo

El nacimiento y desarrollo del documentartismo han sido estimulados por varias coincidencias históricas. En el ámbito de las artes es importante destacar dos: las crisis de las instituciones cine (black box) y museo (white cube), cada uno por su lado; y la aparición del video que ofrece nuevas posibilidades en la creación y exhibición tanto en el cine como en el arte.

Las crisis

Empecemos con la crisis del cine. Hace décadas éste empezó a sufrir una aparente decadencia que provocó que filósofos, teóricos, críticos y cineastas vaticinaran su “muerte”. Algunos lo llamaron incluso un arte arcaico y en la actualidad se habla de la era del post-cine (Machado, 1997). El investigador español Santos Zunzunegui plantea una crisis de las formas que históricamente ha utilizado el cine para su exhibición. A finales de la década de los veinte se establece la sala oscura como dispositivo en la proyección de película y con esto la experiencia de ver cine se centró en una ritualidad casi mística al interior de la caja negra. La disposición del público y su inmersión fueron afectados por diversos factores como el tipo de proyección, la espectacularización y comercialización del evento, lo que generó también que el cine más intelectual fuera reemplazado por el de entretenimiento. Esto empeoró con el auge de la televisión y el posterior desarrollo tecnológico que hizo que las salas perdieran su monopolio sobre la imagen en movimiento. Las pantallas se expandieron a tal punto que en la actualidad las imágenes “nos asaltan desde cualquier dispositivo tecnológico que, dado su carácter muchas veces portátil, elimina el anclaje que el cine venía teniendo hasta nuestros días con el espacio de la sala de exhibición, para convertirse en un espacio itinerante de carácter crecientementRequiem nne virtual” (Zunzunegui, 2010: 78).

Por otro lado encontramos la white cube que vive su propia crisis. Según el filósofo francés François Dagognet, el museo contemporáneo es “el lugar en la ciudad en donde una sociedad almacena los artefactos que ha seleccionado porque constituyen la trama de su memoria material: la colección que el museo preserva, restaura y aumenta” (Rubio, 2005: 5); y cuyo principal objetivo, según Jean-François Lyotard, es el de “transformar en monumento cualquier cosa” (Rubio, 2005: 6). En el museo los espacios fueron diseñados a fin de ofrecer al observador un recorrido pausado en el que se pudieran apreciar las huellas de la historia y el arte. “El museo habitualmente entregaba al visitante un relato de carácter épico y evolutivo que se consideraba implantado de una vez por todas y que por un tiempo pareciera vivir al margen del desarrollo tecnológico, lo que ha producido cambios  importantes incluso en la idea misma de obra de arte.” (Rubio, 2005: 5).

Al mantenerse fuera de la evolución tecnológica, el museo tradicional entró en declive. Los artistas y curadores de arte contemporáneo se resistían a integrarse a un modelo de exhibición que consideraban anacrónico y comenzaron a replantear su lugar de exposición.  Zunzunegui dice que esto se nutrió, de un lado, «por la creciente desmaterialización del objeto artístico (hurgando en la herida infringida al arte convencional por Duchamp, herida que, como la del Amfortas wagneriano, parece no poder cerrarse nunca) y, de otro, la ampliación irreversible de las prácticas artísticas hacia el acontecimiento, con lo que éste tiene de singular e irrepetible» (Zunzunegui, 2010: 83)

En medio de estas dos crisis surge lo inevitable: una relación bilateral y estrecha entre cine y museo. Una fusión que fue favorecida por la aparición del video, a partir de los años sesenta. Éste “no sólo estableció la presencia de las imágenes en movimiento en las galerías, sino que también desarrolló un repertorio de instalaciones y entornos espaciales para poner en escena dichas imágenes” (Darke, 2000: 163).

La aparición del vídeo

El video se convirtió en un dispositivo que brindaba infinitas posibilidades creativas, a pesar de ser un formato que había nacido sin pretensiones artísticas. Poco a poco el video fue adoptado por un tipo de arte que utilizaba los medios que fueran necesarios para llegar a la forma y contenido que se buscaba en la obra. Como ocurría con el fluxos; un arte que no persigue la idea de la vanguardia como renovación lingüística, por el contrario, procura hacer un uso distinto de los canales oficiales del arte y se separa de todo lenguaje específico. Las obras transmitían una perspectiva inconformista de la realidad y estaban dirigidas a impactar en el público como una imitación de lo intrínsecamente vital. La pasión y el poder innovador de los artistas generaron un cambio profundo en la expresión del arte. En 1958 el artista Wolf Vostell incorporó por primera vez un televisor a una obra, Ciclo La Habitación Negra (1958); una instalación de tres piezas, Deutscher Ausblick1Treblinka y Auschwitz Scheinwerfer, presentada dentro de una habitación con paredes pintadas de negro. Luego, con la obra 6 TV Dé-coll/age (1963) exhibida en la  Smolin Gallery de Nueva York el artista alemán se convierte en el pionero de la instalación y el mismo año con su video Sun in your head (1963) se convierte en pionero del videoarte. Los televisores siempre fueron parte sustancial de las obras del artista alemán y una característica importante de sus instalaciones es que durante la exhibición los televisores siempre emitían imágenes del  momento, lo que le daba actualidad a algo tan efímero como es la instalación. El músico y artista Nam June Paik dio continuidad a esto, trabajando en obras que implicaban la tecnología televisiva: la señal de video y la imagen electrónica. “Paik, junto a un inmenso grupo de artistas, recuperaba también esa historia ausente de más de treinta y cinco años de posibilidades de innovación con el soporte, pero de manera independiente, y fuera de las estructuras corporativas de los canales de televisión” (La Ferla, 2009: 13).

Este tipo de arte buscaba la interdisciplinariedad y la adopción de medios y materiales procedentes de diferentes áreas en función del concepto. La investigadora francesa Anne-Marie Duguet lo explica: “El formalismo suscitado por la obsesión de la especificidad (cada arte sólo debía hacer uso de los medios que le eran propios) y la autonomía de la obra en relación con todo el contexto eran también preocupaciones extrañas al desarrollo del Happening  en los años 50, al Pop Art y después a la Nova Dança, al Performance y al Arte Minimalista” (Duguet, 1998:221). Para las artes visuales contemporáneas el lenguaje no es el fin, sino el medio para una noción renovada del arte, entendido como “arte total”. El uso del video se convierte en un elemento fundamental a la hora de exponer la idea del artista.

Es por el hecho de poder exponer el propio proceso de producción de la imagen, es por trabajar su ficción en un espacio real. Como el objeto del arte minimalista, la imagen es puesta en un situación y no pasa de un término en una relación que pone en juego conjuntamente la máquina óptica y la electrónica (una fuente de luz, una cámara y un monitor o proyector) el ambiente o una arquitectura específica y el cuerpo del visitante retomado en la imagen o simplemente implicado en la percepción del dispositivo (Duguet, 1998: 228).

Vanguardia y realidad

En los años veinte, aunque lejos de la narrativa, las vanguardias excepcionalmente utilizaron objetos que representaban directamente la realidad. “La vanguardia privilegia la imagen cinematográfica por aquello que ella tiene de «visión directa», sin mediaciones, y por lo que tiene de especial frente a la visión natural.” (Xavier, 2008: 132). Entre esas excepciones encontramos obras de Léger, Richter o Eggeling que tomaron imágenes del mundo para ponerlas en estructuras de significación no realistas. “En el lenguaje tomado de Jakobson, la función referencial o denotativa del signo dará paso a funciones como la expresiva y la poética. En ejercicio de esas funciones, el mundo histórico continúa siendo mirado, pero ahora lo es de una manera distinta de la habitual.” (Silva; Kuéllar, 2015: 29).  E. Barnouw, a propósito de trabajos de artistas experimentales como los mencionados antes, dice:

Al principio, sus experimentos parecían muy alejados del género documental, pero luego adquirieron un elemento documental. Estos artistas a menudo filmaban objetos familiares  «fragmentos de la realidad actual», para decirlo en la jerga de Vertov, y los utilizaban como base de sus movimientos interrelacionados. Llevaron pues las ideas de Vertov a su última conclusión. El artista comenzaba con la actualidad y luego creaba su propia síntesis expresiva (Barnouw, 1996: 68).

oscar muñozEste fenómeno de migración ocurre con la producción de obras independientes cuya estructura no encaja en la sala de cine tradicional ya sea porque requiere de otro tipo de relación con el observador, o porque presenta un reto creativo que se resuelve en la especificidad que brinda la white cube.

Es así como el cine de no-ficción moderno regresa al museo: muchos de sus formatos actuales —el ensayo, el film-diario, algunas variantes del modo performativo, el fake, el cine de metraje encontrado— simplemente no encajan dentro de las categorías vigentes para la grande o la pequeña pantalla y así acaba siendo expulsado de la institución […]. Todo ello no hace sino repetir el movimiento de rechazo anterior, producido históricamente dentro de la propia institución documental, para este tipo de prácticas anómalas (Weinrichter, 2004: 63).

Las vanguardias descubren en su relación con el cine nuevos caminos para la imagen cinematográfica. La toma de distancia con respecto al sistema de representación hegemónico y la exploración con la imagen de otras funciones lingüísticas, quizás sean los más notorios. Son caminos que, sin duda, tienen repercusiones tanto en el lenguaje del cine como en su dimensión política, por lo que respecta a la determinación de la sensibilidad en la sociedad mediática. El vanguardismo de los años veinte acaba con la crisis económica que desembocaría en la guerra. Para entonces el cine, en particular el documental, sería utilizado como instrumento de  propaganda y combate.

Hoy en día, de las vanguardias sobreviven la pulsión de explorar las alternativas estéticas que ofrecen los materiales y la construcción de formas no codificadas.  En los ochenta, Gilles Lipovetsky dijo: “la vanguardia ha llegado al final” (Lipovetsky, 2007:119). Posiblemente así fue si se mira desde la persecución incansable de lo absolutamente nuevo, pero no desde el punto de vista de continuar trabajando con las técnicas y las formas; sin que esta disposición signifique el deseo permanente de reinventar y refundar una tradición artística y un orden político. Según la tesis de Lyotard, el impulso que subyace a lo nuevo, aunque haya cambiado de sentido, no ha perdido sentido. Esto lleva a pensar que, si no la totalidad de su espíritu, sí algunos rasgos de las vanguardias se han prolongado en prácticas artísticas posteriores. Así, algunos de estos rasgos se encuentran en corrientes y productos localizables en el trazo del documental. El artista estadounidense Andy Warhol durante los años sesenta rompe los paradigmas del arte experimental al involucrar elementos propios del documental; además, altera las convenciones sobre la duración de una película, pues filma y exhibe en tiempo real. De sus obras se destaca la conocida trilogía Antifilm (A. Warhol, 1963) y la película Empire (A. Warhol, 1964) con una duración de ocho horas, donde muestra el edificio Empire State de New York en blanco y negro filmado desde una misma perspectiva entre las 8:06 p.m. y las 2:42 a.m. en un día de verano.  En este contexto las vanguardias artísticas jugaron un papel decisivo en la revelación del modo cómo la realidad podía ser reproducida con imágenes con el fin de lograr efectos estéticos y artísticos. Ismael Xavier afirma que

Hablar de las propuestas de la vanguardia significa hablar de una estética que, para ser precisos, sólo es antirrealista por ojos encuadrados en una perspectiva conformada en el Renacimiento o porque, en el plano narrativo, es juzgada con los criterios de una narración lineal cronológica, dominada por la lógica del sentido común. Finalmente, todo y cualquier realismo es siempre una cuestión de punto de vista, y significa la movilización de una ideología cuya perspectiva delante de lo real legitima o condena cierto método de construcción artística (2008: 132).

Del documental al documentartismo

Las cualidades de los momentos únicos e irrepetibles de la realidad se replantearon a partir del momento en el que el cine pudo capturar instantes de la vida para proyectarla una y otra vez en otros tiempos y otros espacios.  La posibilidad de dar cuenta, de traer, de llevar y de repetir las proyecciones, la pérdida del aura de Benjamin, instauró nuevas prácticas, nuevas sensibilidades, nuevos oficios: una nueva tradición. «Esta tradición es la del cine que se detiene a mirar el mundo. A mirar lo que sucede. En un lugar cercano, alejado o en el propio. Un cine que se hizo explicativo, casi didáctico, que revela y enseña algo a los espectadores» (Siva, Kuéllar, 2015: 19)

Los artistas llevan el cine al museo y muchos de ellos utilizan elementos propios del documental en sus obras unificando dos discursos que se consideraban disidentes; uno directo, científico y/o histórico, que es el documental; y otro que privilegia la no utilización de objetos del mundo real, como una representación directa de dicha realidad.  De acuerdo a otros teóricos contemporáneos Renov sostiene que todas las formas discursivas, como lo es el documental, si no son ficcionales, por lo menos son ficticias (Renov, 1993: 8), por eso la ficción y no-ficción son dos categorías que no pueden ser analizadas por separado, son jerarquías que por naturaleza cohabitan, pues hay desplazamiento de elementos característicos de una y de otra. El documental al ser un género que logra representar más fielmente la realidad, en su permanente evolución como expresión artística va sorteando problemas de veracidad y verosimilitud a medida que experimenta en sus modos; pasó por diversidad de modalidades estéticas y narrativas, incluyendo la del deseo que expone Renov (1993); fue reflexivo, expositivo, fue subjetivo, con narrador, en primera persona, ensayístico, filosófico; es un género que permite la re-escritura de lo ya representado.

Es aquí donde se inscribe nuestra fascinación por la no ficción. Es un cine que parece heredar la vocación reflexiva del cine de la modernidad (o, ya lo hemos dicho, del propio cine experimental) y que incorpora sus mismas estrategias. Es un cine que descubre nuevas formas más allá de los límites marcados por su propia tradición y que, de rechazo, ejerce una crítica de la misma. Un cine en fin del que, antes de extraer ninguna otra generalización, cabe decir que ha generado un corpus rico y variado que va por delante de la historización (Weinrichter, 2004: 63).

Liberado de las teorías y modalidades en las que se había determinado lo que es y no es documental, este género se expande y de esta manera “el artista no tiene por qué acercarse a él para tomarlo como objeto, crear un contexto nuevo, etcétera; le basta utilizar sus hallazgos para demostrar que todavía se puede producir un discurso sobre el mundo” (Weinrichter, 2006: 258).

Arte contemporáneo y realidad

En la fusión de arte y cine se incorpora el concepto documental como una herramienta valorada en el mundo artístico de las últimas décadas por varias razones. Principalmente porque es el medio por el que se ha logrado representar el mundo histórico. Los artistas están en la búsqueda de implementar una estrategia de autenticidad que permita a la obra entrar al ámbito social-realista y lograr mostrarse lo más diáfana posible. Ahí surge una contradicción, pues la transparencia vista desde la objetividad es lejana de la relación entre política y arte; en este caso, entendiéndose política como una postura crítica frente a una realidad, el uso de elementos documentales le brinda a la obra de arte una especie de aval que legitima.

PAZ ENCINALas formas documentales como herramientas de autenticidad (Steyerl, 2011) son la puerta de entrada de las obras artísticas a la esfera de lo social y lo político, una especie de prueba que evidencia un contacto orgánico del autor con la realidad que representa y hay “una autentificación en el ámbito del arte mediante el cultivo del mito rousseauniano de que existe un arte activamente incrustado en las comunidades y prácticas locales, que no se ha visto corrompido en absoluto por ningún mercado artístico que lo genere primero a través de su demanda” (Steryel, 2010: 244).

Al ser el cine documental un género o sub-género cinematográfico, resulta esperable el surgimiento y definición de este género también en su amalgamiento con el arte.  Esta rama de “cine-arte” con énfasis en lo documental es el documentartismo. Hito Steyerl afirma que en las últimas décadas el uso de estrategias documentales es uno de los rasgos más importantes del arte contemporáneo, y luego precisa que este fenómeno de inmersión del arte en lo documental no solo se genera a través de producciones de carácter reflexivo y experimental, las que al fin y al cabo es natural que tengan su lugar en un museo, sino de documentales en el sentido estricto de la palabra, piezas de carácter didáctico y realista.

Cineastas en el museo

Es en 1993 cuando la belga Chantal Akerman se convierte en una de las primeras cineastas establecidas que fusiona documental y museo en la instalación artística derivada de su película D’est (Ch. Akerman, 1993). La instalación fue renombrada D’est. Au bord de la fiction (Ch, Akerman, 1993) y expuesta por primera vez en París en la Galerie Nationale du Jeu de Paume en 1995.  Akerman retrata de manera poética la vida íntima de Europa del Este tras la desintegración de la URSS y explora situaciones históricas específicas. Las imágenes de la cineasta belga plantean un análisis sociológico, antropológico, casi filosófico de la estética de una sociedad en el sentido político. Con su cámara hace un recorrido por rostros y grupos de personas que ella describe como un “mundo desorientado, con esa impresión de posguerra en el que cada día vivido parece una victoria.”  Es una obra que arroja una mirada atenta a los modos en que la esa realidad está internalizada en los sujetos y sus entornos, en las impresiones cotidianas y en los paisajes. “La singularidad y el indiscutible acierto de la película residen en gran parte en su duración; por su lentitud tan peculiar parece distenderse y sumergirse en el algodón nevado del invierno, igual que esa sociedad petrificada en el inmovilismo soviético y aún a salvo del consumismo que la iba a meter de lleno en el mundo globalizado” (Royoux, 2007: 112).

D`estLa instalación de Akerman está dividida en tres partes.  En una primera sala se proyecta la película D´Est (Ch. Akerman, 1993) en las condiciones habituales de una sala clásica y en su versión completa. En un segundo espacio, hay ocho grupos de tres monitores instalados sobre módulos a la altura de los ojos, donde se presentan loops de tres minutos libremente asociados a partir de motivos formales como el color, movimientos de cámara o por personajes. El espectador se desplaza en un espacio no centrado y puede detenerse con libertad delante de cada tríptico. Así, reconoce o redescubre imágenes y fragmentos de secuencias de la película cuyos efectos audiovisuales son amplificados por el montaje y por las modificaciones de la banda sonora: la narración, o lo que se recordaba de ella, parece estallar una vez más en una infinidad de micro-acontecimientos. La sala sólo está alumbrada por la luz tenue y parpadeante de las imágenes. En otra sala contigua desde un monitor colocado en el piso se escucha la voz de la directora preguntándose por la aventura del rodaje. Sobre la imagen de un detalle amplificado hasta la abstracción, Akerman recita en hebreo el texto del Éxodo que aparece en el Antiguo Testamento, y un fragmento de texto reelaborado de la sinopsis de la película. Es una manera de presentar la película, es como si se hiciera una disección de la producción, revelando lo oculto de las imágenes, el origen y el fin de la representación, la estructura interna de la cineasta.

D’Est es la representación de un mundo detenido llamado a desaparecer y una forma inédita de mostrarlo. Pues al hacerlo así -ya que se trata del Este y de su fin, del fin de la Guerra Fría y de la oposición entre bloques, del fin del siglo XX- podemos decir de la película de Akerman que es la primera de la nueva era posthistórica. La primera película rodada antes de la perfecta consecución de la globalización terrestre. Y su instalación sin desarrollo, que va del desfile de imágenes al desfile de espectadores ante las imágenes, pone de manifiesto este nuevo orden al cortocircuitar de manera radical el dispositivo de la proyección (Royoux, 2007: 112).

D'estEsta primera instalación documental fue exitosa. Al poco tiempo los cineastas uno tras otro empezaron a exponer sus propias instalaciones con un marcado perfil documental: Chris Marker, Jean-Luc Godard, Agnes Varda, Alexandr Sokurov, Raymond Depardon, Raúl Ruiz, Harun Farocki; se destaca la coproducción entre el CCCB de Barcelona y el Centre Georges Pompidou de París con la exposición Correspondencias fílmicas (2011), un proyecto en el que se exhibe la correspondencia filmada entre seis parejas de cineastas: Abbas Kiarostami y Víctor Erice; José Luís Guerín y Jonas Mekas; Isaki Lacuesta y Naomi Kawase; Albert Serra y Lisandro Alonso; Jaime Rosales y Wang Bing; y Fernando Eimbcke y So Yong Kim. “Si el cine está llamado a transformar el museo tanto como está llamado a verse transformado por él, será mediante el énfasis en lo que tiene de diferente con el arte que se alberga en aquel” (Zunzunegui, 2010: 84).

 Artistas en el cine

Desde la otra orilla2, la de los artistas, en la década de los noventa los elementos documentales empiezan a integrarse a la obra. La artista alemana Hito Steyerl dice:

Entre el realismo biopolítico y la reflexividad ociosa, entre el conceptualismo documental y la lectura precisa de miradas e imágenes y la negociación ético-política de sus demandas de verdad existe una gran diversidad de  enfoques documentales, los cuales no sólo se articulan a través de variadas documentalidades, sino que también representan diversas formas de política de la verdad. Si bien son precisamente las cuestiones de la verdad, la ética y la realidad las que se han visto cada vez más excluidas de la teoría en los últimos veinte años, ahora están resurgiendo bajo una nueva forma debido a la emergencia de las obras documentales en el espacio artístico (2010: 249).

Las proml_04_Shirin Neshat_1200puestas de la videoartista iraní Shirin Neshat tienen como base la realidad social de su país y una estrecha relación con el cine. Trabaja en torno a la oposición visual y conceptual de los mundos enfrentados en Irán, como hombre/mujer, individuo/colectividad, tradición/renovación u oriente/occidente. Aunque la yuxtaposición de pantallas rompe la narrativa clásica, en sus instalaciones existe una linealidad que las acerca al lenguaje cinematográfico clásico. En su trilogía: Fervor (S. Neshat, 2000), Turbulent (S. Neshat, 1998) y Rapture (S. Neshat, 1999), la iraní logra trascender el tiempo (eternidad) y el espacio (universalidad), utilizando la alegoría a través del relato histórico. Estas obras son el resultado de su viaje a Irán después de muchos años de vida en el exilio; tras la revolución islámica, se encontró con una sociedad transformada. La artista, bajo la idea de que “el arte es nuestra arma y la cultura nuestra forma de resistencia”3, plantea una serie de interrogantes que buscan favorecer el diálogo, incluso desde la misma propuesta estética, y decide no plantear un debate político sino más bien filosófico que tuviese un trasfondo crítico, y utiliza como herramientas la fotografía y posteriormente la vídeo-instalación y el cine. En Turbulent4 (S. Neshat, 1998) pone en evidencia la perspectiva distante de la artista que ha vivido lejos de su cultura. En una sala se enfrentan dos pantallas que proyectan en blanco y negro. En una de ellas se ve un hombre cantando ante un público atento, mientras que en la otra está una mujer cantando de espaldas a la cámara y frente a un auditorio vacío. Esto hace referencia al hecho de que en Irán las mujeres tienen prohibido cantar en público.

En Rapture5 (S. Neshat, 1999) se enfrenta de nuevo el mundo masculino y femenino. La artista sobrepasa la imagen cliché que existe en el mundo occidental sobre las mujeres iraníes sometidas por turbulentel islam. Por el contrario, muestra su poder. La esencia que hila la historia, es el viaje que hace un grupo de mujeres a través del desierto para llegar al océano, teniendo como testigos un grupo de varones que  las observa desde una muralla.

Por último, Fervor6 (S. Neshat, 2000) es una historia de amor en la que se muestra la perspectiva de la relación hombre y mujer en un país absorbido por el fervor religioso. Lo que los separa los une, lo que los une los separa. Como en las anteriores instalaciones, aquí trabaja la pantalla dividida; sin embargo el video propone una narración lineal con principio y fin. De esta manera Shirin Neshat conjuga cine, realidad y arte con un objetivo subversivo, potenciando el desarrollo narrativo en sus obras.

Latinoamérica

En algunas proyecciones de la película argentina «La hora de los hornos» (1968) de Fernando Solanas y Octavio Getino, se exhibía un cartel que decía “Cada espectador es un cobarde o un traidor”. Este es un ejemplo de algunos encuentros entre el cine documental y la instalación en Latinoamérica. La artista alemana Hito Steyerl en su clase magistral titulada “¿Es el museo una fábrica?” (2011) pone este ejemplo como el comienzo del desplazamiento del cine político al museo en Latinoamérica. Pero es partir de los noventa cuando las galerías y museos latinoamericanos, al igual que los europeos y estadounidenses, ven en el cine y en particular el documental una manera de potencializar sus espacios. Lo que antiguamente distanciaba los dos mundos empieza a diluirse y así, en instituciones como el MALBA de Buenos Aires, el MAM de Río, Museo de Arte Moderno de México, el cine empieza a tener una presencia fundamental. Inicialmente con los ciclos o muestras cinematográficas, luego con exposiciones hechas por y para cineastas.

En la década de los noventa, dentro de un marco mundial en el que surgen fuertes políticas y culturas para visibilizar la verdad, abstenerse del silencio y ante la escasez de historicidad de la época de los regímenes de terror en Latinoamérica, surge en nuestras naciones la emergencia de reconstruir la memoria de esa época y mirar de frente el pasado reprimido y traumático para dejar testimonio desde una perspectiva reflexiva sobre las realidades violentas contemporáneas; una responsabilidad que, entre otros, asumen los artistas y cineastas. Como lo afirma Rancière, la consecuencia de la crisis del arte, la imposición del espectáculo y la muerte de la imagen indican que “el terreno estético es hoy en día el lugar donde se produce una batalla que antaño hacía referencia a las promesas de la emancipación y a las ilusiones y desilusiones de la historia” (Rancière, 2002: 10).

El discurso sobre la memoria rompe las fronteras y surge una política que exige justicia y reparación y una fuerte labor de construcción de la memoria. En América Latina, después de muchos años de silencio, éste se rompe y los países se ven enfrentados a ver y reconocer su propia historia, saliendo a la luz los abusos de poder de los Estados y sus consecuencias. Los estamentos encargados de escribir la historia se ven en crisis y es cuando otras fuerzas alternas entran en acción con el compromiso de plasmar la memoria de lo acaecido el siglo pasado. Artistas e intelectuales empiezan a desarrollar proyectos y trabajos que invitan a la conmemoración y reflexión de realidades presentes y pasadas en torno al tema de la violencia, el conflicto armado, el totalitarismo y los desaparecidos. En Latinoamérica las torturas, asesinatos y desapariciones han sido los principales objetos de trabajo de los documentartistas. En la orilla de los cineastas encontramos el trabajo de  la argentina Albertina Carri, Operación Fracaso y el Sonido Recobrado (2015) que reúne tres instalaciones audiovisuales y dos sonoras que evocan la historia de su padres desaparecidos; y la paraguaya Paz Encina que con su obra Notas de Memoria (2012) se toma la ciudad como escenario y establece una relación especial con el observador, a quien estimula a realizar un ejercicio vivencial sobre los hechos ocurridos durante el régimen militar que terminó hace veinticinco años. Estas instalaciones presentan una importante labor documental de compilación y remontaje de material de archivo y proponen una distribución espacial particular que invita al observador a detenerse ante las imágenes del pasado y a reflexionar sobre ellas.

En la orilla de los artistas nos encontramos con la obra Réquiem NN (2013) del colombiano Juan Manuel Echavarría en la que toma como punto de partida una práctica social a través de la cual los habitantes de Puerto Berrío recogen los cadáveres arrastrados por el río Magdalena y que han sido desprovistos de toda identidad, los adoptan, les ponen un nombre y les dan sepultura. La obra representa esto por medio de hologramas de las tumbas que se van transformando. La dupla Dias & Riedweg (Brasil – Alemania), quienes a través de sus instalaciones invitan a los observadores a reflexionar sobre mecanismos de inclusión y exclusión social en obras como Servicios internos (1995), Devotionalia (1994-2002), Belo é também aquilo que nâo foi visto (2002) y Funk Staden (2007). El artista argentino Iván Marino ha mostrado especial interés por la exploración de los fundamentos del lenguaje audiovisual aplicados a nuevos formatos de instalación con un alto contenido documental.

Salirse de los circuitos del control industrial del arte y el cine en Latinoamérica ha permitido el surgimiento de espacios de libertad que desarrollan una posición radical de confrontación, su exclusión es proporcional a su libertad, no solo creativa, sino política. Las obras que buscan decir algo más encuentran su espacio natural en estos lugares, convirtiéndose en obras de resistencia. El crítico alemán Boris Groys habla de estos nuevos espacios de expresión artística en su concepto del diseño total (Groys, 2008) que plantea un mundo donde «la totalidad del espacio social se transformó en espacio de exhibición».

Durante las últimas décadas el documental ha irrumpido en todos los espacios posibles, mostrando su capacidad sin límite de mutación y dislocación; con el documentartismo al tener la instalación como formato de exhibición las posibilidades de experimentación son múltiples, pues exige un nuevo tipo de inmersión en la que plantea la reconstrucción total de la propia obra por parte del observador. Cada obra es una reinvención de la realidad y cada espectador un reinventor de la obra. “Ahora valoramos su (la del documental) capacidad hermenéutica para profundizar en una realidad cuya esencia no culmina necesariamente en lo visible” (Catalá, 2010: 35).

Bibliografía

Alonso, Rodrigo (2001), Fuera de las formas del cine: Experiencias de Cine Expandido en Argentina, EINCITED. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

Catalá, Josep (2010) «Panoramas desde el puente: Nuevas vías del documental», en Weinrichter, Antonio (ed.). Doc. Documentalismo en el siglo XXI, Festival Internacional de Cine de Donostia, San Sebastián

Barnouw, Erik (1996), El documental. Historia y estilo, Gedisa, Barcelona.

Bellour, Raymond (2009), Entre imágenes. Foto. Cinema. Video, Colihue, Buenos Aires.

Darke, Chris (2000), Light Readings. Film Criticism and Screen Arts, Wallflower, Londres.

Duguet, Anne Marie (1998), «Dispositifs» en Vídeo Communications N° 48. Paris, Tradução de Fernanda Gomes

Groys, Boris (2008), «Self-Design and Aesthetic Responsibility« en  Frieze Art Fair, Londres.

La Ferla, Jorge (2009), «Relecturas. Convergencia y multiplicidad audiovisual» En La Ferla, Jorge (Ed.) Cine (y) digital. Aproximaciones a posibles convergencias entre el cinematógrafo y la computadora, Buenos Aires, Buenos Aires.

Machado, Arlindo (1997), Pré-cinemas e Pós-cinemas, Papirus, Campinas.

Rancière, Jacques (2002), La División de lo sensible, Consorcio Salamanca, Salamanca.

Royoux, Jean-Christopher (2007), «Co-existencias. Cuando el cine de Basilio Martín Patino se expone», en: Martín, Carlos (Coord.). En esto consistían los paraísos. Aproximaciones a Basilio Martín Patino (Catálogo). Centro José Guerrero, Granada.

Rubio, Jaime (2005), El museo y la virtualidad, Universidad Nacional, Colección Sincondición, Bogotá.

Silva, Manuel; Kuéllar, Diana (2015). Documental (es) Voces… Ideas. Cali: Programa Editorial Universidad del Valle.

Steyerl, Hito (2010) «Políticas de la verdad. El documentalismo en el ámbito artístico», en: Weinrichter, Antonio (Ed.). Doc. El documentalismo en el siglo XXI. Donostia: Festival Internacional de Cine de Donostia-San Sebastián.

Weinrichter, Antonio (2004). Desvíos de lo real. El cine de no ficción. Madrid: T&B editores.

Weinricheter, Antonio (2006), «Bocados de realidad: Notas sobre el documental en el museo», en catálogo, MEIAC (Museo Extremeño Iberoamericano de Arte Contemporáneo) THE FACE AND THE FACE, Badajoz.

Xavier, Ismael (2008), El discurso cinematográfico. La opacidad y la transparencia, Manantial, Buenos Aires.

Zunzunegui, Santos Díez (2010), «Alianza y condena. El cine y el museo» en Secuencias: Revista de historia del cine. N° 32, Madrid

Zunzunegui, Santos Díez (2011), Metamorfosi dello sguardo. Museo e Semiotica, Nuova Cultura-Collana di Semiotica, Roma.

Notas

  1. https://www.youtube.com/watch?v=KJq9eh6QsBg
  2. Antonio Weinrichter en la Conferencia «Pasajes de la imagen. ¿Se puede exponer el cine?» en Slowtrack, en 2013, plantea la idea de las dos orillas: “hay un río que es la imagen y en una orilla estamos los de cine, a veces sube la marea y nos vamos quedando con menos territorio y en frente están los de arte, que tienen sus problemas también pero que parece que no les anega la corriente.”
  3. https://www.ted.com/talks/shirin_neshat_art_in_exile?language=es
  4. https://www.youtube.com/watch?v=VCAssCuOGls
  5. https://vimeo.com/65972620
  6. https://vimeo.com/77076334

 

El documental migratorio en la cinematografía española: Balseros y En Construcción

Descargar texto

Eduardo Tulio Baggio Rafael Tassi Teixeira

Resumen[1]

El artículo explora los procesos de movilidad transterritorial y la intersección con los sujetos de los desplazamientos desde la perspectiva de las relaciones entre reflexibilidad estilística y condición errante en dos documentales corales en la historia de las películas migratorias: Balseros (Carles Bosch y Josep Maria Domènech, 2002) y En Construcción (José Luis Guerín, 2000). Ambos revelan la portabilidad migrante y las ficciones de origen, tanto en la sociedad de hospedaje como en los lugares de partida. La temática migratoria está establecida en las narrativas de los sujetos de la migración, sus dramas cotidianos, márgenes de la sensibilidad que hacen explícita la diacrítica de significados.

Palabras clave

Transculturalidad; narrativas inmigrantes; documentales migratorios; cinema ibero-americano; cinematografía española

Abstract

The article explores the transterritorial mobility processes and the intersection with the displacement subjects from the perspective of relations between stylistic reflectivity and errant condition in two corals documentaries in the history of migration films in Spanish context: Balseros (Carles Bosch and Josep Maria Domènech, 2002) and En Construcción (José Luis Guerín, 2000). Both films reveal the migrant portability and the fictions of origin both in the hosting society as in (multiple) departure places. The immigration issue is established in the narratives of the migration subjects, their daily dramas and small strangeness, sensitivity margins tighten the diacritical meanings.

Keywords

Transculturality;  immigrant narratives;  migratory documentaries; iberoamerican film; spanish cinematography

Resumo

O artigo explora os processos de mobilidade transterritorial e a intersecção com os sujeitos dos deslocamentos desde a perspectiva das relações entre reflexividade estilística e condição errante em dois documentários corais na história dos filmes migratórios: Balseros (Carles Bosch e Josep Maria Domènech, 2002) e En Construcción (José Luis Guerín, 2000). Ambos revelam a portabilidade migrante e as ficções de origem tanto na sociedade de hospedagem como nos lugares de partida. A temática migratória está estabelecida nas narrativas dos sujeitos da migração, seus dramas cotidianos, margens da sensibilidade que explicitam a diacrítica de significados.

Palavras-chave

Transculturalidade; narrativas imigrantes; documentários migratórios; cinema ibero-americano; cinematografia espanhola

Datos de los autores

Eduardo Tulio Baggio. Doctor en Comunicación y Semiótica por la PUC-SP con la tesis “De la teoría a la experiencia de realización del documental fílmico”. Líder del grupo de investigación Cine: Creación y Reflexión (UNESPAR/CNPQ), miembro coordinador del GT La Teoría de los Cineastas de la AIM (Asociación de Investigadores de la Imagen en Movimiento) y profesor del curso Cine y Vídeo de la Universidad Estadual de Paraná (UNESPAR). baggioeduardo@gmail.com

Rafael Tassi Teixeira. Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid (2004). Profesor del Programa de Maestría y Doctorado (PPGCOM) en Comunicación y Lenguajes de la UTP/PR y Profesor Adjunto de la UNESPAR\FAP (Sociología del Arte y Estudios Culturales). Actualmente, es Vice-Coordinador (desde 2014) del Programa de Posgrado en Comunicación y Lenguajes (PPGCom\UTP). rafatassiteixeira@hotmail.com

Fecha de recepción: 29 de abril de 2016

Fecha de aprobación: 24 de mayo de 2016

 

En Construccion (José Luis Guerín, 2000) es una película documental pensada en el abordaje observacional, a pesar de usar también imágenes de archivo y situaciones de interacción entre el equipo de realización y los intervinientes. Paralelamente a su carácter de “observer” (Barnouw, 1983: 231), la película se aproxima a la ficción cinematográfica en una confusión premeditada y esencial, ya que al conducir la construcción de la mise-en-scène el director nos coloca ante una metáfora poderosa con el universo que aborda, una especie de mise-en-abyme metafórica.

El carácter de observación de la película acaba por generar un alto grado de transparencia en el discurso cinematográfico (Xavier, 1984), sugiriendo al público que la intervención por parte de los realizadores es baja. Se trata de una búsqueda por la exención ante los hechos que son objeto del abordaje documental. En la tradición del cine documental hubo películas que fueron radicales en este sentido; preconizaban que “el autor nunca debería interferir en los acontecimientos, no hacer uso de comentarios ni de entrevistas, ni de subtítulos, ni recurrir a la reconstitución de los hechos”. (Penafria, 2004: 210). El caso de En Construcción es más sutil, especialmente porque hay una propuesta transitoria entre documental y aspectos de ficción.

En_construcci_n-444221627-largeAl transitar, en algunos momentos, entre lo que es propio del documental y lo que lo es de la ficción, el filme nos posibilita mirar hacia sus estrategias de abordaje. Esto tiene lugar, por un lado, cuando tenemos una “decopauge” típica de una ficción narrativa, como en algunos diálogos de la joven pareja protagonista (una prostituta  y un albañil marroquí), donde se encuentran presentes elementos como la proximidad espacio-temporal y la fracción de la escena, características de lo que se conoce como el montaje clásico del cine ficcional (Costa, 2006:44). Por otro lado, una secuencia con imágenes de archivo, montada como en la primera escena de la película, nos ofrece una postura típicamente documental.

Esta escena de abertura es un buen ejemplo de cómo pueden ser potentes las imágenes de archivo, inclusive en un documental como En Construcción, donde apenas tenemos esta secuencia con este tipo de imagen, con poco más de un minuto de duración. Sin embargo, esta secuencia es reveladora de la propuesta de la película, de la idea orientadora de abordar un proceso de alteración en un barrio de Barcelona y en las vidas de las personas que viven allí. Nos presentan las aserciones históricas del barrio de Raval a través de estas imágenes en el momento en el que aparecen y son articuladas por el montaje de la película, ya que, en principio, “una imagen de archivo es una imagen indescifrable y sin sentido hasta que no sea trabajada en el montaje” (França;Lins; Rezende, 2011: 57). Por tanto, el sentido dado por el montaje, fundamental en cualquier película, gana un valor más destacado en En Construcción, que nos conduce por la alternancia de las secuencias que abordan los diversos personajes y sus hábitats.

En diversas secuencias de la película prevalece el carácter de observación, bastante común en el cine documental desde los años 50. Al comienzo del documental hay una escena en la que un señor parece que está siendo grabado sin darse cuenta, mientras está solo en una calle y habla sobre la diferencia de la urbanización de Londres con relación a Barcelona. Otras escenas siguen el mismo patrón de observación casi voyeurisitica, con figurantes que parecen no darse cuenta de que les están grabando. Otros están claramente conscientes de que están siendo grabados en sus acciones del día a día, que serán parte fundamental del enredo que alterna las pequeñas narrativas cotidianas con la gran narrativa de la construcción, siempre manteniendo la distancia de observación.

Pero es en otro tipo de registro, el tercero que forma la estructura de la película, en el que encontramos algo relativamente inusual y que trae la originalidad y contundencia para el documental. Se trata de la organización de la mise-en-scène en pro del destaque de algunos personajes, en especial el de una pareja bastante joven. La forma en la que son abordados e incorporan la narrativa general del filme sugiere una ruptura, un lugar propio para que puedan desarrollar su micro historia que se relaciona con la película como un todo, pero al mismo tiempo manteniendo la distancia. Exclusivamente para esta pareja existe un sentido casi ficcional al ser grabados en un régimen de “decoupage” muy particular, en el que sus acciones y diálogos son enmarcados por encuadramientos pensados para que puedan seguir cortes específicos en la edición y transfieran esta otra dimensión fílmica dentro del propio filme.  Hay un distanciamiento en relación a los otros personajes que queda demostrado por la interacción de la pareja con los otros.

Uno de los aspectos más originales de la película de José Luis Guerín está justamente en el hecho de que su estructura multifacética, entre varios personajes, sigue una alternancia típica del cine clásico, en su estilo “altamente codificado”  (Bordwell, 2005: 298), pero sin que estos persoanajes presenten, necesariamente, relaciones directas entre sí. De esta forma, tenemos una narrativa que usa principios de lenguaje de causa y efecto, en su paralelismo, pero sin que esta lógica causal se aplique al sentido narrativo, de relacion entre los personajes. Lo que los unes es el edificio en obras.

En un análisis minucioso de Longi Gil Puértolas, existe la constatación de que En Construcción no puede ser pensado de forma estructural de comienzo, medio y fin, sino que necesita ser entendido en sus personajes y sus relaciones con el edificio, el barrio y la ciudad, los cuales constituyen un ambiente más que un tema. Puértolas considera que la película contiene siete tramas: A – prostitutas del barrio chino; B – Atar y sus amigos; C – Juan e Iván; D – Juan Manuel y Sonia; E – Juan López, los albaneses y los niños; F – Abdel Aziz, Santiago Segade y Abdelsalam; G – agente inmobiliario y los nuevos vecinos (Puértolas, 2010: 31). Entre ellos, las distancias de los orígenes étnicos, geográficos, económicos y sociales, como entre un inmigrante marroquí con formación académica y un gallego realista y alcohólico (Penafria, 2011: 252).

El cine cumplió un papel, como escribe D`Lugo (2012: 16), determinante en la contraofensiva del discurso de xenofobismos imaginarios sucesivos. En Construcción, una de las películas más destacadas de esta transformación, surgida al inicio de la década, apunta para el papel de la sociedad española frente a la producción de su nueva imagen (receptora de colectivos), estableciendo un puente profundamente sensible con la configuración intercultural y la lectura representativamente positiva de las intersecciones entre sociedades de espera y sociedades de llegada.

La cinematografía migratoria en España, en este sentido, aumenta con la percepción del fenómeno, y tal como presenta Santaolalla (2005), En Construcción es una de las películas que establece un punto de inflexión importante en los discursos comunicacionales en la España de entonces. Cine que prácticamente captura y avanza en las desconstrucciones de las relaciones binarias (autóctonos x distanciados), acercando la temática de la convivialidad para el proceso de formación intercultural [el escenario del barrio barcelonés del Raval de los años 2000, a la luz de las intensas transformaciones sociales y arquitectónicas de la segunda mitad de los 90, que parece exhibir el propio proceso histórico cuando este resiste en las miradas extranjeras].

Con una serie de intersecciones que cohabitan la temática de la frontera – reconfiguraciones interétnicas, límites entre pasado y profano, interpelaciones metafísicas y poéticas transculturales – el filme de José Luis Guerín surge en la cinematografías española como un ejercicio metapoético de condición de la retórica de la destrucción (Jeudy, 1990). Exponiendo de esta forma, un barrio barcelonés configurado en el proceso de desplazamiento de los habitantes – el Raval encallado en un pasado que emerge constantemente, y no obstante, profano y distante – produce discursividades fílmicas a partir de capturas poéticas: una pareja de jóvenes pobres que vive en un apartamento al borde de la demolición, un maestro de obras que toma medidas para un nuevo edificio mientras compañeros dialogan con un inmigrante marroquí, un anciano que, observador de restos, colecciona objetos descartados por el camino.[2]

De esta manera, En Construcción inaugura prácticamente (Escudero, 2014) un puente importante con el documental de creación, reverberando más tarde en películas sobre la dialéctica de lo cotidiano, transformándose en representación autofágica.[3] El documental explora la ruina como fundadora del imaginario histórico, según escribe Jeudy (1990: 18), en un “juego de muerte y memoria”, establecido en las miradas de los vecinos de la Barcelona europeísta y la profundidad de las pequeñas historias que se derraman sobre las paredes que son retiradas: la joven prostituta y su relación amorosa con su novio, el albañil marroquí y su metafísica transcultural, un padre que anima a su hijo a un oficio predestinado a la inexistencia, un anciano coleccionista de objetos encontrados entre los escombros.

En la película de Guerín, la imagen de la trascendencia de la historia representativamente ocupada por la territorialización de la cultura, es observada como un proceso de construcción afectiva del encuentro con un pasado hecho de formas que irrumpen – los sólidos esqueletos que surgen de los descubrimientos inesperados – junto a la sorpresa por el propio proceso de excavación.

La poética migratoria es el factor de conexión colectiva entre un desorden de llegada y el estado de desubicación visto, en la película, en la voz del poeta marroquí que necesita imitar el sueño de pertenencia para neutralizar el trauma de la disolución del proceso negado del encuentro. Por la periferia de las imágenes, observamos los detritos de las construcciones muertas por el paso del tiempo, la serie de edificios dobles que surgen, antes de preservar la dinámica del pasado en los pequeños silencios que están en aquello que Jeudy (1990: 53) llama de “múltiples relaciones con objetos, locales y seres”.

El “traumatismo de la destrucción”, como dice Jeudy (1990: 34), transporta para el centro de la desaparición la objetificación idealizada de lo nuevo, mientras los recursos utilizados imponen un esquema de contemplación casi etnográfico de los habitantes del barrio, que escavan sus propios lugares como si escavasen los cementerios en los que los muros están dormidos. Ante el deseo transformativo y europeísta de la Barcelona pos-Juegos Olímpicos, por tanto, la película muestra la práctica de la hecatombe y la simbolización de un nuevo proceso que, reconfigurado a partir de la contención subrepticia de lo propio, surge como la febril descaracterización de lo que un día fue el lugar relacional de la identidad.

De este modo, el documental de Guerín, realizado junto a muchos alumnos y colaboradores, piensa la idea de la transformación no a partir de la angustia de la desaparición sino de la práctica de los múltiples sentidos que coexisten entre local y comunidad. Con sus ojos dirigidos al descascarillado de las casas y de los apartamentos, la película avanza y profana la condición estética, al mismo tiempo que critica la nueva idealización cultural. Se desarrolla cuando la sustitución del centro de la cultura es repetida por una lógica estratigráfica que olvida pensar en las temporalidades y la duración de la imagen – de la ruina, de la sedimentación – como uno de los pilares de la organización de la consciencia.

La temática de la migración se revela en estas formas al exponer, en los diálogos poetizados del inmigrante africano, una crítica del acceso a lo nuevo como una vía de lo social basado en la desechabilidad y en la lógica de la obsolescencia.  La rígida duración de la imagen, en una cultura técnica que administra los lugares como camadas de supervivencias hechas de destrucciones sucesivas, es uno de los énfasis abiertos del filme de Guerín, al exponer cómo las imágenes no organizadas a partir de los espectros que las volvieron necesidades, llevan a la autodestrucción de la realidad.

En Construcción, por tanto, se basa en la potencialidad de los diálogos migratorios y en los juegos de miradas autóctonos, despertenecidos y escafandristas, que reorganizan el acontecimiento transformativo (la modificación imperiosa de los lugares) por el modo en el que observan la desocialización de la memoria. En el nuevo patrimonio de un real que surge por la retirada abrupta de la imagística colectiva – permitida apenas en los escombros – el acontecimiento es borrado por los efectos de la destrucción, sin dejar espacio para que los habitantes continúen produciendo el pensamiento histórico.

El monólogo del migrante marroquí, en el centro de la noche, en un edificio en ruinas, expone la incidencia del imaginario que se derrama siempre hacia el movimiento de interpretación de la realidad. La “memoria quiere sus ruinas” (Jeudy, 1990. P. 134) y la duración de esta posibilidad, según observada en el documental de Guerín, se concentra como la necesidad emergente de formar la comprensión histórica en la configuración de los relatos, comprendiendo que las identidades culturales crecen en el lugar en el que las expresiones de lo vivido pueden ser, al iniciarse, establecidas sobre el valor simbólico de la disposición de la convivencia.

Temática migratoria, representaciones icónicas y la liminalidad de la ausencia en Balseros

Balseros (Carles Bosch e Josep Maria Domènech, 2002) es un documental que acompañó el proceso de salida, trayectoria e adaptabilidad de siete cubanos y sus familias durante los días anteriores a la inmersión oceánica, utilizando balsas de confección artesanal improvisadas para cruzar el mar en busca del sueño americano. Codirigido por Carles Bosch e Josep Maria Domènech, con colaboración en el guion de David Trueba, el documental fue inicialmente realizado para un programa de televisión, con duración de treinta minutos. Cinco años más tarde, con los mismo realizadores volviendo a la isla y al estado de Florida para acompañar las historias de vida de los siete cubanos emigrados y el desarrollo con sus respectivas familias, las cuales se quedaron atrás, la película fue ampliada.

Se trata de un documental grabado durante varios años, desde 1994, año en el que muchos cubanos se lanzaron al mar en un intento de llegar a los Estados Unidos, hasta el inicio de los años 2000, cuando muchas de las expectativas de estas personas ya estaban concretadas o habían desaparecido. Con el foco puesto en siete personajes principales y sus relaciones familiares, los directores abordan esta historia multifacética siguiendo diferentes “modos de representación” (Nichols, 2005: 135), observando, participando y exponiendo sus puntos de vista, especialmente a través de las elecciones del uso del lenguaje cinematográfico. En la abertura de la película, que sirve también para presentar los créditos, hay una sucesión de imágenes recortadas y que se sobreponen, evocando un sentido nostálgico. Esa nostalgia surge tanto de la banda sonora melancólica como de lo que las imágenes describen, como encuentros, la vida urbana antigua de la Habana, o el propio desplazamiento de las balsas que están huyendo.

La primera secuencia después de los créditos, presenta una dinámica fílmica muy típica en el cine documental, las imágenes de carácter observacional mezcladas con una voz que no sabemos de quien es, pero    que reemplaza al narrador, de una voz over, algo propio de un documentalista que asume el papel de “catalyst” (Barnouw, 1983: 253). Posteriormente, el emisor de esta voz se revela, apareciendo como interviniente, en una relación también muy típica de interacción y participación.

Derivado de ideas de investigación participativa venida de las ciencias sociales y de la antropología, “El documental participativo nos da una idea de lo que es, para el cineasta, estar en una determinada situación y como ésta situación consecuentemente se altera” (Nichols, 2005: 153). Muchas veces este modo presenta, como característica principal, el uso de entrevistas. Es la “ética participativo-reflexiva” (Ramos, 2005: 174). En filmes documentales participativos existe una expectativa de que el mundo sea “representado por alguien que se comprometa activamente, y no por alguien que observa discretamente, reconfigura poéticamente o monta argumentativamente este mundo” (Nichols, 2005: 154).

En seguida, todavía en la secuencia inicial, se destaca una música que hasta ese momento hacía de fondo para la voz propagada. Además de la melodía melancólica, la letra dice “apenas tristeza en balserosmi corazón”, reforzando el sentimiento que estaba siendo aludido en la narración que describía las penurias pasadas en Cuba en 1994, después del fin de la ayuda de la Unión Soviética. Y entonces, surge una nueva voz, como otro narrador, que también se revelará como un interviniente. Cita acontecimientos que considera absolutamente insólitos en Cuba, como las protestas ante el hecho de que la balsa Rebla, que hacía la travesía de la bahía, hubiese sido interceptada por la guardia costera cubana después de haber sido secuestrada, con el fin de huir hacia los Estados Unidos. Enseguida entra una imagen de archivo de un pronunciamiento para la televisión, hecho por Fidel Castro, en el que dice que a las barcas no se las volverá a impedir salir de Cuba.

En este punto inicial de la película ya han sido presentados los estilos de abordaje y los recurso del lenguaje cinematográfico que serán usados en todo el filme, siendo principalmente escenas de observación, entrevistas – muchas veces mostradas apenas con una voz diegética  y con la imagen del entrevistado cubierta por otras imágenes – las músicas de la banda sonora no diegética y las imágenes de archivo. Estas tendrán varias configuraciones, desde trechos televisivos como el pronunciamiento de Fidel, pasando por imágenes producidas por los que intervienen en la película, hasta partes de videos realizados por el propio equipo del documental, pero que fueron usados como archivo, permitiendo la relación entre familiares separados por las fronteras, en lo que se caracteriza como uno de los recursos más interesantes y originales de la película.

Después de la primera secuencia, que es compleja en sus recursos y que sirve como contexto, los personajes son introducidos uno a uno. Se muestra la situación en la que están y como es su relación con la búsqueda de una nueva vida, o cómo está estructurada su familia antes las innúmeras separaciones causadas por la división entre Cuba y Estados Unidos. Hay también muchos momentos en los que la construcción fílmica denota una relación de complicidad entre los directores y los intervinientes, como cuando uno de ellos escribe una nota para su madre diciendo que se marchó en una barca que consideraba segura. Es evidente la alta interacción entre el equipo de realización y el interviniente en la construcción de la mise-en-scène ya que la nota es escrita en frente de la cámara, en una observación fílmica improbable, ya que no había sido preparado para la película.

Las imágenes y sonidos de archivo son fundamentales para el filme. En primer lugar, porque como el período de realización del documental se prolonga por cerca de ocho años, las propias imágenes producidas por el equipo de la película a partir de 1994 adquieren un sentido de archivo con el desarrollo de la narrativa. Si, al comienzo de la película, estas imágenes tienen un carácter de presente, del momento narrado, con el paso del tiempo diegético pasan a tener un carácter de pasado, de archivo rescatado para la construcción de una narrativa fílmica. Son las imágenes y los sonidos de las balsas siendo construidas, de los diálogos entre familiares y amigos buscando recursos mínimos para hacer las embarcaciones precarias y los momentos épicos en los que los cubanos y sus balsas se lanzan al mar, lo que supone la aceptación al arriesgar las propias vidas en busca de mejores condiciones en los Estados Unidos.

En segundo lugar, las escenas de archivos de televisión, como los pronunciamientos de Fidel Castro y de Bill Clinton, que son fundamentales porque posibilitan dialogar con lo que sucedía en la época. Esta es una estrategia narrativa que permite a los directores de Balseros incluir la película en un contexto mediático y de poder, que sirve para conseguir la amplitud y la importancia de las repercusiones de los actos de los balseros, así como delinear un recorrido de acciones y reacciones, de causas y efectos.

Una tercera forma de utilización de los registros audiovisuales en Balseros, la más intensa y original, se da como medio de comunicación entre los cubanos que permanecieron en la isla y los que están en los Estados Unidos o con los que están en Guantánamo. Los trechos de video que Carlos Bosch y Josep Maria Domènech ofrecen a sus intervinientes, de un lado y de otro, son como cartas audiovisuales que exceden fronteras llevando voz, corporalidad y presencia. Todos estos atributos perdidos después de la separación de entes familiares que dejaron de verse, de oírse y de tener contacto corporal.

El documental se organiza, en torno de media hora, en un ir y venir entre Cuba, Miami y Guantánamo. De esta forma, la película opera superando las fronteras mediante la exhibición de imágenes y sonidos entre los familiares separados, a través, fundamentalmente, del montaje que crea paralelos entre los espacios y tiempos que permiten mostrar cómo están unos y otros, los que se marcharon y los que se quedaron.

Las imágenes en video se convierten en puentes al permitir la visualización y audición de unos por los otros, cubanos que se quedaron y que huyeron, hijos y madres, padres e hijos. Lícitamente, los directores de la película alcanzaron un lugar que, al ser una forma de traspasar fronteras, también es un punto de vista original para el documental. Se trata del uso pertinente de una oportunidad de construcción fílmica diferenciada y que posibilita registrar momentos fuertes e íntimos, como cuando uno de los intervinientes que está en Guantánamo dice que está ansioso para hacer el amor con su mujer. En el filme, este trecho de video es mostrado con el chico diciendo eso ante las cámaras, pero además en un plano realizado posteriormente en el que su mujer ve el video y así Balseros, consigue acceder a algo diferenciado, íntimo y potente.

Otra escena destacada en la que el recurso de los videos grabados entre familiares es utilizado, muestra a Miriam Hernández, que estuvo viviendo y trabajando en Miami, viendo un fragmento de video con imágenes de su hija de poco más de un año, en las que está corriendo en un patio y se cae. En este exacto momento, Mirian se lleva un susto y hace un amago de levantarse. Esto muestra el poder del diálogo promovido por la película a través de los videos exhibidos como forma de comunicación entre los parientes que están distantes. En aquel exacto momento, Miriam parece ignorar, pues ya está en Miami, la distancia temporal y espacial que el video (previamente grabado en Cuba) le ha presentado. Su intención es levantarse y ayudar a su hija, pero, la verdad, la separan centenas de kilómetros y varios días de distancia de cuando ocurrió el hecho que el video muestra.

La utilización de músicas extra-diegéticas en películas documentales, a pesar de ser común, también es bastante criticada por el hecho de potenciar un alto grado de interferencia de los realizadores en las situaciones abordadas. Balseros es un gran ejemplo de este potencial. Sin ningún recelo, los realizadores optan por impregnar la película con músicas en las que sus letras denotan interpretaciones, como el ya citado verso “apenas tristeza en mi corazón” en la secuencia en la que se trata de las dificultades en Cuba en 1994, o en el estribillo repetido en muchos trechos de la película que dice “un coche, una casa, una buena mujer”, aludiendo a lo que pretendían los cubanos que huyeron.

La forma en la que las músicas extra diegéticas son insertadas en el filme busca, claramente, marcar las emociones que serán transmitidas en cada trecho. Los directores siguen el camino de exponer a los espectadores lo que pretenden que sea sentido. Pero es muy curioso que el final de la película sea un silencio antagónico, organizado para marcar las emociones con músicas del resto del documental.

En este proceso de “decoupage” de la propedéutica cinematográfica, el documental revela un doble efecto de los procesos de desplazamientos humanos: el polo de partida nunca es retirado completamente de la formación mental de los individuos, así como el universo de adaptabilidad en el país de acogida es mucho más difícil de lo que se podría imaginar en un inicio.

La relativización de la admiración por el país norteamericano, también queda en evidencia en el seguimiento de los procesos de vida de los siete inmigrantes, expuestos a jornadas de trabajo de más de doce horas diarias, con los consiguientes problemas lingüísticos y aculturativos de adaptación inestable, junto con las grandes distancias sociales, además de los cuadros de sufrimiento mental intensificados por la ausencia de lazos familiares. Gradualmente, subliminares y frontalmente expuestos en los relatos de los inmigrantes, proliferan las situaciones de abandono y de sentimiento de culpa por la salida debido a la nostalgia por el lugar dejado atrás, la distancia entre el sueño americano, los mitos fundacionales de origen y la posición social recién encontrada.

En este aspecto, Balseros trata y acompaña la quiebra de los procesos de desplazamientos internacionales cuando son establecidos en universos de salida y llegada, para poder resolver las angustias sociales potencializadas por la máquina del imaginario migratorio. Las historias de vida, en la película, se entrecruzan con los éxitos relativos de las empresas migratorias, ya que es el propio proceso ambiguo de las migraciones, negativas y positivas para ambos lados, las que exhiben cómo las transiciones de existencia se alinean con los procesos de cambio de localidad. En este sentido, el flujo de realidades, escandalizadas con las perspectivas de salida, deconstruyen los sentidos míticos del viaje y potencializan ejercicios de interrogantes de la condición periférica y errante.

Por establecerse dentro de una ambigüedad fundamental, construida a partir del revisionismo del sueño inmigrante y del éxito relativo de la empresa migratoria, el documental fue bien recibido en los dos países[4]. La estructura documental abre con un enfoque periodístico en la primera mitad, atrás de la noticia y sus protagonistas. El impulso de la partida basado en la existencia inmersa en desesperación, desde la realidad cubana, es acompañado en las entrevistas de los sujetos que preparan, en una secuencia de la película, embarcaciones construidas con cualquier material encontrado para alimentar el sueño exasperado de abandono insular.

La alteridad diaspórica, en este aspecto, es observada en las distancias entre los imaginarios de partida (en los diálogos migrantes, se sueña con casas con jardines, coches deportivos, supermercados llenos de productos, etc.) y las dificultades de llegada. La producción de las balsas, en los momentos anteriores a la partida rumbo al mar, son realizadas sin ninguna orientación náutica, y el ímpetu diaspórico – aliado a la desesperación y miedo de que Castro, de un momento a otro “cierre las puertas” nuevamente – muestra una sociedad cohibida por la necesidad del impulso y voluntad de modificación por la determinación migratoria.

Pero, probablemente, la resonancia de Balseros está concentrada en la visión de la duplicidad de los procesos de desplazamientos, observados cuando, el equipo de rodaje acompaña, cinco años después, las trayectorias de vida de los cubanos en los Estados Unidos. La crudeza y las dificultades del proceso migratorio, su telón de fondo social y los estados mentales de los inmigrantes en los Estados Unidos – algunos de ellos encontrados en un campo de refugiados en la base de Guantánamo – rompen con la estructura inicialmente periodística del documental y muestran la “observación de la realidad” en la quiebra y en la durabilidad de las empresas migrantes, establecidas sobre la condición de partida y del anhelo por un cambio.

Abriendo espacio para el redimensionamiento de la historia personal junto con las potencialidades de los sujetos en desplazamiento, Balseros se establece sobre la distancia física del esfuerzo de la partida y la condición extraterritorial de una pertenencia que jamás llega completamente. Los diálogos migrantes, cinco años después, de Oscar, Rafael, Miriam, Guillermo, Juan Carlos, Mericys y Misclaida, reflexionan sobra la culpa de la partida y el estado de errancia que la dinámica de la soledad impone sobre los cubanos en Estados Unidos. La inmersión total en el trabajo, la fisura de las relaciones humanas que abren fracturas mayores en el sentido del desgarro parcialmente subjetivo, y la nostalgia de la pérdida de los lazos, son estados reflexivos explorados en las experiencias migratorias de los cubanos expatriados. En este sentido, los procesos migratorios tienden a ser vistos a partir de los itinerarios referenciales de los inmigrantes como elementos extranjeros que necesitan, unilateralmente, sufrir la acción del orden realizado con la presión aculturativa por la sociedad de recepción. De este modo, tales procesos son observados como un paso desde la posición asimilacionista hacia la posibilidad de integración, colocando en un segundo plano la discusión sobre el propio papel aculturativo de ese posicionamiento.

La película de Carles Bosch y Josep María Domènech, expone con detalles las estesias comunicacionales negadas en la evolución del proceso de desplazamiento en los sujetos de las migraciones, observando sus vidas en los Estados Unidos y la permanencia de sus familiares en Cuba. Náufragos entre dos mundos distantes por la complejidad migratoria, el sueño inmigrante de los siete balseros es relativizado por el acompañamiento gradual de las experiencias de la diáspora. Existe tensión narrativa en las voces que son lentamente abiertas con la intención de pensar en los contextos de salida y de adaptabilidad difícil. La película se posiciona con la ventaja de esperar el cómputo del tiempo para observar los efectos de la transición de fronteras.

Bibliografía

Barnouw, Erik (1983), Documentary: a history of the non-fiction film, Oxford University Press, New York.

Bordwell, David (2005), “O cinema clássico hollywoodiano: normas e princípios narrativos” en Fernão Pessoa Ramos (ed.), Teoria Contemporânea do Cinema (Volume II), Editora Senac, São Paulo.

Costa, Flávia Cesarino (2006), “Primeiro Cinema” en Fernando Mascarello (ed.), História do Cinema Mundial, Papirus, Campinas/SP.

D’lugo, Marvin (2012), “El Cine sobre La Inmigración: Crónicas de um Género Anunciado” en Maria Val Liew, Mónica Cantero-Exojo y José Carlos Suárez (eds.), Fotogramas para La Multiculturalidad: Migraciones y Alteridad en El Cine Español Contemporáneo. Cine Derecho, Valencia.

Escudero, Pablo Martín (2014), Cine Documental e Inmigración en España: Una Lectura Sociocrítica, Comunicación Social ediciones y publicaciones, Madrid.

França, Andréa; Lins, Consuelo; Rezende, Luiz Augusto (2011), A noção de documento e a apropriação de imagens de arquivo no documentário ensaístico contemporâneo, Revista Galáxia, n. 21, p. 54-67, São Paulo.

Geertz, Clifford (1978), A Interpretação das Culturas, Zahar, Rio de Janeiro.

Jeudy, Henri-Pierre (1990), Memória do Social, Forense Universitária, Rio de Janeiro.

Nichols, Bill (2005), Introdução ao Documentário, Papirus, Campinas/SP.

Penafria, Manuela (2011), O Documentário Espanhol: uma análise de En Construcción, de José Luís Guerín, Revista Doc On-line, n. 11, dezembro de 2011, www.doc.ubi.pt, pp. 248-256.

_______________ (2004) O plano-sequência é a utopia. “O paradigma do filme Zapruder” en MÍDIA BR, Livro da XII COMPÓS – 2003, André Lemos, Ângela Pryston, Juremir Machado da Silva, Simone Pereira de Sá, Brasil. Editora Meridional (ed), pp. 207-222.

Puértolas, Longi Gil (2010), En Construcción, José Luis Guerín (2001), Nau Llibres, Ediciones Octaedro, Colección Guías para ver y analizar cine, Valencia, Barcelona.

Ramos, Fernão Pessoa (2005). “A cicatriz da tomada” en Fernão Pessoa Ramos (ed.), Teoria Contemporânea do Cinema (Volume II), Editora Senac, São Paulo.

Santaolalla, Isabel (2005), Los Otros: Etnicidad y “raza” en el Cine Español Contemporáneo. Prensa Universitaria, Zaragoza.

Schnapper, D. La (2004), Comunidad de los Ciudadanos: Acerca de la Idea Moderna de Nación, Alianza, Madrid.

Xavier, Ismail (1984), O Discurso Cinematográfico: a opacidade e a transparência. Paz e Terra, Rio de Janeiro.

Notas

[1] Texto basado en presentación en el XXVIII Simposio Nacional de Historia (UFSC/UDESC – 2015).

[2] En la secuencia inicial, con la cámara observando el propio proceso de excavación, se encuentran esqueletos y artefactos arqueológicos de la época romana, junto al movimiento de captura de la dinámica de las temporalidades de escucha; los vecinos del Raval se detienen sobre un andamio para observar y comentar los restos encontrados, convirtiéndose en espectadores y personajes de un tiempo que se escurre frente a la cámara.

[3] Como, por exemplo, las películas hasta la mitad de la década de 2000, El Cielo que Gira (Mercedes Álvarez, 2004) y La Leyenda Del Tiempo (Isaki Lacuesta, 2005).

[4] Balseros fue premiado tanto en Cuba (Premio del Jurado del Festival de la Habana) como en los Estados Unidos (Premio del Público del Festival de Miami).

Sobre El loro y el cisne. Conversación con Alejo Moguillansky, Luciana Acuña, Susana Tambutti y Ana Amado

Descargar texto

Desgrabación: Tatiana Becco, Luciana Caresani, Tomás Dotta y Natalia Weiss
Revisión: Fernanda Alarcón, Lucas Martinelli, Mariano Véliz y Marcela Visconti

Como sucede en los buenos musicales El Loro y el cisne es un film atento a los tránsitos de todo tipo: el de las coreografías donde los cuerpos se encuentran o desencuentran como promesa de la formación de una pareja; el de la realidad al ensueño; el del ensayo al espectáculo; el del documental a la ficción; en todo caso, una ficción que cita al cine dentro del cine. Operaciones que remedan a su vez el pasaje del ballet clásico a la creatividad desatada de un grupo de danza experimental. Para hablar de todo esto, en noviembre del año pasado tuvo lugar un encuentro con el director y guionista Alejo Moguillansky y con la coreógrafa y bailarina Luciana Acuña (Grupo Krapp), quienes conversaron con Susana Tambutti, también ella destacada coreógrafa y profesora de Teoría General de la Danza en la UBA, y con Ana Amado, titular de la cátedra de Análisis y Crítica de Cine, a cargo de la organización del encuentro.

Ana Amado: Sobre el sentido de la danza, sobre el cine ocupándose de los ritmos y los distintos modos de interpretar la danza, sobre el cine además tratando de crear un espacio, sonido, un tiempo… todo eso les vamos a preguntar a Alejo Moguillansky y también a Luciana. Y está Susana Tambutti nada menos, que sería la experta. Me gustaría que empiecen. Siéntanse libres de preguntar aquello sobre lo cual tengan alguna duda, aquello que les haya llamado la atención, lo que les haya parecido, lo que fuera. Me gustaría que comencemos por ustedes, no por nuestras preguntas.
Alumno: ¿Cuánto tiempo les llevó de rodaje?
Alejo Moguillansky: Estábamos discutiendo eso…
Alumno: Nueve meses por lo menos… (Risas)
Luciana Acuña: Lo empezamos a mediados, casi finales del 2010 y terminamos en noviembre de 2011, un poco más, en enero del 2012. Se estrenó en el BAFICI del 2012.
A. M: Quizá sea bueno, brevemente, hacer una especie de introducción porque es muy raro el proceso del rodaje de esta película. Es más o menos así. Empezó cuando Luciana con su grupo Krapp estaban filmando en mayo, ensayando esa obra que se ve de Krapp, Adonde van los muertos (Lado B), y yo empecé a filmar ensayos de ellos. Se acababa de enterar que estaba embarazada, creo que ni sabía… Empecé a filmar ensayos, que era un momento lindo, atractivo, interesante de parte de ellos. A ver, Krapp es bastante atípico como grupo. Y es bastante atípico el modo de creación que tiene el grupo colectivo por un lado, las dos cabezas claras pero con una invasión de propuestas que se van como metamorfoseando e interrumpiendo mutuamente. Y era muy atractivo, para mí al menos, ese primer momento de creación de parte de un grupo donde todo es como tirar y tirar ideas que no se sabe adónde van a caer. El primer momento de creación es todo puro, no hay todavía delineación, no hay forma, queda pura materia tirada al viento a ver qué pasa. Yo empecé a filmar eso en una sala de ensayo que se ve ahí. Empecé a filmar solo primero. En un segundo momento lo llamé al Loro, un sonidista que empezó a trabajar conmigo y después sigue trabajando conmigo en El Pampero Cine que es una productora de cine de la que yo formo parte. Ahora actúa, tiene un grupo de teatro…
Alumno: ¿A partir de acá?
A. M.: Sí, no sé si a partir de acá… Yo no diría que es a causa de esto. Creo que es una inquietud, incluso él tiene un lugar mucho más clásico como artista, en su punto de vista y en su formación y en sus inquietudes.
L. A.: Técnicas.
A. M.: Técnicas, sí sí. Pero bueno, yo empecé a filmar, y empecé a filmar con el Loro y empezamos a filmar en la sala de ensayo y era lindo lo que estaba pasando ahí. Era muy atractivo para mí lo que pasaba con ellos, con el grupo Krapp. Estaba en un lugar rarísimo, totalmente atravesado por cosas muy íntimas, muy personales y muy raras al mismo tiempo, muy como exteriores. Y al mismo tiempo empezó a pasar que el Loro era para mí una figura atractiva en sí misma. El estar de él me resultaba muy significativo. En un momento empezó como a meterse en cuadro, el micrófono, eso fue bueno. Me pasaba que, uno en cine constantemente está eliminando la idea de micrófono y la idea de artificio. No siempre, obviamente, hay directores que ya hace cincuenta años que meten el micrófono en cuadro. Pero me empezó a parecer un poco zonza la idea de eliminar la idea del micrófono y de eliminar la idea de artificio. Y al mismo tiempo empezó a aparecer él y yo no hacía nada y eso más bien beneficiaba que el micrófono esté en cámara y después llevaba el micrófono en una mano y después era el Loro entero y en un momento era: “Loro perseguí y tratá de captar obsesivamente cada sonido del ensayo”. Y se empezó a generar una nueva coreografía sobre la coreografía previa que había en el ensayo un poco improvisada.
L. A.: Sí, bardeó tanto el Loro que el Loro terminó estando en la obra. Empezó a ser parte, todo se mezcló.
A. M.: Claro, el Loro terminó actuando en la obra con la caña en la mano, en cuero, un desastre, con la panza. Fue un proceso de contaminación mutua, muy fuerte. Y eso fue como la primera imagen: la idea de un sonidista en cuadro, un poco perplejo, un poco perdido, un poco una especie de Chaplin o de Buster Keaton tratando de encontrar un sentido en el mundo o esperando a Godot o sonorizando a Godot, un poco así es… Y eso era lindo. Ahora con la que supuestamente se había peleado está por tener un hijo, así que volvió con ella, se casó y ahora esperan el hijo.
A. A.: Ah ¿esa parte también es autobiográfica?
A. M.: Todo, todo lo que ocurre en la película es real. Salvo, esperemos, el romance entre Lu y el Loro (Risas). Es interesante que todo lo que pasa es real, no hay nada que no sea real en la película. El padre de Luciana es el padre de Luciana, el grupo de Luciana es el grupo de Luciana, el sueño de Luciana es el sueño de Luciana. Son pocas las cosas inventadas.
Alumna: ¿Y los celos de las mujeres?
A. M.: Eso es real también. No hay que decirlo, porque se va a casar y se casó con ella. Esa era la primera forma de la película. Y después la propia película fue como pidiendo más. En un momento la idea de un sonidista y del grupo Krapp era demasiado excéntrica como idea en sí y eso empezó a pedir más legitimación de parte de lo que sería el mundo de la danza y por eso empezaron a aparecer los ballets. Y también era interesante mirar, casi de una manera antropológica, cómo un grupo independiente, sin fondos prácticamente, produce prácticamente sin ningún tipo de planificación financiera, orientación estética ni de nada, al lado de ballets que tienen un director, un sueldo, un aguinaldo, un sindicato, etc. Eso era interesante. Y de eso se trata para mí la película.
Susana Tambutti: ¿Lo institucional versus lo independiente?
A. M.: No sé si versus. Bueno, sí, versus.
S. T.: Al comienzo, pensé que la película iba a desarrollarse hacia el mundo de la danza, que iba a tratar sobre las relaciones entre la danza instalada y la “nómade”, básicamente por las referencias iniciales a la danza folklórica, al mundo del ballet, aunque luego toma otra dirección y se centra en Krapp, héroe-protagonista de la historia, una historia que describe al grupo como en lucha permanente contra la fatalidad. Pero la descripción de Krapp no da cuenta de que, dentro de nuestro medio, es un grupo exitoso, quizás el más exitoso y reconocido, aunque es cierto lo que vos decís, cuando aclarás que se maneja dentro de la ley de la selva, de todas maneras, es un grupo consolidado que tiene una proyección internacional y, en ese sentido, no comparte el destino común a todos los grupos que trabajan en los márgenes. Por otro lado, la película fue derivando hacia una narrativa biográfica saliendo un poco de una temática más general referida a la danza. Me interesaron básicamente tres aspectos: en el comienzo, el referido a todos los grupos de danza y a la presentación de Krapp, el uso de la narración biográfica, (la referencia al embarazo, a la historia de amor) y, por último, la inclusión de Blas [Blas Massafra], ese coreógrafo cordobés, que murió hace poco, y que abre un tema muy interesante, el del artista que sueña algo imposible, que persigue una ilusión inaudita: crear un ballet en el pueblo de San Francisco. Este personaje estaría marcando casi el comienzo de una nueva historia. Este artista, como personaje olvidado, marginado, me parece que propone algo así como una visión romantizada del mundo de los artistas, visión también presente en ese nomadismo del que hablan cuando se refieren a que no tienen donde vivir, etc… Bueno, Krapp es un grupo reconocido internacionalmente, no son tan nómades…
L. A.: Más o menos… (Risas)
A. M.: Hoy hicimos la mudanza número trece. ¡Trece, Susana!
S. T.: Si pero también se están yendo a París dentro de una semana… No es sólo una cuestión de dinero, sino que parte del drama del artista de la danza es la legitimación, el reconocimiento social. Pero sigo con la película… me parece que ese coreógrafo anónimo que aparece en final se me pierde y creo que es muy importante. Queda en ese diálogo con el papá de Luciana y me parece que no se entiende bien en el contexto general.
A. A.: ¿Por qué anónimo? A mí se me perdió. No sabía si tu papá sabía danza como para tener ese diálogo con ese personaje. Porque el anonimato del personaje confundió, por lo menos a mí… no entendí muy bien.
S. T.: Además la película es en homenaje a ese personaje. Y ahí hay un tema que me parece simbólico e importante pero que es difícil de articular. La película comienza desde Miami, con un grupo norteamericano interesado en la danza, documentalistas… Y termina con alguien “anónimo” queriendo armar un ballet en San Francisco, casi fuera del mapa. Me confundió un poco esta textura que casi se abre a otra posible lectura.
L. A.: Sí, es cierto. Hay como una tercera pata que es lo que siempre hablamos que es lo del bailarín que ya no es, o cuál es la vida del bailarín… cuándo se va la vida útil del bailarín o del deportista que teóricamente tiene un momento de existencia y eso ya después no ocurre o no se puede desarrollar más a la edad de Blas en ese momento. Porque hay algo de eso, es verdad… y no se ahonda.
A. M.: Me parece que es un poco parte de la naturaleza de la película, me parece que no estamos hablando de un cine narrativo.
S. T.: Sí, lo entiendo. Sin embargo, creo que en esa estructura laberíntica se pueden diferenciar secciones. Existe una estructura bastante clara.
A. M.: Yo entiendo lo que decís. Intelectualmente al mismo tiempo me pregunto qué habría pasado si uno hubiese subrayado la idea de ese personaje, de Blas. Al final está el padre de Luciana con este personaje, que es el padrino de Luciana, que es un personaje que introdujo la danza contemporánea en San Francisco, Córdoba… una familia de bailarines también. Nadie tenía muy en claro por qué estábamos filmando esa entrevista sinceramente. Después, es cierto, que Blas murió al poco tiempo y una vez que murió decidimos que había que ponerla, dedicarle de alguna manera la película. Para mí el valor que tiene es, por un lado, esa realidad del futuro, del destino de un bailarín. Qué pasa con el bailarín cuando es un cuerpo viejo, cuando es un cuerpo que ya no baila. Y, al mismo tiempo, en ningún momento me atreví o hubiese ni siquiera considerado la idea de subrayar esa idea porque hubiese muerto al mismo tiempo que era enunciada, al decir “miremos el bailarín viejo”.
S. T.: Yo no digo subrayarla. Pero digo que ese personaje reintroduce el tema de la danza de manera directa, porque está diciendo que él era una gran estrella… Para mí, reintroduce ese tema y ahí quedó. Pero bueno, puede ser mi inquietud personal.
A. M.: Entiendo el punto.
S. T.: Y también la idea del Loro, es interesante ese personaje que se va metiendo adentro de la película. Está bueno eso. Es casi protagonista te diría. De todas maneras, hay algo en eso que me llama la atención, es el tema del sonido. El Loro es el sonido. No sé si de la película, pero es el tipo encargado de grabar sonido. Entonces también me parecía que tenía que tener algo el sonido… lo que él graba, es casi su lenguaje.
A. M.: Pero él es específicamente el sonidista…
S. T.: Sí, lo sé. Pero de alguna forma me parecía que tenía que tener una participación mayor. Cuando aparece el tema de Tchaikovsky para subrayar lo del cisne…
A. M.: Sí, yo entiendo lo que decís. Hay un único chiste respecto del sonido que es cuando después de las vacaciones vuelven todos, no hay sonido y el Loro pum, prende el micrófono…
Marcela Visconti: Sí, ahí, en ese plano frontal, hay una disyunción entre la imagen y el sonido que remite a las condiciones de producción de la película.
A. M.: Después que él escucha Tachaikovsky hay una plaqueta que dice “Después de las vacaciones” y se encuentran todos en la casa de Luciana y no se escucha nada, no hay banda. No hay nada. En un momento dado él dice no se qué cosa y el Loro prende el micrófono y de nuevo vuelve el sonido. No sé, uno podría haber insistido mucho con esos chistes. Para mí, si te soy sincero, es un chiste que me parece de la década del ´30.
A. A.: Yo no lo tomé como chiste, a mí me pareció que era una decisión estética no hacer jugar el sonido junto con la imagen. Era tan evidente que estaba despegado, que de pronto hay silencios que equivalen al sonido en esta secuencia. Era tan elocuente el silencio que no lo veo como un chiste. Es una decisión. Cuando la música entra y es, como decimos nosotros, extradiegética, no tiene fuente marcada, está sonando Tchaicovsky por detrás… y hay otras en donde la cámara se desplaza y muestra la fuente. Este tipo de separación de la banda de imagen con la del sonido me pareció que era una elección interesante. En relación con esto que dice Susana de marcar dos partes fuertes en la película, en la primera parte aparecen estos carteles que parecen arbitrarios: “Viernes 5 de junio” o “Sábado 6 de agosto en el Teatro de La Plata”. Esa indicación temporal en los carteles, yo trataba de explicarla, porque después no tienen mucho sentido. ¿Para qué están? ¿Por qué marcar un punto más fuerte? ¿Es ponernos exquisitos pensar que tu decisión sea ponernos a jugar con la danza como lo que es, una de las artes temporales, más que espaciales? Es lo que yo interpreto de esa separación. Y después sí enmarcás el tiempo, por ejemplo, de pronto aparece un embarazo. Un embarazo es la vida con el cuerpo. La danza y un embarazo. Primero es chiquito, después hay una panzota y luego un nene. Esa segunda parte está marcada por el cuerpo de un embarazo. ¿Es así como yo digo?
A. M.: Sí, no tan premeditado. Sí hay una primera parte que es parecida al diario de un documentalista, respecto de un recorte también muy corto de la danza porque agarra lugares muy significativos de la danza.
A. A.: ¿Por qué? ¿Estaba marcado así?
A. M.: No, yo filmé y después traté de darle una forma a eso.
A. A.: ¿Y por qué pusiste la fecha?
A. M.: Por varias razones: una de ellas es porque era una manera posible de organizar ese material inorganizable. Y al mismo tiempo respecto del cambio que hace la película dos veces había una necesidad de que la película fuera una deriva. Y yo personalmente tenía la necesidad de que la película fuera poco rigurosa, que no tuviera demasiado rigor en las decisiones y que se pudiera oxigenar constantemente de lo que tiene enfrente y no forzar a una narración a moldear los materiales reales que tiene enfrente sino al revés, utilizarla para que la ficción pueda moldearse a sí misma respecto de los materiales que tiene enfrente. Había un embarazo y la película tenía que poder lidiar con ese embarazo. Sobre todo si ese embarazo es el de una bailarina, porque es un momento muy particular en la vida de una bailarina. Y así fue un poco con todo. Quería una película que pudiera dar volantazos y despegarse de la idea del rigor narrativo constantemente y, al mismo tiempo, poder generar de una manera casi subterránea una dramaturgia mucho más vasta que una narrativa clásica que parecería fundar cada uno de los capítulos internos de la película. Finalmente, porque no es una película que yo hice para el público (Risas), es una película que hice para ella (Luciana) y para los otros cuatro cretinos de Krapp. Si te soy completamente sincero, la hice para ellos. No lo hice pensando en ustedes o pensando en la gente del BAFICI. No es un gesto. Es una película que hice como un pintor trata de retratar a una persona que admira. Y en ese sentido la película demandaba eso y no más que eso. No demandaba artilugios narrativos clásicos, ni tener que darle explicaciones narrativas a un festival de cine, etc. Es una película cuyos materiales estaban en una relación nítida y directa con la gente que participaba de la película y que era mi familia. Esa es la pura verdad de esta película y es la razón por la cual, al menos para mí, es importante. En ese sentido, creo que el aura familiar, íntimo, que tiene la película es muy indiscernible de toda la ficción que la rodea y de todas las decisiones estéticas que va tomando la película.
S. T.: Me parece inquietante la inclusión de todo el material biográfico unido a la reflexión porque aporta cierta verosimilitud a ese relato imaginario en donde entran en tensión las dimensiones de lo ficticio y la dimensión vivida de la historia… Por otra parte, creo que hay una cierta mirada romántica respecto del héroe-protagonista, me refiero a Krapp como “héroe”, mirada romántica que está puesta en la fragilidad, en la impotencia, en la desolación, en la voluntad titánica de afirmación… aunque quizás Krapp no sea un grupo frágil… es un grupo que está dentro de los más reconocidos en nuestro medio.
A. M.: Por supuesto. Lo cual no quiere decir que no tenga una fragilidad inmensa.
S. T.: Creo que la fragilidad está en relación con la experiencia del reconocimiento, la lucha por el reconocimiento. El reconocimiento es algo fundamental porque evidencia los lazos que unen al artista con la comunidad, cuanto más sólidos sean esos lazos, más posibilidades tiene el artista de diferenciarse, afirmándose, y así adquirir conciencia de su particularidad. Cuando esto no ocurre, la experiencia es la opuesta, el menosprecio coloca al artista en esa posición frágil, creo es la que aparece en la película, en la que se ve afectada su propia identidad. Obviamente, el reconocimiento no tiene que ver con una retribución económica. Por eso, me interesa mucho el personaje de Blas, quién es Blas (más allá de ser el padrino de ella). Es alguien que está por fuera de toda estructura, que crea un grupo de danza en San Francisco y eso es de locos, más pensando en la época en que lo creó. Por eso, ese personaje te diría que me interesa más que el Loro. En otro orden de cosas, quiero destacar la importancia de esta película, en nuestro país hay muy poca danza filmada. Este intento me parece muy valioso.
A. M.: Ahí también está el peligro de la película temática. Es un poco lo que yo no quería que pasara y que podría haber pasado.
S. T.: Sí, creo que la película no puede ser clasificada dentro de un género específico. Uno de los ejes temáticos es la relación arte-trabajo-dinero…
A. A.: La cara del productor cuando el grupo baila es muy particular (Risas). ¿Les suena la referencia al dinero en la película? ¿O las menciones al dinero? Además de la obra que tienen de teatro (Por el dinero). En la película se habla del dinero desde que empieza hasta que termina. Es un género en el que entramos hablando de este tema. ¿No les llamó la atención?
Alumna: Sí, por ejemplo, cuando hablan de los grupos de danza institucionales que están separados entre los de planta, los contratados y los suplentes. Y eso implica pensar en la modalidad de contratación de planteles de danza argentinos. Si bien los bailarines lo comentaban al pasar, fuera de lo establecido por el guión. Se muestra cómo todos los grupos de danzas también tienen estas cuestiones burocráticas.
A. A.: ¿Con la cuestión burocrática te referís al tema de la producción? Por ejemplo, cuando se les ofrece un hot dog y les dicen “Qué bueno el hot dog”. Yo con eso me reí mucho.
Alumna: Claro, me causó gracia que lo tomaran de una manera tan despojada, como si fuera una charla de amigos.
A. M.: Para mí es una entrevista a trabajadores, yo lo veo un poco así.
Alumna: Claro, pero detrás de eso había un productor norteamericano, o extranjero, que quería vender el producto. Hablaba todo el tiempo de ese plan. Es gracioso porque está esa imagen de los documentales que se venden al extranjero.
A. A.: Y cuando dicen “¿Cómo me voy a ir de vacaciones si no tengo un peso?” es la idea del retrato del artista pobre ¿se acuerdan?
Alumna: También cuando le dice “It´s a great hot dog”. Lo repite, quiere que escuchen eso, y para un argentino es meramente un pancho.
A. A.: Lo hace simplemente porque no puede comprar otra cosa y por eso lo miran con desprecio. Un productor es eso: para hacer rendir la plata tiene un catering limitado.
A. M.: Sí, es como una especie de cínico sin saberlo, una especie de entusiasta loco para que todos estén contentos con su hot dog. Y una vez más aparece la idea del mundo del trabajo. Es lo que termina de emparentar a los documentalistas con los bailarines, que es el núcleo central de la película. Es gente que se mueve por trabajo o por el dinero remunerado del trabajo. Eso es lo que más mueve a los personajes. Y me interesa una vez más la idea de la excepción que se manifiesta en un grupo como Krapp. Es una idea más rara, que no implica necesariamente la idea del trabajo por dinero. Y ese es el lugar donde más se manifiesta la excepción. También lo veo un poco en la entrevista final con Blas. La película todo el tiempo avanza a golpes de entrevistas, la gran figura narrativa de la película es la entrevista: en el comienzo, cuando se entrevista al coreógrafo, luego a los bailarines, en las escenas del teatro entre Luciana y el Loro, el sueño de Luciana es una entrevista, la escena del baño, una entrevista que hicimos pero luego decidimos no incluirla con el padre de Luciana, la previa de la entrevista con los viejitos, el padre de Luciana con Blas. Y en ese sentido el espíritu de la película es efectivamente antropológico. Se trata de entrevistar a trabajadores y su relación con el trabajo. Casualmente fue la danza y la película en ese sentido no podría no haber sido de danza. Pero no es una película que trata exclusivamente de danza, creo que es una película que trata sobre la idea del mundo del trabajo de un artista.
S. T.: Me sirve lo que decís respecto a la estructura de entrevista y al mundo del trabajo.
A. M.: Ese es en un punto lo que trata la idea subterránea, como dijiste antes. Una idea que tiene más que ver con buscar lo documental detrás de la ficción. O mejor dicho: la película empieza por lo documental y va hacia la ficción, no es inverso. Y en ese movimiento que traza la película el punto de partida es la idea de un trabajador del arte y el punto de llegada va a ser siempre la ficción, con sueños, con romance, etc.
A. A.: A ver, una cuestión en relación con el lenguaje. En un momento, esta persona que está con el ballet de La Plata y empieza a contar todo el argumento de El lago de los cisnes. En toda esa secuencia hay unos inserts subjetivos, porque de pronto aparece Luciana hablando de El lago de los cisnes… no estaba entrevistando, está escuchando un relato sobre el argumento…
A. M.: Pero es una entrevista. El montaje después interviene rápidamente en la entrevista y también trata de desplazarse de la idea de que la historia que trata de narrarse es la de El lago de los cisnes. No es así porque es un disparate total. Y él trata de establecer ciertas correspondencias con los materiales de la película con los de El lago de los cisnes. Lo hace el montaje, pero la materia misma de un plano es una entrevista, no es otra cosa. El truco de la película es ilustrarlo, pero a la vista de todos. A la película no le importa mucho qué es ficción y qué es documental. No trabajo sobre ese problema de dónde está la línea que lo divide. No me importa, para la película es lo mismo. Quiero creer que tiene la sinceridad de mostrar qué es documental y qué es ficción: yo trabajo las dos cosas por igual. Vos sabés que este bailarín está bailando Avenida de las Camelias. Y está a la vista también que el Loro no desaparece. Desaparece en un momento porque el montaje decidió hacerlo desaparecer como si fuera una película de Méliès. Los trucos están a la vista en la película. Ahí está su sentido del humor, su espíritu lúdico, y trata de jugar ese espíritu con materias reales respetando la ontología de los materiales. En ningún momento traiciona los materiales. Sí manipula pero en la mente del espectador. La película lo dice casi en voz alta y está casi al borde de lo burdo.
A. A.: Me parece que responde a un armado de sintaxis de ficción. Y de pronto parece que está imaginando a Luciana bailando, es casi un insert bailando El lago de los cisnes.
A. M.: Es un insert, pero para que se den una idea de cómo fue filmado, el plano de las entrevistas, y el contraplano de quien se está entrevistando está filmado con dos años de diferencia. La película se encontró con esa disyuntiva. Había un montón de planos de entrevistas y había que otorgarles un contraplano. Otorgarle una manera sincera, como una película de Rossellini cuando Ingrid Bergman ve y de repente hay un plano de la guerra y corta. Nosotros sabemos que ella no estuvo en la guerra y el set no estaba en la guerra, y uno le otorga a la película esa convención de “Digamos que ella está en la guerra”. Acá se trató de hacer lo mismo. Hay un plano de un bailarín y hay un contraplano de este productor nefasto, de Miami, grasa, horrible y divertido y simpático al mismo tiempo. Y juega a eso la película, es un contraplano que no existieron al hacerlos coexistir. Esa es la historia formal de la película.
S. T.: El tema de la temporalidad estaría relacionado inevitablemente con el problema de la verdad, haciendo coexistir presentes incomposibles o pasados no necesariamente verdaderos, en este caso, subraya y queda a la vista el carácter ilusorio del límite que separa la ficción del documentalismo, me recuerda lo que Gilles Deleuze denomina las potencias de lo falso…Por otro lado, está el tema de la representación cuando aparece Carmina Burana.
A. A.: La marcha.
S. T.: Sí, entonces bueno, el tema de lo que se representa y lo que no se representa… Me hizo acordar, no sé si lo vieron, Véronique Doisneau, cuando aparece Giselle. Ese momento en que aparece el persoanje de Giselle, y aparece la ilusión teatral, las luces, el vestuario, el “hacer creer”, en una especie de contraposición.
A. A.: ¿En dónde es eso?
S. T.: Véronique Doisneau es una obra, casi una conferencia performática, de Jérôme Bel sobre la vida de una bailarina en la Ópera de París. La bailarina se llama Véronique Doisneau y esa fue su última función. Es un solo en medio del gigantesco escenario de la Ópera de París, sin ningún efecto de luces. El eje temático circula alrededor de la condición de presencia/ausencia de la representación. El único momento en donde aparece el “espectáculo”, es decir, las reglas de la ilusión teatral, es en una brevísima cita, donde aparece un fragmento de la obra Giselle del coreógrafo sueco Mats Ek, el fragmento es un solo del personaje Giselle interpretado por Celine Talon.
A. M.: Está bueno… el punto de partida es parecido, la idea de tratar de generar un punto de vista en un lugar que no lo tiene de una manera tan nítida ¿si?
S. T.: Perdón por la analogía… tu propuesta es realmente muy diferente. No sé si tiene algo en común, posiblemente sea el elemento biográfico lo que produjo mi asociación. Pero creo que es muy diferente respecto del tema ficcional. Justamente Veronique se pone a distancia de cualquier ficción…
A. M.: No, pero en esa película, quiero decir en esa obra que decís vos también, al expulsar todo y dejarla a ella sola, está mostrando las posiciones que hacía, que eran como decorativas por momentos.
S. T.: Sí, lo que pasa es que ella nunca fue una bailarina solista. Siempre fue parte de un cuerpo de baile, ella formó parte del cuerpo de baile. Si vos ves el cuerpo de baile sin los solistas, realmente decís “¿Qué es esto?”. El cuerpo de baile está como escenografía, casi a modo de decoración y marco.
A. A.: ¿Cómo es el nombre de la película?
S. T.: Véronique Doisneau, no es una película sino una coreografía que tiene un muy buen registro fílmico.
L. A.: Está en Youtube, está por partes.
Alumna: Pienso por ejemplo en la entrevista a las dos bailarinas que de pronto empiezan a contestar y se vuelven los otros los entrevistados, o también en el momento en que Luciana está en la bañadera. Me impresiona la pose, cómo termina llorando y enseguida hay un plano del Loro mudo. De nuevo aparece la situación de poder del entrevistador que se vuelve el entrevistado. A mí todos esos gestos no me permiten ver las dos partes de la película. Entiendo que hay un comienzo mucho más “de materiales”, casi plástico. Casi como si la película probara lo que puede hacer, como cuando hace desaparecer al Loro, y después deja de probar cosas y se entrega a esa ficción que le ganó. De pronto se volvió más interesante, realmente, lo que le pasaba al Loro, lo que le pasaba a la bailarina, y va ahí… es eso lo que va alimentado todo el resto. No siento un corte, algo que la película lo dejó. Simplemente eligió una historia para seguir. Yo no conozco a Blas. Entendí que era un coreógrafo o un bailarín importante porque él lo dice, pero también creo que esa escena muestra que ella tiene a su bebé y ya no baila por un tiempo y que el Loro eligió no irse a Canadá a ganar plata pero sigue con el micrófono… Para mí las películas tienen que decidir y ahí dejan cosas de lado, porque si no es el mundo. En ese sentido no veo las dos partes sino que veo una base, un contexto, que va nutriendo la historia que finalmente elige contar la película, que podría ser esa o la de Blas, pero es ésta.
A. M.: Sí. Para mí es como raro o problemático en sí mismo. Digo problemático en un buen sentido. Pienso en esa idea de una entrevista filmada en contraplanos en la que obviamente está la entrevista y al mismo tiempo uno fuerza el contraplano del que escucha. Además es más fuerte en este caso porque fue filmada después de que existió esa entrevista, empatando la luz exactamente igual, el cuadro, el lugar, etc., un esfuerzo fotográfico descomunal para que esos dos contraplanos peguen, lo cual obviamente construye la historia desde un punto de vista. Es como tratar de otorgar esa entidad de la película para que desaparezca la idea de una primera persona que sería el director. A mí no me interesaba hacer un documental en primera persona sobre la danza, en ningún momento me interesó.
A. A.: Pero está el indirecto libre…
A. M.: Sí. Pero también está la figura del Loro que es particularmente buena. Es como un niño, es como el niño del cine moderno. El que mira y no opina, un personaje que padece y es capaz de describir al mundo entero, mudo.
S. T.: Sí, pero tiene un final intenso porque le explica el sentido de todo lo que soñó… y se manda una interpretación que…
Alumna: Pero eso lo dice la película, tampoco lo vemos al Loro decir eso, también hay algo ahí. Está escrito.
S. T.: Sí, está escrito.
Alumna: Pero lo podría decir Alejo o Walter.
A. M.: Esa escena, originalmente, la dijo el Loro. Se actuó esa escena.
Alumna: ¿Y por qué no quedó?
A. M.: Y porque era linda, pero era tarde para que la película inaugure el último parlamento del loro. Aparte, hay que decirlo, era actoralmente compleja la situación. Había que decir eso, con ese texto, una mezcla de textos de varias cosas. Paul Valéry… era un Frankenstein. Pero… él lo decía y era una linda escena. Si la veías sola funcionaba. Si veías la película con ese final… era un poco…
A. A.: Muy feminista ¿no? Es decir, hace toda una interpretación que dice algo así como “mirá, que se revienten todo”, que reviente la convención de lo que es una bailarina, de lo que es una madre… Me pareció muy feminista eso.
L. A.: Bueno, el sueño era un sueño real. Después A. M. usó algo de ese sueño real para poder decir lo que quería decir, que era algo sobre las mayorías y las minorías, las elecciones estéticas del grupo Krapp. Nunca vamos a elegir algo del estilo… Es decir que nunca podríamos, nosotros cinco del grupo, estar en un ballet estable, por decirlo así tan francamente. Primero porque no nos da la técnica. Segundo porque no nos da la disciplina.
A. A.: Claro, pero era demasiado fuerte. Y a mí me gustan, me encantan las narraciones orales que no son seguidas por lo del baile… no hay cuerpo ni nada, es un sueño, entonces es un sueño. Se cuenta íntegro, toda la película, estaba sin el color verde. Y está muy bien eso. Además, con todo el interés que tiene una narración porque de pronto te atrapa y decís “¿A dónde va a terminar?” Y de pronto irrumpe un relato sostenido verbalmente. Me pareció feminista por eso. De pronto ahí había demasiada violencia, para ser así nomás desplazada por esa línea…
A. M.: A mí me interesaba sobre todo ese sueño porque siempre hay una incógnita de cómo cazzo terminar. No sé si yo no estaba mal, como políticamente, quiero decir pensando desde un lugar que no termina de cuajar con esta idea de canon, de gusto. No querer ni la cosa demagógica ni la cosa medio berreta, la película está todo el tiempo como negándose, también por un momento muy particular que fue en el momento en que fue hecha esa película. Pero es un gran misterio que no termina de encontrar su lugar verdadero y por razones morales está todo el tiempo como evadiendo lecturas posibles de su trabajo. Me da la sensación que es lo que le pasa un poco a Luciana o a Luis Biasotto o a los productores, que a mí me pasa también y que creo que ahí estaba la comunión verdadera de esta película. Como cierto grupo de artistas, enorme, por otro lado, que no, que no…
S. T.: Hay algo, en la película, con respecto al mundo de la danza, que me parece muy interesante. Es esta idea de inadecuación respecto a lo que podría llamarse “concierto universalista de la danza”, ese discurso armado desde los lugares hegemónicos. El ballet va a ser siempre subalterno porque Ballet, con mayúsculas, el modelo al cual habría que llegar, es el de la Ópera de París, o el de la Scala de Milán, o el Royal Ballet o el New York City Ballet. Carmina Burana será muy exitosa, pero le cuesta jugar en las grandes ligas europeas…
A. M.: En Madrid sí funciona.
S. T.: Sí pero España, para la danza ¿es Europa? Quiero decir que los lugares centrales de legitimación son los países que históricamente son reconocidos como parte de una cierta narración histórica, sesgada por cierto, de la danza occidental. Los demás países quedaron al margen de esa narración. Estoy hablando de esa narración histórica que se pretende universalista, la que determina la historia global a partir de los modelos locales provenientes de Francia, Alemania y EEUU. Son los que dictan las normas, de donde provienen las teorías, todos sabemos cómo funcionan los mandatos estéticos que se diseminan en aquellos festivales, congresos, bienales, etc… que se organizan alrededor de ciertas problemáticas estéticas. Demás está decir que muchos eventos se organizan a partir de la ayuda económica de organismos culturales que tiene el poder económico de ayudar a exportar sus artistas. Entonces, volviendo al Loro, me encanta el nombre, además, porque creo que todos tenemos algo de loro más que de cisne. Esas pinceladas que aparecen, a través de unas botas de ballet folklórico, a través de los ensayos de Carmina Burana, a través del relato que hace un director de ballet sobre El lago de los cisnes, todo habla de una danza marcada por cierta imposibilidad. A través de un grupo, que yo considero uno de los mejores grupos actuales, pero que, a pesar de sus logros, sin embargo arrastra ese signo, ese signo fatal. Y justamente la película cierra con un bailarín, Blas, y con su sueño imposible. En ese sentido es otro sueño más, como el sueño de la chica que explota o el bebé que explota. Creo que lo que explota, permanentemente, son nuestros sueños. Creo que la película toma esta cuestión del desgarro, yo lo veo también en el solo de Nielsen, en el final, es un solo desgarrado, ni siquiera es él, porque está filmando a través de un espejo, es la imagen de un cuerpo que no termina de organizarse. En ese sentido la película es muy conmovedora.
L. A.: Bueno, de hecho el productor yanqui con ese contrato horrible en un español atravesado, es un poco eso también.
S. T.: Bueno, Miami ya es un ejemplo de un espejo, en este caso kitsch, en el que reflejarse, para dar prueba de existencia.
A. A.: Me llama la atención del personaje del Loro que se lo presenta como muy ambiguo. No sé si es la intención, pero resulta un personaje muy ambiguo, sin expresión, porque no actúa. Pero está actuando… tiene un pequeño sesgo de sustracción el personaje. De hecho es sustraído en el final.
A. M.: No sé, me parece que es el estar de él en el mundo real.
A. A.: Sí ¿no?
A. M.: Así es… (Risas) Es eso, es un estado, es el estado de él.
L. A.: A veces está más presente.
A. M.: Es como la mezcla perfecta entre subjetividad y objetividad, alguien que está y es capaz de formar parte de lo otro y de opinar sin opinar. No sé, es raro. A mí me parece muy valioso él como figura para esta película, más haciendo caña, siendo el responsable de todo lo que escuchamos. Una especie de punto de vista que está, sin ser del todo corpóreo.
A. A.: Cambiando del tema de lo sonoro hacia lo visual. Respecto al encuadre ¿hay alguna idea de cómo filmar el ballet? Sobre cómo se traduce, respecto al cuadro. ¿Cómo se produce el encuadre? Porque ahí aparece el director indicando: “la de pantalón rojo, la de blanco”, supuestos primeros planos que no se presentan. Lo tuyo es un encuadre abierto, tomás todos los movimientos.
A. M.: Pasa algo en la danza y es que si vos cerrás mucho el plano (hay gente que lo hace), abrís el objetivo y tenés planos casi cutáneos de los bailarines, pero no ves la forma. Está muy ligado a cómo se filma en el cine hoy, se filma más bien en planos cerrados, seguimiento del personaje, una especie de subjetividad. Ya está, no se puede más con lo mismo. En ese sentido me interesaba más ver la forma, ver los cuerpos pero a distancia justa y no estar en esa especie de mundo de efectos y tener que estar al lado del personaje. Esa es la forma de filmar en general a un ballet. Después pasa algo más raro que es seguir a un personaje dentro de un ballet, con lo que se da la situación de volver a ver la forma pero a través de una sola persona, sin todavía jugar con esa cosa casi expresionista, casi de jugar con un cuadro hipercerrado, y que la dinámica de los cuerpos hagan lo suyo. Y acá sí pasaba de seguir a un personaje del ballet, pero siempre con esto de la distancia justa, que no perdamos la idea de forma, de vista. En ese sentido ésa es la manera en la que se organizó la filmación, primero los ballets pero después la película entera. Al tener el sonidista en cuadro estuvo prohibido el plano cerrado porque era el sonidista, pero también el protagonista. Entonces todo el tiempo se tendió a agrandar y agrandar el cuadro constantemente. Son poquísimas las escenas en que el Loro no tiene la caña, son dos escenas.
Alumna: Y hay solo dos primeros planos que son de ella, uno en la bañera y otro en la piscina.
A. M.: Yo igual creo que debe haber más primeros planos.
L. A.: Sí, él en el baño.
A. M.: En el baño, cuando la conoce a ella también hay algunos primeros planos… Sí, no hay tantos, es cierto, es como cuidado el valor del primer plano.
A. A.: Te preguntaba porque está dicho pero no mostrado, eso es lo que me interesa.
A. M.: Sí, es como filmar ficción para un documentalista.
A. A.: “Acércate, la de pantaloncitos rojos, la de blanco”, pero en la cámara se ve desde un encuadre general, es decir, no muestra, la cámara muestra la decisión del director y ese desnivel se nota y me pareció interesante. Los únicos momentos en los que la cámara recorta son los de la marcha militar.
A. M.: Sí, pero eso también porque salió bien en el plano, en la marcha militar se filmó así porque salió bien, creo que si cortabas las botas es que sos medio grasún. Es como el límite de la ontología misma del plano, no forzar nunca al plano a ser algo que no es en sí mismo.
Alumno: Te quería preguntar, al final de los créditos agradecés al Gauchito Gil. Dos reflexiones, la primera es que el tema es la primera vez que yo lo veo… no pertenece demasiado a un ámbito intelectual al que se me ocurre pertencés vos. Y también es un fenómeno rural y urbano como también muestra la película. ¿Tuviste alguna experiencia en particular?
A. M.: No, el tema es que tengo una productora en la que somos cuatro y los otros tres son unos devotos insoportables del Gauchito Gil, soy completamente no supersticioso, me da lo mismo.
Alumno: O sea que es un guiño a ellos.
A. M.: Más que un guiño, es mi productora y ellos también tienen derecho a agradecer a quien ellos quieran, bastante hacen en la película como para no tener derecho.
Alumna: Creo que hay que rescatar al Loro, él para mí es el que hace el link entre el arte y el amor, o sea es el que une, quizás no desde lo formal y desde esa problemática que tienen ustedes como realizadores, sino el que une el trabajo con los afectos en relación al personaje de ella. Él es el que une El lago de los cisnes con el personaje de ella que quizás no es una asociación tan directa porque por ejemplo, Krapp es todo lo opuesto a El lago de los cines. Creo que él es el que imagina o quizás como estabas planteando, él es el que necesita que le abras un mundo de ficción, lo artístico, para amar a alguien o para acceder a la persona que quiere o acceder al afecto…
A. M.: Sí, entiendo, pero no sé, o sea, lo que pasa es que al ser el sonidista digo, es muy parecido al rol que tiene la cámara, en vez de ser la cámara es el micrófono y es naturalmente cómplice de cualquier tipo de subjetividad que venga de la película. En ese sentido es como una película medio cursi, de una película enamorada, incluso en lo folclórico.
A. A.: ¿Qué otra película nacional hay, documental o de ficción, digamos que tenga este interés estético?
S. T.: El exilio de Gardel fue una película importante en donde la danza tuvo un rol fundamental. El director Hugo Fregonese filmó en Dónde mueren las palabras (1946) una escena con coreografía de Margarita Wallman, que dura quince minutos, una cosa rarísima. Además, antes de la escena, filman un palco en donde un actor explica toda la coreografía, que además tiene que ver con el guión de la película. Estamos en 1946 y también la escena da cuenta de cuál era en ese momento el programa artístico de la danza en nuestro país: una mezcla de ballet con elementos expresionistas, provenientes de los maestros que iban llegando a Buenos Aires.
A. A.: Bueno estamos llegando al final de la hora, así que si no queda ninguna pregunta, muchas gracias por venir (Aplausos).

Producción documental y políticas de la memoria: un estudio sobre representaciones audiovisuales santafesinas en torno a los Juicios por delitos de lesa humanidad

Descargar texto

Mariné Nicola

Resumen

En este texto nos  proponemos indagar en torno a las políticas de la memoria en Argentina y su relación con el cine documental, en particular centrar la mirada en el ámbito local, la provincia de Santa Fe y la producción fílmica documental en torno a los Juicios por la Verdad y la Justicia que se desarrollaron entre 2009 y 2010 en las ciudades de Rosario y de Santa Fe. Estos documentales representan el pasado desde imperativos del presente, sostenidos y propiciados por el Estado, en este caso el Estado provincial santafesino. Para estudiar esta temática consideramos como punto de inflexión –en el delineamiento de políticas culturales y de la memoria- la tarea encomendada por el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe a cineastas y documentalistas para realizar el registro y la producción de films que representen las diferentes etapas, laberintos y complejidades afrontadas en los juicios orales y públicos  a represores acusados por delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico-militar en el país.

Palabras clave

Políticas de la memoria, cine documental, juicios por delitos de lesa humanidad, derechos humanos.

Abstract

In this text we intend to study the politics of memory in Argentina and their relationship with documentary films. We aim to focus at the local level, the province of Santa Fe, and its documentary film production about the Trials for Truth and Justice that were held in 2009 and 2010 in the cities of Rosario and Santa Fe. These documentaries represent the past from imperatives of the present, supported and promoted by the State, in this case the provincial State of Santa Fe.

In order to study this issue, we consider the task entrusted by the Ministry of Innovation and Culture of the Province of Santa Fe to filmmakers and documentarians – to do the recording and production of films within the framework of cultural politics and memory-, to be a turning point. These films were expected to represent the different phases, mazes and complexities of oral and public trials of repressors indicted for crimes against humanity committed during the last military dictatorship in the country.

Keywords

Politics of memory, documentary filmmaking, trials for crimes against humanity, human rights.

Resumo

No presente texto nospropomosa indagar sobre as políticas de memória na Argentina e sua relação com o cinema documental, numa particular atenção a visão de âmbito localda Província de Santa Fe e a produção de documentários relativos aos Julgamentos pela Verdade e a Justiça que ocorreram entre 2009 e 2010 na cidade de Rosário e de Santa Fe. Estes documentários representam o passado desde imperativos do presente, sustentados e propiciados pelo Estado, no caso, o Estado provincial santafesino. Para estudar esta temática consideramos como ponto de inflexição  –no delineamento de políticas culturais com a tarefa de trazer a memória- encomendada pelo Ministério de Inovação e Cultura da Província de Santa Fe a cineastase  documentaristas para realizar o registro e a produção de filmes que representem as diferentes etapas, labirintos e complexidades afrontadas nos julgamentos orais e públicos  a repressores acusados por crimes de lesa humanidade perpetrados durante a última ditadura civil-militar no país.

Palavras-chave

Políticas da memória, cine documental, julgamentos por crimes de lesahumanidade, direitos humanos.

Datos de la autora:

Especialista en Docencia Universitaria. Doctorando en Ciencias Sociales. CIECEHC- Centro de Investigaciones en Estudios Culturales, Educativos, Históricos y Comunicacionales. FHUC- Facultad de Humanidades y Ciencias. UNL- Universidad Nacional del Litoral. marinenicola@yahoo.com.ar

Fecha de recepción: 20 de abril de 2016
Fecha de aprobación: 6 de junio de 2016

 

Acercándonos al objeto en estudio

El presente trabajo supone un primer acercamiento en el análisis de las posibles relaciones entre políticas gubernamentales provinciales y la producción fílmica en torno a los primeros juicios por delitos de lesa humanidad en la provincia de Santa Fe[i], una problemática que se enmarca en un campo temático mucho más amplio que es imprescindible profundizar en el desarrollo de posteriores estudios. Es necesario explicitar que en esta oportunidad centraremos la mirada y nos abocaremos a lo que acontece en la jurisdicción provincial en relación a las políticas de la memoria, como constitutivas y fundamentales dentro de las políticas culturales provinciales, y su estrecha vinculación con la producción audiovisual. Este trabajo se enmarca en una investigación mayor, quedando como trabajo pendiente el estudio de las iniciativas gubernamentales en todo el territorio nacional y su relación con la producción audiovisual.

Como resultado de las políticas de la memoria en torno al registro y producción fílmica documental sobre los Juicios por la Verdad y la Justicia que se desarrollan en Santa Fe, se produjeron dos series de documentales, divididos en capítulos dirigidos por cineastas santafesinos y rosarinos. La primera serie de documentales denominada Los días del juicio (Pablo Romano, 2010) está compuesta por cuatro capítulos de 50 minutos que narran el desarrollo y el contexto del primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad que se realizó entre el 31 de agosto de 2009 y el 15 de abril de 2010 en la ciudad de Rosario y que condenó a cinco represores a cadena perpetua[ii]. La segunda serie se titula Proyecciones de la memoria (Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011) y está compuesta por tres capítulos de 50 minutos, cada uno reúne imágenes y testimonios de la llamada “Causa Brusa”, primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad que se tramitó en la ciudad de Santa Fe entre septiembre y diciembre del año 2009[iii]. Cabe aclarar que no se hará aquí un análisis de las medidas judiciales ni el devenir de los juicios a los responsables de vejación y violación sistemática de los derechos humanos en Argentina entre 1976-1983 ni nos adentraremos en las particularidades de la representación audiovisual, aunque nos parece imprescindible hacer algunas aclaraciones al respecto para brindar mayores elementos que complejicen la temática y son la materia prima de las representaciones audiovisuales interés de nuestro estudio.

Para estudiar esta temática se recurre a los aportes de la teoría política, la historia social, la sociología de la cultura, desde una perspectiva multidisciplinar que nos permite abordar el análisis de estas representaciones audiovisuales y su intrínseca relación con el contexto de producción, las decisiones políticas que sustentan su realización y, al mismo tiempo, implican una forma de construir memoria.

Los documentales santafesinos como productos de políticas de la memoria

Cuando utilizamos la categoría políticas de la memoria nos referimos a la toma de decisiones del poder político y los gobernantes con respecto a temas relacionados a cuestiones del pasado, tarea que no carece de conflictos sobre todo considerando que la construcción de la memoria no está ajena a intereses y clivajes donde entran en debate qué es digno de ser recordado, quiénes se arrogan el derecho y son dignos de recordar, qué visión se impone en el juego memoria/ olvido sobre el pasado reciente[iv]. Según lo plantea Jon Elster (2006) estas políticas conjugan una serie de decisiones legislativas, administrativas y judiciales. Una política pública representa el intento por definir problemas y articular respuestas que pueden consistir en actuar o no hacer nada, por lo cual el análisis de las políticas exige la comprensión de factores de tipo histórico, social, económico, cultural, legal, pero especialmente, institucional. Por lo tanto, una política hacia el pasado debe contar con la gestión gubernamental sobre el manejo de las memorias en conflicto en el seno de la sociedad a través de la implementación de medidas políticas, económicas, jurídicas, sociales y culturales; la toma de decisiones tiene que funcionar en estos múltiples niveles y debe implicar la participación de diversos agentes y actores sociales.

En sociedades como las nuestras donde la implantación de un Estado burocrático autoritario (O´Donnell, 1982) y la aplicación del terrorismo de Estado ha diezmado y marcado profundamente a la sociedad, el consenso y aceptación de políticas en torno al pasado reciente es sumamente complejo, además estas políticas deben conllevar cierta reparación a las víctimas para lograr una coexistencia pacífica en una sociedad zanjada por las consecuencias del terror estatal, en la que además de existir un discurso oficial sobre ese pasado puedan convivir otras memorias sin producir un peligro a la estabilidad institucional. Por lo tanto, estas políticas deben ser garantistas, para proteger un derecho, estimular su ejercicio y buscar consolidar el sistema democrático.

1Como bien lo define Solís Delgadillo (2011) las políticas de la memoria son de esta manera un conjunto de medidas políticas instrumentadas desde el Estado tendientes a interpretar el pasado y reparar a sus víctimas. Sin embargo, lo que está en juego en las políticas de la memoria no es el pasado sino el presente, y la capacidad que se tenga para integrar a ambos en el aquí y ahora como realidad de la que sea posible hablar.

Siguiendo el planteo de este autor es que sostenemos que las políticas de la memoria vinculadas a los problemas irresueltos del pasado de aquellos países donde se implantó el terrorismo de Estado en etapas recientes de la historia, se pueden dividir en tres tipos: simbólicas, son todas aquellas medidas destinadas a resarcir la memoria de las víctimas y la de sus familias, aunque van dirigidas al conjunto de la sociedad, a través de recordatorios en el espacio público que se traducen en monumentos, plazas, nombres de calles, museos y todas aquellas expresiones que a través del arte se enlazan para mantener viva la memoria colectiva, pero también a través de la difusión educativa de los derechos humanos; de reparación,  son medidas reservadas para indemnizar a las víctimas directas y a sus familiares, hasta cierto grado de afinidad, y se pueden subdividir en dos categorías, económicas (retribución a través de transferencias económicas directas) o prestacionales (compensación por medio de la exención de pago de determinados servicios públicos y creación de programas específicos para su beneficio); y por último –aunque no menos importantes- las políticas de justicia, son aquellas que están encaminadas a establecer la verdad de los hechos y a crear las condiciones propicias para juzgar y castigar bajo un debido proceso, a los responsables de cometer crímenes políticos o de lesa humanidad bajo el auspicio de un régimen autoritario.

Analizando someramente las políticas implementadas por el Estado provincial santafesino vemos que hay cierta preocupación y preeminencia de políticas de la memoria que oscilan entre políticas de reparación de carácter económicas (pensiones); políticas de justicia (juicios) y políticas simbólicas. En esta última variante de políticas es donde encontramos la estrecha imbricación entre políticas de la memoria y políticas culturales. Por un lado, la creación y puesta en funcionamiento del Centro Popular de la Memoria donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención para constituirlo como un lugar de memoria (Nora, 1983-1994); por otro, el apoyo a través de convocatorias públicas y financiamiento para la producción de audiovisuales que representen y vehiculicen lo que sucede en el marco de las instancias judiciales en el desarrollo de los juicios por delitos de lesa humanidad (estos juicios además se transmitieron de manera directa por internet [v] y en pantallas en los alrededores de los juzgados federales y plazas públicas aledañas).

Es en tal sentido que consideramos las políticas culturales estrechamente vinculadas a la construcción de memoria, y en cierta medida, muchas veces las políticas de la memoria y las culturales van de la mano, ante ello en esta oportunidad tenemos el interés por analizar un aspecto relacionado a las políticas culturales que hace referencia a la producción audiovisual, específicamente cine documental. El investigador argentino Gustavo Aprea (2008) ha realizado un trabajo interesante al respecto donde analiza las continuidades y discontinuidades en la relación cine y política en Argentina desde 1983 a 2008, considerando al cine como un constructor de identidades y, personalmente agregaría, memorias, desempeñando un papel fundamental en defensa de la democracia y llevando adelante una exhaustiva crítica social. En palabras de Aprea “…la producción fílmica de los últimos años adquirió –muchas veces más allá de las intenciones de sus autores- una dimensión política que la distanció de la de otros momentos históricos y la distinguió de otras cinematografías contemporáneas.” (Aprea, 2008. Pág. 9). Esta comparación se piensa sobre todo en relación a la estrecha imbricación entre política y cine que se dio en la década de los ´70 con las producciones de Raymundo Gleyzer y Cine de la Base y Fernando Solanas con Octavio Getino y su Grupo Cine Liberación, etapa y producciones ampliamente estudiadas desde múltiples enfoques y por diversos cientistas sociales.

En los últimos años encontramos trabajos académicos que abordan el análisis de las posibles relaciones entre cine y memoria, en tal caso es pertinente mencionar el reciente trabajo de Gustavo Aprea (2015) que incursiona en  los procesos de construcción de las memorias colectivas e individuales en torno al pasado reciente argentino y el lugar importante que ocupa el cine en relación a ello. En palabras del autor, “…los relatos audiovisuales  como el cine poseen cualidades que los convierten en vehículos idóneos para la creación de recuerdos que sostienen memorias colectivas nacionales, de clase, étnicas, de género, etc. Al mismo tiempo que permiten la transmisión y conservación de imágenes de un pasado socialmente compartido, realizan las interpretaciones sobre las que se soportan nuestras identidades sociales” (Aprea, 2015. Pág. 18). En tal sentido se manifiesta que a partir de la recuperación democrática los films de ficción fueron los primeros en acercarse a la temática y que durante la década de los ´90 comenzaron a proliferar documentales centrados en la recuperación de relatos en torno a la militancia de los años sesenta, desempeñando un rol destacado en los debates en torno a la historia reciente. Se denomina a estos films como documentales de memoria, que se caracterizan por organizarse como narraciones que reconstruyen e interpretan el pasado utilizando los testimonios de personajes que vivieron o sufrieron el momento histórico que se recuerda. En estos films no sólo es importante lo que se recuerda sino también el acto de recordar, tienen un efecto testimonial que habla sobre la manera que un período histórico es reconstruido y reinterpretado en otro contexto socio-histórico diferente, o sea expresan el modo como la sociedad piensa su pasado y se piensa a sí misma. Se vuelve a considerar en estos estudios a los productos de los lenguajes audiovisuales como agentes en los procesos de construcción de las memorias sociales contemporáneas y como fuentes para el estudio sistemático de la historia.

En un compás similar, contamos con estudios compilados por Lior Zylberman en el Dossier Memoria y Cine Documental en América Latina publicado en la Revista Cine Documental N°5 (2012), donde desde múltiples ópticas y a partir del análisis de diversos films, los autores abordan la problematización y análisis de la relación entre imagen y memoria, intentando desnaturalizar la idea comúnmente compartida de implicación directa entre cine y memoria. Algunos textos tratan las narrativas audiovisuales como soportes de la memoria y de las prácticas sociales (Bravi, 2012); otros buscan deconstruir esta idea para  dar paso a una relación más compleja y menos lineal donde intervienen los espectadores, el contrato que el film establece con el espectador, la imaginación, las significaciones latentes en los films (Zylberman, 2012), en tanto otros artículos se sumergen en el análisis de films subjetivos y la incorporación de fotografías como forma de hacer presente, de restituir lo ausente (De Hauwere, 2012), en otros escritos, se analizan los films a partir de las categorías de cine de memoria y memoria en imágenes (Ciancio, 2012). A partir de este breve relevo de investigaciones recientes, podemos afirmar que el campo de estudios en torno a cine y memoria del pasado reciente argentino se encuentro en pleno proceso de crecimiento y diversificación de estudios, para lo cual nuestro trabajo pretende aportar una perspectiva diferente, al mismo tiempo que complementaria.

La cinematografía documental de los últimos 20 años en nuestro país ha tenido como eje central de sus producciones la preocupación por la reconstrucción del pasado reciente y debates sobre las transformaciones profundas que se produjeron en nuestra sociedad durante las últimas décadas como resultado de la aplicación y profundización de políticas neoliberales. Ante ello, el auge de producciones de cine documental con la formación y proliferación desde inicios de la década del ´90 de múltiples y diversos grupos que se abocan a producir cine social y político, trabajando colectivamente y cuyas producciones son político-militantes en las cuales el objetivo está puesto más en la transformación política y social, que sobre lo estrictamente cinematográfico y estético (De la Puente y Russo, 2007). Esta tendencia se agudiza aún más con la crisis económica y política del 2001 y la creciente crítica, resistencia social, popular y masiva que se extendió por todo el país hacia el modelo neoliberal y sus consecuencias socioeconómicas en amplias capas de la población. Por lo que es interesante analizar y problematizar la cuestión de la representación de la realidad (Nichols, 1997) en las producciones documentales.

Pero en el caso santafesino, particularmente en relación a los audiovisuales objetos de nuestro análisis, constatamos la “intromisión” del Estado como agente propulsor de políticas culturales en la producción audiovisual, convocando, sosteniendo y financiando la realización y producción de materiales audiovisuales sobre los juicios de delitos de lesa humanidad en desarrollo en el marco del territorio provincial.

Adentrándonos en la relación política/ memoria a través del caso de Santa Fe

Tal vez sea necesario hacer un ejercicio de memoria selectiva, narrativa, para recordar cómo se desarrollaron algunos procesos y acontecimientos a partir de la llegada de la democracia al país y comprender la relevancia histórica que tienen los Juicios por la Verdad que se están desarrollando desde 1998 en la Cámara Federal de La Plata, provincia de Buenos Aires. Estos primeros juicios fueron procedimientos de investigación sin efectos penales y se realizaron para averiguar qué pasó con los desaparecidos en la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura cívico-militar y descubrir quiénes fueron los responsables del genocidio durante esa época. Con el transcurso del tiempo varios fiscales federales argentinos adoptaron esta estrategia para reanudar investigaciones sobre el terrorismo de Estado cuando la vía judicial ya se había cerrado con la sanción de las leyes exculpatorias de “Punto Final”[vi], “Obediencia Debida”[vii] y los decretos presidenciales de “Indulto”[viii] a los condenados en los Juicios a la Juntas en 1985[ix]. Legalmente estas acciones de los fiscales tenían escaso sustento y su efecto práctico era nulo porque no conducían a la imputación y juzgamiento de los represores, pero las pruebas reunidas resultarían de principal importancia luego del 2003 cuando estas leyes exculpatorias son anuladas por el Congreso Nacional Argentino y dicha anulación es convalidada por la Corte Suprema de Justicia que las declaró inconstitucionales el 14 de junio de 2005. Es a partir de allí que se rehabilita la posibilidad de persecución judicial de los crímenes de Estado y en 2006 tiene lugar la sentencia en la causa contra Miguel Etchecolatz, ex Comisario General de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, uno de los primeros en ir al banquillo de los acusados tras la anulación de las denominadas “leyes de impunidad”.

Con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la nación en 2003, se anuncia que su programa en relación al pasado reciente argentino se sustentará en “Memoria, Verdad y Justicia”, seguido en sus dos primeras semanas de gobierno con la remoción de la cúpula de las Fuerzas Armadas y la promoción del juicio político a la “mayoría automática” de la Corte, sus objetivos eran echar luces sobre los delitos de lesa humanidad durante la dictadura. En relación a ello, según diversos informes, el balance de la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad es elocuente. En declaraciones Martín Fresneda –Secretario de Derechos Humanos de la Nación desde mayo de 2012 a diciembre de 2015- expresa que “…hubo más de mil procesados y 521 condenados, consigna que hasta finales de 2012 hubo 354 condenas y 34 absoluciones, cifras demostrativas de un verdadero proceso de justicia, con respeto por las debidas garantías, de modo que nadie sea condenado sin pruebas” (Serafini, 2014; online).

En el transcurso de 2014, al conmemorarse el 38 aniversario del golpe de Estado, se encuentra este proceso en pleno desarrollo, se hallan en marcha más de una decena de juicios por delitos de lesa humanidad en nueve jurisdicciones (Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Mendoza, Tucumán, Santa Fe, Paraná, entre otros)[x], también en algunos de ellos comenzaron a ser juzgados civiles participantes de la dictadura, como en el juicio de Mendoza en el que están imputados los ex jueces Otilio Romano y Luis Miret o el caso de Santa Fe donde fue condenado Víctor Brusa por su participación siendo secretario de un juzgado federal en la ciudad de Santa Fe. En ese balance cabe consignar además la recuperación de su identidad de 119 hijos de detenidos-desaparecidos (con los últimos casos de Ignacio Hurban/ Ignacio Guido Montoya Carlotto, Jorge Castro Rubel y la nieta recuperada número 117, nieta de María Domínguez, presidenta de Madres de Plaza de Mayo en Mendoza, entre otros) y el mejoramiento del sistema de búsqueda a partir del Banco Nacional de Datos Genéticos, como así también la señalización de cientos de  “sitios de la memoria” a lo largo de todo el país, con la colocación de “baldosas” señalizando lugares de secuestro, detención y desaparición de personas.

2En un trabajo de investigadoras santafesinas del año 2002 sobre los procesos de construcción de memoria en nuestra ciudad en relación a esta etapa de nuestra historia, se sostiene que en Santa Fe hasta inicios del presente siglo, la memoria que se construye desde las instituciones gubernamentales está cargada de estrategias conmemorativas que invocan el recuerdo para provocar, de hecho, el olvido. Placas recordatorias, murales, monumentos en homenajes a los desaparecidos frenan la participación y el pensamiento crítico con respecto al pasado reciente. La memoria oficial imperante, expresada en la teoría de los dos demonios, de la guerra sucia y en los llamados a la reconciliación, está sustentada en la impunidad de los torturadores y genocidas que logran ocupar cargos en los gobiernos democráticos o continúan ascendiendo en sus funciones (González- Tell, 2002).

En tanto, diversos estudios más recientes que analizan el devenir de la lucha de los organismos de derechos humanos en Argentina para establecer un régimen de verdad sobre lo sucedido durante la última dictadura militar en el país y terminar con la impunidad de los represores, analizan cómo diferentes organismos y esferas estatales van apropiándose de los reclamos e imperativos sostenidos por estas organizaciones no gubernamentales y movilizaciones civiles que tienen como objetivos verdad, memoria y justicia (Alonso, 2011). Esta tendencia se profundiza con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia quien se presenta “…como representante de una generación golpeada por el terror militar y promovió diversas iniciativas para generar memorias críticas sobre la represión y las conductas mayoritarias de la sociedad argentina durante la década de 1970…” ( Alonso, 2009. Pág. 31), de esta manera se comienza a dar lugar a un nueva configuración imaginaria que apuntala la reactivación de la vía judicial para esclarecimiento y condena de los responsables y cómplices para/con los diferentes mandos militares.

Al mismo tiempo, la idea relacionada a la teoría de los dos demonios comienza a entrar en crisis dejando de ser una visión hegemónica sostenida por el Estado como política de la memoria. Según el investigador Luciano Alonso, esto puede ser leído como una tendencia de conjunto en relación al papel del Estado y los reclamos de los organismos de derechos humanos donde convergen procesos de normalización e institucionalización de estos reclamos del movimiento argentino por los derechos humanos

…Normalización en tanto intento de inscripción de esas demandas en la normalidad política, ajustándolas a reglas propias del Estado de derecho –lo que conllevó reiteradas tensiones al pretender el tratamiento de acontecimientos excepcionales con las tipificaciones de la legalidad republicana ordinaria. Institucionalización, porque supuso la canalización e incluso reorientación de las demandas por diversas agencias gubernamentales, asumiendo modos de relación sociopolítica concretos y estables garantizados por la estructura de la dominación estatal (Alonso, 2009: 31).

Estas ideas nos conducen a reflexionar sobre la imbricación entre política y memoria; qué estrategias o mecanismos se ponen en funcionamiento desde la sociedad y el Estado para construir memoria sobre el pasado reciente; cómo el Estado termina cooptando manifestaciones de la sociedad civil y las hace propias en el proceso de selección y reselección del pasado como estrategias del recuerdo.

Si nos adentramos en el tema de las políticas de la memoria en relación al pasado reciente argentino, podemos constatar que desde la recuperación de la democracia a nuestros días han tenido diferentes formas y ritmos dispares según los gobernantes de turno[xi]. En este sentido, es necesario realizar un racconto de las diversas medidas y acciones emprendidas desde el Estado y las esferas de poder político para impulsar la construcción de la memoria del pasado reciente a partir de acuerdos, consensos y disputas en torno a aquello digno de ser recordado por la sociedad, aunque ello excede este trabajo es una cuestión que necesita ser abordada en profundidad en posteriores estudios. Para ello hay que centrar la mirada en la selección, creación, ejecución e implementación de “lugares de memoria” (Nora, 1984-1993), sean éstos fechas conmemorativas, feriados, museos, informes, libros, películas y films, decretos y leyes que tomen posicionamiento e instauren en el seno de la sociedad un debate público y exijan una lectura del pasado reciente en el proceso de construcción y reconstrucción de la memoria social. Por tanto, una de las primeras cuestiones que debe ser abordada es el tema de la memoria como política pública.

Para ello focalizaremos en lo que sucede en el Estado provincial desde el año 2007 hasta nuestro presente histórico, cómo han ido cambiando, mutando o resignificándose diferentes políticas públicas orientadas al campo cultural y de la construcción de la memoria. El objetivo es poder dilucidar cambios, continuidades y rupturas en relación al papel del Estado provincial en el delineamiento de políticas de memoria, entrecruzando contextos y realidades particulares según el ámbito, el tiempo y el espacio en que coloquemos la mirada.

Consideramos que el caso de la provincia de Santa Fe en relación a las políticas culturales y de la memoria en torno al pasado reciente de los argentinos, es emblemático en un doble sentido. Por un lado, en el territorio provincial se tramitan de forma constante y sostenida desde el año 2009 los Juicios por la Verdad y la Justicia. Estos procesos judiciales llevados adelante por delitos de lesa humanidad implican la actuación de testigos, querellantes y abogados patrocinantes que han bregado desde la recuperación de la democracia en el año 1983 hasta nuestros días por la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas del terrorismo de Estado[xii]. En tal sentido, cabe mencionar que estos juicios continúan en desarrollo en la provincia juzgando a civiles y militares acusados de delitos de homicidio, allanamiento ilegal, torturas y supresión de identidad de menores[xiii].

Desde el año 2003 tras la declaración de nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se reabren las causas por delitos de lesa humanidad en el territorio provincial al igual que sucede en todo el país. El primer juicio que se desarrolló en la ciudad de Santa Fe fue el caratulado causa “Brusa, Víctor y otros”, entre septiembre y diciembre de 2009 y derivó en la condena de un juez federal, y cinco ex policías a condenas que van entre 19 y 23 años de prisión efectiva en cárceles comunes. En tanto en la ciudad de Rosario, en abril del 2010 se condena a prisión perpetua a miembros de las fuerzas armadas y agentes civiles que colaboraron con ellos en el marco del territorio provincial durante la última dictadura cívico-militar.

Por otro lado, es digno de remarcar la decisión del gobierno de la provincia de Santa Fe de convocar a documentalistas, realizadores, colectivos de realizadores para producir materiales audiovisuales a partir del material que surgía de los procesos judiciales y su transcendencia, ya que se están juzgando y condenando delitos imprescriptibles cometidos en el marco del terrorismo de Estado a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional. En tal sentido, se debe considerar como punto de inflexión –en el delineamiento de políticas culturales y de la memoria- la tarea encomendada por el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe a cineastas y documentalistas para realizar el registro y la producción de films que representan las diferentes etapas, laberintos y complejidades afrontadas en los juicios orales y públicos  a represores acusados por delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico-militar en el país.

Desde el 2009 a la fecha han tenido sentencia firme varias causas por delitos de lesa humanidad en el marco del territorio provincial, al mismo tiempo el gobierno provincial ha instrumentado una serie de políticas públicas destinadas a acompañar a la justicia a través del Programa de Protección y Acompañamiento de Testigos y Querellantes[xiv]; preservación y recuperación de espacios como sitios de la memoria, es el caso del edificio donde funcionaba el ex Servicio de Informaciones de Rosario, en ese lugar durante la última dictadura cívico militar funcionó uno de los Centros Clandestinos de Detención más grandes de la provincia[xv]; la creación del Archivo Provincial de la Memoria[xvi]; dentro del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos funciona un Área de Investigación, Apoyatura y Seguimiento de Causas de Lesa Humanidad[xvii]; se desarrollan campañas informativas y de difusión en colaboración con la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas[xviii]; mediante Ley Provincial N°13330 se otorga una pensión para madres de hijos que hayan sido asesinados o se encuentren en situación de desaparición forzada como víctimas del terrorismo de Estado[xix]; aprobación de la ley provincial de pensión para presos políticos, gremiales o estudiantiles víctimas del terrorismo de Estado[xx]; acompañamiento a las Madres de Plaza de Mayo en la búsqueda y restitución de niños apropiados durante la última dictadura militar[xxi]. Se mencionan estas iniciativas desarrolladas por el Estado provincial a manera de ejemplos relacionados a diversas políticas destinadas a la búsqueda, reparación, memoria y justicia en torno al pasado reciente aunque no profundizaremos en ello.

Es necesario considerar este emprendimiento cultural para producir audiovisuales sobre los juicios en Santa Fe en estrecha imbricación con políticas públicas de la memoria sostenidas por el Estado nacional y provincial en relación a la historia reciente, por lo que es imprescindible analizar, cómo la producción de estos audiovisuales nos conducen al análisis de fluidas interconexiones entre contextos socio-históricos diversos donde convergen y disputan las memorias. Nos permiten adentrarnos en la problemática de la representación, centrando la atención en la representación fílmica documental en tanto estrategia de preservación, salvataje, divulgación y conocimiento del pasado.

La llegada del Dr. Hermes Binner y el Frente Progresista Cívico y Social[xxii] a la gobernación de la provincia de Santa Fe en el año 2007 supuso un recambio político, ya que hasta esa fecha –y desde la recuperación de la democracia en 1983- la provincia estuvo gobernada por diferentes facciones del Partido Justicialista. Con el inicio de este nuevo ciclo de gobierno se reestructura y modifica la organización del Estado provincial al mismo tiempo que se profundiza el delineamiento y concreción de políticas públicas y culturales estrechamente vinculadas a las demandas de diversos sectores sociales.

En cuanto a políticas culturales provinciales es necesario remarcar que entre el 2009 y 2010 toma forma una iniciativa conjunta de la Secretaría de Producciones e Industrias Culturales del Ministerio de Innovación y Cultura y la Secretaría de Comunicación Social del Ministerio de Gobierno y Reforma del Estado, y se desarrolla el “Programa Señal Santa Fe” dedicado a la producción de contenidos audiovisuales con el objetivo de poner en común la memoria, la historia y la cultura santafesina. Según se expresa en la página oficial del Gobierno de la Provincia de Santa Fe, “El Programa Señal Santa Fe tiene como objetivo primordial lograr un espacio de creación audiovisual y participación ciudadana dedicado a generar contenidos de televisión cultural en el que se multiplican las imágenes, las voces, el trabajo y los anhelos de todos los santafesinos”[xxiii]. Desde mediados del 2011 se emite una franja de programación diaria de “Señal Santa Fe” que se distribuye por satélite en más de 70 canales de cable de la provincia, la franja presenta producciones originales propias y también producciones realizadas en toda Iberoamérica[xxiv]. A partir de la firma de diferentes convenios con redes de cableoperadores y el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentinos (BACUA), desde septiembre de 2012 la programación de “Señal Santa Fe” llega a localidades de todo el país a través de la Cooperativa de Provisión y Comercialización de Servicios Comunitarios de Radiodifusión (Colsecor) y el canal Conexión Educativa, algunos de sus programas también son emitidos por canales de la Televisión digital abierta de Argentina (TDA).[xxv]

Nos interesa analizar el rol del Estado como actor que interviene, crea y fomenta la producción de materiales audiovisuales documentales que realizan una relectura de la historia reciente e intervienen en el complejo proceso de rescatar las memorias. Es necesario considerar el papel fundamental que cumple el cine en este proceso de construcción de la memoria, sobre todo si tenemos en cuenta que desde comienzos de la décadas de los `90 hasta nuestros días, podemos visualizar un amplio espectro de documentales políticos, antropológicos, testimoniales, subjetivos[xxvi] que representan la última dictadura cívico-militar argentina desde distintos lentes y miradas, estableciendo y problematizando continuas  relaciones pasado-presente en el proceso de construcción de la memoria. La particularidad de los audiovisuales aquí seleccionados está dada por la implicancia directa del Estado provincial en tanto agente promotor para su realización en conjunción con colectivos de documentalistas y realizadores independientes.

Como mencionamos anteriormente, el resultado de estas políticas culturales es la producción de dos series de capítulos para televisión (mediometrajes). La primera serie de documentales es Los días del juicio (Pablo Romano, 2010), donde se exhiben las imágenes de la sala de audiencias, el relato de los testigos y el trabajo de jueces, abogados y fiscales en la ciudad de Rosario. Al mismo tiempo que refleja el acompañamiento que los familiares y sobrevivientes hicieron durante todo el juicio en la puerta del Tribunal. La segunda serie titulada Proyecciones de la memoria (Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011) nos acerca imágenes y testimonios de la llamada “Causa Brusa” que –después de más de treinta años de espera- se llevó a juicio y se logró sentenciar a los imputados al demostrarse la ilegalidad de los actos cometidos en el marco de un plan sistemático y generalizado de represión por parte del Estado en la ciudad de Santa Fe y zonas aledañas. Además de registrar la historia de cinco mujeres que luego de treinta años lograron cerrar un ciclo de impunidad con una condena que marca una nueva etapa en materia de memoria, verdad y justicia en la sociedad santafesina, se contempla también, el contexto histórico y las características del juicio a través de las figuras de testigos, los abogados de la querella, los fiscales, el tribunal y los abogados defensores.[xxvii]

Relación cine/ representación y memoria en los audiovisuales santafesinos

El interrogante que se nos plantea es cómo representan los juicios y qué memorias sobre el pasado reciente construyen los films santafesinos, productos culturales resultado de políticas de la memoria sostenidas y desarrolladas por el estado provincial santafesino.

Al analizar los elementos constitutivos de estas representaciones audiovisuales podemos precisar que ambas series de documentales presentan una apuesta estética que combina imágenes de las salas de audiencia, es decir el interior de los recintos donde se desarrollan los juicios y las repercusiones del desarrollo de estos juicios en la calle, los testigos, querellantes, fiscales y abogados fuera del recinto en entrevistas o charlas abiertas en el ámbito de sus oficinas o departamentos, la cobertura periodística y su transmisión en los medios de comunicación locales a través de canales de acceso abierto de las ciudades de Santa Fe y Rosario. En tal sentido, el investigador Lior Zylberman trabaja la sensación de continuidad e implicación mutua entre los sucesos que se dan en la sala de audiencias y la vida cotidiana de los santafesinos que transcurre por fuera de ese espacio físico delimitado, “…la relación entre el afuera y el adentro; entre lo que sucede durante el juicio en la sala y en su exterior, como también cómo las acciones del exterior repercuten en el interior” (Zylberman, 2015. Pág. 19). Uno de los rasgos identificatorios de estas producciones está dada por la forma de abordaje del tema y su representación, no se limitan a registrar lo que sucede en el marco de la sala de audiencias de los juicios sino que hay un análisis en torno a las implicancias, al significado que tiene para la sociedad civil en su conjunto el desarrollo de estos procesos y la posibilidad efectiva de condena a los responsables. En tal sentido, la estructura narrativa no es lineal, sino que coloca al espectador en un estado de implicación y problematización constante ante la necesidad de tener que  poner en relación/ tensión diversos elementos, imágenes y discursos que aparecen a lo largo de los films. Hay superposición de tiempos: pasado/ presente/ futuro; de territorios: sitios conocidos y familiares/ centros clandestinos de detención/ identificación de lugares de tortura;  de espacios: dentro de la sala de audiencias (recinto del juzgado)/ lugares públicos (calle y plaza)/ vida cotidiana de los actores sociales implicados en estos procesos judiciales.

3En tal sentido, Pablo Romano en Los días del juicio (Pablo Romano, 2010) combina diferentes elementos en la composición fílmica: superposición de imágenes con audio de voz en off que relata para el espectador; testimonios o entrevistas; intertítulos sobreimpresos en la pantalla que identifican quién está hablando (dotándolo de nombre, de identidad) y cuál es su situación en relación al juicio (querellante, acusado, fiscal, juez, abogado defensor) al mismo tiempo que marca la cantidad de días transcurridos antes o después de la sentencia (como ubicación temporal, ya que la narración no es cronológicamente lineal); imágenes captadas por la cámara dentro y fuera del recinto de audiencias, fotografías, música y audio ambiente de marchas y testimonios; imágenes captadas por las cámaras dispuestas en la sala de audiencias. A partir de estos elementos Romano construye un texto fílmico, que por momentos da la sensación que la cámara es un mero testigo de los acontecimientos que se suceden delante de su lente, como un observador sin participación,  propio de una representación de observación donde  no hay intervención del realizador (Nichols, 1997). Este tipo de textos se caracterizan por el trato indirecto, por el discurso oído por casualidad más que escuchado, ya que los actores sociales se comunican entre ellos en vez de hablar a la cámara. Este tipo de películas ceden el “control” a los sucesos que se desarrollan delante de la cámara utilizando sonidos e imágenes que se registran en el mismo momento de la filmación, permitiendo observar las actividades de otros con una sensación de acceso sin trabas ni mediaciones. Esto sucede en múltiples fragmentos de los distintos capítulos, ya sea cuando los querellantes hablan con sus abogados; o los militantes de HIJOS –agrupación Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio- organizan actividades como volanteadas y la kermes de vigilia la noche anterior a la sentencia; o los abogados preparando sus alegatos, coordinando telefónicamente las acciones a seguir; o en los momentos de reconocimiento de lugares de detención por parte de los querellantes; o acompañando a uno de los acusados en su casa en los preparativos para concurrir a las audiencias del juicio. Registros en tiempo real, con audio y sonido ambiente, captando conversaciones, diálogos casi como oídos por casualidad”. Pero en cada uno de los cuatro capítulos el director tiene una intención clara, existe un argumento en torno a lo representado, hay una voz de autoridad que estructura los films, utiliza entrevistas pero éstas quedan subordinados a la argumentación ofrecida por la propia película, la representación es predominantemente expositiva y  la voz de autoridad es la argumentación textual del film (Nichols, 1997).

En el primer capítulo aborda el juicio, sus características inéditas al juzgarse delitos de lesa humanidad en juzgados federales argentinos reconociendo la existencia de un Estado terrorista y se presenta a los actores sociales implicados en el juicio (acusados, querellantes, abogados, jueces, fiscales, militantes de los Organismos de Derechos Humanos, periodistas); el segundo capítulo se centra en la persona de Ramón Verón (querellante) quien fue detenido en 1978 junto a su compañera que aún sigue desaparecida, a lo largo de los 50 minutos de este capítulo la cámara acompaña a Verón en diferentes momentos: cuando presta declaración, en su taller de soldadura trabajando, en su casa con sus recuerdos, en los viajes hacia el tribunal, en marchas en conmemoración del 24 de marzo, con sus abogadas especulando en torno a las posibles condenas; el capítulo tres centra la mirada en Eduardo Rodolfo Constanzo (acusado), quien participó manejando los autos en los operativos que se desarrollaban desde el Destacamento de Inteligencia 121 del 2° Cuerpo del Ejército Argentino con base en la ciudad de Rosario, la particularidad es que Constanzo es el único en el “banquillo de los acusados” que admite participación y testifica en torno a las acciones y sucesos ocurridos entre 1976 y 1983, identifica a los otros acusados como los responsables y quienes dictaban las órdenes, relata situaciones y ubica a personas desaparecidas en diferentes lugares de detención clandestina, obviamente desvinculándose de toda responsabilidad individual y arguyendo que él era un simple chofer; el cuarto y último capítulo aborda el tema de la restitución de identidad de los bebes expropiados, en este caso se centra la atención en Sabrina Gulino –hija de padres desaparecidos- nació en el Hospital Militar de Paraná (ciudad capital de la provincia de Entre Ríos), su madre dio a luz a mellizos estando detenida ilegalmente y sus secuestradores dejaron abandonada a la niña en las escalinatas de un Hogar de Huérfanos en la ciudad de Rosario.

Esta serie de capítulos realizados por Romano, nos trae al presente el rol de la militancia, la posibilidad de considerar a los detenidos desaparecidos como militantes de diferentes partidos políticos, agrupaciones y organizaciones sindicales con claras posiciones político-ideológicas. Este es un tema que siempre se intenta soslayar o minimizar en diferentes representaciones audiovisuales sobre los detenidos desaparecidos, como estrategia discursiva para presentarlos como “mártires”, carentes de deseos, acciones y decisiones, como si no fuese lo suficientemente terrible la imposición de un Estado terrorista que persigue, desaparece y mata a sus ciudadanos desproveyéndolos de todos los derechos y garantías en los cuales deberían estar amparados. En estos films se reconoce el lugar del militante, se les devuelve las ideologías e ideas por las que lucharon, se les da entidad, se les otorga rostro en el preciso instante en que los sobrevivientes pueden ofrecer testimonios frente al tribunal y las cámaras los filman, captando sus rasgos, gestos, expresiones, silencios, cavilaciones.

En el último capítulo de esta serie, podemos entender el camino recorrido por muchos jóvenes que luchan por conocer y recuperar su identidad robada, el camino transitado por sus abuelas que hace casi cuatro décadas los están buscando. De esta manera se reactualiza la necesidad de reparación ante el daño causado, no sólo a las víctimas directas –detenidos desaparecidos y sus familiares- sino para con toda la sociedad ante la necesidad imperiosa de verdad y justicia. Según expresiones de la fiscal Mabel Colalonga, “…porque perdonar, olvidar estos actos inhumanos es contrario a todo orden legal, es contario a la civilización misma, es contrario a la esencia del ser humano y por eso estos son delitos de lesa humanidad…” (expresiones de Mabel Colalonga, fiscal en Los días del juicio. Pablo Romano, 2010, capítulo N°1). También se reactualiza el rol de la militancia, ya que con Sabrina Gulino entra en escena la lucha de la agrupación HIJOS que desde su conformación en 1995 lucha por los derechos humanos, la verdad, la justicia y la identidad, una lucha y una militancia donde el juicio y castigo a los culpables del terrorismo de Estado, tanto civiles como militares ocupó y ocupa un lugar central. Pasado-presente y futuro, tres temporalidades hilvanadas por un mismo imperativo, la necesidad y la concreción de justicia.

La tensión entre pasado-presente es constante en estas realizaciones, el pasado se reactualiza en cada testimonio, en cada uno de los capítulos, demostrándose la actualidad y significación constante de estos acontecimientos para/con nuestra sociedad. La fiscal Mabel Colalonga plantea en la sala de audiencias, “…estos señores vienen a decirnos que queremos traer el pasado al presente y yo les digo no, estos hechos son el presente, no los estaríamos debatiendo acá si no son presente y tanto son presente que no sabemos aún que pasó por ejemplo con el hermano de Sabrina y otros 17 desaparecidos que forman parte de las 28 víctimas que constituyen esta causa…” (expresiones de Mabel Colalonga fiscal, en Los días del juicio. Pablo Romano, 2010, capítulo N° 4).

En esta producción de Pablo Romano, la interrelación de las temporalidades también queda explicitada en los intertítulos escritos y colocadas en la parte inferior de la pantalla que marcan la ubicación temporal de los relatos en relación a la sentencia en el marco del juicio –se sobreimprime en pantalla la cantidad de días anteriores o posteriores con respecto a la sentencia-. A partir de este recurso se busca captar la atención del espectador y se mantiene el suspenso de la correlación del tiempo real que conllevó el proceso judicial. Se lleva al espectador a un estado de toma conciencia de las multidimensionalidades de tiempo que se cruzan, mezclan y superponen en estos procesos judiciales, no solamente pasado-presente sino también –lo que está por venir- el futuro próximo, que anuncia el inicio del segundo juicio por delitos de lesa humanidad en la ciudad de Rosario.

Por su parte, las cámaras de Cappatto, Agusti y Gatto registran imágenes de los juicios en las salas de audiencias del Tribunal Oral Federal de  la ciudad de Santa Fe y los testimonios que allí se brindan; entrevistan a los diferentes implicados en el proceso judicial; captan los recorridos de los testigos y querellantes en los reconocimientos de lugares donde estuvieron detenidos, fueron maltratados y torturados. Estos realizadores utilizan recursos muy similares a la serie de audiovisuales de Pablo Romano. Aunque hay un recurso novedoso que le otorga dinamismo y crea en el espectador la necesidad de esforzarse constantemente para poder completar y resignificar la imagen que de otro modo sería inacabada. Los realizadores de Proyecciones de la memoria (Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011) juegan recurrentemente con la proyección de imágenes en las paredes y en diversos ámbitos, completando situaciones e ilustrando las narraciones y relatos de  los entrevistados en lugares íntimos y familiares. Por ejemplo, en el primer capítulo una de la querellantes, Patricia Traba narra cuáles eran sus ocupaciones antes de ser secuestrada y detenida, cómo era su vida, en esos momentos la cámara comienza a alejarse del primer plano de la figura de Patricia y el cuadro de la toma se va ampliando para mostrarnos un plano más general donde podemos observar proyecciones en la pared de la habitación (fotografías de jóvenes y de Patricia hace cuarenta años atrás realizando diferentes actividades y en distintos momentos de la vida) que se superponen y traspasan la figura de la testimoniante.

En múltiples momentos de la narración fílmica se recurre a este juego de espejos entre las imágenes proyectadas en las paredes y las imágenes que captan las cámaras en tiempo presente, en el aquí y ahora del testigo sobreviviente. Juego de espejos al mismo tiempo que juego de complementariedad y conjugación de tiempos, espacios y personas, una intromisión del pasado en el presente, como línea de continuidad entre aquel pasado que se hace presente y se proyecta ante nuestros ojos con necesidad de verdad y justicia. Aquí la estructura narrativa nos sumerge en la multidimensionalidad del tiempo que se entrecruza en el presente, en la actualización de cada relato y en la representación audiovisual misma. En el acompañamiento de los testigos en el reconocimiento e inspección de lugares de detención también se ve el entrecruzamiento de tiempos y espacios, “… fue desgarrador las inspecciones judiciales que se hicieron en la Comisaría IV, porque el edificio conserva aún la forma que tenía en aquella época, si bien las celdas no tienen el mismo uso que tenían en aquella época naturalmente, el edificio esta exactamente como en ese entonces y las víctimas al entrar al edificio, de alguna manera se emocionaron y revivían aquellos momentos tan duros que les había tocado vivir allí…” (expresiones de Martín Suarez Feisal fiscal, en Proyecciones de la Memoria. Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011, capítulo N°2).

Desde el primer capítulo de esta serie se da un lugar central a cinco mujeres. Mujeres que han sido las impulsoras incansables en la búsqueda de justicia y que son las querellantes en este proceso judicial. El primer capítulo centra su atención casi completamente en Patricia Traba,  Silvia Abdolatif, Anatilde Bugna, Ana María Cámara y Stella Maris Vallejos, a partir de sus testimonios e historias de vida, nos presenta a estas mujeres como militantes, pero no sólo militantes de la década del ´70 sino militantes que siguen pugnando por los derechos humanos y la primacía de la justicia en el tiempo presente, con coherencia y espíritu de lucha, defendiendo la dignidad y la vida. El siguiente capítulo sigue retomando la voz de estas mujeres (que constituyen la parte querellante) pero además se incorpora el testimonio y las declaraciones de otros detenidos ilegalmente que ingresan a la causa como testigos para aportar información en la reconstrucción del accionar y el circuito represivo de las Fuerzas Armadas en Santa Fe que contaron con la colaboración de agentes de la policía provincial y del poder judicial, como es el caso de Víctor Brusa (secretario de juzgado por ese entonces). El tercer y último capítulo focaliza en el impacto del juicio en la sociedad santafesina, sus repercusiones y el entrecruzamiento de diferentes ideas y teorías en relación al pasado que se ponen en juego, se tensionan y superponen en las instancias del juicio, partiendo de la teoría de los dos demonios y pasando al terrorismo de Estado y el reconocimiento de la existencia de un plan sistemático de exterminio de personas.

Básicamente esta serie se organiza a partir de relatos y testimonios de los diferentes actores sociales implicados en los procesos judiciales, se recurren a imágenes de la sala de audiencias, fotografías, filmaciones de reconocimientos de sitios y lugares identificados por los querellantes y testigos como lugares de detención y tortura, pero todos estos elementos son incorporados en la narrativa audiovisual como forma de aportar y justificar las expresiones vertidas en los relatos que se brindan para la cámara, en un encuentro directo entre los realizadores y testimoniantes. Ello nos lleva a aventurarnos y considerar a estos documentales con cierto predomino de la modalidad de representación interactiva, dando al testigo que habla delante de la cámara cierta libertad en la construcción del relato (Nichols, 1997); donde el relato se construye en el preciso momento del encuentro entre la cámara y quien recuerda, el testigo o testimoniante; ”Yo no sabía que, no había visto que se transmitía de ese modo, porque uno se ve diciendo y en el rostro y en los gestos es como que te va quedando marcado el relato… viste es toda otra cuestión. Rostros que están reflejando el horror que están narrando. Realmente a veces uno cree que no puede revivir el horror, pero a veces escuchándonos es fuerte…” (expresiones de Silvia Abdolatif querellante, en Proyecciones de la Memoria. Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011, capítulo N°1). En este fragmento se hace evidente el encuentro entre testigo y realizador, la interacción en el instante mismo del relato y registro cinematográfico, en ciertos momentos los realizadores utilizan intertítulos sobreimpresos en la pantalla que identifican al testigo  (dotándolo de nombre, de identidad) y cuál es su situación en relación al juicio (querellante, acusado, fiscal, juez, abogado defensor) pero no nos da precisiones en relación al tiempo transcurrido del proceso judicial. En estos films el juicio es la excusa para conocer e interactuar con los actores sociales, sus relatos, vivencias y recuerdos. En este caso son los personajes (personas implicadas en los procesos judiciales) quienes son los portadores del discurso, construyen la narrativa que estructura el texto audiovisual. En estos films se representa a los sobrevivientes en tanto sujetos que han sufrido torturas, vejaciones, violaciones y atropello a todos los derechos que tenemos como seres humanos, pero no se hace hincapié en ello, sino que se presenta a estos sujetos como querellantes que luchan por el reconocimiento de sus derechos en el marco de instancias judiciales garantizadas por un Estado de Derecho. Los querellantes y testigos son personas que han continuado sus vidas basada en la militancia y la lucha por justicia y la reconstrucción histórica de lo vivido, atravesados por múltiples dimensiones que los cruzan como sujetos en tanto militantes de ayer y de hoy, con vidas rotas pero que se han podido reconstituir, regenerar a partir de la memoria y la justicia.

La existencia del testigo que sobrevivió a la tortura, las vejaciones, el tormento, inexorablemente nos lleva a repensar y reelaborar la historia desde una perspectiva compleja con múltiples entradas que supere una visión heroica o épica de las vivencias de los ´70 y la derrota sufrida en manos del terrorismo de Estado orquestado por las Fuerzas Armadas. Según Ana Longoni,

…Esos cuerpos sobrevivientes vuelven para contar y evidenciar la derrota en carne propia. Por otra parte, se construye una dualidad fuerte entre la figura del desaparecido como héroe y como mártir y su opuesto, la figura del sobreviviente como traidor. ´Si sobrevivió, algo habrá pactado, algo habrá dicho, a alguien habrá delatado´, eso es lo que se escucha y se piensa resonando y duplicando, de alguna forma, en el ´por algo será´ de los desaparecidos. Otra hipótesis, más coyuntural, tiene que ver con los organismos de derechos humanos, todavía en dictadura o en los primeros años de la democracia, que no reconocieron públicamente la condición militante de los desaparecidos (Longoni, 2007. Pag. 14).

4Algo está cambiando al respecto, hoy encontramos más espacios donde se puede acceder a una problematización de la militancia, la ética y el sentido de las acciones del militante. Circulan discursos, narrativas y films que escapan a la sublimación del “héroe” como ejemplo de militancia, sino que se recupera la dimensión del sujeto enmarcado en una trama compleja de incertidumbres, deberes, anhelos, ideologías que lo llevaron a actuar según sus convicciones o posibilidades. Al mismo tiempo, es necesario escapar a los peligros de la visión de victimización de quien sufrió el daño, evitar los lugares comunes de victimización y autovictimización, nadie quiere ignorar o negar que los ex detenidos-desaparecidos que han sido expuestos a torturas y detenciones clandestinas no son víctimas, pero es necesario dejar de mostrarlos como sujetos “débiles” e indefensos, debemos corrernos de esa lectura estereotipada que simplifica los procesos históricos y dar paso al sujeto que sobrevivió a “aquel infierno”, que intentó restablecer sus vínculos e insertarse nuevamente al tejido social del cual fue arrancado. “Llevar adelante estos juicios fue parte de una responsabilidad que sentimos por ser sobrevivientes…” (expresiones de Patricia Traba querellante, en Proyecciones de la Memoria. Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto, 2011, capítulo N°1). En este sentido, ambas series de documentales logran restablecer el rol de la militancia del pasado y del presente, con ideologías, supuestos, valores, iniciativas y alcances múltiples en relación al pasado reciente y la construcción de la memoria.

Algunas consideraciones finales a partir de las representaciones audiovisuales

De manera sucinta y provisoria podríamos decir que desde estos audiovisuales auspiciados por el Estado provincial santafesino se promueve la construcción de la memoria basada en el reconocimiento de la existencia de un Estado terrorista que implementó un plan sistemático de exterminio hacia sus ciudadanos, dando por tierra con las ideas que sostienen la “teoría de los dos demonios” que ha dejado de ser una visión hegemónica sostenida desde el Estado –nacional tanto como provincial- como política de la memoria. Coincidiendo con lo planteado por Alonso en torno al surgimiento y consolidación desde el Estado de una nueva configuración imaginaria que promueve y sostiene la vía judicial como garantía de verdad. Se apuntala la reactivación de la vía judicial en el esclarecimiento y condena a los responsables y cómplices para/con los diferentes mandos militares y civiles cómplices; ello a través de políticas de la memoria sustentadas en políticas de justicia, pero que en el caso de Santa Fe van acompañadas con políticas simbólicas que refuerzan y fortalecen la idea de la preeminencia de un Estado de derecho.

A partir del desarrollo de estas políticas de la memoria en el territorio provincial santafesino podemos evidenciar cierta coordinación entre la sociedad civil y el Estado en pos de concretar iniciativas culturales que conlleven a la producción y circulación de productos culturales, en este caso los mediometrajes documentales. Consideramos estas iniciativas como ejemplos de caso a lo sostenido por la socióloga Ana Wortman (2005) cuando plantea que son necesarias propuestas de políticas culturales en la actualidad en Argentina y uno de los puntos fundamentales para ello, es coordinar las iniciativas de la sociedad civil con las intervenciones del Estado.

Consideramos a estos documentales como el resultado de políticas culturales y de la memoria que nos acercan una nueva forma de narrar/ representar el pasado, porque recogen cuestiones sobre la militancia y restablecen la condición político-militante de los sujetos objetos de vejámenes y torturas; hablan sobre el presente, las secuelas en las familias, los hijos y la sociedad; rompen con las ideas estereotipadas de héroes/mártires y villanos/cuasidemonios; confieren y otorgan significativa relevancia a los juicios, superando la lectura de mero resarcimiento a la víctima y castigo al victimario. Al tiempo que resaltan la importancia social e histórica de estos juicios enmarcándolos en el marco del Estado de derecho y valorándolos como instancias de justica que nos implica a todos y no a un sector de la sociedad.

Estos films suponen una actualización sobre el tema de “la última dictadura cívico-militar argentina”, complejizando la lectura del pasado, imbricando e interrelacionando relatos, dimensiones y contextos múltiples que convergen en estas representaciones de nuestro pasado reciente.

En definitiva, estos films deben perseguir la función que Suely Rolnik considera como esencial de toda práctica artística, la de actualizar sensaciones, hacerlas visibles y decibles, producir cartografías de sentido, llevando a la quiebra de las formas de existencia en vigencia, desestructurando los binomios de víctima-victimario, héroes-estigmatización de la víctima. Al actualizar nuevas perspectivas e idea-fuerzas se logra socializar las sensaciones, comunicando al colectivo social las nuevas composiciones de fuerzas que lo afectan y lo hacen derivar hacia nuevas configuraciones, representaciones y significados. Es sumamente apropiado tomar palabras de esta investigadora y psicoanalista cuando expresa que “…En la actualidad, algunas prácticas artísticas parecen manejarse de un modo especialmente eficaz con el problema planteado arriba. Su estrategia consiste en la inserción sutil y precisa en puntos de desgarramiento de la estructura social en los cuales pulsa una tensión por la presión de una nueva composición de fuerzas que piden paso…” (Rolnik, 2002; online). Idea-fuerza que resume con total precisión y potencia lo que estos films documentales, en tanto práctica artística están destinados a generar hacia el interior de la sociedad argentina contemporánea.

Bibliografía

Alonso, Luciano (2009). “Memorias sociales y Estado en Santa Fe, Argentina, 2003-2008”, en revista Política y Cultura Nº 31, México. Universidad Autónoma de México. Consultado el 14/02/2012 en: http://www.narrativas-memoria.com.ar/

Alonso, Luciano (2011). “Vaivenes y tensiones en la institucionalización de las memorias sobre el terror de Estado. El caso de Santa Fe, Argentina, entre 1983 y la actualidad” en Cuadernos de Historia, Serie Economía y Sociedad, N° 12, CIFFyH-UNC, Córdoba.

Aprea, Gustavo (2008). Cine y políticas en Argentina. Continuidades y discontinuidades en 25 años de democracia. Buenos Aires. Biblioteca Nacional.

Aprea, Gustavo (2015). Documental, testimonios y memorias. Miradas sobre el pasado militante. Buenos Aires. Manantial.

Calveiro, Pilar (2006). “Los usos políticos de la memoria” en Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires. En http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/caeta/caeta.html

Elster, Jon (2006). Rendición de cuentas. La justicia transicional en perspectiva histórica. Buenos Aires. Katz Editores.

González, Clelia y Tell, Lilian (2002). “Los desaparecidos en la ciudad de Santa Fe: el poder de la memoria y el olvido en el poder”, en Actas de las II Jornadas Nacionales. Espacio, Memoria, Identidad. Facultad de Humanidades y Arte. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Rosario.

Jelin, Elizabeth (2002). Los trabajos de la memoria, Siglo XXI.

Longoni, Ana (2007). La figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión. Buenos Aires, Grupo Norma.

Nino, Carlos (2015. Edición ampliada). Juicio al mal absoluto. ¿Hasta dónde debe llegar la justicia retroactiva en casos de violaciones masivas de los derechos humanos?. Siglo XXI editores. Argentina.

Nora, Pierre (1984-1993). Los Lugares de la Memoria. 7 vols. Gallimard, París.

O´Donnell, Guillermo (1982). 1966-1973 El Estado Burocrático Autoritario. Triunfos, derrotas y crisis. Editorial de Belgrano. Buenos Aires.

O´Donnell, Guillermo (1985). “Las Fuerzas Armadas y el Estado Autoritario del Cono Sur de América Latina”, en Estado y política en América Latina, Norbert Lechner (comp.). Siglo XXI. México.

Rolnik, Suely (2002) “El ocaso de la víctima. La creación se libra del rufián y se encuentra con la resistencia”. Texto reelaborado a partir de una conferencia pronunciada en el evento São Paulo S.A. Situação #1 COPAN, curaduría de Catherine David (São Paulo, 23 a 27 de noviembre de 2002). Disponible en  http://www.denisenajmanovich.com.ar Fecha de consulta 16 de diciembre de 2014.

Russo, Pablo y de la Puente, Maximiliano (2007). El compañero que lleva la cámara. Cine militante argentino. Buenos Aires. Tierra del Sur

Solís Delgadillo, Juan Mario (2011). “Políticas públicas y políticas de la memoria en Argentina y Chile: agendas y toma de decisiones”. Instituto de Iberoamérica (Universidad de Salamanca). Consultado el 14/02/201 en http://www.derhuman.jus.gov.ar/conti/2011/10/mesa_29/solis_delgadillo_mesa_29.pdf

Serafini, Horacio (2014) “Derechos Humanos: luces y sombras de la política kirchnerista”, en La Voz, 23/03/2014 disponible en http://www.lavoz.com.ar/politica/derechos-humanos-luces-y-sombras-de-la-politica-kirchnerista Consultado el 16 de Diciembre de 2014

Wortman, Ana (2005). “El desafío de las políticas culturales en la Argentina”, en Cultura, Política y sociedad. Perspectivas latinoamericanas. Daniel Mato. CLACSO Libros. Argentina.

Wortman, Ana (2007). Construcción imaginaria de la desigualdad social. CLACSO. Libros. Argentina.

Zylberman, Lior (2015). “Imágenes de Justicia” en Revista Telar. Edición del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Tucumán. San Miguel de Tucumán.

Zylberman, Lior. (Editor). (2012). Dossier “Memoria y Cine Documental en América Latina”, en Revista Cine Documental N°5. Consultad en http://revista.cinedocumental.com.ar/5/articulos.html Fecha de última consulta 30 de marzo de 2016.

Notas

[i] Santa Fe es una provincia Argentina ubicada en la zona centro del país, se halla en una zona agrícola-ganadera por excelencia, y cuenta con un elevado desarrollo industrial. Sus principales centros urbanos son la       Ciudad de Rosario y Santa Fe, ciudad capital de la provincia. Según datos censales de 2010 esta provincia tiene un poco más de 3 millones de habitantes y es la tercera economía provincial (junto con Córdoba y Buenos Aires) que más aporta a la economía nacional. Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, http://www.indec.mecon.ar/  Consultado el 15 de  Marzo de 2015

[ii] Ficha técnica: Serie Documental: Los Días del Juicio. Dirección: Pablo Romano. Guión: Pablo Romano y Federico Actis. Una realización integral del Programa Señal Santa Fe. Secretaría de Producciones e Industrias Culturales. Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe. 2010. Consultado el 20 de Diciembre de 2011 en  Relevamiento de Documentales de Rosario 1969-2011 www.asociacionrosarinadocumentalistas.blogspot.com

[ii] Ficha técnica: Serie Documental televisivo: Proyecciones de la Memoria . Dirección: Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto. Guión: Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto. Una realización integral del Programa Señal Santa Fe. Secretaría de Producciones e Industrias Culturales. Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe. 2011. Consultado el 20 de Febrero de 2012 http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/18/escenariosysociedad/SOCI-03.html.

[iii] Ficha técnica: Serie Documental televisivo. Dirección: Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto. Guión: Betania Cappatto, Patricio Agusti y Gonzalo Gatto. Una realización integral del Programa Señal Santa Fe. Secretaría de Producciones e Industrias Culturales. Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe. 2011. Consultado el 20 de Febrero de 2012 .  http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/18/escenariosysociedad/SOCI-03.html

[iv] Cuando utilizamos la expresión “pasado reciente argentino”, es para dar cuenta del periodo de tiempo transcurrido entre los años 1976-1983,  más concretamente a lo acontecido durante la última dictadura cívico-militar en nuestro país cuando las Fuerzas Armadas toman el poder por la fuerza y llevan adelante un plan sistemático de desaparición forzada de personas basado en las detenciones ilegales, las torturas, las vejaciones, la apropiación de niños,  la muerte y/o desaparición de todos aquellos individuos que se consideraban un obstáculo al modelo económico y político que se quería implantar. Estas acciones se califican de terrorismo de Estado ya que se corroboró la existencia, planificación y desarrollo de un plan sistemático para desaparecer y eliminar a toda persona que se considerase como  opositor a las políticas impuestas.

[v] Las sesiones y audiencias podían verse en www.santafe.gob.ar/multimedia  y www.cij.gov.ar

[vi] La Ley 23.492 de Punto Final es una ley argentina que estableció la caducidad de la acción penal (prescripción) contra los imputados como autores penales responsables de haber cometido el delito complejo de desaparición forzada de personas (que involucró detenciones ilegales, torturas y homicidios agravados o asesinatos) que tuvieron lugar durante la dictadura cívico-militar que no hubieran sido llamados a declarar «antes de los sesenta días corridos a partir de la fecha de promulgación de la presente ley» promulgada el 24 de diciembre de 1986.

[vii] La Ley de Obediencia Debida Nº 23.521 fue una disposición legal dictada en Argentina en junio de 1987, que estableció una presunción (es decir, que no admitía prueba en contrario, aunque si habilitaba un recurso de apelación a la Corte Suprema respecto a los alcances de la ley) de que los delitos cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas cuyo grado estuviera por debajo de coronel (en tanto y en cuanto no se hubiesen apropiado de menores y/o de inmuebles de desaparecidos), durante el terrorismo de Estado y la dictadura militar no eran punibles, por haber actuado en virtud de la denominada «obediencia debida» (concepto militar según el cual los subordinados se limitan a obedecer las órdenes emanadas de sus superiores).

[viii] Se conoce como los indultos de Menem una serie de decretos sancionados en octubre de 1989 y  diciembre de 1990 por el entonces presidente de Argentina, Carlos Saul Menem, indultando civiles y militares que cometieron delitos durante la dictadura, incluyendo a los miembros de las juntas condenados en el Juicio a las Juntas de 1985.

[ix] Nombre con el que se denomina y conoce comúnmente al proceso judicial realizado por la justicia civil (en oposición a la justicia militar) en la Argentina en 1985 contra las juntas militares que ocuparon el poder del Estado entre 1976-1983 por  las graves y masivas violaciones de los derechos humanos en ese periodo.

[x] Para mayor información de las causas vigentes en desarrollo en el 2015 http://www.telam.com.ar/notas/201503/98885-a-39-anos-del-golpe-civico-militar-se-realizan-13-juicios-por-delitos-de-lesa-humanidad.html  Consultado el 15 de Marzo de 2015;

Para conocer datos actualizados sobre los juicios http://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/las-cifras-de-los-juicios-563-condenados-50-absueltos-y-casi-900-procesados/   Consultado el 15 de marzo de 2015.

[xi] Ello es casi una obviedad ya que no podemos considerar al Estado como un actor corporativo o burocrático uniforme, debemos considerarlo como un campo de pujas especificas que buscan imponer proyectos e intereses disimiles, representa relaciones de fuerzas dispares. Ante ello no hay un consenso  en torno a las políticas de la memoria sobre el pasado reciente, ante ello nos encontramos con diversas formas de intervención tanto del ámbito nacional como provincial.

[xii] Para mayor información sobre los juicios concluidos y las causas que han tenido sentencia acceder a http://www.santafe.gov.ar/index.php/web/content/view/full/137056/(subtema)/93806 Consultado el 2 de Marzo de 2015

[xiii] Diario El Ciudadano Web del 4/04/2015 Consultado el 4 de Abril de 2015 http://www.elciudadanoweb.com/santa-fe-nuevo-juicio-por-delitos-de-lesa-humanidad/

[xiv] El programa creado por Decreto Provincial 1927/2008, las medidas de protección podrán ser dirigidas o extendidas a familiares directos, a personas convivientes y a quienes por su relación inmediata así lo requieran. http://www.santafe.gov.ar Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xv] La provincia licitó obras para la recuperación del espacio en octubre del 2014, se calcula que por ese lugar pasaron entre 1800 y 2000 personas detenidas ilegalmente en la región entre 1976 a 1979 en el marco del terrorismo de Estado. http://www.santafe.gov.ar  Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xvi] Creado por Decreto N°2775/2006, cuenta con informaciones, testimonios y documentos sobre violaciones a los derechos humanos. Además de proteger los fondos documentales, uno de sus principales objetivos es aportar a los juicios por delitos de lesa humanidad para el esclarecimiento de los sucedido con personas detenidas /desaparecidas. A partir del Decreto N°1507/2011 la información contenida en el fondo documental tiene el carácter de información disponible en forma permanente a la cual se puede acceder en el Archivo Provincial de la Memoria. http://www.santafe.gov.ar  Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xvii] Esta dependencia provincial tiene como funciones: colaborar con las víctimas, familiares, testigos, jueces, fiscales; también lleva adelante el proceso de identificación de personas desaparecidas y  localización de Centros Clandestinos de Detención, para ello trabajan de manera conjunta con el Equipo Argentino de Antropología Forense; asesora y tramita los beneficios establecidos por las leyes reparatorias a favor de las víctimas del terrorismo de Estado, entre otras actividades. http://www.santafe.gov.ar  Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xviii] Se trata de campañas para la recolección de muestras de sangre de familiares de personas desaparecidas durante la última dictadura militar en Argentina, estas muestras se utilizan para realizar análisis genéticos con el objetivo de identificar los restos óseos que han sido hallados en exhumaciones de tumbas NN. Además se facilita el trámite para aquellas personas que deseen que sus muestras de sangre formen parte del Banco de Sangre de Familiares. http://www.santafe.gov.ar Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xix] Se establece una pensión (estipendio de monto en dinero) mensual no contributiva de carácter vitalicio para aquellas personas que acrediten ser madres de hijos o hijas que hayan sido asesinados/as o se encuentren en situación de desaparición forzada como víctimas del terrorismo de estado. Promulgada el 12 de diciembre de 2012. http://www.santafe.gov.ar Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xx] Se establece una pensión (estipendio de monto en dinero) mensual no contributiva de carácter vitalicio para personas que acrediten que durante el periodo comprendido entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983 se hubieran encontrado privadas de su libertad, por causas políticas, gremiales o estudiantiles o que hubiesen permanecido en prisiones legales o clandestinas de cualquier tipo incluyendo los centros clandestinos de detención, tortura y/o exterminio, o sometidas a la justicia penal federal o provincial, o a tribunales militares, o a disposición del poder ejecutivo nacional y/o condenadas por consejo de guerra. Promulgada el 21 de noviembre de 2012. Ley Provincial 13298/2012 y el Decreto Provincial 0712/2013 que aprueba la reglamentación de la ley 13298. http://www.santafe.gov.ar Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xxi] Campañas de difusión que incluyen material gráficos, anuncios radiales y distintas actividades, sobre el derecho a la identidad y la necesidad de que las personas que nacieron entre 1975 y 1980 y tengan dudas, se comuniquen con Abuelas de Plaza de Mayo filial Rosario para plantear sus interrogantes. También se apela a aquellos que tengan algún dato para aportar sobre una posible apropiación, buscando generar conciencia de que todos podemos colaborar para la restitución de la identidad a los nietos y nietas aún no encontrados. http://www.santafe.gov.ar Consultada el 22 de Febrero de 2015.

[xxii] El Frente Progresista Cívico y Social es una amplia alianza electoral que se forma en 2006 centrada en el Partido Socialista y en grupos de la Unión Cívica Radical, con activa participación de la derecha a través del partido Demócrata Progresista hasta un menos trascendente apoyo por parte de la izquierda, con el Partido Comunista.

[xxii] http://www.santafe.gov.ar Consultada el 20 de Febrero de 2012

[xxiii] http://www.santafe.gov.ar Consultada el 20 de Febrero de 2012

[xxiv] Información del 3-07-2011. Consultada el 20 de Febrero de 2015 en http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/07/03/escenariosysociedad/SOCI-07.html

[xxv] Información del 17-09-2012. Consultada el 20 de Febrero de 2015 en http://www.lt10digital.com.ar/noticia/idnot/154168/senalsantafellegaranamasdeunmillondehogaresentodoelpais.html

También se puede acceder de forma abierta y libre a todos los materiales de Señal Santa Fe a través de YouTube ingresando a https://www.youtube.com/channel/UCs6aafRZBKlv4NPtuJUskLg

[xxvi] Se puede clasificar y catalogar a los films documentales de diversas maneras, según centremos la mirada en la modalidad de representación del texto fílmico; el realizador y las fuentes de financiamiento para el proyecto de realización; el sentido y finalidad que imprimen los films en las instancias de recepción; el texto fílmico como representación del mundo real; entre muchas otras. No se profundizará aquí en relación a este tema, pero es necesario marcar los múltiples recursos teóricos con los que contamos para clasificar y analizar a los films documentales en tanto representaciones de lo real.

[xxvii] “Los jueves habrá un espacio para los programas especiales producidos por Señal Santa Fe, el primero de ellos que saldrá al aire el 7 de julio, será “Proyecciones de la Memoria”, un documental que recupera las imágenes del primer juicio oral y público de lesa humanidad realizado en la ciudad de Santa Fe, entre septiembre y diciembre de 2009”. Extraído de El Litoral.com del 3-07-2011 http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/07/03/escenariosysociedad/SOCI-07.html Consultado el 20 de Febrero de 2015.

Luiz Sanz y el cine de exilio

Descargar texto

Patrícia Machado

Resumen

Durante los años setenta, un tiempo de intensa represión por parte de la dictadura militar brasileña, los militantes políticos encontraron en el exilio un espacio para denunciar las torturas que sufrieron en las cárceles. Tanto delante de las cámaras como detrás de ellas, el militante Luis Alberto Sanz fue parte de un cine de resistencia que aquí llamamos cine de exilio. En estos documentales, las grabaciones de los testimonios de los refugiados políticos que sufrieron la violencia se transforman en documentos históricos que son reaprovechados por el cine en la batalla contemporánea por la memoria de este periodo sombrío. En este artículo, proponemos un dialogo entre las fuentes audiovisuales y los documentos textuales del periodo con el propósito de analizar estas películas, además de recuperar el sentido de la trayectoria del cineasta y de aquellos a quienes filmó.

Palabras clave

Documental, toma, archivos, dictadura militar.

Abstract

In the 1970s , a period of harsh repression of the Brazilian military dictatorship , is in exile that political activists find space to denounce the torture they suffered in prison . Both front as behind the camera , Luiz Alberto Sanz takes part in a kind of resistance film that we call here exile cinema. In these documentaries, records of political refugees from witnesses who have suffered violence become historical documents that will be taken up by the film in contemporary battle of memories of that dark period. We propose in this article a dialogue between audiovisual sources and textual documents of the period to analyze these films, and recover part of the filmmaker’s career and those who were filmed .

Keywords

Documentary, take, archives, military dictatorship.

Resumo

Nos anos 1970, período de dura repressão da ditadura militar brasileira, é no exílio que militantes políticos encontram espaço para denunciar as torturas que sofreram nas prisões. Tanto diante quanto por trás das câmeras, o militante Luiz Alberto Sanz participa de um cinema de resistência que chamamos aqui de cinema do exílio. Nesses documentários, os registros dos testemunhos de refugiados políticos que sofreram a violência se transformam em documentos históricos que serão retomados pelo cinema na batalha contemporânea das memórias desse período sombrio. Propomos nesse artigo um diálogo entre as fontes audiovisuais e os documentos textuais do período a fim de analisar esses filmes, além de recuperar parte da trajetória do cineasta e daqueles que filmou.

Palavras-chave

Documentário, tomada, arquivos, ditadura militar.

Datos de la autora

Doctora en Comunicación y Cultura de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). Realizó un doctorado de intercambio en la Universidad Sorbonne Nouvelle Paris III con una beca de estudios del CNPQ. Ha publicado artículos y capítulos de libros sobre cuestiones relacionadas al documental, imágenes de archivo, memoria y dictadura militar. Email: patricia.furtado.machado@gmail.com.

Fecha de recepción: 15 de abril de 2016
Fecha de aprobación: 15 de mayo de 2016

 

En la mañana del día 7 de diciembre de 1970, en plena dictadura militar brasileña, el embajador suizo Giovani Enrico Bucher es secuestrado en Río de Janeiro. Los secuestradores exigen el intercambio del embajador por setenta militantes presos en dependencias del Estado. Pasado un mes, el Grupo de los Setenta, como se le conocería luego, embarca hacia Chile. Desde entonces, desterrados del territorio brasileño, se tornan refugiados políticos.

Entre los integrantes del grupo está Luis Alberto Sanz, militante de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), capturado en mayo de 1970. Crítico de cine, Sanz encuentra en el exilio el espacio y las condiciones para convertirse en cineasta. En Chile y Suecia, países en los que vivirá a partir de entonces, el cineasta filma testimonios sobre persecuciones, tortura y asesinatos que el gobierno brasileño cometía, al tiempo que trata ciertos efectos de la política autoritaria y las dificultades de supervivencia de los refugiados políticos en el extranjero. De esta forma, Sanz produce un cine de resistencia posible, un cine que busca combatir la dictadura —aunque a la distancia— mediante la denuncia de los horrores vistos, experimentados y conocidos a través de terceros. En la primera de sus películas, el documental No es hora de llorar (Luiz Sanz y Pedro Chaskel, 1971), los compañeros de exilio de Sanz describen en detalle las torturas a las que fueron sometidos en las cárceles brasileñas.

La reelaboración de la experiencia traumática individual y colectiva ocurre tanto cuando Sanz filma como cuando es filmado. Al llegar a Chile, concede una entrevista a los norteamericanos Haskell Wexler y Saul Landau para la película Brazil: a report on torture (Haskell Wexler y Saul Landau, 1971) y cuenta lo que vio y vivió cuando estuvo preso.[1]

En este artículo, pretendemos mostrar que es a través de las cámaras cinematográficas —al frente y detrás de ellas— que Luiz Alberto Sanz busca los caminos para asimilar el sufrimiento vivido y establecer conexiones entre los pedazos de vidas fracturadas, destrozadas por el dolor. ¿De qué forma el cine entra en la vida de este militante y ex-preso político? ¿Cómo lo utiliza para producir testimonios, recoger y remontar los fragmentos de su propia historia y la de sus compañeros de militancia?

Proponemos recuperar parte de la trayectoria del cineasta para mostrar cómo el cine que realiza, un cine de exilio, contribuye a conectar los testimonios, los fragmentos y las experiencias de los brasileños desterrados de su país. Tendremos en cuenta sus decisiones respecto a las formas de filmar, el encuadre de los cuerpos durante la toma y la aproximación al entrevistado durante el testimonio. Creemos que este método contribuye con la reflexión sobre de las formas de producción de un cine testimonial acerca de un episodio catastrófico, así como sobre los medios para describir actos de brutalidad como la tortura.

Como señala la historiadora francesa Annette Wieviorka en el libro La era del testimonio, publicado en 2013, la comprensión del concepto de testimonio cambia con el tiempo y el contexto histórico y político en el que se inscribe. Según Wieviorka, el registro de los testimonios de los judíos en la Segunda Guerra Mundial se estableció como una “necesidad vital de guardar los vestigios de los acontecimientos que desafiaban la imaginación” (1998: 34); de describir lo que ocurría para que la historia fuese asentada, para que las propias víctimas pudieran escribir las páginas de una historia que, para los nazis, tenía que ser borrada del mapa. Los esfuerzos para hacer emerger esa memoria se originaban en la necesidad de “reconocer, por las palabras, a un universo borrado” (1998: 47).

Estas son cuestiones que irrumpen con fuerza en este artículo, porque creemos que este cine —producido en el exilio y sobre el exilio—, nos invita a un cuestionarnos sobre la reelaboración del trauma y la necesidad de narrar las difíciles experiencias sufridas durante las persecuciones y encarcelamientos llevados a cabo por la dictadura militar brasileña. Nuestro propósito es tornar estas experiencias visibles y confrontarlas con la versión histórica oficial que se cuenta en Brasil. Hacemos referencia a lo que ocurría en los calabozos de la dictadura, a lo que oficialmente se mantenía en secreto, a aquello que cuando aparecía era negado o tratado como una particularidad. Es importante tener en cuenta que, debido a la amnistía de 1979, los torturadores no fueron juzgados y gran parte de los crímenes de tortura, asesinatos y desapariciones todavía permanecen sin resolver. Se trata de una gran deuda que tiene el Estado brasileño con las víctimas y la memoria del país.

Creemos que las películas dirigidas por Sanz —así como aquella en la que solo participa— parten de esa necesidad inmediata de producir testimonios que ayuden a poner fin a la dictadura, pero terminan por convertirse en una fuente importante de las marcas de la violencia y en materia prima para la elaboración de la memoria sobre el nefasto periodo dictatorial. Filmadas en exilio y montadas con la urgencia de ser mostradas rápidamente, las películas terminaron olvidadas, abandonadas en archivos extranjeros. Sin embargo, gracias a su contenido testimonial inédito y a un interés reanudado sobre el tema en Brasil, fueron recuperadas y sobreviven casi cuatro décadas después, al ser reutilizadas por el cine contemporáneo.[2]

Una particularidad de lo que llamamos cine de exilio es que el cineasta se encuentra en un territorio donde le es posible expresarse, producir imágenes y montar películas. Antes de analizar los documentales de Luiz Sanz con el propósito de conocer mejor su trayectoria y su compromiso político a través del cine, buscamos pistas dejadas por él en entrevistas, en películas archivadas por años en el exterior —y que recién fueron mostradas en Brasil—  y en documentos que reposan en los archivos de la policía política brasileña acerca de quienes filmaron o fueron filmados. Así, proponemos un diálogo entre las fuentes audiovisuales y los documentos textuales para develar historias olvidadas, para analizar el contexto de la producción de imágenes, el gesto de quien filma, los detalles del material filmado y, de esta forma, recoger los indicios y vestigios que nos permitan descifrar otras vidas a partir de las imágenes.

Clandestinidad, cárcel y exilio

A comienzos de la década de 1960, en Río de Janeiro, Luiz Alberto Sanz trabajaba como crítico de cine en el diario Jornal do Commércio; como técnico cinematográfico en la Universidad Federal Fluminense (UFF) y, en paralelo, participaba en la militancia política clandestina contra la dictadura militar. Sanz había cambiado el partido comunista brasileño por grupos clandestinos de resistencia armada como el Comando de Liberación Nacional (COLINA), la Vanguardia Armada Popular Revolucionaria Palmares (VAR-PALMARES) y la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR).

Fuimos por pistas de esa historia de militancia a los archivos de la policía política de Río de Janeiro y São Paulo, ciudades donde vivió, para intentar comprender cómo Luiz Sanz fue perseguido, apresado e incluido en el grupo de los setenta presos políticos intercambiados por el embajador suizo. En el Fondo de las Policías Políticas de Río de Janeiro (APERJ) encontramos un registro de Sanz (número 49.708): una página con una lista extensa de documentos que hacen mención a su nombre y que se encuentran subdivididos entre los diferentes departamentos que lo investigaron y clasificaron, como el DOPS (Departamento de Orden Política y Social), el “Terrorismo” y el “Comunismo”.

FOTO 1

Registro 49.708/DGIE/ División de Archivos. Fuente: APERJ

Solo algunos de los documentos mencionados se encuentran disponibles en el archivo. Entre ellos, un informe confidencial (numero 0418), elaborado por el Centro de Informaciones de la Marina el 22 de agosto de 1969, señala que las actitudes sospechosas que llamaron la atención de los policías estaban relacionadas con la participación de Sanz en congresos organizados por la UNE (Unión Nacional Estudiantil) y la firma de manifiestos contra la dictadura militar.

foto 2

 

Informe confidencial 0418/ CENIMAR/DOPS-RJ. Fuente: APERJ

Aunque formara parte de un grupo que predicaba la lucha armada, la participación de Sanz en la militancia del momento era muy discreta. En principio, su tarea era la de dar abrigo a militantes clandestinos en el departamento donde vivía. Sin embargo, más adelante entró en la clandestinidad y comenzó a falsificar documentos para militantes que tenían que disfrazarse, circular o huir el país. En mayo de 1970 fue aprehendido y llevado a la 36ª Estación de Policía, en la calle Tutoia, la temida central de la OBAN (Operación Bandeirantes), donde fue torturado. Los detalles de la tortura fueron develados públicamente en una entrevista de 2015:

Cuando llegamos a la estación, fui inmediatamente llevado al ‘palo de arara’ (un palo metido entre los brazos atados y las piernas envueltas por los mismos brazos del torturado). Me quitaron toda la ropa, me colgaron y comenzaron a torturarme con electricidad. No emplearon ningún otro método antes. En general, torturaban bastante con golpes, pero no quisieron hacerlo para no perder tiempo porque luego le tocaría a otro prisionero. Entonces me dieron descargas eléctricas. Me dieron, me dieron, me dieron. Me dieron shocks esencialmente en los testículos. Era un dolor tan fuerte que se irrigaba por todo el cuerpo. Me ataron una de las puntas del cable al dedo pequeño del pie izquierdo. La cicatriz la tengo hasta hoy. El otro extremo me lo pusieron en los testículos, aumentando la velocidad en la manivela de un teléfono de giro, una especie de magneto. Me acuerdo que solamente comencé a hablar cuando me sentí completamente desmoralizado. Yo lo confieso, no soy ningún héroe. Una de las reacciones que los shocks eléctricos provocan es el descontrol del organismo. En la tortura, algunos compañeros mantenían el autocontrol. Yo lograba pensar, pero no pude controlar las reacciones de mi cuerpo. Y como no había ido al baño antes de salir de casa, porque estaba atrasado, defequé en el cuarto de tortura. Eso me dejó muy desmoralizado. Es algo psicológico, algo doloroso. Me sacaron del palo-de-arara para que me limpiara, para que me bañara (Sanz en Vasconcelos, 2015: 34, 35).

Tras ocho meses de encarcelamiento, Sanz fue uno de los nombres escogidos para la lista de aquellos que serían intercambiados por el embajador suizo. El centro de informaciones de la Policía Federal, subordinado al Ministerio del Ejército, publicó para la ocasión un álbum de fotos y un sucinto informe de los militantes que fueron desterrados del país a cambio del embajador. En las fotos que figuran en el álbum, guardado en los archivos del Departamento del Estado de Orden Política de São Paulo, el DEOPS, se encuentra registrada la expresión de seriedad de la mirada de Sanz, que se confronta con la cámara del opresor, la cámara de la policía.

foto 3

Lista y álbum de los detenidos. Fuente: colección de las policías políticas de Río de Janeiro (APERJ) y São Paulo (DEOPS).

Es al llegar al exterior que la apatía por la cárcel y la desesperanza de Sanz comenzaron a suscitar un cierto optimismo recuperado. En Chile, encontró otra arma para luchar por las creencias e ideales que lo alimentaron en los últimos tiempos: el cine. En Brasil, Sanz tuvo una corta experiencia en el medio cinematográfico. Fue segundo asistente de dirección y continuista en Luba: a morte em três tempos (Fernando Coni Campos, 1964). En 1968, produjo algunos pequeños films publicitarios para la Cinemateca del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro (MAM), dirigida por su padre, el crítico cinematográfico José Sanz, entre 1959 y 1964. Pero es en el exilio, en Chile, que se lanzó a la carrera profesional y pasó a vivir exclusivamente del oficio.

Las primeras películas que dirigió, cuando trabajaba para el Instituto de Capacitación e Investigación de la Reforma Agraria (ICIRA), son los cortos Un solo Color (1970) y Esto se hace, esto hacemos (1970). Invitado a integrar el equipo del Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile, Sanz participó en la producción de ocho películas, entre ellas Primero de Mayo (1971), El extraño caso de los repuestos (1973) y la inconclusa Obreras en Construcción (1973). El primero de estos films fue No es hora de llorar (1971), realizado a cuatro manos junto a Pedro Chaskel. En el documental, cinco de sus compañeros del Grupo de los Setenta hablan sobre sus experiencias de tortura y de la resistencia contra la dictadura militar brasileña. Antes de dirigirlo, sin embargo, Sanz ofreció su testimonio a las cámaras de los estadounidenses directores de Brazil: a report on torture, un documental en el cual el futuro cineasta cuenta lo que estaba ocurriendo en Brasil.

Delante de la cámara

En el aeropuerto de Pudahuel, en Santiago de Chile, la noche del 14 de enero de 1971, una legión de reporteros y simpatizantes de los movimientos de izquierda esperan con carteles de bienvenida y cámaras fotográficas y televisivas a los presos brasileños liberados a cambio del embajador suizo. Durante los siguientes días, además de los reportajes sobre la cálida recepción del grupo, los periódicos chilenos publican informaciones sobre las torturas aplicadas en las cárceles de Brasil. Los norteamericanos Haskell Wexler y Saul Landau, que se encontraban en Chile para realizar una entrevista al entonces presidente Salvador Allende, se impresionan con las noticias, postergan la realización de An Interview with President Allende (1971) y deciden hacer un documental con los presos políticos. “Al ser contactados, varios de los miembros del grupo aceptaron reproducir, sin herirse, las torturas a las que recién habían sido sometidos”, recuerda Haskell en una correspondencia por correo electrónico dirigida al cineasta y productor Tom Job Azulay en 2012, cuando la película Brazil: a report on torture fue mostrada por primera vez al público brasileño, 41 años después de su realización.[3]

Solo seis días después de la llegada del Grupo de los Setenta a Chile, algunos de sus integrantes se reúnen en el parque Cousiño y cuentan a las cámaras los detalles de lo que sufrieron en las cárceles. En las grabaciones, ellos explican los objetivos políticos que los movían, describen el escenario de pobreza y desigualdad que los llevó a la lucha política y denuncian las atrocidades cometidas por el régimen autoritario. Algunos testimonios llaman bastante la atención por los niveles de crueldad y sufrimiento provocados por los represores. Es el caso de Maria Auxiliadora Lara Barcellos, conocida como Dora, que cuenta los detalles de la violencia sexual sufrida durante la tortura; el de Jovelina Tonello do Nascimento, que relata con dificultad el drama vivido por Ernesto, un niño que presenció la tortura de sus padres; y el de Frei Tito, quien confiesa que intentó matarse en la prisión porque sufrió una pérdida irremediable de su propia dignidad.[4]

Los duros relatos, entrecortados con risas nerviosas y silencios, constituyen una parte de los testimonios que los estadounidenses grabaron para utilizar en la película que se transmitiría en la televisión norteamericana con el propósito de denunciar los crímenes cometidos por los representantes de la dictadura militar.[5] A tales efectos, Haskell y Landau no se contentaron con los relatos de las víctimas. En busca de más elementos importantes para aumentar la veracidad de lo contado, logran convencer a algunos de aquellos hombres y mujeres para prestar la imagen de sus propios cuerpos —que todavía mantenían frescas las marcas de las torturas—  y repetir las posiciones en las cuales fueron sometidos a torturas como el palo-de-arara y el shock eléctrico.

El carioca Luiz Alberto Sanz es uno de los entrevistados del documental y ensaya algunos intentos de narración para hacer emerger una memoria de acontecimientos recientes y traumáticos. Por primera vez, Sanz se pone delante de una cámara de cine. En la película, aparece en dos momentos. En el primero, cuenta la historia de Marcos, un amigo de infancia, geólogo graduado y “uno de los más brillantes del grupo”, quien había abandonado su carrera profesional por un trabajo de obrero, a causa de su ideología política. De pie, con el cuerpo inclinado hacia bajo como si llevara un enorme peso a cuestas, Sanz cuenta a cámara que Marcos había sido torturado a pesar de sus convulsiones epilépticas y describe en detalle las consecuencias de este acto despiadado: “hoy, su pierna izquierda está inmovilizada, la derecha semiinmovilizada, el brazo inmovilizado, el ojo derecho está semicerrado, el izquierdo completamente cerrado y no logra decir una palabra completa; cada vez que habla es un esfuerzo inmenso”.

Cuando Sanz describe estos efectos de la tortura en el cuerpo de la víctima, transmite la imposibilidad del testimonio de quien la sufrió y un deseo de salvarlo del olvido. La participación de Sanz pone en escena los fragmentos, lo que sobra del cuerpo y del testimonio de quien ya no puede hablar. Esta es una estrategia contraria a la puesta en escena de los métodos de tortura en la película, la cual, en busca de verosimilitud, más bien provoca una gran incomodidad que puede apartar la mirada del espectador. Entendemos esta narración descriptiva como aquello que el investigador Marc Nichanan llama poética de restos, una poética de capaz de leer, por supuesto, el testimonio como resto, pero, sobre todo, capaz de leer lo que resta del testimonio cuando todo fue destruido, cuando el propio testimonio fue destruido en su posibilidad” (2012: 47). Es como si describir lo que restó de aquel cuerpo, de aquella vida, fuera el único camino posible para transmitir lo que resta de la experiencia provocada por los horrores sufridos.

En un segundo momento en el que aparece en el documental, Sanz opta nuevamente por el relato de lo ocurrido a otros presos políticos en lugar del testimonio personal, asumiendo una vez más la posición de transmisor. Sanz describe entonces uno de los métodos más crueles ejecutados por los opresores, conocido como “pau de estrada”, o palo de carretera. En la película —y siempre en virtud del realismo del relato— esta práctica es puesta en escena en un campo abierto, mientras que en una gradería, a una distancia considerable, Sanz explica que la técnica, antes aplicada por la policía a criminales comunes, pasó a ser empleada contra presos políticos. Inspirada en un suplicio de la época medieval, el “palo de carretera” consiste en atar el cuerpo de la víctima a dos autos que se ponen en marcha en direcciones contrarias: “Los intestinos se rompen, el hígado se rompe, por último la piel de la persona comienza a rasgarse, hasta que se revienta, los ligamientos se sueltan y (la víctima) se torna una persona inútil”. Sanz denuncia que el “palo de carretera” también fue aplicado a una periodista de São Paulo y a un compañero en Minas Gerais.

Durante la narración a cámara, el militante produce un relato casi técnico que algunas veces es interrumpido por lágrimas que le llenan los ojos y sofocan las palabras en su garganta. El dolor es expresado entre la constante tensión de denunciar una metódica fría y calculada por parte de los torturadores y las emociones del recuerdo de un sufrimiento vivido. Cuando Sanz resulta afectado por estos recuerdos, contiene el llanto. La prioridad del testimonio es demostrar que la práctica de la tortura de los militares y policías brasileños era organizada, tenía un método y creaba formas de producir la violencia y el sufrimiento. El deseo de denunciar la sistematización de la tortura, las consecuencias directas de la violencia en los cuerpos de las víctimas y los traumas colectivos provocados por la dictadura militar es más grande que la necesidad de realizar un relato de las experiencias personales. Como testigo, Sanz escoge narrar historias que en aquel momento considera más dolorosas que la suya (si es que cabe la comparación entre ésta y las otras). Quizás no consideraba su experiencia lo suficientemente fuerte en relación a otras narrativas más urgentes que continuaban en silencio en aquel entonces.

Este es el mismo camino que Sanz escoge al realizar su propia película, la cual incluye testimonios de las torturas. No es hora de llorar es producida el mismo año que Brazil: a report on torture. Detrás de las cámaras esta vez, Sanz entrevista miembros del Grupo de los Setenta y busca suscitar nuevos detalles y formas de decir lo que ocurrió. Para soportar las semejanzas y diferencias de los relatos de sufrimiento que provocan su propio dolor, el cineasta recurre a un tiempo distendido para el testimonio y acentúa la idea según la cual “la fractura formada por el dolor también es un lazo social, y los individuos lo administran de múltiples maneras” (Farge, 2001:17).

Reescenificación y testimonio en No es hora de llorar

A pesar de la utilización de reportajes y fotografías periodísticas y publicitarias de periódicos, revistas y televisión para producir y finalizar No es hora de llorar, el montaje de estos archivos textuales y visuales no es el principal procedimiento adoptado por Luiz Sanz y Pedro Chaskel para producir una película con el objetivo de elaborar simbólicamente el trauma y producir el testimonio de “algo que no podía ni debería ser borrado de la memoria y de la consciencia de la humanidad” (Gagnebin, 2006: 99). Intentar decir lo impronunciable, lo doloroso, la experiencia de haber sufrido la tortura y la humillación fue la tarea adoptada en la película para denunciar las barbaridades cometidas por el Estado brasileño.

El mediometraje de 36 minutos apuesta al registro del testimonio y a la reescenificación para producir lo que el teórico francés François Niney (2002: 248) llama archivos inmediatos, o sea, imágenes de cine y video que traen los relatos, cuerpos y reconstituciones de actos con el propósito de interpretar y reinterpretar la historia. Niney propone que “las imágenes de archivos, los testimonios y las reconstituciones son tres elementos básicos disponibles al documental de memoria” (2002: 251). Para escribir y reescribir la historia sería necesario reconocer las marcas dejadas en las voces, los gestos, los objetos, las imágenes del pasado y las recordaciones de los sobrevivientes en una conjugación entre la historia personal “con sus cuestionamientos y dudas” (2002: 251) y la historia de una época.

Si en Brazil: a report on torture las reescenificaciones son realizadas al aire libre, al improviso, con una urgencia que hace temblar la cámara y afecta el encuadre, en No es hora de llorar éstas son filmadas con mucho rigor en un pequeño espacio: la sala de proyección del Departamento de Cine de la Universidad de Chile. Los colores de la primera película dan lugar al austero blanco y negro de la segunda. La escenificación de los actos de tortura, esta vez, no sigue las orientaciones desarticuladas de los entrevistados ante la cámara. Al contrario, son planeadas y dirigidas.  El gesto de golpear el cuerpo de la víctima con grandes pedazos de madera y de efectuar shocks eléctricos utilizando cables al descubierto es interrumpido a propósito antes de que estos objetos toquen cuerpo de la víctima. Esa distancia en la escenificación se evidencia en el gesto de interrupción; en el corte del movimiento que llevaría a la consumación del acto.

De la misma forma, en No es hora de llorar la cámara escoge milimétricamente qué encuadrar, develando fragmentos de los cuerpos de la víctima. En plongée, la cámara está encima del cuerpo filmado. La perspectiva escapa de la mirada del torturador y registra las piernas y los pies de las víctimas atados por la cuerda, así como el cuello que se extiende cuando levantan el cuerpo en el “palo de arara”. Se ofrece, así, al espectador una imagen inédita y fuera de lo común. Una mirada desde arriba que encuadra partes del cuerpo que parecen no sobrepasar la altura del piso. Cuando el cuerpo es apresado por los pies, levantado y colgado de un palo como un pedazo de carne en una carnicería, los cineastas rechazan su grabación completa y prefieren el recorte, evidenciando así la imposibilidad de completar el deseo de desarraigo del torturador.

En secuencia, los objetos de tortura son filmados separadamente para evocar la imagen de sufrimiento que producían. A pesar de tener el mismo formato de los utilizados por los torturadores en las cárceles policiales y militares, en la película las superficies son asépticas, limpias, sin marcas, sin restos de sangre, pelos y vestigios de los cuerpos que golpeaban duramente las manos de quienes cometían el suplicio. En un determinado momento, la silla rodeada de cables con la que se aplicaba los shocks ocupa la escena. Ésta es filmada vacía, encuadrada de frente y al centro de la pantalla: una perspectiva que hace que el espectador la enfrente y experimente así la terrible posibilidad de ocuparla con los cables encendidos.

Fotos4 5 6 7

Escenificación de la tortura. Cuadros: No es hora de llorar.

Otro proceso adoptado en la película lo constituye la entrevista de cinco militantes brasileños que estaban en el vuelo de los setenta: el estudiante Jaime Cardoso, la estudiante de medicina y funcionaria pública Maria Auxiliadora Lara Barcellos, el periodista y profesor Wellington Moreira Diniz, la funcionaria pública Carmela Pezzuti y el obrero metalúrgico Roque Aparecido da Silva. Los cineastas realizan las entrevistas mediante el mismo método riguroso puesto en práctica en las escenificaciones, en las que la posición y encuadre de cámara disminuyen las chances de improvisaciones y sorpresas. “La emoción se puede manifestar en el espectador sin explicitarse en la pantalla”, señala Sanz en un texto escrito sobre la película, en 2007, para la Revista Letra Livre.[6]

Las mismas preguntas guían los relatos de los cinco entrevistados y las respuestas se organizan en bloques en el montaje: “¿Cómo saliste de la cárcel?”, “¿Cómo te apresaron?”, “¿Fuiste torturado?”. Todos los entrevistados están dispuestos de una misma forma: sentados en una silla delante una pared donde está colgado un cartel con la imagen del guerrillero Carlos Lamarca, el mismo escenario antes ocupado por objetos de tortura. Al hablar, miran a la cámara y responden a las preguntas de Sanz. El espectador no tiene acceso al antecampo, es decir, al espacio que ocupa el cineasta que los acompañó en aquel vuelo a Chile y que comparte con ellos parte de aquella historia: “para grabar las entrevistas solo teníamos una cámara y un grabador, ambos pesados y difíciles de transportar… Me agaché por debajo de la lente, para que los entrevistados mirasen a cámara cuando me respondían. En verdad, formamos una unidad: el equipo hablaba por medio de la cámara”, dice el cineasta.[7]

La intención de Sanz y Chaskel con el método adoptado es que las grabaciones de los testimonios se hagan solamente en dos posiciones de zoom, un primer plano y un close-up, y que las manifestaciones de emoción no sean captadas para no influenciar al espectador. Las preguntas son precisas para que el contenido de los testimonios también siga la proposición de un relato práctico y casi mecánico. La idea es evitar que el sufrimiento sea explotado para repugnar o para seducir y que se atribuya al espectador la tarea de comprender y sentir lo transmitido.

De esta forma, surgen relatos de violaciones de derechos humanos que van a constituir un documento producido en una época en la cual el silencio todavía imperaba en Brasil y en la que una película de esta naturaleza solo podría realizarse fuera del país. En primer plano, el rostro de Carmela Pezzuti ocupa la pantalla al contar, con un tono de voz que se mantiene en un mismo ritmo y cadencia, cómo dos de sus hijos, también revolucionarios, fueron torturados. Carmela no llora ni titubea en su relato a cámara cuando cuenta que ambos fueron utilizados como cobayas en experimentos de tortura que hicieron que los propios militares apartaran la mirada y se sintieran mal por lo que veían. Maria Auxiliadora también contiene la emoción cuando recuerda que los torturadores, tijera en mano, amenazaron con cortarle las puntas de los senos. Wellington tampoco vacila cuando describe cómo le apagaron cigarrillos en la espalda, provocando dolorosas quemaduras.

¿Ocultar el sufrimiento individual sería una manera de tolerar el dolor? ¿Excluir de las imágenes los sentimientos y dolores vividos sería una decisión estética y ética ante lo intolerable? La historiadora Arlette Farge sugiere que la manera como la sociedad captura o rechaza el dolor es extremadamente importante porque el dolor es “una forma de ser en un mundo que varía de acuerdo a los tiempos y circunstancias y que, por esta razón, puede expresarse o, al contrario, reprimirse, expulsarse o gritarse, negarse o arrastrar a otros hacia él” (2011: 19).

El contenido de los testimonios en la película evidencia que, más allá de las técnicas utilizadas por los directores para apartar los sentimientos de compasión de lo que es dicho, la escogencia de este tipo de relato viene de una creencia interior del testigo según la cual la vida de los militantes no les pertenece a ellos mismos, sino a una causa colectiva. Una creencia que en aquel momento ayudó a que enfrentaran el suplicio, la prisión y el exilio.

El obrero Roque muestra orgullo cuando cuenta que llegó a incitar a los torturadores para que lo mataran y señala que no podría disponer de su propia vida como quisiera, que debería continuar vivo para recuperar la libertad y entregarse a la lucha. Así como los otros entrevistados, el hecho de no entregar a sus compañeros (o por lo menos de afirmarlo en la película) y de soportar la tortura es una cuestión de honor y moral que lo afirma como integrante de aquel grupo al cual entrega la vida. Entre los relatos, sin embargo, hay algo que escapa a este tipo de creencia incuestionable. Ocurre cuando Dora señala que, más allá de la revolución, lo que estaba en juego era el deseo de preservar la vida de los que convivían con ella y a quienes aprendió a amar.  Al contrario de los otros entrevistados, ella mira pocas veces a cámara. La mirada de la militante se escapa siempre por la tangente y sigue en busca de un horizonte, como si evocara lo que está reprimido, como si buscase los detalles de lo que gustaría olvidar, pero no lo logra.

Fotos 8 9

Miradas que escapan. Cuadros de No es hora de llorar.

En este sencillo desplazamiento de la mirada se formula un relato singular de las emociones impresas en las marcas dejadas por la experiencia de ser violentamente torturada. Es una forma de expresión que escapa a los códigos del relato del militante que no titubea, no fracasa y aguanta el martirio como un héroe. Dora asume la tarea de narrar el sufrimiento experimentado, acusa al enemigo de cometer barbaridades y clama por la necesidad de que se haga justicia cuando elabora sus propias memorias ante la cámara, pero no deja de evidenciar con sus gestos nerviosos las propias fragilidades que la tornan aún más humana.

Conclusión

La trayectoria de esta personaje tan compleja e intensa es retomada por Sanz en Cuando llegue el momento (Dora) (1978), que filma en Suecia algunos años después. Esta vez, Sanz hace frente al desafío de narrar la historia de la militante que, refugiada en Alemania, se lanzó frente a un tren en 1976 por no aguantar el exilio, la condición de inmigrante ilegal y las memorias de la violencia que la atormentaban.

No es hora de llorar también es reutilizada por dos películas del cine documental brasileño contemporáneo: 70 (Emília Silveira, 2013) y Retratos de identificação (Anita Leandro, 2014). Con la apertura de parte de los archivos de la policía política brasileña, las autoras van a investigar historias olvidadas en las últimas décadas en el país. Son memorias personales que, de diferentes formas, constituyen y serán constituidas por memorias públicas, políticas y colectivas.

La recuperación de ese material en épocas diferentes acentúa la propuesta trabajada en este artículo, que es la de reflexionar sobre estas imágenes y relatos producidos al calor de los acontecimientos como potentes archivos audiovisuales que guardan las líneas de acontecimientos violentos que pueden ser montados, remontados y reorganizados para producir nuevas narrativas sobre la dictadura militar. Producido en el exilio, el cine de Luis Sanz establece lazos entre vidas fracturadas por el dolor y guarda la potencia de los gestos, miradas y relatos de quien tuvo la vida directamente afectada por la represión. Imágenes y sonidos que, en la contemporaneidad, son utilizados en la batalla de la memoria de ese periodo sombrío de la historia brasileña.

Bibliografía

Blank, Thais y Machado, Patrícia (2015). “A outra vida das imagens: elaborando memórias de um Brasil invisível”, Revista Devires, en impresión, Belo Horizonte.

Farge, Arlette (2011), Lugares para a história, Autêntica Editora, Belo Horizonte.

Gagnebin, Jeanne Marie (2006), Lembrar, escrever, esquecer, Ed, 34, São Paulo

Leandro, Anita (2015), “Cinema do exílio: Entrevista con Luiz Alberto Sanz y Lars Säfström” en Aniki, Revista Portuguesa da Imagem em Movimento, V.2, n.2, Lisboa.

Nichanian, Marc (2012), “A morte da testemunha”. Para uma poética do “resto” (reliquat). en Mácio Seigmann-Silva, Jaime Ginzburg, Francisco Foot hardman (orgs), Escritas da violência. vol. 1: o testemunho, 7Letras, Rio de Janeiro.

Niney, François (2002), L’ épreuve du réel à l’écran. Essai sur le príncipe de réalité documentaire, Éditions du Boeck Université, Paris.

Sanz, Luiz. Entrevista en Vasconcelos, Gabriel (2015). Subversivo: Fragmentos da vida de Luiz Alberto Sanz. Proyecto Experimental en periodismo, Universidad Federal Fluminense, Niterói.

Wieviorka, Annette (1998). L’ère du témoin, Plon, Paris.

 

Notas

[1] Haskell Wexler era cineasta y ganó dos veces el Oscar a mejor fotografía. Saul Landau murió en 2013 y era profesor de cine en la Universidad de California.

[2] Documentales como Setenta (Emília Silveira, 2013) y Retratos de Identificação (Anita Leandro, 2014) buscan reelaborar las memorias del período dictatorial a partir de la retomada de estos y otros archivos audiovisuales.

[3] La exhibición ocurrió en el Instituto Moreira Salles y el video del debate está disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=-OubnEK69X8. Acceso en diciembre 2015. Tom Job Azulay era cónsul adjunto de Brasil en Los Ángeles en 1971 y mostró la película en proyecciones a puerta cerrada para brasileños y extranjeros.

[4] Frei Tito se suicida en 1977. Es importante señalar que denuncias contenidas en estos relatos, como la violencia sexual contra mujeres, la violencia contra niños y adolescentes que fueron torturados o vieron a sus padres siendo violentados, y el reconocimiento de los efectos posteriores de la tortura, que habrían llevado algunas personas a suicidarse años más tarde, fueron destacados en capítulos especiales del parecer de la Comisión Nacional de la Verdad, finalizado en 2014.

[5] La película fue transmitida en la televisión americana y, a pesar de la gravedad de las denuncias, no tuvo gran repercusión, como explica Tom Job Azulay en una entrevista después de su exhibición en el Instituto Moreira Salles.

[6] Sanz, en el texto que escribió sobre la película en 2007 para la Revista Letra Livre. No tuvimos acceso a la revista, pero una copia integral del artículo de Luiz Sanz se encuentra en una página de su perfil en Facebook.

[7] Ídem.

La enseñanza del cine como política empresarial

Descargar texto

María Valdez

Este es el romance de la universidad con el mercado, de cómo quedó trunco el ideal cultural y educativo, comenzó la relación con el neoliberalismo y unas pocas cosas más…

Resumen

El presente trabajo analiza cómo se gesta la Universidad del Cine y cuál es el peso de Manuel Antín como hacedor del proyecto. Se estudia este modelo universitario como ejemplo de prácticas económicas neoliberales y de qué modo hegemoniza el campo cultural de los estudios de cine en Argentina.

Palabras clave

Universidad del Cine, Manuel Antín, neoliberalismo, menemismo, radicalismo.

Abstract

This paper analyzes the building process of Universidad del Cine and the action of Manuel Antín as the founder of the project. This university model is studied as an example of neoliberal economic practices and the way this model construct hegemony in the cultural field of filmmaking studies in Argentina.

Keywords

Universidad del Cine, Manuel Antín, Neoliberalism, Menem´s Government, Alfonsín´s Government.

Resumo

Este artigo analisa a forma como a Universidad del Cine é nascido e qual é o peso de Manuel Antin como o criador do projeto. Este modelo de universidade é estudado como um exemplo de práticas econômicas neoliberais e como hegemoniza o campo cultural de estudos de cinema na Argentina.

Palavras chave

Universidad del Cine, Manuel Antín, neoliberalismo, menemismo, radicalismo.

Datos de la autora

Directora de la Licenciatura en Artes digitales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Profesora Titular del Seminario de Posgrado Problemas del cine latinoamericano (UNQ). Profesora titular de Historia del cine latinoamericano de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).

Fecha de recepción: 15 de enero de 2016
Fecha de aprobación: 30 de marzo de 2016

 

«No es la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas»

Adam Smith. Investigación de la naturaleza y causas de las riquezas de las naciones (1794)

 

Oficina de Viuda e Hijos de Santander, Valladolid.

Introducción[1]

El revivir de las escuelas de cine en el país es fruto de los años posteriores a la recuperación democrática en el año 1983. Si bien en Argentina existían institutos de formación en cine, los años noventa registran un desarrollo inaudito de este ámbito educativo (Goity, 1994: 299-301). La necesidad de renovación en el cine implica la necesidad de formación de nuevos técnicos para las nuevas películas. ¿Cómo formar, entonces, a nuevas camadas de profesionales? ¿De dónde aprenden sus competencias?  ¿Qué espacio específico puede albergarlos? Consideremos que la industria cinematográfica argentina, en los primeros años de la recobrada democracia, sufre los mismos sobresaltos económico-políticos que el gobierno de Raúl Alfonsín. Los nuevos desafíos que afronta el cine son tanto apostar por la innovación en las películas como revisar y poner en valor la formación de sus cuadros técnicos. En esta coyuntura es que nace la Universidad del Cine, bajo la égida de Manuel Antín. El objetivo de las páginas siguientes es analizar cómo surge este modelo universitario, cuáles son sus rasgos y su peso en la formación del campo cultural y cómo hegemoniza el territorio de los estudios sobre cine a escala nacional[2].

“Persona honrada se necesita”: Manuel Antín y los avatares de la gestión cultural

Sin despreciar a otras instituciones surgidas durante el período, consideramos que la Universidad del Cine es la que domina el campo de la formación de realizadores y técnicos, a la vez que puede vincularse de manera altamente productiva con la crítica cinematográfica y los festivales de cine para armar un tejido potente, cerrado sobre sí mismo, de autovalidaciones mutuas. La incidencia del proyecto Universidad del Cine en el recinto específico de la ciudad de Buenos Aires es determinante en tanto se erige como un proyecto universitario, mientras que las casas de estudios sobre cine que existen sobre fines de la década de los ochenta son centros terciarios o, lisa y llanamente, el cine forma parte solo como asignatura de planes de estudios dentro de otras carreras universitarias ligadas al arte en general (Ídem, 300-301). Lo remarcamos: para la fecha de su puesta en marcha, 1991, no existen universidades dedicadas íntegramente al quehacer fílmico.

La Universidad del Cine, entonces, sintetiza en su propio nombre una reivindicación de totalidad que cala fuerte en el entorno y por ello el salto cualitativo que ofrece la institución golpea fuertemente en el imaginario social.

Hay que entender el proyecto Universidad del Cine y el lugar de su cabeza fundadora, Manuel Antín, en la encrucijada que significa el advenimiento democrático post dictadura cívico-militar que lleva a la presidencia al radical Raúl Alfonsín desde el 10 de diciembre de 1983 hasta el 8 de julio de 1989, cuando asume Carlos Saúl Menem. Antín pertenece y es fiel a los postulados del partido radical. Este partido posee una fuerte tradición en la Argentina. Fundado en 1891 por Leandro N. Alem es uno de los partidos políticos más antiguos del país, el segundo en cantidad de afiliados y el que históricamente, a lo largo del siglo XX se ha pronunciado como la oposición más cabal al modelo peronista[3]. La “pelea” radicales versus peronistas es de larga data en los vericuetos de la historia político-social de la Argentina. A lo largo de su historia centenaria, el radicalismo construyó un estilo cultural de relacionarse con la sociedad ligado a cierta idea general (o generalizada) del savoir faire. Es importante entender esto porque justamente se trata de un estilo completamente diferente a “lo nacional y popular”  de corte peyorativo con el que se estigmatizó (también en un lineamiento general) al peronismo[4]. Según Gabriel Obradovich:

En el imaginario radical, la UCR aparecía como el partido defensor de los derechos políticos, el progreso y la buena administración. Por el contrario, los peronistas y sus gobiernos eran asociados a las crisis, al autoritarismo y la corrupción. Por otro lado, la identidad social de los votantes radicales estaba constituida en oposición a los electores peronistas. En su mayoría, los radicales se sentían más habilitados y autorizados a votar en la medida en que sus capacidades económicas y educativas los diferenciaban de los electores peronistas, en los que, según ellos, primaba el interés material y el haber sido engañados por sus dirigentes (2011: 139).

En función de este trabajo, hay que comprender que la pugna entre ambas concepciones antagónicas respecto de la cultura y sus producciones estéticas (no solo el cine, sino también la literatura, las artes visuales, el teatro o la música, por nombrar solo las más sistematizadas dentro del campo cultural) son el reflejo no solo de una batalla cultural sino también la manifestación “estética” de un problema político e ideológico de larguísima data. Manuel Antín acompaña ideológicamente a Raúl Alfonsín en el proyecto político de transformación del  país, asume como director del Instituto Nacional de Cinematografía durante el gobierno radical y permanece allí hasta las elecciones anticipadas que llevan al poder al peronista Carlos Saúl Menem. Señala Antín:

Alfonsín era un candidato que claramente podía ganar las elecciones. Me acerqué junto a un grupo de intelectuales, como Brandoni, Gorostiza, entre otros, para ayudarlo. Generó un centro que se llamó CPP (Centro de Participación Política)[5]. Él siempre dijo que no sabía de cultura, pero que le gustaba mucho. Entonces se rodeó de gente que lo acompañaba en los discursos por el país, y ahí nos sumamos todos sin ninguna aspiración individual, queríamos simplemente ayudar a salir de la situación crítica, la de la época militar. Cuando ganó y me ofreció el puesto en el Instituto, me prometió que él estaría apuntalando mi gestión (en Sández, 2010: 104-104).

Este dato es importante, dado que el Instituto es un ente autárquico que depende directamente de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación y es “el encargado  del fomento y regulación de la actividad cinematográfica argentina en todo el territorio argentino y en el exterior en cuanto se refiere a la cinematografía de ese país”, según consta en la página web del Ministerio de Cultura de la Nación Argentina[6]. De dicho instituto depende, a su vez, la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC).[7]  Antín considera que durante su gestión a cargo del Instituto Nacional de Cinematografía (INC) fue descuidado con la escuela, debido a las múltiples responsabilidades que el cargo de gestión le obliga a asumir en el contexto nacional pero también en el internacional (en Ídem: 107-108). Antín no solo debe gestionar el Instituto, sino también lidiar con la escuela pública de formación de los cineastas. La obliteración de esta última, empero, puede leerse como una señal de las relaciones entre campo intelectual y campo de poder (Bourdieu, 2002: 9-50).

Más que descuido, se trata de un lineamiento claro de la gestión que privilegió la visibilidad internacional del Instituto, su cabeza directora y sus relaciones interinstitucionales de variado tenor en vez de fortalecer la calidad educativa del propio instituto de formación de directores y técnicos cinematográficos. Cabe señalar que las revisiones críticas de la gestión de Antín a cargo del Instituto no dan cuenta de esto. Todo lo contrario, a la hora de evaluar, los análisis se focalizan en la imposibilidad de Antín de lidiar con las condiciones del escenario económico y político que hereda. Clara Kriger (2015), por ejemplo enumera los objetivos “más significativos” que se propone Antín al frente del INC, los analiza y avisa que se detendrá sobre los conflictos que impidieron la realización de los mismos. Curiosamente, el único objetivo que se deja de lado es “la enseñanza del cine para la formación de nuevas generaciones de técnicos y cineastas…”.

El silencio generalizado respecto de este problema puede leerse como una sintomatología de cómo las clases dominantes definen el campo cultural y sus lógicas de consumo; nos referimos, en última instancia, al modo en que se organizan los sistemas clasificadores, “esquemas históricos de percepción y apreciación que son producto de la división objetiva en […] y que funcionan al margen de la conciencia y el discurso” (Bourdieu, 2002b: 479). En otras palabras, no existen críticas al viejo director por la renuencia a cumplir el objetivo formativo de la escuela estatal del INCAA: la falta de importancia de la educación superior en el ámbito público es deglutida por otros valores de mercado más importantes y/o visibles para el momento. Estos someros datos son necesarios para entender el proceso de gestación de la Universidad del Cine y, posteriormente, sus vinculaciones con el campo cultural cinematográfico, el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) y la crítica de cine.

Recordemos la pertenencia fuerte y constante de Antín al modelo cultural surgido de la cantera radical, partido asociado históricamente al desarrollo de las bellas artes o las artes cultas. Públicamente, el nombre de Antín es un buen punto de partida para encarar a la ciudadanía y goza de aceptación por parte del entorno.  Al mismo tiempo, el otrora director es uno de los referentes insoslayables de la denominada  Generación del 60, esto es, a grandes rasgos, la versión vernácula de la modernidad fílmica en el cine argentino. Manuel Antín representa la figura del hombre culto, director de cine, amante de las letras; un gentilhombre elegante, educado y refinado. Un caballero del cine moderno. Su nombre encarna, para la década de 1980, una apertura estética tras los años de censura, la posibilidad de activación de una industria cinematográfica cercenada por el anterior período oscuro y la recomposición de la imagen del cine argentino en el exterior. La política de gestión llevada a cabo por Antín en el Instituto tiene, entre sus múltiples objetivos, proyectar el cine argentino en el exterior, ubicarlo en el mercado internacional: “Durante mi gestión abrimos una agencia de venta de cine en el exterior, que luego del gobierno radical se cerró, pero fue un emprendimiento importante, porque se pudo verificar en esos años el crecimiento en cifras de ventas de las películas afuera” (en Sández, 2010: 105). Se dedica a esto con énfasis y arma una red de visibilidad de la filmografía nacional en el marco europeo. Por otra parte, también debe administrar y atender las demandas de la escuela del Instituto, hecho que queda subordinado a las políticas de visibilidad hacia afuera. La embajada de Antín logra taponar el problema de la formación educativa bajo el brillo de la exposición internacional y esto se enmarca en los vaivenes económicos que agotan al gobierno de Alfonsín (Heredia, 2006).

La formación fuerte de cineastas que se necesita para alimentar el circuito de festivales y la proyección internacional en un amplio espectro se desplaza al proyecto personal de Antín, cuando presenta su renuncia tras la finalización del período alfonsinista, y que es la creación de un centro de formación especializado en cine. Algo de esto deja entrever Sandra Torlucci cuando enuncia:

Manuel Antín se integra a la cultura desde dos lugares fundamentales: primero como director del Instituto Nacional de Cinematografía (1984-1989) y después como creador y rector de la Universidad del Cine, dos gestos fundacionales para una sociedad devastada por la peor dictadura que nos dio la “patria”: uno, para impulsar desde lo administrativo el renacimiento del cine nacional, y el otro, para que el impulso se enriqueciera estéticamente a partir de la educación en el cine. Así Antín, a veces en broma, a veces seriamente, deja oír una metáfora que podría ser todavía el hilo que aparentemente había perdido: “La Universidad del Cine es mi última película” (2005: 111).

Parafraseando las palabras de la investigadora nos preguntamos ¿acaso el impulso para el renacimiento del cine argentino no podía tener cabida dentro de la enseñanza pública? ¿Cómo leer esos dos lugares desde los cuales Antín capitaliza simbólica y económicamente la cultura y la educación? ¿Desde qué lugar interpretar “La Universidad del Cine es mi última película”?

“El gran secreto”: armar un proyecto educativo

Para comprender el proyecto universitario es necesario revisar aquello que  Antín achaca a la escuela pública del Instituto, esto es, la falta de sostén humanista, la flaqueza teórica y el poco basamento cultural. Valores de la alta cultura que también responden, en términos de habitus (Bourdieu, 1991), al juego del entramado social que se hace cuerpo y que, en ese caso, responden al contexto del que proviene Antín.

Antín mismo señala que es un realizador que elige el cine casi por azar. Su interés indiscutible son las letras y posee una producción considerable entre poemas,  novelas y obras teatrales, algunos inéditos. Es notable su resistencia a considerarse director y sus referencias constantes a la literatura se han convertido en parte integrante de la “imagen Manuel Antín”.  Señalamos un comentario del realizador:

Me hizo mucha gracia, porque a los cineastas argentinos nos atribuyen ser imitadores de un cine extranjero, cuando también sucede que los extranjeros copian libros argentinos. Niego toda influencia del cine francés en esa época, porque no lo conocía cuando hice La cifra, y en realidad si uno lee el cuento, lo que servía como punto de comparación, que es el tratamiento del tiempo en la narración, está en el cuento mismo, ahí me basé yo, no en otros cineastas (en Sández, 2010: 55-56).

Antín articula, bajo la galanura expositiva hincada sobre su consabido sentido del humor, una posición autorreferencial y petulante. Aun así, los vasos comunicantes con el paradigma francés son visibles. Paradigma registrado en el decir de Torlucci:

En reiteradas oportunidades, los historiadores del cine y los críticos cinematográficos hablaron de las influencias que operaron en la estética de Antín. Una de las más reconocidas es la nouvelle vague, que en Francia se transformaba en el movimiento de vanguardia por excelencia. De Cahiers du Cinéma a la pantalla, el camino de la nouvelle vague propone un vínculo estrechísimo entre la teoría y la praxis cinematográfica. Este cine crecerá acompañado y dejándose acompañar por el movimiento literario nouveau roman. Cine/literatura será entonces el encuentro privilegiado por los intelectuales franceses que integran esta revolución estética. La propuesta era el rechazo de la linealidad narrativa: una representación neobarroca, donde se explicitan las marcas de enunciación y se experimenta con todos los recursos que el código ofrece a un lenguaje cinematográfico cada vez menos cristalizado y más productivo: ruptura de raccord, encuadres descentrados, fragmentación de la imagen, “fuera de campo absolutos”, experimentación con la relación banda sonora/banda visual, etc. Así, la literatura moderna fue una fuente en la que Alain Resnais y Alain Robbe-Grillet, entre otros, encontraban una lectura que no acababa, una lectura que abría la posibilidad de filmar un mundo donde el sentido aparecía, sobre todo, en la descripción de los objetos a partir de las referencias generadas desde la imagen y el sonido (2005: 104).

La autora conjuga los elementos más importantes que reflotan, desde otro lado, el problema de la autoría en el cine moderno. La mención de la transformación narrativa subraya especialmente la capacidad de este nuevo cine de reflexionar sobre su propia condición lingüística. Lo cual no es poco. La nouveau narratividad metaforiza el campo cultural sobre el que se funda la Universidad del Cine: será universidad acorde ideológica y estéticamente con la reinvención de la añorada Generación del 60. La trenza apretada entre un tipo de cine y sus posibilidades de ser encarado, esto es, producido, filmado y hasta exhibido,  se apisona fuertemente en la sede de la nueva institución privada, léase, paga. Así como existe la definición legitimada del “cine de autor”, accedemos al proceso de formación de una “universidad de autor”.

“Universidad de autor” densifica el valor de por sí fuerte de la pertenencia a los estudios superiores. Pertenecer a la universidad es homologado, en cierto modo, a la rigurosidad y el control respecto de ciertos saberes. En este caso, además, los saberes se yerguen sobre una etiqueta consagrada por el cine, el “cine de autor”. Las bases de la universidad de qualité están en marcha. Dice Antín:

Quería mantener la apertura hacia mucha gente del cine que había producido durante la gestión del INC[8] y a la vez quería forjar un clima de interés cultural como el que emanaba de la facultad de Filosofía y Letras. ¿Cómo se podía hacer eso sin medios? Porque con medios era muy fácil, hacía una fundación, una especie de Fondo Nacional de las Artes. Entonces vinculé dos ideas: que teníamos que mejorar el nivel cultural del cine argentino para que pudiera competir internacionalmente, y que para eso teníamos que crear una facultad con bases similares a las de Filosofía y Letras, pero que a la vez fuera interesante para la gente que tiene o busca otra especialidad. Sentí que esa facultad tenía que especializarse en algo atractivo como es el cine y tenía que poder producir películas. Esa idea de la productora que enseña Filosofía o de la facultad de Filosofía que produce películas es la FUC, son las raíces, el meollo. Cuando creé la FUC y la llamé Fundación porque no la podía instaurar como Universidad empecé a predicar el hecho de jerarquizar la enseñanza del cine otorgándole nivel universitario; esa lucha me fue dando un espacio diferente. Además tiene un equipamiento que no tiene ninguna institución así de América latina (en Sández, 2010: 112-113).

En la explicación del director yacen tres líneas que se alimentan mutuamente. En primer lugar, la invocación al modelo del Fondo Nacional de las Artes (FNA), un ente cultural creado por el gobierno de facto del general Pedro E. Aramburu en 1958. El FNA tiene por objeto:

a) Otorgar créditos destinados a estimular, desarrollar, salvaguardar y premiar las actividades artísticas y literarias en la República y su difusión en el extranjero.

b) Otorgar créditos para construir y adquirir salas de espectáculos, galerías de arte, estudios cinematográficos y cualquier otro inmueble necesarios para el desarrollo de labores artísticas; como asimismo, para la adquisición o construcción de maquinarias y todo tipo de elementos o materiales que requieran estas actividades.

c) Administrar, fiscalizar y distribuir, conforme a las disposiciones legales, los fondos de fomento a las artes, dispuestos en leyes dictadas o a dictarse (Ley 1224, 1958).[9]

La diferencia entre “actividades artísticas” y las propias “literarias” y  el señalamiento de la difusión en el exterior del país recuerdan por una parte, una concepción privativa del arte donde frente a las actividades artísticas en general, se yergue la literaria como un nicho único; por la otra, la necesidad de proyección internacional. Se trata, en definitiva, de una concepción sesgada de la cultura que privilegia la literatura por encima del mundo del arte a la vez que pone el acento en el mercado de circulación internacional. Los puntos b) y c) acogen nuevas formas de arte ligadas a la industria cultural y complementan una visión totalizadora respecto del quehacer artístico. La elocución de Antín deja entrever, en este sentido, un apego a ese modelo que está en la base de la concepción de la cultura que lo atraviesa, si retomamos el concepto del arte como forma social, esto es, “formas sociales variables dentro de las cuales las prácticas significativas se perciben y se organizan” (Williams,1981:121). Esta identificación de Antín con un modelo cultural se complementa con su adhesión al modelo humanístico de la facultad de Filosofía y Letras. Esta segunda línea es importante porque de ella deriva el sustrato académico que sostiene su emprendimiento educativo. Cuando Antín dice “Filosofía y Letras” sobreentiende que el interlocutor comprende que se refiere a la facultad inserta dentro de la Universidad de Buenos Aires. “Filosofía y Letras” es de la Universidad de Buenos Aires. Nuevamente, el implícito se enraíza en otra institución que domina el canon de la educación superior en el país[10]. La tercera línea es clara y determina el sino de la futura casa de estudios dedicada al cine: ser una productora.

“La guerra la gano yo”: la industria del prestigio

La universidad creada –y por creación entiéndase la cabeza visible del proyecto– por Manuel Antín, director de cine y referente ineludible de la Generación del 60, garantiza el ingreso al circuito más alto de formación educativa. Esto ocasiona un movimiento interesante, dado que por un lado se justifica la necesidad de incorporar a quienes manejan el oficio del cine, los viejos técnicos, que logran la certificación de su saber por méritos equivalentes a estudios de nivel superior[11]. Por otra parte, se anexa a un número considerable de profesores universitarios, surgidos mayoritariamente de carreras humanísticas y que son garantes de la formación en asignaturas de historia, teoría y estética cinematográfica.

Básicamente, estos profesores serán provistos por la Universidad de Buenos Aires, bastión insoslayable de la formación académica en el país y que ocupa el primer lugar en el podio de universidades nacionales. Existe una fuerte ligazón entre el proyecto educativo y el proyecto cultural de la Universidad del Cine, de impronta humanista europeizante, ligada a los patrones de formación del prestigio en torno de las artes que acrisoló el país desde fines del siglo XIX. Este “prestigio” posee un enérgico peso en la herencia francesa. Argentina es, además, el país rotundamente francófilo de toda América Latina, dado que en su historia cultural el pensamiento galo ha tenido una fuerza inicial, tajante y que arrastra conceptualizaciones sobre el arte y la educación desde fines del siglo XIX hasta la fecha. Señalamos esto para remarcar que más allá del dato coyuntural respecto de si Antín se reconoce o no influenciado por la modernidad fílmica francesa, el sustrato francés es en sí mismo una base fuerte del tejido sociohistórico y cultural del país.

Así como el cine moderno surge para contravenir las formas fílmicas anteriores, anquilosadas pero a la vez resquebrajadas de las narrativas tradicionales para el universo audiovisual, la Universidad del Cine se ubica como proyecto pedagógico en una línea de formación enciclopedista de excelencia (la universidad) pero apela al mismo tiempo a una nicho para la innovación  circunscrito al objeto sobre el cual se aboca: el cine. En este sentido, es importante la configuración del plan de estudios de la Universidad del Cine. El diseño de las asignaturas y sus contenidos mínimos quedará bajo la responsabilidad de la secretaría académica, que incorpora a la nueva casa de estudios modelos epistemológicos propios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El rasgo distintivo será el lado humanista, anclado en la tradición universitaria más rancia y tradicional; en consonancia además, con el perfil alfonsinista en que se inscribe el plan.

En segundo lugar, el proyecto pedagógico coloca como cabeza visible al garante vivo más importante de la modernidad fílmica en Argentina, es decir Antín. Este dato es importante dado que los otros nombres referenciales de dicho período o bien han dejado de filmar (David José Kohon, Simón Feldman), o han privilegiado la actuación (Lautaro Murúa) o han fallecido (Rodolfo Kuhn). La diferencia sustancial de la figura de Antín estriba en su alto grado de exposición pública, debido a su inscripción política y a su funcionalidad en el circuito de la cultura capitalina durante los años de la primavera democrática post dictatorial.

La gestión de Antín como director del Instituto Nacional de Cinematografía le provee el soporte idóneo para terminar de asimilar los entresijos de la gestión de políticas públicas en el campo del arte y, especialmente, en el cine.

Podemos decir que a la hora de fundar la Universidad del Cine está armada la urdimbre  ideal para el enclave de una institución que, básicamente, llena un espacio vacío dentro de la formación académica más tradicional a la vez que apela al modelo más ancestral de educación superior.

Cerrado el círculo, la Universidad del Cine se posiciona a lo largo de los años como referencia predilecta en los estudios sobre cine en América Latina, sobre todo para los países de la región que privilegian los costos de enviar a estudiar a sus hijos a la Argentina, frente a los que implican otros centros de estudios de cine legitimados en el exterior, por ejemplo, la Escuela de Cine de Nueva York[12].  En este sentido, la universidad consolida una elite intelectual de marcada incidencia sobre el colectivo social[13].

“Todos tenemos un plan”. Lo fundacional, la fundación, la función

La Universidad del Cine se gesta como fundación. Por eso, aun ahora, es conocida popularmente como “la FUC” (La Fundación Universidad del Cine”). Para la reglamentación argentina, una fundación es una institución privada que la ley reconoce que tiene como objeto prestar servicios de interés público. Para que una fundación exista en tanto figura jurídica debe existir la voluntad de constituirla, el patrimonio económico propio que la sustente, la finalidad que debe ser siempre de interés general y los estatutos o normativa interna propia de la fundación. Estamos refiriéndonos a una institución sin fines de lucro[14].

Lo señalado importa porque, por un lado, inscribe socialmente  a la FUC en un imaginario donde prima el trabajo “por amor al arte” y una suerte de abandono de lo económico como factor regulador de una empresa de índole privada. Por otra parte, que a la fecha se la siga denominando así marca la continuidad de ese imaginario, sostenido incluso por la propia página web de la Universidad.

Nos encontramos  ante un acto fundacional, básicamente performativo: el de la fundación de la Universidad del Cine. El velo simbólico de la protección que otorga «ser fundación» permite cegar y volver invisible el desarrollo posterior de la misma universidad: bajo el proyecto académico, también se teje, a lo largo de los años, el potencial de lo económico como factor regente. Entendámonos bien. No nos referimos a lo que cae de su peso, esto es, el hecho de que el sostén económico de la universidad provenga de las cuotas que pagan sus alumnos. Sino de cómo el proyecto educativo se enlaza cada vez más con el ideario de una productora de películas, lo que le otorga una presencia importantísima en el contexto relacional con el cine argentino y, más adelante, con el BAFICI. La frase proferida por Antín (“Esa idea de la productora que enseña Filosofía o de la facultad de Filosofía que produce películas es la FUC y la llamé Fundación porque no la podía instaurar como Universidad”) se hace invisible, erosiona su espesor dentro de un contexto social que asimila el concepto de «fundación»  al de la merma del interés económico, al de la gratuidad para con la sociedad mediante el ofrecimiento de un bien que, además, ya está ligado emocionalmente a la idea del sacrificio, el desinterés personal y el trabajo en equipo.

Para 2016, el proyecto es claro en la misma definición de la misión de la Universidad del Cine que figura en su web.[15]

La estrategia comunicativa es eficaz y sencilla: primero se apela a la excelencia académica y a la tecnológica en un marco de formación cultural humanística de amplio espectro. Esa es la summa que define a los jóvenes con vocación audiovisual. “En síntesis, es un punto de encuentro de jóvenes con vocación audiovisual. Al mismo tiempo, un ámbito de aprendizaje y de investigación, centro de producción de películas de largo y de cortometraje”, reza la página. La habilidad estriba en no definirse como productora, sino como «centro de producción» y encabalgar este al aprendizaje y a la investigación. En este sentido, bajo la simpleza de la frase se hila una estrategia discursiva eficiente, destinada a fortalecer comunicacionalmente que estar en la FUC garantiza no solo el nivel académico sino también la posibilidad de ingreso al mercado audiovisual. Semejante al desiderátum del Fondo Nacional de las Artes, el enunciado  barre todo tipo de desconfianza respecto del interés económico financiero.

Insistimos en este punto dado que con los años, lo que fuera inicialmente anunciado como un proyecto educativo y cultural, sin fines de lucro, ligado ideológicamente a una matriz política de cuño radical, desenmascara, para fines de la década de 1990 su raíz de empresa neoliberal acorde al contexto político gestado durante el menemismo (Pucciarelli, 2011). La FUC es, en este sentido, un claro exponente de la empresa menemista en clave educativa.

El basamento empresarial neoliberal es, empero, invisible o, al menos, negado.

Por un lado, por la estrategia comunicacional que focaliza sobre la fuerza académica de la institución, muy pegada a los valores humanistas de las artes y las letras como baluarte impoluto. Por el otro, porque la fuerza del sello “Antín”  desplaza toda sospecha de interés, salvo el interés por el arte. La base empresarial familiar que subyace al modelo queda así, cegada. Enmascarada detrás de la prosapia radical, la FUC es, en definitiva, un proyecto económico de acumulación de capital propio de la hegemonía política neoconservadora de la década de 1990 (Bonnet, 2008)[16].

“Del brazo y por la calle”. La Universidad del Cine y el BAFICI

A inicios del siglo XXI, la Universidad del Cine se establece como sede del Talent Campus del BAL. ¿Qué es esto? El Festival de cine de Berlín posee una plataforma que es la Berlinale Talents, laboratorio de proyectos de futuros films. Este foco tiene sedes en otros festivales. En 2003 se instala en Argentina, dentro del marco del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI). El Talent Campus tiene como aspiración “construir una red laboral y profesional a nivel regional e internacional, conectando así a profesionales de todo el mundo, y colaborando en el desarrollo teórico y práctico en el universo cinematográfico”[17],

según señala el catálogo BAFICI 2016 y se organiza en coparticipación con el Berlinale Talents de Berlín, el BAFICI y el Buenos Aires LAB, con el apoyo de Mecenazgo BA (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires), la Fundación Itaú[18] y el Goethe Institut Buenos Aires.

El tejido de esta trama es mucho más compacto. El Buenos Aires LAB es el laboratorio de proyectos audiovisuales que funciona con el BAFICI. Sus cabezas eran hasta 2015 Violeta Bava e Ilse Hugan. Bava es, asimismo, programadora del BAFICI y Hugan un referente en de este tipo de laboratorios gestados desde el Festival de Rotterdam. No debemos olvidar que si existe BAL en Buenos Aires es por iniciativa del BAFICI, en 2003, cuando Quintín[19] –a la sazón, director del festival–convoca a Hugan para armar esta incubadora en Buenos Aires.

El emprendimiento sirve para posicionar aún más a la Universidad del Cine que, ya para la edición de 2014, aparece como auspiciante del evento y para 2015 ofrece un premio que consiste en la realización del DCP de todo proyecto ganador que, a su vez, participará en el Festival de Cannes en el marco del Marché du Film, BAL Goes to Cannes. El DCP (Digital Cinema Package) es, en términos simples, una versión digital en altísima calidad de una película en 35 mm.

Estamos refiriéndonos, en definitiva, a una inversión económica disfrazada de vocación colaborativa con el BAFICI que aparece connotada en términos de generosidad.[20] En la entrevista en profundidad que hemos realizado a Marcelo Panozzo, director del BAFICI hasta 2015, comenta:

Lo que pasa con la FUC es que ya los que pagan las cuotas odiarán que uno diga esto, son de una enorme generosidad hacia el medio. Cuando hay que hacer un DCP, cuando… o sea, que me llame en diciembre Mario Santos y me diga: “Che, yo no es que quiera saber qué elegís o no, pero decime si alguno de nuestros proyectos queda seleccionado porque le tengo que dar prioridad en nuestra sala de edición”. El nivel de apoyo de ellos que hay para los proyectos es enorme. Y muchísimas películas no se hubiesen podido terminar sin la FUC. Que no hubiesen ni empezado… ni hablar…

Se sobreentiende que la casa de estudios opera de buena fe, por “generosidad” hacia el cine y sus hacedores. La racionalidad de la logística de la institución (organizar la sala de edición) es homologada a las buenas intenciones y la colaboración. No se entrevé las estrategias económicas de la institución ni los mecanismos por los cuales se efectiviza cabalmente la funcionalidad de esta como productora. Productora que regula sus recursos para no solo las películas de la FUC en general, sino también para las  películas de la FUC que entran al BAFICI. BAFICI y Universidad del Cine quedan enlazados en una lógica de retroalimentación de bienes y servicios: el establecimiento es proveedor de recursos económicos para el festival; el festival desde sus inicios incorpora recursos humanos de la universidad y tiene la sede principal del Talent Campus en el espacio físico de la universidad. Juntos, a su vez, con la crítica cinematográfica desarrollada en estos años compondrán una articulación de modos alternativos de producción, distribución y exhibición de un nuevo producto cultural, el nuevo cine argentino[21].  Si bien en sus inicios la creación del BAFICI estuvo ligada, entre otras cosas, a generar un espacio de visibilidad para los nuevos directores de cine (y, concomitantemente, incorporó a egresados de esa institución entre sus colaboradores), dieciocho años después esta política se ha convertido en un estadio fuerte que facilita la hegemonía corporativa de la Universidad del Cine.

“El faro”. Colofón ciego

“La Universidad del Cine es mi última película”, la frase tan mentada por Antín cobra hoy un espesor inusitado. Como verosímil cultural y educativo ha calado tanto en el imaginario social argentino que ahoga tras de sí todo conato especulativo. Al mismo tiempo la representación “Antín” ajustada a la hidalguía y el desinterés económico ciega y oculta la cota neoliberal del emprendimiento. Los títulos y carteles de nobleza cultural refuerzan el capital cultural en aras del poder simbólico. Lo que podría verse como una cuestión, en última instancia, de “gusto” (¿Acaso no se trata –objetaría alguien– de estar de acuerdo o no con la base estética que funda la FUC, pegada al cine de autor y sus valías?), es en realidad la manifestación de un espacio donde se juega la distinción social mediante una red de posiciones relacionales y diferenciales que sostienen la desigualdad y donde la economía de mercado más neoconservadora sienta sus bazas (Bourdieu, 2002b: 9-94). Como un faro que ilumina pero que a la vez ciega a quien se atreve a mirarlo de frente, la Universidad del Cine y su numen parecen, por lo menos hasta la fecha, ocupar todo espacio de disputa simbólica en torno al cine, su enseñanza y sus campos de legitimación. Basta como ejemplo –me refiero a la obcecación que impide ver mácula alguna en esta fusión, a la vez que refuerza, subraya y acuerda con ese modelo– el informe “Manuel Antín” que en 2015 presenta la revista Informe escaleno en su dossier sobre el viejo director[22]. En este sentido, la Universidad del Cine es fácticamente, la mejor película de Antín. Como verosímil empresarial neoliberal es, en novísima transposición, una reescritura de Circe (Manuel Antín, 1964).

Bibliografía

Bonnet, Alberto (2007), La hegemonía menemista. El neoconservadurismo en Argentina, 1989-2001, Prometeo, Buenos Aires.

Bourdieu, Pierre (2002), “Campo intelectual y proyector creador”, en Campo del poder, campo intelectual, Montressor, Buenos Aires.

Bourdieu, Pierre (2002b), La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid.

Bourdieu, Pierre (1991), El sentido práctico, Taurus, Madrid.

Goity, Elena (1994), “Enseñanza cinematográfica” en Claudio España (comp.) Cine argentino en democracia 1983/1993, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires.

Heredia, Mariana (2006), “La demarcación de la frontera entre economía y política en democracia. Actores y controversia en torno de la política económica de Alfonsín”  en Alfredo Pucciarelli (coord.), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia del poder?, Siglo XXI, Buenos Aires, 153-198.

Kriger, Clara (2015), “Algunos apuntes sobre la gestión de Manuel Antín al frente del Instituto Nacional de Cinematografía”, en Informe escaleno [en línea] 19 de septiembre de 2015, Tema del mes. Septiembre de 2015. [Consulta: 03 de marzo de 2016] http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=379.

Obradovich, Gabriel (2011) “La conversión de los fieles. Los cambios en el electorado de la Unión Cívica Radical en la década de los noventa” en Alfredo Pucciarelli (coord.), Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal, Siglo XXI, Buenos Aires.

Pucciarelli, Alfredo (coord.) (2006), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia del poder?, Siglo XXI, Buenos Aires.

Pucciarelli, Alfredo (coord.) (2011), Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal, Siglo XXI, Buenos Aires.

Sández, Mariana  (2010), El cine de Manuel. Un recorrido sobre la obra de Manuel Antín, Capital intelectual, Buenos Aires.

Torlucci, Sandra (2005), “Manuel Antín. El lenguaje y sus inexplorados laberintos”, en Claudio España (dir.), Cine argentino. Modernidad y vanguardia 1957-1983 II, Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires.

Williams, Raymond (1981), Cultura. Sociología de la comunicación y del arte, Paidós, Barcelona.

Notas

[1] Este trabajo es una síntesis de un capítulo de la tesis doctoral que la autora tiene radicada en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), España.

[2] La autora ha formado parte de la Universidad del Cine desde 1995 hasta 2008 y, en ese sentido -como miembro del claustro docente- ha presenciado el desarrollo y expansión de esta casa de estudios.

[3] Sobre la génesis y desarrollo del partido radical la bibliografía es extensa. Señalamos algunos textos capitales: Rock, David (2001), El radicalismo argentino 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu;  Persello Ana Virginia (2007), Historia del radicalismo, Buenos Aires, Edhasa.

[4] La historia del peronismo es una de las más complejas en Argentina. Sus variables y sus derroteros, su impronta cultural y sus derivas son las que más literatura e investigación histórica provocaron y provocan en el país. Un buen acercamiento al tema lo ofrecen los variados textos del sociólogo y “peronólogo” Juan Carlos Torre. Destacamos sobre todo la dirección del volumen Los años peronistas (1943-1955) (2002), Sudamericana, Buenos Aires. Otro texto referencial es Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista (2003), EUDEBA,  Buenos Aires.

[5] El Centro de Participación Política fue creado por el radical de extensa trayectoria en la militancia universitaria Jorge Esteban Roulet (1928-1987) y estuvo destinado, básicamente, a elaborar las propuestas programáticas que sirvieron de base a la plataforma electoral de la Unión Cívica Radical. Entre sus miembros se encontraban –por la parte cultural–, además de Antín, Marcos Aguinis, Hebe Clementi, Luis Brandoni, Aída Bortnik, María Sáenz Quesada, Luis Gregorich, entre otros.

[6] El 14 de mayo de 1968 se promulga la Ley nº17.741 de fomento de la actividad cinematográfica nacional, bajo el gobierno de  facto de Juan Carlos Onganía (1966-1970). Allí se proclama que el instituto es un ente autárquico que depende de la Secretaría de Difusión y Turismo de la Presidencia de la Nación. Esta autarquía fue anulada en 1996 por el ministro de economía Domingo Cavallo durante al gobierno de Menem. Por el Decreto del Poder Ejecutivo nº1536 del 20 de agosto de 2002 es restituida  bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, pero se modifica la naturaleza jurídica y pasa a ser un ente público no estatal. En el medio, la ley 24.377 del 28 de septiembre de 1994, también bajo el gobierno de Menem, modifica el nombre del Instituto, a INCAA –lo que amplía el campo a  artes audiovisuales- y lo refirma como ente autárquico pero dependiente de la Secretaría de Cultura del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación.

[7] En aquella época todavía denominado Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica (CERC).

[8] INC es el Instituto Nacional de Cinematografía.

[9] Decreto ley nº1224. Boletín oficial de la República Argentina, Buenos Aires, Argentina, 14 de febrero de 1958.

[10] La discusión en torno de la supremacía de la Universidad de Buenos Aires en relación con otras universidades del país excede los límites de este artículo. Más allá de la calidad académica –esto implica rever qué se entiende por “calidad académica” en el circuito universitario–, operan en la conformación del canon universitario (que incluye sus valoraciones, su presencia en ránquines internacionales, etcétera) no solo la antigüedad de la casa de estudios, sino la cantidad tanto de facultades como de alumnos. En este sentido, es muy difícil para el resto de las universidades públicas nacionales alcanzar numéricamente a la UBA. Si a esto sumamos los baremos por los cuales se mide el éxito o valía de una institución académica, el mapa es sumamente complejo.

[11] Esta movida recoloca en el ámbito académico a viejos técnicos del cine nacional que encuentran en la enseñanza del oficio una alternativa laboral para compensar la falta de producción industrial de cine en Argentina. Pensemos que si bien hay una posición de resistencia, por ejemplo, de la crítica hacia el viejo cine, este queda subsumido bajo el nombre de los directores. Los técnicos parecieron siempre ser ajenos a este “desprecio de época”. Y de hecho, el reservorio práctico del oficio está en los técnicos. La inclusión de estos técnicos en el ámbito de las escuelas de cine significa, por otra parte, una aprobación de alto valor simbólico: se pertenece a un circuito de legitimación por antonomasia, la formación académica en institutos reconocidos de la enseñanza oficial.

[12] La Universidad del Cine es una universidad privada y por ende, ya lo hemos señalado en el cuerpo del texto, acorde al sistema argentino, paga.

[13] Pertenecer a la Universidad del Cine es, en el imaginario de estudios sobre cine en Argentina, escalar en el podio de los estudios sobre cine.

[14] Nos referimos a la ley 19.836 de 1972. Véase http://www.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/65000-69999/65478/norma.htm [Consultado el 13 de enero de 2016].

[15] Véase http://www.ucine.edu.ar/universidad/ [Consultado el 13 de enero de 2016].

[16] La lógica neoconservadora menemista merece un análisis, por ejemplo y entre muchos otras cosas, de las contradicciones legales entre la empresa y la figura “fundación” con la que bascula la institución desde sus inicios. O de la lucha que el cuerpo docente ha llevado a cabo por salir del régimen de la flexibilización laboral menemista, cuyo centro es la elaboración de los llamados “contratos basura” que no pagan cargas sociales, aportes previsionales ni indemnizaciones por despido.

[17] En 2015, en el catálogo figuraba “generar un contexto de participación y comunicación entre jóvenes cineastas sudamericanos que contribuya con su formación a través del contacto con figuras relevantes y del intercambio de ideas y proyectos”. La diferencia es sustancia y permite pensar que hasta la fecha no existen, por ejemplo, estudios sobre la lógica de mercado real y simbólico que maneja un festival como el BAFICI y cuál ha sido su desarrollo desde su nacimiento.

[18] La Fundación Banco Itaú anida para 2016 el Primer Festival de Video para Estudiantes Secundarios, convocado por la Universidad del Cine, que puede leerse también como una captación de potenciales clientes que asegura el nicho de mercado a futuro a través del Banco Itaú, además, los docentes de la Universidad del Cine cobran su sueldo y los alumnos pagan sus cuotas.

[19] Quintín es Eduardo Antín, primo de Manuel Antín.

[20] Marina Moguillansky y Valeria Re examinan otro de los “pactos” que caracterizó el desarrollo de un nuevo cine argentino desde fines de los noventa, aquel sellado entre la crítica cinematográfica (más precisamente, El Amante cine) y los directores del nuevo cine (formados, en su gran mayoría, en las huestes de la Universidad del Cine. Véase Moguillansky, Marina; Re, Valeria (2009), “Pactos, desencantos, promesas. El rol de la crítica en la génesis del Nuevo Cine Argentino”, en Amatriain, Ignacio (coord.), Una década de nuevo cine argentino (1995-2005), Ediciones Ciccus. Buenos Aires.

[21] Los alcances de esta triangulación superan la extensión de este trabajo y forman parte de la tesis doctoral de la autora.

[22] Véase http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&cat=55 [Consultado el 11 de enero de 2016].

Documental, testimonios y memorias. Miradas sobre el pasado militante

Descargar texto

Gustavo Aprea, Buenos Aires, Manantial, Colección Texturas (Dir. Gerardo Yoel). Serie Genealogías de Cine 4, 2015.

Irene Marrone

ApreaDTMTapaGustavo Aprea, especialista en semiótica audiovisual, presenta en este libro los resultados salientes de sus últimas investigaciones académicas realizadas en la Universidad de Gral. Sarmiento, Universidad de Buenos Aires y para su tesis doctoral en Ciencias Sociales. La temática abordada se nutre del creciente interés que en las últimas dos décadas (1995-2015) ha venido expresándose en distintas esferas sociales por hacer memoria sobre los hechos traumáticos acaecidos durante la última dictadura militar y sobre “(…) la recuperación de la militancia revolucionaria de la década del setenta, sus orígenes, su trágica desaparición y las consecuencias que estos acontecimientos tienen sobre el presente” (14).

Por la importancia que tienen los medios de comunicación masivos en la construcción de la memoria social, y en virtud del espacio que le ha dado el cine argentino a la evocación del terrorismo de estado, el autor se detiene en su filmografía a reflexionar sobre el modo en el que se inscriben y transforman las diversas interpretaciones sobre este pasado traumático. Su focalización en los documentales de memoria se explica por la importancia que le ha dado un gran número de ellos a la militancia setentista. Asimismo, por el papel clave que en este tipo de documentales cumple el testimonio, como elemento de legitimación de los hechos evocados y de su interpretación desde la experiencia vivida, y como recurso narrativo.

Un minucioso seguimiento de los documentales que testimonian la militancia revolucionaria de los setenta en los últimos veinte años, abordados como fuente y documento del proceso histórico, es el camino elegido para sistematizar las diversas transformaciones producidas en las memorias sociales. Su reflexión tiene alcances también en lo que respecta a las transformaciones del campo del cine documental, espacio en el que advierte la consolidación de un proceso de especialización y profesionalización, que influye a su vez en los modos y estilos estéticos y políticos que adoptan las representaciones de las memorias colectiva, grupal e individual.

El libro se organiza en tres partes bien diferenciadas, acompañadas de un apéndice final o Línea de tiempo (1976-2015) en la que se conectan experiencias audiovisuales con el proceso sociohistórico. La lógica organizativa de la presentación de los temas en el libro sigue un recorrido preciso que supone a la vez una rigurosa metodología de investigación. Cada una de sus partes se abre a partir de algún posicionamiento o de núcleos problemáticos; se complejiza su comprensión a partir de un exhaustivo estado de la cuestión, con largas transcripciones de citas, entrevistas y fragmentos de textos en el que especialistas en el tema reponen un debate teórico de gran valor hermenéutico a partir del cual se redefinen conceptos en función de su perspectiva de investigación. Finalmente se orienta la investigación hacia un nivel empírico, presentando el análisis de un corpus, que se recorta, clasifica y periodiza hasta establecer resultados que se proyectan en conclusiones más generales.

La primera parte, “El cine y la reconstrucción del pasado”, aborda las relaciones entre cine, historia y memoria. Su posicionamiento en el tema parte de la idea de que “los medios masivos de comunicación conforman la modalidad dominante para el conocimiento y la difusión de la historia en las sociedades contemporáneas” (17). Sus fundamentos están en su alcance masivo y potencialidad para cambiar la percepción del mundo; creando recuerdos, transmitiendo y conservando imágenes del pasado compartido y realizando interpretaciones que sostienen memorias colectivas nacionales, de clase, étnicas, de género, etc. En tal sentido, los registros mediáticos (fotografías, cine, prensa, grabaciones de audio) constituyen las bases de un nuevo tipo de trabajo historiográfico, el de la llamada historia reciente, historia que no ha terminado de cerrar su ciclo y nos involucra participando en la creación de identidades colectivas. Yendo al estado de la cuestión, Aprea releva que en el campo cinematográfico, desde el inicio se adoptó como válido el papel del cine en la reconstrucción histórica. En la actualidad, especialistas contemporáneos del cine documental (Jean Louis Comolli o Harun Farocki), al considerar la relación entre registros audiovisuales (fotografías o material de archivo) e historia del siglo XX, reconocieron la adopción de perspectivas y problemáticas análogas a las del trabajo historiográfico contemporáneo. En tanto, la historiografía tradicional profesional, inicialmente rechazó el valor del cine como fuente histórica (Johan Huizinga). Sin embargo, tras la segunda guerra mundial, la historiografía fue cambiando de parecer y reconoció el valor de los filmes históricos, ya sea como documentos sintomáticos (Siegfried Kracauer), como fuentes y agentes históricos (Marc Ferro), como descriptores de climas y mentalidades (Pierre Sorlin) o como una posible escritura de la historia contemporánea (Robert Rosenstone). En todos estos trabajos, para el autor, se aceptan las coincidencias que existen entre narración histórica, narración cinematográfica y memorias colectivas. Porque todas ellas construyen sentidos a través de distintos tipos de relatos y funcionan como interpretación de los hechos que narran. El análisis de los diferentes tipos de narraciones, dice Aprea, permite observar los puntos ciegos, huecos, tensiones y conflictos que se producen entre las distintas variantes de reconstrucción del pasado.

Al referirse a las historias y las memorias como formas de reconstrucción del pasado, evalúa sus alcances y lógicas diferentes. Presenta la memoria, como una facultad de los seres humanos, que posibilita la transmisión del conocimiento adquirido por los miembros de una cultura entre distintas generaciones. Entre los problemas vinculados a la transmisión, destaca el de su almacenamiento (en la actualidad en computadoras) y el de su variabilidad, rasgo que produce conflictos en el ámbito social, donde se lucha por su regulación. En cuanto a esto último, refiere un estado de la cuestión con distintos aportes, sobre la capacidad de la memoria colectiva para enmarcar y condicionar los recuerdos individuales (Maurice Halbwachs), para conformar la memoria nacional sobre las que se constituyen las identidades nacionales (Pierre Nora), o sobre la existencia de diferentes memorias, de clase, género, grupales, institucionales, etc., que coexisten y disputan entre sí, y se van transformando en el tiempo (Henry Rousso y Michel Pollak). Respecto de la relación entre la transmisión de recuerdos y las narraciones, refiere a su potencialidad para dotarlos de sentidos, posibilitando mediante el olvido la superación de las heridas del pasado cuando se trata de hechos traumáticos (Elizabeth Jelin), y a las variaciones que producen los dispositivos tecnológicos en la construcción de la temporalidad (Jacques Le Goff).

Respecto del modo en el que el cine representa al pasado (cine histórico o de época), sea ficción o documental, para resultar creíbles, sus relatos deben tener concordancia con versiones previas, que están a la vez condicionadas por los géneros y estilos del relato cinematográfico en cada momento en el que se filma la historia y por las maneras de pensar y representar el pasado (ficciones, historia escolar, etc.) que circulan en el momento de su producción. Existe entonces una manera de pensar el pasado que orienta al conjunto de sus representaciones en una misma etapa de su desarrollo, que responde en cada momento a diferentes criterios de historicidad. Desde el punto de vista de la construcción de la narrativa histórica, un régimen de historicidad implica una determinada relación entre relato y tiempo (Paul Ricoeur), en el que lo que está en juego es la forma de ver el pasado, ya sea como la raíz del presente o como un abismo frente a él. Lo que implica hablar de la existencia de regímenes de historicidad diferentes y de distintos momentos de la evolución y disolución de estos regímenes (Delacroix et al). Respecto del cine histórico, concluye Aprea, para comprender sus transformaciones, cabe comprender la forma de posicionarse frente a la historia y a los elementos propios de la evolución del lenguaje cinematográfico que intervienen en las representaciones que se realizan de los acontecimientos evocados.

En el nivel empírico de su investigación, Aprea analiza cómo el cine histórico argentino reescribe nuestra memoria, y realiza una periodización teniendo en cuenta sus regímenes de historicidad. Resumiendo aspectos salientes de lo que en el libro recibe un importante desarrollo, el autor releva que en la mayor parte del siglo XX, la cinematografía argentina abordó la historia nacional en concordancia con un régimen de historicidad que expresa una concepción moderna, enalteciendo la figura del héroe y según el cual la interpretación del pasado está gobernada por la previsión de futuro, y por las motivaciones de actores sociales privilegiados. Con la vuelta de la democracia en 1983, el lugar del héroe que antes actuaba como modelo de valores que garantizaban un futuro, comienza a ser reemplazado por el modelo de las víctimas de una historia y asume el punto de vista de gente común. En la década del noventa, el cine renueva su enfoque sobre la historia nacional incorporando aspectos de otras series discursivas sobre el pasado. La narración se desarrolla a partir de una causalidad de tipo psicológica. La visión subjetiva se instala a través de personajes que recuerdan sucesos de la vida pública junto con acontecimientos cotidianos, haciendo que la historia sea vista como un recuerdo personal, y su interpretación sea justificada porque transmite una experiencia personal creíble. Este modo de legitimar las narraciones históricas como una experiencia vivida, expresa un régimen de historicidad basado en el “presentismo”. En este régimen, la historia no es un modelo ni define un camino para el futuro, y el pasado se observa e interpreta desde un presente. El interés está puesto en la construcción de identidades colectivas, los conflictos se exponen sólo para mostrar las frustraciones que vienen del pasado y la incapacidad para resolverlo. Todos estos cambios producidos en la ficción, concluye Aprea, condicionan las interpretaciones que realizan los documentales sobre el pasado reciente.

En la segunda parte, “Los documentales como constructores de memoria social”, el autor repone un estado de la cuestión —manifiestos y estudios teóricos– sobre el modo de definir lo que es el documental. Si bien desde sus inicios, el documental se vinculó con una propuesta estética específica, el término engloba una diversidad de elementos y prácticas que excede en mucho el concepto de género definido tal como lo plantearon sus pioneros. La opción de definirlo a partir de su contraposición con la ficción existe desde su nacimiento y continúa en la actualidad, aunque matizada (Bill Nichols, Carl Plantinga, Michael Renov). Entre sus fundadores, Grierson distinguía al documental como tratamiento creativo de la realidad y Jean Vigo como “un punto de vista documentado” sobre la vida social. Respecto de los documentales de memoria, la mirada construida desde el film implica en todos los casos el establecimiento de una distancia temporal con respecto a los acontecimientos evocados. El pasado se hace visible en ellos a través de recursos como los testimonios o la narración de la búsqueda que permite el proceso de evocación. El valor de la interpretación de la historia se sustenta más en la credibilidad de los actos de evocación que en la precisión y el acuerdo con una reconstrucción que siempre es vista como parcial y subjetiva. El efecto documentalizante (Roger Odin) hace posible que se puedan usar también materiales de ficción (mirada subjetiva) y resignificarlos como argumentos de la interpretación. La definición por la que opta finalmente Aprea obedece a un criterio operativo y presupone que los documentales son obras audiovisuales que transmiten un conocimiento presentado a través de una mirada que, de alguna manera, interpreta un universo que existe más allá de sus realizadores.

El documental de memoria realiza su interpretación histórica a través de la narración, sus relatos narran el proceso de evocación y a la vez reconstruyen el momento evocado. Sobre estos componentes se construye una mirada general que desarrolla una versión de la historia que se presenta como subjetiva y polémica. La centralidad de las declaraciones de los testigos proyecta su efecto testimonial al conjunto del film en que son recogidos. Esto los convierte en espacio privilegiado para observar y comparar los procesos de construcción de la memoria, desde el cual resulta posible el análisis no sólo de las variaciones de los contenidos, y los puntos de vista políticos, también de los modos en que se organizan y representan los testimonios y de su articulación en la perspectiva general que construyen los documentales de memoria. A grandes rasgos se podría decir que los documentales de memoria contemporáneos potencian la subjetividad de las miradas a diferencia de lo que ocurría en tendencias previas que apostaban a la objetividad como forma de validar las interpretaciones realizadas.

Estas transformaciones en los documentales de memoria fueron acompañadas por cambios en los lenguajes audiovisuales en general. El sistema de medios audiovisuales, que en la primera parte del siglo pasado se centraba en el cine de ficción estrenado en salas, en los últimos años produjo un universo cargado de imágenes audiovisuales que se producen y circulan en torno a distintas pantallas, como la Tv abierta o por cable, el video, los medios digitales e internet. Las nuevas tecnologías digitales facilitaron el registro, edición y circulación de los materiales audiovisuales permitiendo la expansión y consolidación de canales de exhibición especializados en documentales. Las audiencias se fragmentaron generando incluso un espacio propio para el documental. Estos públicos especializados no alcanzan a lograr las audiencias de la industria del entretenimiento, sin embargo su circulación permite un nuevo tipo de espectador con mayor conocimiento sobre las convenciones del documental y expectativas más sofisticadas. Estas transformaciones influyen en la redefinición de las fronteras del campo documental, haciendo que los límites entre las representaciones que refieren a una realidad existente más allá de la pantalla y la imaginación se desdibujen, por razones técnicas y por el uso que se hace de ellas. Entre las novedades de los últimos años, aparece un nuevo tipo de documental de creación, “performativo”: en él la legitimidad se sostiene por la puesta en evidencia de la producción de imágenes y por la subjetividad de las miradas construidas. Estos rasgos hacen pie en el documental de memoria, posibilitando una serie de cambios, como la utilización de formas abiertas para presentar los relatos y argumentaciones, la ausencia de una conclusividad explícita, la ampliación del tipo de imágenes consideradas válidas y la centralidad de los testimonios como fuente, el nuevo valor de la palabra como expresión de perspectivas variadas sobre un mismo hecho, el interés por el ámbito de lo privado y la problemática individual apuntan a la construcción de una mirada que se legitima por su carácter evidentemente subjetivo.

Los documentales sobre la memoria militante

Desde los años noventa, la interpretación sobre el pasado reciente en el marco de los medios audiovisuales se desplazó desde la ficción como predominó en la década anterior, al terreno documental. Si bien Aprea desarrolla exhaustivamente los cambios que se producen en los documentales en torno al tipo de prácticas sociales involucradas (educativos y de difusión histórica) en esta reseña nos ceñiremos a los que se refieren al reciente pasado traumático argentino, en particular a los que abordaron la memoria militante de las décadas de 1960 y 1970.

Estrenados entre 1994 y 2014 los documentales sobre las organizaciones que encaran la lucha armada, surgen en el momento en que adquiere relevancia la reivindicación de las víctimas de la represión como militantes con una adscripción política. A través de las transformaciones que se observan en los documentales, se ven posturas diferentes en término de construcción de memorias sociales alrededor de la figura del militante revolucionario. Existe una desproporción entre los que se dedican a los grupos guerrilleros y las que relatan el accionar de otro tipo de organización. Dentro de ellas, sobresalen las dos más grandes, Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores/Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT/ERP). Aprea guía su análisis de los documentales a partir de las siguiente preguntas: ¿qué se recuerda?, ¿cómo se narra el pasado?, ¿quiénes recuerdan?, ¿desde dónde se recuerda? El corpus se recorta y organiza en tres grandes grupos, a partir de las distintas miradas que expresan: la generación de militantes[1], la de los hijos de desaparecidos[2], y la de un conjunto más actual de documentales que se hicieron en los últimos años[3].

En torno a la primera pregunta, “¿qué se recuerda?”, Aprea presenta sus alcances comparando lo que aportan las memorias sobre Montoneros y sobre el PRT. En todos los films que trabajan sobre el pasado de Montoneros se reprueba la visión de la dirigencia de la organización, y se reflexiona sobre el sentido de la militancia revolucionaria. En tanto, las interpretaciones sobre las causas, el accionar y las consecuencias de la estrategia político militar de Montoneros varían. En los documentales en que se asume la voz de la generación militante se busca identificar las causas de la derrota, en tanto las que expresan la voz de la generación de los hijos sostienen interpretaciones más críticas, con diferencias políticas y negativa sobre el valor de la militancia revolucionaria. Un tercer grupo más actual de documentales (en los que se percibe el peso institucional de las organizaciones de Derechos Humanos) expresa una mayor heterogeneidad, con miradas que dialogan entre sí, no necesariamente de forma armónica. Por su parte, los documentales sobre el PRT aparecen como un conjunto más homogéneo, con menores variantes estilísticas, realizadores que se repiten, y salvo excepciones no tienen diferencias de enfoque. La mayoría reivindica la trayectoria de la organización, no cuestiona a sus dirigentes y ensalza la figura de Mario Roberto Santucho el conductor del PRT y del ERP.

Respecto de la segunda pregunta, “¿cómo se narra el pasado?”, si bien Aprea no encuentra un desarrollo lineal y unívoco a lo largo de los veinte años estudiados, señala una tendencia en los primeros tiempos donde predomina el relato sobre los acontecimientos evocados, para modificarse hacia el final del período donde de diverso modo se pone el foco en el relato y la exhibición del momento en que se recuerda. La tendencia del cambio permite individualizar casos y reagrupar documentales en función de los modos de presentar el momento de la evocación —como marco o como búsqueda personal–, o por la forma de presentar el tiempo de lo evocado —lineal, con lagunas, fragmentario, etc.–.

A fin de problematizar “¿quiénes recuerdan?” en los films, el análisis de los testimonios se convierte en un elemento central para la comprensión del modo en que se presentan las distintas subjetividades que reconstruyen el pasado y cómo se relacionan entre sí en el marco del punto de vista general desarrollado por el conjunto del documental. En tal sentido, considera la relación que tienen los testimonios con el eje de evocación y con los otros materiales que reconstruyen el pasado, y el modo en que los distintos testimonios se ordenan, jerarquizan y articulan entre sí.

Entre los que asumen la voz de la generación militante, los testimonios constituyen el eje del relato. Los que refieren a la historia del PRT-ERP, construyen un relato colectivo a partir de las declaraciones de los ex militantes, con voces coincidentes que sostienen las interpretaciones de cada filme. En las que evocan la militancia de Montoneros los testimonios sostienen dos maneras de evocar el pasado militante: los que lo hacen desde una perspectiva personal, enfatizando sensaciones y emociones; y los que desde la dirigencia priorizan una racionalidad política para reconstruir la trayectoria de la organización.

En los documentales de la generación de los hijos de los militantes, los testimonios se subordinan a la indagación de los protagonistas acerca del destino de sus padres. Sea para interpelar desde lo personal a la generación de sus padres, cuestionando sus recuerdos e interpretación del pasado, o reconociendo su valor informativo e incorporando desde el plano afectivo el testimonio de sus familiares y amigos sin lograr conciliar la grandeza heroica con la ausencia irreparable, o para desechar las posibilidades de una memoria cierta evidenciando relatos estereotipados o contradictorios sobre el pasado, o para demostrar su falta de efectividad como versiones del pasado, exhibiendo también sus contradicciones aunque sin cuestionar su valor de verdad, para anclarse en la fuerte motivación que sostiene la reconstrucción de la vida personal de sus padres.

En los documentales del último período, los testimonios refuerzan el lugar de escenificación del recuerdo y se presentan como un modo de hacer visible la relación entre el pasado y el momento de la evocación. La articulación de los testimonios junto a imágenes de archivos íntimos e intervenciones sobre dibujos o fotografías, integra las memorias de los militantes y la de los hijos que sufrieron la represión. En el proceso de transmisión de la memoria acerca de la militancia, los testimonios tienen un doble papel en la narración. Potencian su valor informativo y de verdad al presentar recuerdos coincidentes entre los ex militantes, y también su valor afectivo que posibilita la transmisión entre generaciones unidas en torno al trauma producido por la ausencia de los desaparecidos.

La cuarta pregunta, “¿desde dónde se recuerda?”, tiene un recorrido que parte de reconocer que en cada filme se le otorga distinta importancia o credibilidad a los testimonios, y los modos en que se los valora difiere de un filme a otro. Para comprender los criterios de evaluación, Aprea analiza la motivación de la presencia de los testimonios en el documental y la forma en que se los hace verosímiles. Sobre esta base, observa la tensión entre la utilización de los testimonios como documentos probatorios de un hecho, y como argumento que sostiene una interpretación sobre el mismo. En tal sentido, concluye postulando tres lugares desde los cuales se construye la memoria social, desde la generación militante como memoria grupal, desde la generación de hijos como memoria personal o individual, y para el grupo de documentales más actuales, realizadores más heterogéneos como memoria colectiva o institucional.

Los documentales que representan la voz de la generación militante, presentan testimonios como documentos sobre los que puede construirse argumentos que intervienen en la interpretación final de los acontecimientos evocados. En los del PRT hay una lectura unificada en cada documental, los testimonios tienen valor informativo, nunca se pone en duda su veracidad y sentido interpretativo que concuerda con la mirada del filme. El grupo de los documentales que recuerdan la experiencia montonera presenta una mayor diversidad. Si bien algunos lo hacen presentando el ámbito de la evocación como una memoria en disputa, con testimonios de ex militantes que reniegan de la lectura establecida y la de familiares, logran establecer una memoria grupal de los sobrevivientes a partir de reconocerse como comunidad afectiva.

En los documentales de la generación de los hijos de militantes muertos la validación y valoración de los testimonios como documentos ocupa un lugar central. Las declaraciones de los testigos actúan como pruebas que deben ser presentadas con todas sus contradicciones, a pesar de las dudas que generan. La menor confianza en el valor documental de los testimonios acota su poder argumentativo. En algunos casos, a pesar de las contradicciones entre memorias militantes y familiares, el valor de los testimonios se valida porque sostienen la búsqueda sobre sus padres y permitiendo reconstruir la identidad personal. En otros casos, se contrapone y rechaza la memoria de los ex militantes, en tanto la experiencia de buscar esas memorias e invalidarlas, hace que paradójicamente sostengan por contraste la identidad del realizador, expresando lo que no puede representar de un modo creíble se reelabora su memoria personal.

En los últimos documentales los testimonios se justifican y validan a partir de un conocimiento previo, presentado de diversas maneras en cada caso. En función de su relación con ese conocimiento previo institucionalizado, los testimonios son documentos que no precisan contrastación para ser aceptados como tales. Estos documentos amplían la información, pero a la vez se potencian como argumentos para relacionar esos casos con una memoria colectiva.

En la tercera parte “Memorias, estéticas y políticas” Aprea propone pensar los debates entre y sobre estas obras a partir de tres problemas: el rol que cumplen estos documentales en relación con las memorias sociales, los problemas estéticos involucrados, y la dimensión política de la reconstrucción del pasado.

La problemática de las memorias involucra al menos dos cuestiones. Por un lado, el modo en que se articulan las memorias individuales con las colectivas y los diferentes lugares que van ocupando estas últimas dentro de la sociedad. Por el otro, se presenta el debate en torno a las relaciones que se pueden establecer entre las reconstrucciones del pasado de los testimonios y los filmes que los recogen, con los estudios de las ciencias sociales, y especialmente de la Historia.

Respecto de la problemática estética, aborda dos aspectos. El primero, tiene que ver con el sentido que se le otorga a las representaciones generadas por los testimonios y los documentales, la valoración que se hace de las obras y la utilización de las declaraciones de los testigos como procedimiento artístico. El segundo aspecto involucra un problema más amplio, que se relaciona con la posibilidad de establecer criterios generales para la validación de una estética para los documentales. Es decir, cómo funcionan los testimonios y se genera el efecto testimonial y como los documentales pueden relacionarse con lo que nuestra sociedad considera arte.

Finalmente, repone un debate alrededor del rol que desempeñan las diversas variantes de las memorias relacionadas con los documentales de memoria y la construcción de identidades colectivas. Interesan tanto los lugares que van ocupando las diferentes variantes de las memorias representadas como las discusiones sobre la validez de las conexiones propuestas entre los hechos del pasado y las identidades políticas contemporáneas. De tal modo que la dimensión política de las lecturas del pasado se ve como una tensión constante del conflicto inevitable entre las distintas memorias sociales y la necesidad de lograr consenso que tiene cada una de ellas.

Esta tercera parte del libro no será reseñada en detalle, a pesar de su gran riqueza, para incentivar la lectura del libro que resulta imperdible para cualquier interesado en temáticas de comunicación audiovisual, de cine documental y de Historia y Sociología Argentina. ¡Que lo disfruten!

Notas

[1] De la generación que recupera la voz de los militantes Montoneros se analiza en especial el filme Cazadores de utopías (David Blaustein, 1995), y del PRT-ERP los filmes: Gaviotas blindada (Mascaró, 2008), Errepé (Gustavo Corvi y Gabriel de Jesús, 2004), Los perros (Adrián Jaime, 2004) y Raymundo (Ernesto Ardito y Virna Molina, 2002).

[2] De la generación de hijos de desaparecidos, se analiza en especial los filmes: Papá Iván (María Inés Roque, 2000), Los rubios (Albertina Carri, 2003) y M (Nicolás Prividera, 2007).

[3] De los documentales que se hicieron en el último período se analiza en especial los filmes: Victoria (Adrián Jaime, 2008), El tiempo y la sangre (Alejandra Almirón, 2003) y Norma Arrostito, la Gaby (César D’Angiolillo, 2007).